Aunque todos estemos bajo el mismo cielo, no todo tenemos el mismo horizonte. [Privado]

por **Suzuna Kuraki** Dom Ago 25, 2013 6:47 pm

La tarde estaba cayendo, era una hora cercana al atardecer. El cielo comenzaba a teñirse de un color anaranjado, había algunas nubes en el firmamento. Una suave brisa fresca corría por el lugar, y la gente parecía salir cada vez más. Una vez que Suzuna terminó de estudiar uno de los libro que Makoto la regaló, lo cerró. Soltó un gran bostezo, y decidió que sería buena idea ir a dar un paseo para despejarse. De momento todo seguía siendo muy confuso, y sin comerlo ni beberlo acabó en este sitio. Muchas personas la miraban raro por el simple hecho de ser una humana. Continuaba sin comprenderlo, pero no quería amargarse. Se levantó de la silla y se estiró. Comenzó a pensar sitios a donde podría ir.

No se le ocurrió nada, así simplemente pensó que sería bueno ir a donde los pies la llevaran. Se puso unos zapatos blancos a juego con su vestido y recogió su gran melena. Para ello, usó su habitual lazo. Agarró sus llaves y las guardó. Llevó también su bate béisbol con su funda. Con él era como si se sintiera mucho más segura en aquel lugar tan extraño. Ese bate había estado con ella durante mucho tiempo, y se defendió con eso durante mucho tiempo. Caminó lentamente pensativa y mirando al suelo. Pasó por bastantes lugares pensativa, a los cuales ninguno prestó atención. Caminó bastante, y acabó sin darse cuenta en la playa.

En ese momento, levantó la mirada y observó como lentamente el sol se iba escondiendo. Tomó asiento en la arena completamente olvidada de todo lo que la rodeaba. No era seguro que saliera tarde debido a su fragilidad al ser humana. No solía tomar eso en cuenta, más bien no pensaba en todo lo que la podría hacer. Cada vez aquel aire suave y fresco, se iba intensificando. Su piel tan sensible al frío, comenzó a provocar que tuviera algo de frío. Pasó una mano por su brazo suavemente para tratar de aliviar esa sensación.

Con su otra mano, jugó con la arena agarrándola y dejándola caer lentamente. Algunos granitos, se quedaban pegados en la mano de la pequeña humana. Hacía bastante tiempo que no iba a una playa, le gustaba mucho escuchar como el agua se movía de forma lenta. Permanecía sentada cerca de la orilla, y podía tocar el agua con solo extender un poco el brazo. Soltó un pequeño suspiro y a ver que terminó de atardecer, apoyó su mentón en sus rodillas, las cuales estaban encogidas hacia arriba.

por **Nicholai Bathory** Mar Ago 27, 2013 5:58 pm

El joven conde Bathory tenía pocas cosas que hacer durante la tarde, se había asegurado de que sus clases, o al menos las que fuesen posibles, fuesen durante la noche para no tener que estar saliendo más de lo necesario durante el horario diurno pero tampoco podía estar toda la tarde en la habitación encerrado, más aún cuando tenía que cuidar mucho a su querida mascota, la Fénix Songbird. Llevarla a lugares en los que el aire fuese más limpio, puro y saludable era una costumbre que había cogido rápidamente para ayudar a que respirase con más naturalidad pese a tener que llevar de por vida una placa unida al pecho con un sistema respiratorio. Además, también le gustaba volar libremente por lugares en los que pudiese sentirse mejor como el monte o el mar, todo lo que estuviese lejos de la contaminación de la gente en general, ya había ido al monte y ahora era el turno del mar.

Con más calma que prisa, Nicholai abandonó su habitación para encaminarse a la playa, no sin antes asegurar, como era su costumbre, que su traje estaba perfectamente y que llevaba todo consigo. ¿Lo que no podía olvidar de ninguna de las maneras? La armónica para poder comunicarse libremente con Songbird y el parasol que utilizaba para cubrirse de los dañinos rayos del sol, estaba atardeciendo pero hasta que no desapareciese definitivamente el sol tras el horizonte no terminaría por estar seguro, siempre debía llevarlo consigo por si ocurriese cualquier problema o inconveniente imprevisto. El paseo comenzaba y la pequeña fénix descansaba sobre el hombro del joven Damphir mientras se encaminaban a la playa, el lugar más cercano en el que hubiese mar y pudieran acercarse lo suficiente sin llegar a tocarlo. Él, por su parte, acariciaba con una mano la cabeza de la mascota mientras con la otra sujetaba el parasol que le cubría de los restos del sol, el hermoso pero dañino manto que dejaba tras de si al ocultarse por varias horas.

Tras un rato paseando por la playa, cerca del mar pero lo suficientemente lejos como para que no llegase a tocarle, el sol ya prácticamente había desaparecido pero el continuaría con el parasol por unos minutos más. La playa estaba prácticamente desierta, no habría más de diez personas en toda la playa pero tampoco se fijaba demasiado en nadie, salvo en una persona. Más por curiosidad que por preocupación, Nicholai detuvo su paso cerca de una chica que permanecía algo más cerca del agua que el, sentada con la cabeza apoyada en sus propias rodillas y en absoluto silencio. Antes siquiera de que pudiera decir algo, o siquiera continuar su camino de no querer hablar, antes incluso de poder decidir cual de las dos cosas hacer, su mascota emitía algunas notas que el joven pudo reconocer de inmediato, sabía lo que quería decir con ello. Tomaba entonces la armónica para responderle tocando también algunas notas con suavidad, sólo ella podría entender lo que le había dicho mediante esas mismas notas.

Aunque todos estemos bajo el mismo cielo, no todo tenemos el mismo horizonte. [Privado]

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