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✿ |Le chemin conduira| ✿
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Jikan Highschool :: Papelera :: Papelera
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✿ |Le chemin conduira| ✿
Silencio y luego... Nada. Ningún ruido se escuchaba por la senda que rodeaba aquel espacio natural. Los árboles brotaban en diversos puntos del jardín, así como las flores estaban recopiladas en pequeños grupos junto a las fuentes. La hierba crecía sumisa a los lados del camino de tierra, el cual estaba bordeado por piedras de un tamaño mediano. ¿Paz? Quizás algún soñador hubiera tachado aquella parte de la Academia como un rincón donde abandonar tus preocupaciones, tus angustias, tus inquietudes... No obstante, siendo sincera, ¿acaso era lógico que un mísero prado lograra despejar tu mente? En absoluto. Aquellos seres no eran más que cobardes e inofensivos, incapaces de realizar un encargo o superarse a si mismos. Inútiles de la peor categoría. Suspiró, dirigiendo una mirada altiva a todos aquellos que yacían recostados bajo la copa de algún anciano roble. ¿Qué había de ella entonces? No, su objetivo era muy diferente del de los idealistas empedernidos en buscar la belleza de la naturaleza. Con la suya propia, se bastaba y se sobraba. Sus orbes se posaron en el ser que caminaba ante ella.
Un señuelo. Aquella era la naturaleza del muchacho que se hallaba delante de la peli-azul. Era el escondite de su sombra. No era más que una secuencia rutinaria... Ocultaba aquel fragmento de su esencia en el de otra criatura de Casa contraria, buscando recopilar información acerca de los suyos. Sin embargo, parecía haber escogido a una mala víctima en aquella ocasión. Se trataba de un joven de cabellos blanquecinos y orbes verdosos que había encontrado por pura casualidad por los pasillos de la institución. Su intuición le sugirió seguirlo hasta donde se dirigiera, mas al parecer, se había equi... ¡No! ¡Eso jamás! Antes segaría cien vidas que admitir un error. Frunció los labios, comenzando a impacientarse. ¿Acaso no pensaba reunirse con su gente para dialogar de tramas secretas? El enojo estaba bullendo en su interior, pero debía obligarse a mantener la calma... Continuar razonando con maestría perfecta. Sin embargo, si no conseguía pronto una prueba de que aquel sujeto era interesante de investigar, su orgullo se vería en serio peligro.
Y lo más valioso de Nathalie Adiashen, era la autoestima. Frenó en seco, cruzándose de brazos con los labios forzados en una mueca de desagrado. Ya odiaba a aquel ser sin conocerlo. Su patética vida era tan aburrida, que asesinarlo sería un acto benevolente por su parte. Sin desenganchar su sombra de la ajena, se agachó para sostener un pequeño guijarro entre sus manos. Tras calcular la distancia adecuada, lanzó de forma certera la piedra contra la cabeza del peliblanco.—Oe.—Dijo en tono demandante, articulando sus siguientes palabras con cierta prepotencia.—Tienes algo que me pertenece. Deberías aprender donde está tu lugar, inútil... Que disparate, pretendiendo cometer un crimen creyendo que te saldrías con la tuya... Que patético.♥~—Mentir era sencillo cuando siempre decías la verdad. ¿Paradoja? Quien sabe.
Un señuelo. Aquella era la naturaleza del muchacho que se hallaba delante de la peli-azul. Era el escondite de su sombra. No era más que una secuencia rutinaria... Ocultaba aquel fragmento de su esencia en el de otra criatura de Casa contraria, buscando recopilar información acerca de los suyos. Sin embargo, parecía haber escogido a una mala víctima en aquella ocasión. Se trataba de un joven de cabellos blanquecinos y orbes verdosos que había encontrado por pura casualidad por los pasillos de la institución. Su intuición le sugirió seguirlo hasta donde se dirigiera, mas al parecer, se había equi... ¡No! ¡Eso jamás! Antes segaría cien vidas que admitir un error. Frunció los labios, comenzando a impacientarse. ¿Acaso no pensaba reunirse con su gente para dialogar de tramas secretas? El enojo estaba bullendo en su interior, pero debía obligarse a mantener la calma... Continuar razonando con maestría perfecta. Sin embargo, si no conseguía pronto una prueba de que aquel sujeto era interesante de investigar, su orgullo se vería en serio peligro.
