Explorando

Era una mañana aburrida, fui a las clases por primera vez. Había dormido mal como de costumbre y no pude evitar soltar un par de bostezos. Apenas estaba prestando atención, para mantenerme despierta, escuchaba música. Dibujé unos garabatos en el cuaderno a lápiz, en ese momento se me ocurrió que podría poner anuncios para ofrecerme como guardaespaldas. Me puse a escribir el anuncio junto a mi número de teléfono. Estaba deseando ponerme a trabajar ya, aunque sabía que iba a ser duro, me hacía ilusión. Me recogí el cabello un momento, y miré a la pizarra uno segundos con gran desinterés. Hacía más calor a medida que la mañana avanzaba. La gente tampoco parecía mostrar más interés que yo.

Cuando acabaron las tres primeras clases, caminé por los lugares poniendo el anuncio con un trozo de celo. Cuando terminé, fui a la cafetería a por algo con cafeína. La cafetería estaba abarrotada de gente, parecía que se iba a acabar el mundo o algo así. Estaban todos en el mostrador a presión y gritando. Eso me desquició bastante. Parecían animales del campo. Esperé a que todos acabaran, y pedí una lata de coca cola con cafeína. Tras salir de allí, fui a la azotea tranquilamente, como era el descanso, todos estaban fuera. Al llegar, abrí la lata y me acerqué a una de las barandillas. Todos parecían de buen humor, como sacados de una película.

Quité la música, ya me estaba cansando de ella. El calor no parecía cesar, y me senté en un lado que daba la sombra. Miré hacia arriba algo aburrida, y empecé a tararear mi canción favorita. Era Dance with the Devil, de Breaking Benjamin. Sé que no tengo una voz para cantar, porque mi voz es mas bien fría y no transmite nada. Apoyé mi espalda en una barra metálica y estiré las piernas. Por debajo de mi falda, se veía levemente mi látigo. No planeo usar mis armas, pero me gusta llevarlas siempre conmigo.

-Si todos los días son así, me moriré de aburrimiento-Murmuré con un suspiro

Estaba muerto. Muerto y desesperado. Desesperado y aburrido.  La escuela me ahogaba, las personas me molestaban, necesitaba aire, necesitaba arte, necesitaba... volver a estar solo, como solía estarlo antes de llegar aquí. No yo era bueno tratando a la gente, ni la gente parecía por la labor de hacer lo mismo conmigo... Deseaba un lugar a mi gusto, como los viejos callejones, oscuros y húmedos, que consideraba mi hogar. Pero no había de eso en la Jikan, al menos yo no conocía ninguno. Así que simplemente me conformé con subir a la terraza y disfrutar de la música que me pudiese dejar en trance y hacerme olvidar todo el estrés que esta escuela me causaba...

Pero tonto de mí, pues no encontraría en aquel lugar el descanso que quise, en cambio, encontraría algo mucho mejor... Bleh, me estoy yendo por las ramas, continuemos: Caminaba yo por las escaleras, a punto de salir a la luz del día, con un banda sonora proveniente de mis auriculares que llegó a hacer la escena cinco veces mas épica de lo que hubiera debido ser, hasta el punto de que cuando abrí la puerta y me golpeó la luz del sol en la cara, levanté la cabeza, abrí los brazos, y caminé como un bendito hacia la terraza, sin darme cuenta de la hermosísima pelirroja que había sentada cerca de hacia donde yo me dirigía. A pocos pasos de distancia de ella, aparté uno de los pequeños altavoces de mi oreja para asegurarme de que nadie hablaba mal de mí (una vieja costumbre). No me pude creer lo que oí: esa belleza estaba tarareando (de manera desganada, todo hay que decirlo) La misma melodía que yo estaba oyendo, una lástima que lo que oía de ella no fuera sincronizado con lo que mi reproductor escupía a mis oídos.

Así que, al no poder resistir la alegría de que alguien (¡y qué alguien, amigos!)aparte de mi supiese apreciar la buena música, mezclado con la alegría y el bienestar que sentí al estar en una zona tan tranquila y de tan poco ambiente, me animé a continuar la parte que ella tarareaba una vez mis cascos llegasen a ese minuto exacto. Supe que llegaba tarde, pero estaba de buenas, podríamos decir que drogado de buen humor para continuar la canción, así que una vez llegué a esa parte, empecé a cantar, con voz suave, a su lado. Dí lo mejor de mi talento en ese instante, pero no pude evitar sonreír como un tonto debido al buen humor y al hecho de que ella podría estar mirándome.

Pero no me importaba en ese momento. Nada me importaba. La música se había apoderado de mí, al igual que su belleza había conquistado mis ojos.

