Solo se sonreír falsamente {Totsuka Tatara}

De nuevo se trataba de una situación incontrolable, uno de sus compañeros había hecho un comentario despectivo acerca de los angeles y Aika no lo había tomado de la mejor manera. Se levantó de su asiento, apartó una silla de su camino y se retiró, no sin antes sonreír falsamente para la mayoría de los presentes quienes fueron sorprendidos por la presencia de la arrogante joven. Era ella quien no podía soportar ese despreocupado comportamiento. Siempre compleja, siempre actuando de acuerdo a los márgenes de arrogancia y falsedad, pero aquello se vió venir, ya no era más un precioso angel, ya no pertenecía al grupo, pero tampoco podía soportar que insultaran a su familia, sus padres incluído su hermano mellizo acababan de ser despreciados mientras ella se retiraba. Tanto su historia como si ella había salido por cuenta propia del cielo no tenía nada que ver con nadie en esa academia.

El ambiente se volvió tenso, tanto que se podía cortar el aire con un chuchillo, los habladores guardaron silencio al notar como se levantaba y alguien se interpuso entre su camino pidiendo que se quedara, trató de tomar su brazo, pero la joven lo esquivó con mayor sutileza para no tener que sonreír forzadamente por una segunda vez. Tocarla no mejoraría en nada su desición de perder la clase, no con esos molestos habladores, si ella deseaba meterse en problemas solo bastaba que se lo propusiera. Acomodó su cabello y se incorporó en el andar del pasillo que daba hasta la salida del edificio. Su caminar era tranquilo, sonrió para ella misma con orgullo imaginando lo que estarían conversando en esos momentos, ya habían pasado de criticar a los insignificantes humanos, ahora le tocaría el turno a los ángeles caídos como lo era ella. Se atreverían a decir lo torpes e inocentes que fueron al ser tentados por los demonios, Aika estaba satisfecha de no tener que escucharlos —Deberían morir todos, no importa la forma— comentó para sí y levantó la mirada en cuanto llegó hasta el jardín principal, en seguida comenzó a bajar por los escalones.

De esa forma se fue acercando hasta un manzano, grande y robusto con un gran tronco en el que tenía deseos de descansar. Necesitaba calma. Entonces se apoyó a este de espaldas, levantó los brazos lo más que pudo y se estiró, después bajó calmadamente sobre sus piernas.