Que vuele la imaginación. [Priv. Kuchiki Ayumu]

La adaptación no estaba siendo una tarea fácil. Quizás, mucho más amena gracias a ciertas personas. En Jikan cada uno iba a su aire. Cada uno tenía su círculo de allegados cerrado, sus cosas que hacer, sus actividades extraescolares, sus costumbres, su vida. No era muy distinto a la realidad fuera del recinto estudiantil. Así que muchas veces costaba más de lo que pensaba. Durante la primera semana, me pasé bastante tiempo en silencio.  Los días, llenos de clases, se hacían aburridos. Doy gracias, eso sí, por otorgarme a Chula. Probablemente,  mi mejor amiga, compañera y confidente en toda mi vida.

Era por la mañana. El sol se colaba por las habitaciones de los estudiantes, acariciaba sus rostros, y les hacía abrir los ojos, soñolientos, soltando improperios abundantes. Quedaba algún tiempo para que las primeras horas de clases llegaran. La brisa, fresca y rejuvenecedora, combinada con el frío que hacía en el exterior, daban un clima perfecto (para mí). Hoy me sentía… más libre. Ligero. Relajado. Como si nada me importase tanto. Las ganas de escribir, avanzar con los sueños que tanto ansiaba lograr, se imponían al aburrimiento. Avanzar con la novela muchas veces se convertía en algo fácil. Otras, cuando la pereza atacaba, en una tarea titánica. Todo hay que admitirlo. Había días en los que incluso los dedos pesaban. En cierta manera, Jikan me ofrecía bastantes opciones para informarme. Y muchísimas personas de lo más variopintas que cambiándolas de aquí o allá podían hacer algunos personajes bastante… peculiares. Probablemente, cuando salga de aquí, mi faceta de escritor habrá mejorado de manera descomunal.

Las ganas de aprovechar que la mayoría de las personas del centro estaban durmiendo hicieron que, lentamente, deambulara por el lugar. Quería encontrar algo bueno para añadir al librito. Algo con fundamentos, algo que me proporcionase también cosas útiles. Anduve, sin pudor, por el último piso del instituto. Silencio. Algunas personas andaban por fuera, o preparando presentaciones, acabando tareas en la biblioteca, también corriendo. Miré cada cartel situado al lado de las puertas. “Equitación, Esgrima, Vela, Cocina…” ¡Cocina! Eso es. Ahí estaba lo que buscaba. Útil me sería. Si somos sinceros, no había aprendido demasiado en este ámbito. Que conste, todo sea dicho, que me gustaba hacerlo. Pero digamos que me conformé con lo poco que sabía. Peté en la puerta. Deseaba, ansiaba y soñaba con que hubiese alguien a esa hora.

-¡Buenos días! –Solté, después de abrir la puerta y entrar. Sonreí. Porque… ¿te puedes enfadar con una persona que entra sonriendo a esas horas? Es el elemento más importante del hombre y la mujer. Desprender energía a través del rostro. Contactar y transmitir buenos sentimientos a los demás. No estar amargado, serio y aburrido. Chula, claro está, también se encontraba en ese momento a mi lado. Con la cola erguida, observando, como yo, el lugar. Quién sabe, quizás allí encontrase sorpresas.