"Es una buena canción ¿no crees?" Había escuchado. Eso sin duda era signo de que la cosa iba bien. Tal vez... socializar con la gente no era tan difícil como decían, tal vez ser un "amigo", no era tan desagradable como yo pensaba... Sin embargo, la pregunta de la pelirroja me había dejado en blanco (y no, no es un chiste), ¿que se supone que debería contestar? ¿dar un simple y seco "sí" y asesinar la conversación que acababa de nacer? ¿bromear? ¿qué...

De repente una chispa saltó en mi cabeza, el nerviosismo por la situación y el estrés de no fallar en algo tan simple a la primera vez hicieron que mi pensamiento fluyera descontrolado y que mi boca escupiese un millón de pensamientos que hasta entonces me había guardado para mí:

-Son buenos, lo admito. En esta época es difícil encontrar buenos grupos de rock que no estén separados, sobre todo con tanto asqueroso reggaeton y con esa estúpida mercancía comercial que algunos ocultan bajo el nombre de "pop".  ¿Te has dado cuenta de que los únicos grupos de rock que ahora tocan con pureza y sin mezclar ningún sonido electrónico ni salirse de los respetables márgenes de este género son los de rock cristiano? Y, irónicamente, ¡el cristianismo es una religión en decadencia! Vivimos en un mundo extraño, pelirroja, muuuy extraño. Por cierto, mi nombre es Zeke, Zeke Almaz. Pronunciado "/sík/". Aún no se el tuyo.- Sonreí con toda la dulzura del mundo, como un buen idiota.

La había cagado. La había cagado pero bien. Había soltado una parrafada de opiniones y quejas a una mujer y me había quedado tan campante. Seguramente ella estaría muriéndose de ganas de partirme el ectoplasma facial de un puñetazo. Es más, YO quería soltarme un buen puñetazo. Pero antes de parecer aún mas payaso de lo que ya parecía, decidí esperar con la mirada amable con la que me había quedado tras dar el discurso mas aburrido y tedioso que podría haber dicho.

Lo que pasara luego...

Sabía (supuse) que esto me iba a doler.

El chico ese extraño, empezó a soltarme una biblia, la cuál era aburrida por lo que simplemente miré al cielo pensando en cuando acabará de hablar. Le estaba escuchando, y estaba de acuerdo con lo que decía pero... ¿Cuándo le di tanta confianza como para que me diga todo eso?. Me llamó pelirroja, cosa que no me gustó nada, así que no pude evitar darle un suave golpe con la mano en la parte trasera de la cabeza.

-No me llames pelirroja y si, coincido contigo en eso, pero son las incongruencias de este mundo- Dije con una gota estilo anime recorriendo una de mis sienes.

El descanso acabó, pero no me molesté en moverme. Apoye mis codos en la barandilla y me puse mirando hacia el chico tranquila. En seguida la gente que estaba fuera, entró en las aulas que les correspondían. En seguida fuera se hizo el silencio. Estaba pensando en ir a comer un tazón de ramen y beber agua. Tenía bastante hambre y apenas hoy desayuné, así que mi estómago rugía bastante. Pensé en hacer algo de amigos. Así que bueno, traté de relajar el ambiente tras haberle dado el suave zape en la cabeza.

-¿Te apetece ir a tomar algo a la cafetería?- Dije cogiendo mis libros lentamente.

Esperé una respuesta sosteniendo la puerta con el pie. Esperaba que ningún profesor apareciera porque supuestamente ambos deberíamos estar en clase, pero no era así y nos podríamos meter en algún lío de los grandes. Recibí una llamada de alguien, lo cogí y estuve hablando un rato. Era la primera persona que llamaba para contratarme de guardaespaldas, tras acabar de hablar, colgué y guardé el teléfono en el bolsillo

Estar muerto tiene sus ventajas, como por ejemplo, no sentir dolor.

Esa es una frase que me solía repetir mucho, hasta que la pelirroja cuyo nombre no conocía me soltó una colleja tan fuerte que casi me hizo volar hacia la isla de Dracheart. Aun así, supe que me lo merecía, y ya había visto a otra gente dándose pequeños golpes con sus amigos, solo que ellos se reían mientras lo hacían. Una vez me dijo que no la llamase pelirroja, me di cuenta de mi otro error, mi situación se podía metaforizar como el hombre encerrado en un barco hundiéndose. Al sonar el timbre, esa preciosidad se apoyó en una barandilla, cosa que me permitió observar mejor toda la belleza que lucía en su imagen. Al igual que con una obra maestra de Dalí, me quedé hechizado viendo  la maravilla que la naturaleza había creado. Me sentía afortunado por tener el placer de ver tanta majestuosidad en un solo cuerpo.

