It's a brave world {Erika}

Había despertado con el recuerdo palpable de su pasado, lo sentía hervir en las venas, el veneno subía y bajaba por su garganta amenazando con salir de su boca como si fuera vómito ''¿No he ocupado los hilos rojos en tanto tiempo? Quizás mi cuerpo se encuentre lleno de toxinas'' Pensó la rubia mientras se levantaba de la cama a media noche y tanteaba la pared para encender la luz. Tras un largo suspiro dio marcha al baño más cercano y se remojo la cara varias veces, el líquido amarillo escurría de sus labios y corroía ligeramente el mármol delante de ella, que agarraba una toalla con rapidez y se limpiaba la boca en un gesto urgente, por su puesto que aquél trapo resultó reducido a un estropajo, también. Su mayor problema era que no podía escupir o vomitar aquello que le inundaba sin estropear algún objeto, solo disminuía su efecto en cantidades de sangre mayores al veneno en si, y en éso consistía su gran superpoder, como ella le llamaba. Se masajeó las cienes con los dedos índice y pulgar, hace mucho que no paralizaba a nadie, aquello le hizo chasquear la lengua ¿No se había dado cuenta? No no, estaba muy centrada en otras cosas, todo menos aquél riguroso autochequeo médico que le impusieron años atrás.

Bajó las escaleras de la casa Nymphart y abrió con suma delicadeza la puerta principal, le costó un par de segundos el adaptar sus ojos a la oscuridad del exterior, pero cuando logró divisar sombras de cuerpos partió como rayo lejos del lugar para que nadie le descubriese. Pensó en golpear algunos árboles y soltar las toxinas por el sudor, sin embargo al imaginar que podría dañar a aquellos indefensos hijos de la tierra que ni culpa tenían de su condición desistió y cambió de rumbo directo al gimnasio. -Malditos Dweg y Krauss, si pudiese matarlos de nuevo lo haría sin dudarlo- Masculló entre dientes al momento de saltar una ventana baja y entrar en el gimnasio a gatas. Dweg fue el hechicero que, al intentar matarla, llenó su cuerpo de veneno corrosivo, aunque tras 3 años de entrenamiento al solitario en unas montañas alejadas de todo rastro de vida aparte de la abundante vegetación le ayudaron a controlar y aprovechar la ridícula maldición. Krauss fue su primer amor y el sobrino de Dweg, la mantuvo engañada durante casi un año para luego enterrarle un cuchillo por la espalda, Pitou le arrancó la cabeza sin dudarlo. Pertenecía al club de boxeo y sabía donde estaba todo, así que solo sacó una perilla de piso y sus guantes de color celeste para empezar a golpear con el recuerdo de aquellos dos desagradables hombres aún presente. Estaba ensimismada en lo suyo, tanto así que no notó como una muchachita se le había acercado y le estaba tocando la espalda con los dedos, cosa que hizo que diera un respingo, se dio media vuelta y la observó con cara de resolución -Esto no es lo que parece, puedo explicarlo perfectamente- Se excusó balbuceando y con el cuerpo empapado en veneno.