✿ |Une crème glacée| ✿

Suerte que había llegado temprano al restaurante. La clase había acabado antes de lo esperado, y el profesor, como se creía el mas majo del lugar, nos dejo salir diez minutillos antes de que sonara la campana que anunciaba la hora de la comida. Salí de clase, agarrando a Seto y colgandome la mochila al hombro, y encaminé mis pasos hacía aquel restaurante que habían abierto. Lo mejor de haber salido antes, es que podría escojer mesa a mi gusto y anchas, con la unica rivalidad de alguno de mis compañeros universitarios. Pero bueno, no creo que a muchos les interesase aquel restaurante. Al menos, a los de mi curso. Era bastante caro para lo que ganaban los universitarios normales, y de comida extranjera.
Aunque fuese uno de los restaurantes principales recien abiertos, y tubiese una gran variedad de helados, eras un tanto extraño. El restaurante contaba con mesas individuales y dobles. Tanto la comida como la decoración eran de ambientacion francesa, fina y exquisita. Aunque algo desgastada. ¿Es que acaso los muebles tenian 200 años? Al menos, lo contrarrestaban los estirados y finos cubiertos, las copas delicadas que se romperian de solo echarles una mala mirada, el olor a queso en el ambiente... Sin duda, muy excentrico y bizarro. Aunque no se que esperaba, de un restaurante llamado "Le Formage".
La campana sonó, y en apenas 10 minutos, se lleno de gente curiosa e interesada en el restaurante. Las mesas individuales fueron ocupadas al momento, y mucha gente tuvo que sentarse, en las mesas dobles, con gente desconocida. Ese hecho generó un nivel de conversación entre las mesas elevado. Sin embargo, yo continuaba solo en mi mesa, sin mas compañia que la de Seto, sentado en una silla a mi lado. Una muchacha, de rostro arrogante y larga capa negra se adentro en el restaurante, plagado de gente. Me levanté, saludandola, y le señale el hueco que quedaba en mi mesa. Aunque no la conociese de nada, si una persona así deseaba comer en aquel sitio, tenia todo su derecho, y mi sitio restante.
Por supuesto, todo el mundo conocía a aquella muchacha. Nathalie Adiashen, heredera de la casa Adiashen: habilidosa con su guadaña y con una interminable lista negra. Tras acercarse, la muchacha trato de desprestigiarme un poco. - Oh, vaya. Entonces, si ese honor no reside en mi, ¿por que no se busca otra mesa? Alguien como yo jamás podría levantarse de aqui, y usted, con su nombre y grandeza, seguro le pondrían una mesa especial. ¿O quizás no? - Reí por lo bajo. Sin duda, iba a ser una comida interesante. - Mira, chiquilla, si quieres comer, no tienes otro remedio que sentarte aqui. Te guste o no, solo eres una alumna más entre estas paredes. Sientate, disfruta de la comida, y no volvamos a vernos nunca mas. Tampoco a mi me gusta la idea de compartir mi mesa con la heredera de la casa Adiashen, ¿sabes Nath?

Sonreí antes las acusaciones de aquella graciosa chiquilla. ¿De verdad tenía aquel poder? - ¿Y a que esperas? Total, yo preferiría comer tranquilo a unas uñas... - Suspiré, al tiempo que lanzaba una mirada en otra dirección, dejando mi punto de vista perdido en el horizonte. - ¿Sabes, Nath? Creo que, en cierto modo, eres como este restaurante. Eres todo apariencias, pero son unas apariencias deslucidas y podridas... Podridas hasta su mismísimo ser. Tanto tu como yo sabemos que ser descendiente de los creadores de una casa no te da ningún privilegio fuera de lo común... - Bebí un trago de mi vaso de agua, que acababan de traer mientras decidíamos lo que íbamos a comer y beber - ¿Es que acaso toda tu vida ha sido una mentira? No tienes porque fingir conmigo, pequeña. - Le posé la mano en la frente y le revolví el flequillo con ternura, sonriendo - Aquí puedes ser una asustada y llorona chiquilla que le tiene miedo hasta a su sombra. - Le guiñé un ojo ante aquel improvisado y mal chiste.
Sin siquiera prestarle atención a su reacción, abrí la carta con los platos y bebidas que servían allí. Sin duda, todo era de "importación francesa", de una calidad exquisita... Se suponía. Seguramente algún que otro queso estaría pasado y florecido hasta su mismísimo corazón, cansado de esperar a una ansiosa boca que le hincara el diente. Y, sin duda, aquella NO iba a ser mi boca. Se acercó un camarero, un espécimen de Neko vestido con un uniforme ridículo y un bigotillo falso. Sin darle tiempo a hablar, ordene mi plato - Ponganos, en platos individuales, un Baeckeoffe, acompañado de un plato de salade landaise, y de postre unos cuantos gougères para llevar. Y, de beber, un vino de normandía no muy viejo, pero que no este verde. - Cerré la carta y, recogiéndola junto con la que habían traído para Nathalie, se las tendí al camarero, que con una reverencia se las llevo hacia la cocina. Me giré hacia mi acompañante, sonriendo dulcemente. Si mi compañía iba a ser amarga, al menos debía divertirme un rato.
- Espero que no te importe que pida por ti, pero no tengo todo el medio día para pasar en tu compañia. Si volviese a llegar tarde al trabajo, vete tu a saber lo que me dirian. ¿Y que pongo de excusa? "No, es que estaba comiendo con Nathalie Adiashen... SI SI, CON NATHALIE ADIASHEN Y..." oh, espera... Es verdad, nadie te tiene apreció y jamás se sorprenderian.