Want to Rest?~

*Primer tiempo de descanso, los alumnos se la pasaban por los pasillos, platicando entre sí, riendo, peleando, jugando, todos y cada uno de ellos eran tan diferentes y asombrosos a los ojos del rubio. Cuando vivía aun en el mundo "normal" y daba consultas a esos seres, no podía dejar de asombrarse cada día más por ellos, pero ahora, que ellos eran los que dominaban a diestra y siniestra, solo le quedaba sentirse dentro de un cuento de hadas. ¿Por qué? Simple y sencillo, le agradaban, pero eso no significa que menosprecie a los humanos, su misma raza, claro que no, solo, era algo mágico y asombroso a su persona.

Había reparado en subir a la azotea un rato para tomarse un descanso y mirar, desde lo más alto de esa construcción, lo bello del paisaje; que a pesar de que fuera poco, era mucho. Había cosas que no conocía, otras que descubría, pero sea lo que sea, siempre lo disfrutaba. Intentaba no molestar a los demás, puesto que en momentos bueno...El ser humano, y al mismo tiempo el conserje no era el mejor puesto, caía en burlas y molestias por parte de los jóvenes estudiantes, pero aun así, la sonrisa de su rostro no se borraba por nada.

Vestía con una camisa de vestir blanca, guardada debajo de su pantalón de tinte obscuro y como soporte un cinturón de este mismo tono. Se había remangado las mangas, puesto que ahí arriba el sol daba bien y eso producía calor. Para ser un conserje, si que sabía vestir de forma elegante y eso no lo iba a dejar nunca. Su mirada se elevó al claro cielo despejado y con una expresión algo temblorosa hablo dulce y grave con su voz varonil* -Me gustaría no volver a limpiar el área de las serpientes...- *Se quejó en voz alta, recargado al barandal del lugar. Claramente, su miedo a esos animales remotaba a su pasado, y tener que limpiar su zona de estadía era lo peor. Esas "arpías" Como les llamaba, se divertían molestándolo. Un leve escalofrío recorrió su espina dorsal, sentía como si había dicho algo totalmente equivocado, pero no importaba, después de todo estaba solo...¿Verdad?*

Sus pasos lentamente la condujeron a la azotea, los pasillos llegaban a ser demasiado escandalosos en ciertos momentos, como ese mismo al fin y al cabo. Tantos gritos y risas no era como si le desagradara, mas se sentía mejor donde el silencio prevalecía, nunca había sentido interés por ello. No, Erika era más una muchacha curiosa, con interés en la magia y cuestiones poco comunes. Los humanos desde antaño fueron reconocidos por leyendas en las que se narraba como daban sus almas a los demonios invocados a cambio de un deseo, por un momento, al escuchar eso, una idea algo tétrica cruzó su mente, mas nunca se reflejó en su sonriente rostro, quien parecía ser una cosa completamente ajena a sus pensamientos. Mas su idea cada vez le sonaba mejor, si los ángeles por ley divina eran incapaces de hacer maldades, ella, un ángel expulsada del cielo, un ángel caído... quizás fuera capaz de invocar un demonio... Esbozó una sonrisa, aquello no le asustaba para nada, más bien le causaba una genuina curiosidad por lo ajeno, por aquello que era incapaz de entender pero que existía, que era visible a sus ojos.

Una vez en la azotea observó a su alrededor, no parecía haber alguien y con el pasar del tiempo, el sol empezó a ser una molestia para ella, por ende no tardó en subirse en el techo de aquella pequeña "casa" que daba paso a las escaleras para bajar. Una vez allí dio varias vueltas sobre su propio eje, extendiendo ambos brazos a un lado y otro de su cuerpo, aquello era una especie de juego infantil que solía divertir los días aburridos de la muchacha, quien muchas veces, incluso en el castillo de su rey se veía sola, mientras Adler estaba llevando a cabo su deber y Hampnie vagando por la ciudad. Una ligera sonrisa se dibujó en sus labios, parando sus gestos al cabo de pocos segundos mientras observaba hacia el frente, al cielo. Tendría que ser un lugar lleno de hermosuras, un paraíso del cual solo los ángeles deberían ser capaces de visitar, aunque, ella lo había visto, había visto las personas aladas y aquél gran castillo de un color blanco puro. —Pero te traicioné ¿verdad? Traicioné tu confianza puesta en mi—  Solo un susurro escapó de los labios de la pelirrubia, quien pronunció aquellas palabras segura que Él la escucharía.

