#Hey! The wolfy is here~} wof!

El orígen de la raza de Aeryn es genético, aunque su madre  fue una  infectada.
Nació de una familia humilde, junto con otros seis hermanos. A simple vista, serían una familia normal de licántropos, con sus discusiones, sus risas, sus pasatiempos, sus buenos y malos momentos...
Todo bien. Ella tenía ya veinticinco años, 12 aparentes, crecía sana, y mentalmente bien. Aunque las travesuras la distrajera de sus aprendizajes o de vigilar a sus hermanos. Todo bien hasta que, por una razón que Ay aún desconoce, aparecieron los cazadores.
Desconoce quél raza podría ser realmente, pero sus aspectos eran totalmente humanos. Eran cazadores que se dedicaban a capturar animales en la noche. Mala la suerte aquella en la que la luna llena les regaló un flash, y la familia Jolie se encontraba transformada en lobo. (Normalmente viven en una casa en el bosque, pero cuando son lobos, salen fuera para no destrozar nada por instinto)
Encontraron su escondite, una cuevecita donde dormía en noches como esta,  todos empezaron a dispersarse mientras las balas amenazaban sus vidas. Los hermanos eran aún cachorritos, al igual que Aeryn. Desde ese momento, todo se volvió confuso. Los padres de los cachorritos, se abalanzaron ferozmente sobre los cazadores.  “¡No somos lobos!” le gustarían haber dicho. “¡Dejadnos en paz, no somos lobos realmente!” Sólo se escuchaban gruñidos, disparos, y desgarros entre otras cosas.
Fue una noche muy violenta, y cada uno de los cachorritos, ya habían huido lejos cuando pudieron.
Al amanecer, Ay no sabía si volver de donde se fue, a comprobar siquiera si sus padres seguían ahí, o si todos acabaron reuniéndose sin haber pasado nada... ¿sería una pesadilla nada más?
En la tímida búsqueda, se encontró con uno de sus hermanos, que sollozaba en el suelo con una de sus piernas cortadas por una trampilla mientras se desangraba. La hermana, intentó llevarlo consigo, pero estaba tan débil, que moverlo sería matarlo. Se quedó con él tratándo de poder alimentarlo y dar de beber, pero a los pocos días, sus ojos se tiñeron de un mortífero gris, que indicaba la llegada de la muerte del chico.
Para una niña de 12 años, la muerte de su propio hermano no es moco de pavo, y Aeryn no iba a ser menos. Lloró a moco tendido como si no hubiera mañana, pero continuó con su búsqueda.
Fue pues, cuando de nuevo los cazadores aparecieron, el momento en que Aeryn, con forma humana, trató de huir de ellos y llevarlos a una zona lejana a su antiguo escondite donde pudiera mantener a salvo a los supervivientes de la familia. Los cazadores la reconocían, ¿era por el olor? ¿el color del pelo? ¿alguna herida? BOOM. La bala atravesó su espalda. Aeryn, calló al suelo lentamente junto con las motitas de sangre que se dispersaron en el aire.

Días después de perder el conocimiento, despertó en casa de un científico investigador humano, se llamaba así mismo como “padre”, e intentaba actuar como tal. Había encargado a ciertos cazadores no tan...humanos, que cazaran algún licántropo para la investigación.
El experimento era simple, el hombre sólo tenía que vigilar el comportamiento de la chica, mientras la medicaba  unos meses, con una potente medicina para afinar sus habilidades.
Era la chica cobaya. Vivió con el hombre, en aquella casa sin poder salir,  treinta años aproximadamente. Toda su infancia con la familia se quedó allí, esperando saber qué pasó finalmente y quienes sobrevivieron. Deseando cada noche a las estrellas, poder salir de aquella gigantesca casa y volver a ver a los suyos.
Aún así, llegó el momento en que abstraída todo este tiempo, finalmente acabó “medio llevándose”  con el científico. Cada semana, le sacaba sangre para hacerle un análisis del desarrollo de la medicina que ya no tomaba. Y controlaba sus dietas y hábitos para un buen desarrollo muscular y habilidoso. Llegó el momento en que creía que su vida sólo se limitaría a ello.
Cumpliendo la aparente mayoría de edad, con sus 16 años (aunque realmente son 50), el científico, ya bastante viejo y algo cansado, la envía sin explicaciones, y casi obligatoriamente, a una isla. La cual estaba rodeada de cuatro casas que componía el hábitat de sus alumnos. Alumnos de todo tipo de razas, de clases de personalidad, alumnos tan mixtos como una macedonia... ¿Quizás para observar su comportamiento con otras personas? Finalmente, Aeryn podía sentirse “libre” de vigilancia y acto. E incluso, se le otorgó una mascota de la que sería ella misma responsable.
Lo llamó “Mokyu”, un proyecto de "dragón" aún, el cual empezó a coger cariño, y quizás sirviera en un futuro para hacerla más cercana al cariño ajeno a sus hermanos.
Ahora, Ella está en el tercer y último año escolar antes que la universidad, 54 años, 18 años, tres años en el instituto, finalmente recolectando una actitud más pasiva y relajada.