Y lo más valioso de Nathalie Adiashen, era la autoestima. Frenó en seco, cruzándose de brazos con los labios forzados en una mueca de desagrado. Ya odiaba a aquel ser sin conocerlo. Su patética vida era tan aburrida, que asesinarlo sería un acto benevolente por su parte. Sin desenganchar su sombra de la ajena, se agachó para sostener un pequeño guijarro entre sus manos. Tras calcular la distancia adecuada, lanzó de forma certera la piedra contra la cabeza del peliblanco.—Oe.—Dijo en tono demandante, articulando sus siguientes palabras con cierta prepotencia.—Tienes algo que me pertenece. Deberías aprender donde está tu lugar, inútil... Que disparate, pretendiendo cometer un crimen creyendo que te saldrías con la tuya... Que patético.♥~—Mentir era sencillo cuando siempre decías la verdad. ¿Paradoja? Quien sabe.
Nathalie Adiashen- Shinigami
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Re: ✿ |Le chemin conduira| ✿
Aunque tratara de hacer algo por cambiar la abrumadora rutina que llevaba en sus días en el instituto, ¿para qué serviría si luego no lograría nada? Hasta que no estallara de furia y sacara el asesino que lleva dentro, todo seguirá siendo igual ¿Por cuanto tiempo permanecería en ese plan como una sombra más? La presencia de otras personas observándolo desde los pies hasta la cabeza, le daba absolutamente igual ya que al fin de cuentas es un espíritu ¿No? La felicidad no es algo que precisamente haya experimentado durante su prolongada jornada como errante en el mundo de los muertos y el sentirse querido por alguien ¿Para qué los necesitaba si siempre a convivido en solitario en la oscuridad más absoluta? Ni si quiera el echo de que lo hayan sacado de aquel agujero mediante un ritual de invocación, lo haría cambiar de opinión y mucho menos proviniendo de criaturas tan egoísta como lo eran los magos o los seres humanos que genéticamente tienen un gran parentesco. Nunca logró imaginarse que la bondad de una única persona hizo que se tuviera que tragarse sus propias palabras, y que casualmente, es el cuerpo en el que reside ahora. Le juró lealtad y sobre todo, un amigo que nunca le fallaría y siempre se encontrase a su lado para lo que fuera pero... No lo consiguió... No pudo salvarlo de la llamada del verdugo ¿Una maldición? Tal vez, no se sabía si se trataba de mera tozudez o simple comprimo ¿Qué podía ser eso?
En completo silencio, se seguía cuestionando aquellas preguntas como el ser incompleto que era ¿Había echo lo correcto matriculándose en aquel lugar? Su amo le hubiera encantado estudiar allí ¿A lo mejor estaba dejándose llevar por los impulsos del cuerpo? Su mente y alma habían abandonado el cascarón vacío donde se refugia actualmente aquella alma en pena ¿Cuál era el problema? ¿Una excusa barata para no tener que reconocer el error de amistarse con otros seres y volver a ser víctima de aquellas amargas sensaciones? Sin encontrar la respuesta adecuada, siguió caminando por los pasillos con la vista al frente, inexpresivo, mientras que las miradas celosas de los chicos lo acribillaban a sus espaldas. Ellos sabían que no sería sensato entrometerse en su camino aunque él mismo no lo hubiera elegido, las chicas suspiraban encantadas y susurraban su nombre completamente hipnotizadas solo ante su figura.