Sucesivamente llegó a escuchar la voz de un desconocido, caminando hacia el borde de aquella pequeña plataforma vio a pocos metros un pelirrubio muchacho, de enseguida entendió tratarse de un humano, simplemente, ella como ángel habría tenido que proteger aquella raza, abrazarla y custodiarla, había despertado con aquel amor incondicional hacia las débiles criaturas, mas su destino nunca fue el de los mismos ángeles, una maldición en tierras del creador. Que cosa más espantosa. —Dime. ¿Por qué no quieres? ¿Acaso te asustan las serpientes?— Ambas manos se juntaron tras su espalda, inclinando un poco su cuerpo hacia el frente mientras sonreía amablemente. Aquello que no esperó fue, tras dar un paso hacia un lado notar que esta parte del suelo estaba húmeda, parpadeó sorprendida, mas fue solo cuestión de instantes antes que su cuerpo se viera de golpe caer hacia el vacío... Antes de tocar el suelo, quizás por un acto reflejo sus grandes alas hicieron aparición, creando que una que otra pluma negras y blancas la mayoría se vieran caer lentamente al suelo y su cuerpo suspendido en el aire. —Ven, por favor— Pidió con una amable sonrisa extendiendo sus brazos hacia el muchacho, aquello que Erika deseaba era que se acercara a ella y la ayudara a bajar, en cierta parte lo hacía simplemente por diversión propia.

*Mirar aquel mágico cielo hacía que indagara en sus propios pensamientos. Recordar su brillante infancia, su infinidad de planes de vida, su familia, su trabajo, sus propios deseos, tantas cosas que estaban a su disposición, y que por un acto de descuido, todo eso terminara siendo parte de un completo y lejano recuerdo.
Su madre solía contarles cuentos de hadas a su gemelo y a él. Algunas veces eran historias extraídas de libros infantiles, muchas otras creadas desde su propia cabeza, más al final nunca podía faltar sus bellas palabras personales “Los sueños se vuelven realidad para aquellos que trabajan mientras sueñan” y así fue hasta pisar estas tierras.

Día a día aparecían señales que golpeaban su vida, queriendo apagar su chispa, pisotearlo y volverlo un humano sin deseos. Y al inicio así era, pero se había rendido, aceptando su situación actual, llegando incluso a gustarle. Bueno…En cierta parte. Quejarse de su trabajo no era parte de su persona pero así sucedió* -Eh?- *No se sobresaltó, ni reaccionó alterado al escuchar la delicada voz femenina detrás suyo. Atinó a girarse para ver de quien trataba aquella sigilosa presencia. Era una chica, que por su apariencia, seguramente un alumno* -Bueno yo…- *Le iba a contestar educado, silenciándose al instante de ver como su delicado cuerpo estaba culminando. Extendió su brazo a ella para poder ser de soporte, viéndose envuelto en una silenciosa y fina lluvia de plumas.

Se mantuvo de pie en su lugar, contemplando aquella bella imagen que la joven le permitía apreciar. A pesar de conocer a las razas, de haberlas cuidado y ahora vivir rodeada de ellas, podría decir que jamás había sentido aquella emoción latente producida a causa de una escena frente sus ojos. ¿Un ángel? Cualquier humano creyente pagaría millones por ver lo que ahora sus orbes esmeraldas apreciaban. Silencioso se aproximó a su imagen, presentándole su manos sin temor ni duda, dispuesto a ayudarle si lo necesitaba* -Deberías tener más cuidado- *Contesto a su sonrisa con una igual dibujada en su rostro, esperando a que lo aceptara* -Pudiste haber salido lastimada- *Aunque por lo visto, sus palabras solo eran una broma. ¿un ángel lastimado? ¿En serio?*        