Escuché su invitación a tomar algo, eso me dejó confuso. ¿No me había acabado de golpear acaso? ¿Quizá me estaba dando una segunda oportunidad? Mi estado de ánimo volvía a estabilizarse, volví a ser el Zeke listo y áspero de siempre, pero preferí mantenerme amable con ella, después de todo, tal vez tener amigos no fuera mala idea. Había visto a los alumnos y profesores de la Jikan, eran todos tipos duros, y yo no quería quedarme atrás. Necesitaba todos los amigos y aliados posibles. Tal vez así la búsqueda de ese otro espíritu al que consideraba mi hermano por nacer al mismo tiempo que yo se volvería menos tediosa. Cuando fui a aceptar su invitación, oí cómo su teléfono sonaba. La vi aceptar la llamada, y sólo cuando hubo acabado, pasé a la acción.

Al ver que sostenía la puerta con el pie, hice alarde de mis poderes transportándome al otro lado de la puerta y abriéndola para que no tuviese que aplastarse más.

-Adelante.- Le tendí la mano en dirección al interior, como si la invitase a entrar.

Mi mirada renació de nuevo, esa mirada maliciosa de la que nadie se podía fiar, esa mirada de felicidad por hacer cometido algo horrible, esa mirada tranquila pero psicópata volvió a instalarse en mis ojos. Yo no tramaba nada, no deseaba ningún mal. Pero es la mirada de quien ha vivido del crimen y mantenía la conciencia tranquila. Es la mirada del espectro Zeke Almaz. La del usuario del Glade oscuro... Sin embargo, esta vez no había malicia, ni planes de destrucción, ni crueles intenciones. Solo una mirada siniestra que indicaba que Zeke volvía a estar dentro de sus casillas.

El chico parecía llamarse Zeke, no paraba de mirarme y no sabía si era por mis encantos de súcubo o porque tenía una mancha. En todo caso intenté ignorar eso. Lo parecía ser un "suave golpe" en realidad era uno que te mandaba a otra isla. Supongo que debería controlar mi fuerza nunca lo hago. Olvidé decirle mi nombre, a veces soy demasiado despistada, así que se lo dije antes de que me olvidara otra vez. Cuando se teletransportó parecía que quería impresionarme, pero la verd es que no lo hizo. Suelo impresionarme por muy pocas cosas y eso no era una de ellas. Pero simplemente hice como si nada y fui con él.

-Yo soy Erza Scarlet- Dije mientras entraba.

Le llevé por los pasillos en los que había menos profesores para que no nos pillaran. Eran todos interminables, casi empezaba a perderme, cuando vi un cartel que indicaba la salida. Fui con él a la cafetería y gracias a Dios no había nadie. Pedí un trozo de tarta de nata con fresas y un baso de leche. Pagué las cosas y llevéa bandeja a una mesa. Era de un color verdoso y lisa. Se notaba que la habían limpiado hace poco porque aún olía ligeramente a lejía. Tomé asiento en una de las sillas y cogí la cucharilla.

Empecé a comer ese dulce que tanto me gustaba. Hacía mucho que no lo probaba y ya casi me había olvidado del sabor ese. Suelo adorar todas y cada una de las tartas, pero en especial esa.

Tengo TTC, lo supe desde que me pasé por la biblioteca para sorprenderme con un libro sobre enfermedades comunes en espectros. Pensé que ya afectado por la muerte, ninguna enfermedad podría destruirme, pero resulta que tengo Trastorno de Tele-transporte Compulsivo. Es así, lo considero parte de mí, abuso de ello, y no es nada malo. Hay otros que tienen problemas similares con la posesión y la levitación, a mi me pasa así. También he de decir, que soy bastante lento a la hora de caminar como cualquier otro ser, motivo de más para darle abusivo uso a mi don innato.

Erza. Ese era su nombre. esa enorme belleza se definía en esa corta palabra: E-r-z-a. me encantaba. Erza no se impresionó en absoluto por verme teletransportarme, ¡ni debería! después de todo, esta es una academia para monstruitos capaces de hacer cosas como esta o más impresionantes incluso.
Sinceramente, no se de dónde saqué la esperanza de sorprenderla. Supongo que pasa cuando conoces gente nueva. Y pensándolo bien, ella era la primera persona que conocía.  Me llevó por varios pasillos, yo me limité a seguirla sin saber qué hacer, ni qué conversación dar. Supongo que a veces la mejor compañía es aquella que parece no estar ahí. Una vez en la cafetería ella pidió un par de cosas y no me dio tiempo ni a pagar lo que hubiera pedido. Yo no pedí nada, estaba muerto. ¿De que iba a alimentarse un muerto? Mortalidades aparte, seguí mi propia tesis sobre la compañía, todo estaba tranquilo, asi que en vez de transporte decidí caminar hacia las sillas y coger una cerca de su mesa pero dejándola el doble de espacio que otras personas se daban, bueno, doble y medio, casi triple... No, triple estaría mejor, sí.