Cansado de tanta aglomeración de gente, salió al exterior a respirar aire fresco por los coloreados jardines del recinto a cerrar los ojos y pararse a sentir la agradable brisa que recorría su rostro y cabello. Si por él fuera, estaría así para siempre si no fuera que la sensación de unos ojos observándolo lo sacó de su trance y lo obligó a buscar el origen del mismo. Girando un poco el rostro a su izquierda, se topó con unos desafiantes e inesperados iris azules cielo que hacían como si quisiera averiguar lo que Riku estaba pensando ¿Qué rayos? Similar a las batallas de miradas, hubo una pequeña pausa en el que se congeló el tiempo para ambos jóvenes- ... -El silencio reinaba sobre el lugar que no tardó en ser perturbado por un leve suspiro del Shikigami que al ver que no movía ficha su "adversaria", se dispuso a dar la vuelta y continuar con su paseo. El habla y el pequeño guijarro que cayó directamente sobre su cabeza, lo volvieron a desafiar haciendo que girara de regreso todo su cuerpo a observar a la muchacha entrometida que no tenía una mejor forma de llamar la atención. Por sus ropajes, era fácil adivinar de que es un miembro de la casa Adiashen- ¿Nadie te ha comentado de que es de muy mala educación ir acusando a alguien sin tener pruebas o qué mínimo contar el "delito" por el que esta acusado? Me gustaría seguir estando a mi bola por ahí sin que me estuvieran molestando cada dos por tres.
En completo silencio, se seguía cuestionando aquellas preguntas como el ser incompleto que era ¿Había echo lo correcto matriculándose en aquel lugar? Su amo le hubiera encantado estudiar allí ¿A lo mejor estaba dejándose llevar por los impulsos del cuerpo? Su mente y alma habían abandonado el cascarón vacío donde se refugia actualmente aquella alma en pena ¿Cuál era el problema? ¿Una excusa barata para no tener que reconocer el error de amistarse con otros seres y volver a ser víctima de aquellas amargas sensaciones? Sin encontrar la respuesta adecuada, siguió caminando por los pasillos con la vista al frente, inexpresivo, mientras que las miradas celosas de los chicos lo acribillaban a sus espaldas. Ellos sabían que no sería sensato entrometerse en su camino aunque él mismo no lo hubiera elegido, las chicas suspiraban encantadas y susurraban su nombre completamente hipnotizadas solo ante su figura.
Cansado de tanta aglomeración de gente, salió al exterior a respirar aire fresco por los coloreados jardines del recinto a cerrar los ojos y pararse a sentir la agradable brisa que recorría su rostro y cabello. Si por él fuera, estaría así para siempre si no fuera que la sensación de unos ojos observándolo lo sacó de su trance y lo obligó a buscar el origen del mismo. Girando un poco el rostro a su izquierda, se topó con unos desafiantes e inesperados iris azules cielo que hacían como si quisiera averiguar lo que Riku estaba pensando ¿Qué rayos? Similar a las batallas de miradas, hubo una pequeña pausa en el que se congeló el tiempo para ambos jóvenes- ... -El silencio reinaba sobre el lugar que no tardó en ser perturbado por un leve suspiro del Shikigami que al ver que no movía ficha su "adversaria", se dispuso a dar la vuelta y continuar con su paseo. El habla y el pequeño guijarro que cayó directamente sobre su cabeza, lo volvieron a desafiar haciendo que girara de regreso todo su cuerpo a observar a la muchacha entrometida que no tenía una mejor forma de llamar la atención. Por sus ropajes, era fácil adivinar de que es un miembro de la casa Adiashen- ¿Nadie te ha comentado de que es de muy mala educación ir acusando a alguien sin tener pruebas o qué mínimo contar el "delito" por el que esta acusado? Me gustaría seguir estando a mi bola por ahí sin que me estuvieran molestando cada dos por tres.