Su sonrisa se ensanchó al ver la predisposición del muchacho para ayudarla. De cierta forma, los humanos podrían hacer cualquier cosa por un ángel y solo en aquél momento pensó en ello, mas ella no era otra cosa que un ángel maldito cuyas alas fueron manchadas por la traición y aunque ellas no se volvieron totalmente negras, por su propio amor hacia los seres vivos, tampoco tenían un color tal como aquél que se podía percibir  en el hermoso paraíso. Su pasado había sido triste, tan profundas eran las heridas de su alma que incluso en ese momento las llevaba encima, mas aquél amor incondicional que todos le habían obsequiado, lentamente la habían hecho cambiar... además, tenía toda su buena intención en cambiar el destino de su rey, volvería y lo salvaría, ese era su más grande deseo. —Si, tienes razón, agradezco tu preocupación.— Cerró sus ojos, ensanchando levemente su sonrisa. Ella no se lastimaría, aunque caída, los elementos seguían teniendo una especie de "predisposición" a protegerla, aunque no fuera capaz de domarlos como tampoco de estar segura de ello.

Apoyó suavemente las manos en las contrarias, bajando suavemente. A pocos pasos del suelo hizo desaparecer sus alas, haciendo si que otras plumas descendieran lentamente. Cuando por fin sus pies tocaron el suelo abrió sus ojos y obsequió una amable sonrisa al otro. Si, ella era un ángel caído, aun así, nunca había culpado a los demás por aquello que le había sucedido, no odiaba el cielo, mas tampoco lo amaba y eso no se podía cambiar, ni nadie le reprocharía eso, al menos, no parecía ser así. Levanto sus manos de las del muchacho, pensando que quizás le sea incomodo mientras que su sonrisa en ningún momento abandonó sus labios, adornándolos constantemente, sin cansarse. —Mi nombre es Erika, Erika Flowright. Es un gusto conocerla... Además, gracias por su ayuda— Una vez más juntó ambas manos detrás de su espalda e inclinó ligeramente su cuerpo hacia el frente.

¿Le tiene miedo a las serpientes? Eso será bastante complicado... Pertenezco a Haradrim, mi mascota es una serpiente... Pero no la molestará, así que podremos ser amigos— Ella misma se sorprendió de sus propias palabras. ¿Desde cuando iba haciendo lazos con otros? ¿Ella que había preferido no involucrar a otras en su maldición estaba involucrando un humano?. Aunque su mente estuvo ocupada dando vueltas a ese asunto, en ningún momento dejó de ver al otro, de mantener aquella amable y calma sonrisa en sus labios, de mentirse a si misma. Se enderezó y sonrió con calma, levantando una mano en cuanto una blanca pluma se pasó ante ella, era una pena, le agradaban más el color blanco que el negro, aunque... No estaba triste por lo que era, si no hubiera sido denegada del cielo, no habría pasado nada de lo que le pasó hasta ese momento. Nada de todo ello.

*De algún modo era como si el cuerpo de la contraría no tuviera un peso definido, era suave incluso después de haber tomado sus manos y soltarlas. Le seguía con la mirada, detenido a sus siguientes movimientos, conocer a nuevas personas siempre le había emocionado, aún más si, en presencia de sus ojos, había una hermosa sonrisa tal y como se la mostraba la joven* -No hay necesidad de agradecer, para eso estoy, señorita Flowright- *Cerró sus ojos haciendo un ademan con su cabeza, en señal de saludo* -Natsuki D. Willer, el conserje, estoy a sus órdenes- *Una curiosa y juguetona risa se escapó de sus labios. Aquella forma de presentarse comenzaba a ser ya parte de su misma etiqueta de “Humano Inferior” Pero no le temía para nada, al contrario, cargaba con orgullo toda marca que lo representaba. Aunque en veces creería que aquello lo dejaría solo en un mundo de rechazo. Pero siempre había sido honesto, ocultarse no era una opción.

Su sonrisa se puso temblorosa, al igual que sus piernas en cuanto escucho la simple palabra “Serpientes” Después de aquella hermosa vista, claramente las había apartado de sus pensamientos y en segundos regresaron* -Jeje, pero que dice, señorita, las mascotas de los alumnos no son más que eso, sus mascotas, sus compañeros- *Y sin pensarlo acercó lentamente su mano a su rostro, concluyendo por sostener uno de sus largos mechones de cabello que colgaban a su costado, acariciando su fina suavidad, intentando que con ello se relajaran sus nervios. Era una manía que tenía, ocupaba de algo de contextura suave para sacar de su mente la sensación escamosa de esos animales. Y como en ese preciso momento no cargaba con algún muñeco de felpa, decidió usar el cabello de la chica*

