♣El principio || Priv.

¿Acaso sus sueños estaban lejos de su alcance? ¿Acaso no tenía el permiso de soñar? ¿Tan maldita era que incluso eso le estaba siendo negado? Por un breve instante su rostro reflejo incertidumbre, enfado, soledad, aunque pronto desapareció como si no fuera más que hojas llevadas por una fría ráfaga de viento y una vez más la sonrisa fue ama y señora de sus labios. Aun así, no era más que un disfraz, una antifaz capaz de esconder y dividir aquello que realmente era y aquello que deseaba aparentar frente a los demás. "Tú sonrisa es suficiente para sanar mi corazón...". Aquellas simples palabras seguían retumbando en su corazón sin sosiego, eran su luz, su motivo de seguir adelante y sonreír aun ante el odio y el desprecio que podrían sentir hacia ella. Si le dijeras a un pájaro que jamás podría volar sería motivo de desesperación ¿Qué era un pájaro sin sus alas? Aun así, el miedo a no poder volver a tocar las tierras del cielo no era algo que la asustara, al fin y al cabo ella odiaba el cielo y su falsa bondad, su forma de hacer las cosas, el "perdonar y olvidar", el castigo impuesto por los arcángeles... eso no cambiaría nada, no haría que el destino cambiara su dirección. Erika no era distinta a un ave, solo que su vuelo traía el mal augurio a todos aquellos que amaba, era un hecho irreversible, tan aplastante que era irrelevante intentar cambiarlo.

Una voz causó que sus pensares se quebrantaran en mil pedazos, como si una estocada hubiera roto una ventana en su interior. Su mirada se desvió hacia la persona cuya voz había causado que olvidara el motivo de su preocupación, para encontrarse con su líder. Amane Haradrim, muchacha cuyo nombre se le había impuesto a la casa de la cual era parte. Se alejó de la ventana con suaves pasos, ladeando con inocencia su faz hacia un costado, meneando sus dorados cabellos por inercia. —Exacto, señorita Haradrim. Pero puede decirme Erika sin miedo.— La sonrisa amable del ángel seguía danzando en su rostro sin sosiego. Sin vacilar en ningún momento y aun así, la misma Erika no era feliz con su deslumbrante sonrisa. Por otro lado conocía poco acerca de su líder, a parte del apellido que compartía con la casa y sus votos sobresalientes. Ante su pregunta desvió la mirada una vez más al jardín, buscando con la mirada a su fiel compañero invertebrado antes de dirigir de nuevo su mirada a la chica. —Pensé que encontraría a Chikage.— Contestó simplemente. Sin duda, aunque en aquél momento estaba en desacuerdo con el comportamiento de la peli-gris, nunca intentaría hacerlo saber, pues su forma de actuar era bien distinta. —¿Notas? Estaré bien siempre y cuando no tengan que ver con poderes curativos.— Su sonrisa se suavizó, había perdido la noción de cuantas veces había intentado aquella magia. Las demás, por muy complicadas que sean las dominaba en poco tiempo, pero aquellas que conllevaban la curación, la luz y la amabilidad estaban fuera de su alcance. Por otro lado, las notas de la muchacha eran buenas, comparado con el esfuerzo que ponía en el intento.

Debería relajarse, señorita Haradrim... nadie la culpará si lo hace.— El estrés, el deseo de conquistar algo con todo su ser, la incapacidad de seguir adelante, la desesperación tras el fracaso. Todos esos eran sentimientos que había probado sobre su propia piel, aquél sentimiento que te comía por dentro al no poder hacer algo, al no poder cumplir con las expectativas que recaían en ti. Aun así pronto la sonrisa volvió a su faz y sus pasos comenzaron a resonar en el silencio del pasillo. Pura costumbre. Paró a pocos pasos de Amane y sonrió con suave dulzura, amabilidad, algo que sin duda un ángel puro sería capaz de demostrar. —Realmente la estaba buscando. Sonaría peculiar el decirlo, pero varios alumnos de la casa me mencionaron que por la noche extraños sonidos se escuchan en distintas partes del dormitorio. Piensan poder tratarse de un fantasma, mas lo veo improbable y aun así, ellos están preocupados.— La existencia de los fantasmas no la negaba, pero era mucho más simple el culpar factores como el soplar del viento, el chirrear de la antigua madera o incluso un alumno rebelde que se atreva a vagabundear por la casa durante la noche, asustando aquellos más débiles frente a tales fenómenos. Aun así, no cabía duda que era realmente peculiar pensar en que todos ellos son diferentes criaturas mucho más peligrosas que unos simples fantasmas y aun así, su miedo y terror eran palpables.