Riku Miyano- Shikigami
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Re: ✿ |Le chemin conduira| ✿
Orgullo, valor, honor, superioridad... Sin duda alguna, aquello debía de ser protegido constantemente para poder mantener su Casa a flote. Si cometía un mísero descuido, sería el final de lo que había costado generaciones realizar. Sus antepasados habían sufrido y luchado por la identidad de Adiashen, por alzarla sobre el resto de grupos con elegancia. La inteligencia de su abuelo, así como su poder económico, consiguieron que ella pudiera estar al mando del hogar fundado por el mismo. Defender la fachada de la división de oro era su responsabilidad, no poseía el derecho a rehuirla. Como primogénita y única descendiente de sus padres, nadie más que ella podía soportar el peso de los deberes de un líder. Algún día, sería la encargada de manejar la gran cantidad de dinero de sus progenitores, se convertiría en una noble sumamente conocida en todas las épocas...
Y con aquello, llegaría su tan ansiada victoria personal. Sí... desde el día de su nacimiento, hasta esa jornada, llevaba combatiendo a un oponente invisible... Había estado soportando un violento debate interno contra el destino, contra la vida. Se negaba a asumir que todo estaba prescrito. Nathalie Adiashen no se dejaría ridiculizar ni menospreciar por algo como la naturaleza. Cada uno de sus movimientos los decidía ella... Cada una de las desgracias que la habían envuelto eran provocados por la casualidad. Sí, se había convencido de ello. Cuando hubiera escalado con sus propias manos hasta la cumbre de la grandeza y la fama, podría alardear de haber conseguido lo imposible... Partiendo desde cero, haber llegado hasta el máximo reconocimiento. No podía dejar de anhelar que llegara el día de derrotar a su eterno adversario. La muchacha no le temía a los seres que la rodeaban, ni siquiera a la muerte... Su verdadero pavor, era caer ante las manos del pasado, ser abatida por su otra personalidad, su parte más vulnerable y débil... Esa que jamás debía salir a la luz por mucho que fuera el dolor que sintiera. Llorar no estaba permitido. Las elegantes panteras no dejaban que sentimientos patéticos o mundanos se apoderaran de su cuerpo. El saber controlar sus impulsos era parte de su educación.
Tan aferrada se hallaba a su obsesión, que no era consciente que ante cada golpe, ante cada momento nefasto, su alma se iba inclinando ligeramente por el peso que estaba portando en su interior. Los sentimientos reprimidos, las lágrimas contenidas, dejaban ardientes cicatrices de platino en su corazón, horribles heridas que jamás curarían, condenadas a no sanar por culpa de la obstinada joven que las albergaba en su interior. ¿Cuánto tardaría en derrumbarse su fachada ante el peso del sufrimiento reprimido? Un día, un año, un segundo... El golpe letal que pondría fin a su mentira terminaría por llegar. Pero aquello a ojos de la peli-azul no existía. En su burbuja fabricada a base de narcisismo artificial y orgullo heredado, su esencia permanecía aislada de su fachada. Nathalie no sobreviviría en la sociedad sin su falsedad y sus principios auto-impuestos. Por favor, mostrar debilidad era impensable en la sociedad actual... ¿Qué dirían los demás nobles si se enteraran de que la aristocrática adolescente que habían conocido no era más que una chiquilla atemorizada de los recuerdos de su infancia? ¿Qué meditarían sobre el indigno hecho de que se hubiera criado entre escoria?