Dejé apariencias e hipocresías aparte y me espachurré todo lo cómodamente que pude en la silla, puse los pies, uno sobre otro en la mesa , lo más lejos posible de Erza. Pasó un tiempo de silencio, incómodo para cualquier vivo, orgásmico para mi (exagerando). Pero no me ganaría su simpatía solo pegándome como un piojo a ella, debía pensar en una buena conversación, y se me ocurrió una casi sin riesgo. Una con la que hablaría tranquilamente a la segura.

Le quité el seguro a la timidez, cargué la saliva, amartillé la lengua, y disparé la pregunta del millón:

-Y... cuéntame, Erza... ¿Por qué viniste a la academia Jikan?- Mierda, pensé; lo he dicho un poco seco.

Reconozco que me puse algo nervioso, no es una buena señal cuando alguien tarda dos minutos en contestarte una pregunta. Pero al menos ya tenía una cosa clara: Ni ella misma estaba segura sobre las razones de su presencia.  Me sorprendí al oír su respuesta. Cuando fui a contestarla, yo apenas tardé; conocía mis razones.

-¿Yo? Bueno, cualquier lugar es mejor que la ciudad donde vivía, aquí al menos tengo un techo, comida y ropa. Allí estaba completamente solo y... Creo que no hubiera logrado sobrevivir, si no estuviera muerto de antes...- Me quedé unos instantes pensativo, recordaba de manera agridulce la vieja ciudad, y por mucho que buscase, no había en mi memoria un solo buen recuerdo de allí. La miré a los ojos y hice una pequeña confesión. -Sí, ya estoy muerto. Soy un espectro, y agradezco serlo, te sorprenderías de las ventajas. Aunque sinceramente, vine a esta academia porque yo también ando buscando a alguien- La verdad es que no perdía nada por decírselo. Después de todo, quien se iba a interesar en mi alma perdida? Como mucho podría ofrecerse a ayudarme.

Pensándolo bien... La ciudad no me importaba, si no hubiera tenido la sensación de que la encontraría aquí, jamás hubiera puesto un pie en un lugar lleno de gente capaz de verme y con la que tendría que socializar obligatoriamente .

[center][size=14]Escuché sus palabras com paciencia mientras lo observaba. Parecía que todos habíamos perdido a alguien y queríamos buscarlo. Dicen que las personas que realmente te quieren no se van nunca de tu vida, esa opinión me parece estúpida. Si se va de tu vida por circunstancias ajenas a ti, supongo que ahí tú no intervienes. Pusieron el aire acondicionado y mi piel se me erizó unos segundos al sentir el frío aire de repente.

-Vas... ¿Al segundo curso? No recuerdo haberte visto por tercero- Pregunté.

A juzgar por su físico, si no supiera que es un aspectro, habría dicho que tiene unos diecisiete años. No parecía ser malo, aunque aún debía conocerlo más a fondo para juzgar y eso.Me enviaron un mensaje y lo leí. Era de mi cliente, necesitaba verme ahora mismo. Miré a Zeke unos segundos mientras cerraba el móvil.

-Debo ir a trabajar, ya nos veremos- Dije.

Me levanté y fui a la casa donde me indicaron, estuve toda la tarde allí y por la noche volví a la cafetería a cenar algo y a dormir.

Me sentí algo identificado con ella al ver que ambos habíamos perdido gente. Su pregunto me pilló desprevenido. Sí, era alumno de segundo, y sí, iba a clases de tercero. Pero es que a mi esto de tener que seguir órdenes me lo paso por la mortaja, si sabes lo que me refiero. Aun así, tenía varias razones por las que estaba pululando por tercero, pero no quería soltar otra biblia para no acabar con la cabeza incrustada en la mesa.

Recibió una llamada, esperé en respetuoso silencio a que terminase. se despidió de mi de la manera mas tosca y seca posible en este mundo, y se largó. Yo me quedé en esa mesa unos minutos mas, pensativo... ¿Debería probar a hablar con otros alumnos?¿O continuar con ella? Parecía poderosa, segura de sí misma. Tal vez pudiera ayudarme, tal vez estar con ella me garantizase grandes batallas con las que poder hacerme más poderoso... Decidí aprender de ella para conocerla mejor, y, desde una distancia prudencial, estuve siguiendo sus movimientos toda la tarde. Espero que no se diese cuenta de mi presencia, aunque siendo espectro es difícil que la gente se fije en ti. Una vez Erza volvía de su trabajo, ya entrada la noche, me fijé en que una figura la seguía hasta su hogar. Era mejor seguirles, no fuera a ser que hubiera problemas y la cogiesen desprevenida....