-Mis disculpas- *Mencionó educado deslizando sus dedos para ir soltando poco a poco su cabello y volver a sonreírle tranquilo. Mucho mejor* -¿Escuché bien a sus palabras?- *Parpadeo un poco, concluyendo en acomodar sus gafas* -Así que ¿Quiere que seamos amigos? Realmente me alaga, pero ¿Está segura? Varios podrían etiquetarla de menos si la ven conmigo- *Y ya estaba bien acostumbrado a las burlas junto a malos tratos por parte de algunos alumnos. No era muy bien visto estar cercano a seres “inferiores” Como lo era él. Lo menos que quería era que la joven, aquella linda chica tan amable, terminará siendo atacada de alguna forma por su culpa. Más si su decisión era así, él no se lo negaría, al contrario, estaría más que complacido por tener un amigo en ese mundo*  

Nunca le había resultado incomodo la existencia de humanos en aquella institución, aunque si había levantado su curiosidad y duda en cuanto a su papel en aquella academia. Como ángel que era, aunque caído, un fuerte sentimiento de proteger aquella raza seguía palpitante en sus venas, un sentimiento mucho más fuerte que el mismo instinto. Y aun así, aunque sus alas estaban manchadas por la traición, nunca había tachado a los seres humanos como enemigos, pues ellos habitaban la hermosa tierra cubierta de nieve de donde provenía, pues ellos y sus alegres sonrisas la habían hecho sentir a gusto, le habían enseñado que era el amor y el aprecio, la habían abrazado y contado ajenas historias de mundos extraños, de hadas que vuelan y sirenas que nadan bajo mar... Aun así, nunca pensó que llegaría en un lugar donde hadas y elfos pudieran existir, nunca había pensado que los dibujos plasmados en unas hojas de papel podrían tomar vida. Aquel lugar era mágico y aun así, su percepción de la humanidad no había cambiado en absoluto. —¿Conserje?— Ladeó con suavidad su rostro hacia un costado, como si aquella palabra fuera ajena a ella. —¡Oh! ¿Algo así como un mayordomo?— Por algún extraño motivo, tenía una imagen de un conserje o mayordomo totalmente distinta a la que aquél muchacho le ofrecía, a ciencia cierta, para ella no parecía ser más que un estudiante común, solo eso.

Compañeros... Nunca se habría imaginado que sería de su estancia en aquella instalación si no fuera por el nacimiento de Chikage, de su cuidado constante y amable gestos. Su cuidado constante hacia ella y aquél deseo de protección que la pelirrubia tanto había comenzado a amar en las personas que estaban a su alrededor. Ella quien había sido odiada constantemente por todos, quien había sido rechazada... quien había olvidado como sonreír, quien había dado por perdido aquel tacto de una amable mano. Una sutil sonrisa apareció en sus labios. Las personas habían hecho tanto para ella, ella amaba a todos de una forma tan incondicional...  —Bueno si, quizás tengas razón.— Entrecerró sus ojos, sonriendo con suma tranquilidad. No se movió al notar la mano sobre su cabello, siquiera hizo ademan de apartarse, tan solo siguió allí, sonriendo como ya era costumbre en ella, aquella constante y sellada sonrisa en sus labios. —Esta bien, no necesitas disculparte.— Sus ojos se entrecerraron, mostrando un amistoso gesto mientras levantaba su propia mano y la llevaba a la cabeza contraria, acariciando con suma calma y tranquilidad, con amabilidad antes de bajarla una vez más, siguiendo con aquella suave sonrisa en su faz.