Podía imaginarlo. Sentirían repulsión, quedarían asqueados de haber compartido la misma mesa que una criatura crecida entre escombros y pobreza. Su vida actual era deslumbrante, ella misma era brillante. No la cambiaría por nada que le pudieran ofrecer en el mundo. Vivía entre lujos, halagos y familiares que complacían cada uno de sus caprichos por más ínfimos que pudiera llegar a resultar. Sus órdenes eran escuchadas por incompetentes sirvientes, que la obedecían con desesperación por obtener una mísera moneda de su parte. Pensar que ella había sido así en algún momento de su vida... Le causaba repateo hacia si misma. La semilla del amor propio había florecido en un terreno fértil y acomodado, convirtiéndose en un parásito del que la joven no se desharía jamás. Podría asegurar sin remordimientos que las cosas solo salían de la forma apropiada cuando ella las realizaba, que su belleza era deslumbrante y que jamás podría ser alcanzada por los inútiles que la rodeaban. Y no sentiría remordimiento alguno. Nadie había mostrado caridad hacia su persona cuando era una desamparada infante, ¿por qué razón ella debería regalar piedad alguna a los desechos que residían entre cartones o algún puente? Si allí estaban, era a causa de su incompetencia e incapacidad de escalar por si mismos la montaña de la popularidad y la prosperidad. Los que no eran capaces de hacerlo, no merecían nada más que la muerte. Toda aquella maraña de pensamientos circularon por su mente en el instante en el que las miradas de ambos estudiantes se cruzaron. Cualquier espectador podría haber afirmado que saltaban chispas entre ambos. Con el guijarro lanzado, había conseguido llamar la atención del anodino peliblanco. Estaba sumamente aburrida de su rastreo, y cualquier entretenimiento era servible. La escoria que se presentaba ante ella, era tan buen objetivo como cualquier otro. Sus palabras la golpearon con violencia, plasmando en sus labios una grandiosa sonrisa prepotente, cargada de desdén. La heredera se cruzó de brazos, alzando el rostro con arrogancia. A pesar de su estatura, no dejaría de observar por encima del hombro al hombre que estaba ante ella.—¿Ara? ¿Sin pruebas? Cree el ladrón que todos son de su condición.♥~ ¿Qué más pruebas preciso que ver como pavoneas con lo robado por este camino?
Dio un par de cortos pasos hasta quedar a un palmo del peliblanco. Entornó los orbes con desdén, continuando su habla con retintín propio de una muchacha que sabe lo que está haciendo.—¿Molestar? ¡Que altanero por tu parte exclamar eso!—Pronunció cada vocablo con dramatismo fingido, antes de alegar con sus facciones cargadas de despotismo.—Deberías sentirte halagado... No, agradecido y en deuda de que un ser de la élite se digne a dirigirte la palabra. Desde luego, los plebeyos y su educación no dejarán de sorprenderme. Ir a la escuela con los orangutanes, no sirve mucho de ayuda... No hacéis más que retrasarlos.~♥
Y con aquello, llegaría su tan ansiada victoria personal. Sí... desde el día de su nacimiento, hasta esa jornada, llevaba combatiendo a un oponente invisible... Había estado soportando un violento debate interno contra el destino, contra la vida. Se negaba a asumir que todo estaba prescrito. Nathalie Adiashen no se dejaría ridiculizar ni menospreciar por algo como la naturaleza. Cada uno de sus movimientos los decidía ella... Cada una de las desgracias que la habían envuelto eran provocados por la casualidad. Sí, se había convencido de ello. Cuando hubiera escalado con sus propias manos hasta la cumbre de la grandeza y la fama, podría alardear de haber conseguido lo imposible... Partiendo desde cero, haber llegado hasta el máximo reconocimiento. No podía dejar de anhelar que llegara el día de derrotar a su eterno adversario. La muchacha no le temía a los seres que la rodeaban, ni siquiera a la muerte... Su verdadero pavor, era caer ante las manos del pasado, ser abatida por su otra personalidad, su parte más vulnerable y débil... Esa que jamás debía salir a la luz por mucho que fuera el dolor que sintiera. Llorar no estaba permitido. Las elegantes panteras no dejaban que sentimientos patéticos o mundanos se apoderaran de su cuerpo. El saber controlar sus impulsos era parte de su educación.