Irrelevante. Poco le importaba a Erika lo que los demás pudieran pensar sobre ella, los rumores que podrían empezar a divagarse como una peste, que se alejen de ella pensando ser una traidora, un ángel maldito que traería la discordia. Todo aquello era irrelevante para un ser tan variopinto como Erika podía ser, alguien que mantenía distancia de las personas por miedo a que se vieran involucradas, alguien que, había sido desechada del paraíso tras rumores y coincidencias. Quizás, las coincidencias realmente no existían y aquellos males que seguían repercutiendo en ella, el destino en soledad y sombra... no era más que verdad. Abrió un poco más sus orbes, juntando ambas manos detrás de su espalda en un gesto infantil, calmado y sutil. —Nunca me interesó lo que los demás dicen. Solo nosotros que estamos metidos dentro sabemos la realidad de los hechos, mientras nosotros no pensemos que esta mal, entonces estará bien.— Suavizó su sonrisa, balanceando su cuerpo hacia un lado y otro, en un acto jocoso. —Pero tu, Natsuki... ¿No temerías ser amigo de alguien que fue tachada por maldita?— Aunque cualquier persona que poseyera sano juicio habría pronunciado aquellas palabras en un tono solemne, serio y melancólico, Erika no era exactamente conocida como loca o desquiciada, pues lógica poseía de sobra, mas aquella sonrisa y suave voz no cambió, siguió igual, sin inmutarse. ¿Auto-control? Quizás simplemente no le molestaba todo aquello.

-Tee hee- *Soltó una leve risilla en cuanto escuchó a sus palabras. Quizás si hubiera tomado el empleo de Mayordomo las cosas tendrían un giro distinto a su ahora presente, como sería desde la vista buena, mejor paga, trabajo distinto, convivio con los alumnos y personas que solicitaran sus servicios, pero también la vista mala, lo tratarían como un pañuelo, el trato sería más personal si se tratara de burlas, rechazos, y debería mantenerse callado si las cosas no son de su agrado. Por eso y mucho más, agradecía estar donde ahora, sin molestia alguna y simplemente disfrutando de ser un espectador. Aun así, se dispuso a mantenerse tranquilo, negando leve con su cabeza* -No, supongo que los mayordomos tienen más variedad de trabajo. Yo, al contrario, solo me dedico a la limpieza y al soporte de mantenimiento de sus instalaciones. Mantener bello este lugar a los ojos de sus presentes es mi trabajo- *Quizás usaba palabras más bellas para simplemente decir “Limpio y arreglo” Fin, pero no se podía hacer nada, estaba acostumbrado a poner las cosas con su mejor cara desde siempre.

Cuando era niño siempre había deseado tener una mascota, un pato si era honesto, pero su madre no tenía muy buena salud como para que animales estuvieran rondando en su cercanía, por eso mismo nunca pudieron tener la calidez de un compañero animal en casa. Pero en cuanto se trataba por fuera, claro que si. Su gemelo y él habían cuidado de un cachorro durante un tiempo, incluso lo educaron para mantenerse escondido y que no entrara a la casa. Después de unos años y que él se haya tenido que mudar, perdió contacto con aquel fiel animal hasta que supo que había muerto. Claramente una mascota para él, sea lo que sea, era especial para su dueño* -La tengo, créeme, ustedes comparten un lazo bastante fuerte. Sé que cuidaras bien de tu…tu…tu serpiente- *Balbuceo leve al pensar en aquellos animales, aun así, no desaparecía su simpática sonrisa del rostro y si no fuera gracias a su cabello, seguramente ahora estaría temblando como gelatina. Al menos la joven era agradable hacía su persona.

Pensar en veces en lo que podría pasar con los jóvenes alumnos le complicaba su estancia en ese lugar. Debía tratarlos con bien y cuidado, no por ser los que mandaban en cierta forma, si no, porque eran seres vivientes. Él los aceptaba a todos por un igual, o así era cuando tenía su consultorio. Ellos también merecían un buen trato en el mundo humano y sin importar se los brindo con buena fe* -Me has quitado las palabras de la boca- *Afirmo consiente, imitando un poco el movimiento de la chica con su cabeza. Su inigualable sonrisa era la que le hacía par al de la chica, quien soltaba tan serías palabras con una impresionante naturalidad que incluso podría ser de cuento. Algo llamativo para el joven rubio* -Si te soy sincero, no temería- *Elevo ligero su índice para puntearle la nariz, algo enternecido por su aspecto, era todo un patito bonito* -Puesto que, a pesar de haberte conocido maldita, Erika-chan siempre será Erika-chan, una linda estudiante, con una impresionante actitud que me gustaría conocer- *Fue así mismo, que junto a sus delicadas palabras, jugó grácil con sus manos hasta el momento de hacer una leve reverencia mostrándole su diestra a la chica para que la tomara. Debía ser cuidadoso con lo que hacía, a quien aceptaba y a quien dejaba acercarse a él, pero simplemente esas cosas no iban con su persona y solo quería cuidar de los demás, hacerlos sonreír de la manera más pura posible* -Así que, la pregunta sería para ti ¿Estas dispuesta a aceptarme como tu amigo, aun sabiendo que te veo como un igual a mi?- *Era claro con lo que decía, y no planeaba mentirle, no gustaba de tener que ver grupos y diferencias, solo aceptar lo que uno es equitativamente*      