Tan aferrada se hallaba a su obsesión, que no era consciente que ante cada golpe, ante cada momento nefasto, su alma se iba inclinando ligeramente por el peso que estaba portando en su interior. Los sentimientos reprimidos, las lágrimas contenidas, dejaban ardientes cicatrices de platino en su corazón, horribles heridas que jamás curarían, condenadas a no sanar por culpa de la obstinada joven que las albergaba en su interior. ¿Cuánto tardaría en derrumbarse su fachada ante el peso del sufrimiento reprimido? Un día, un año, un segundo... El golpe letal que pondría fin a su mentira terminaría por llegar. Pero aquello a ojos de la peli-azul no existía. En su burbuja fabricada a base de narcisismo artificial y orgullo heredado, su esencia permanecía aislada de su fachada. Nathalie no sobreviviría en la sociedad sin su falsedad y sus principios auto-impuestos. Por favor, mostrar debilidad era impensable en la sociedad actual... ¿Qué dirían los demás nobles si se enteraran de que la aristocrática adolescente que habían conocido no era más que una chiquilla atemorizada de los recuerdos de su infancia? ¿Qué meditarían sobre el indigno hecho de que se hubiera criado entre escoria?
Podía imaginarlo. Sentirían repulsión, quedarían asqueados de haber compartido la misma mesa que una criatura crecida entre escombros y pobreza. Su vida actual era deslumbrante, ella misma era brillante. No la cambiaría por nada que le pudieran ofrecer en el mundo. Vivía entre lujos, halagos y familiares que complacían cada uno de sus caprichos por más ínfimos que pudiera llegar a resultar. Sus órdenes eran escuchadas por incompetentes sirvientes, que la obedecían con desesperación por obtener una mísera moneda de su parte. Pensar que ella había sido así en algún momento de su vida... Le causaba repateo hacia si misma. La semilla del amor propio había florecido en un terreno fértil y acomodado, convirtiéndose en un parásito del que la joven no se desharía jamás. Podría asegurar sin remordimientos que las cosas solo salían de la forma apropiada cuando ella las realizaba, que su belleza era deslumbrante y que jamás podría ser alcanzada por los inútiles que la rodeaban. Y no sentiría remordimiento alguno. Nadie había mostrado caridad hacia su persona cuando era una desamparada infante, ¿por qué razón ella debería regalar piedad alguna a los desechos que residían entre cartones o algún puente? Si allí estaban, era a causa de su incompetencia e incapacidad de escalar por si mismos la montaña de la popularidad y la prosperidad. Los que no eran capaces de hacerlo, no merecían nada más que la muerte. Toda aquella maraña de pensamientos circularon por su mente en el instante en el que las miradas de ambos estudiantes se cruzaron. Cualquier espectador podría haber afirmado que saltaban chispas entre ambos. Con el guijarro lanzado, había conseguido llamar la atención del anodino peliblanco. Estaba sumamente aburrida de su rastreo, y cualquier entretenimiento era servible. La escoria que se presentaba ante ella, era tan buen objetivo como cualquier otro. Sus palabras la golpearon con violencia, plasmando en sus labios una grandiosa sonrisa prepotente, cargada de desdén. La heredera se cruzó de brazos, alzando el rostro con arrogancia. A pesar de su estatura, no dejaría de observar por encima del hombro al hombre que estaba ante ella.—¿Ara? ¿Sin pruebas? Cree el ladrón que todos son de su condición.♥~ ¿Qué más pruebas preciso que ver como pavoneas con lo robado por este camino?
Dio un par de cortos pasos hasta quedar a un palmo del peliblanco. Entornó los orbes con desdén, continuando su habla con retintín propio de una muchacha que sabe lo que está haciendo.—¿Molestar? ¡Que altanero por tu parte exclamar eso!—Pronunció cada vocablo con dramatismo fingido, antes de alegar con sus facciones cargadas de despotismo.—Deberías sentirte halagado... No, agradecido y en deuda de que un ser de la élite se digne a dirigirte la palabra. Desde luego, los plebeyos y su educación no dejarán de sorprenderme. Ir a la escuela con los orangutanes, no sirve mucho de ayuda... No hacéis más que retrasarlos.~♥
Nathalie Adiashen- Shinigami
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