Antes las palabras ajenas no tardó en dar un paso atrás, sujetar los pliegues de su vestido para estirarlos suavemente hacia un lado y otro. Mejor que nadie sabía lo fatigoso que debía de ser el cuidar constantemente de aquél lar, contando con lo grande que resultaba ser y la cantidad de rincones que deberían existir. Quizás no estaba haciendo más que alejarse del motivo original de su actuación tan extravagante, pues con un ligero movimiento se inclinó hacia delante, representando aquello que sería un saludo de los nobles hacía ya antaño. ¿Su intención? Lejos de estar jugando con los sentimientos ajenos, solo anhelaba darle las gracias, fue por ello que un sutil y melodioso —...Gracias por su arduo trabajo de parte de todos...— Escapó de los labios de la pelirrubia. Sabía la maldad que podían mostrar aquellos como ella, incluso las demás razas y la mera existencia de los seres humanos, aun así, nada le obligaba a seguir una pauta inexistente, ella simplemente se movería por deseos propios, anhelos que nadie había implantado en su pensar, tan solo... un lejano ensañamiento de un amable y pacífico rey en la edad más tierna de su infancia. Aun así, cuya mente no estaba habitada por ideas de supremacía y control del más débil tomaría aquella afirmación y agradecimiento del ángel como algo normal, un simple movimiento fruto de una lógica global y aplastante.

Quizás una tierna sonrisa se dibujó en los labios del ángel, aquella actitud en cierto caso infantil del humano frente a ella, aquél incondicional miedo hacia las serpientes, criaturas que, aunque no lo aparentaran eran completamente inofensivas... Serpientes... Ahora que caía en la cuenta ¿Donde se había metido su fiel compañero de paseos? Aquella serpiente que solía perseguirla a lo largo y ancho de cualquier actividad que realizara durante el día aquella jornada aun no había hecho su aparición... Quizás por suerte de su nuevo amigo humano y por su propia mala suerte. Comenzaba a echar de menos aquél ser invertebrado, pero aun así, aquella peculiar y entretenida conversación con Natsuki la estaba entreteniendo a la par que le hacía pensar sobre sus reales intenciones. Haber partido con la firme idea de no dejar a nadie acercarse a su persona... y ahora ofrecer su amistad a la primera amable persona con la que se cruzaba... ¿Como terminaría aquella historia de su vida? ¡Ella no deseaba herir a nadie! Y aun así...  Por mucho que su cabeza estuviera envuelta en sus propios problemas y preguntas personales, su rostro seguía demostrando una amable sonrisa... Quizás sería exacto decir que su interior y exterior eran personas distintas, pero la misma al fin y al cabo. Eso no cambiaba que Erika era una mentirosa, al menos, en cuanto a expresar sus sentimientos pueda decirse.

Aun estaba en tiempo de retractarse, de pensar una escusa para alejar al humano de su lado, de alejar aquella pobre alma de los problemas que estar en compañía suya podría causarle. Aun así, aquellas palabras contrarias hicieron que su corazón diera un vuelco. ¿No le importaba? ¿Realmente era así o simplemente intentaba ser una amable persona? Por un momento titubeó, aunque permaneció parada, observando el dedo que punteaba su nariz. Eso era malo... se estaba ablandando, le estaba permitiendo acercarse a ella, cruzar aquella linea que ella misma había propuesto. Un ligero y sutil sonrojo se apoderó de sus mejillas... Cuanto había deseado ya que le dijera aquello alguien, como había anhelado sentir aquellas palabras de boca ajena... Adler, Hampnie y ahora... ese simple humano. —¿Yo... soy yo?...— Susurró con suavidad, cerrando sus ojos en un instante al sentirse azotada con extraños sentimientos. Si se podría malinterpretar como amor sería inexacto, ella era incapaz de sentir tal cosa, o al menos, no sabía lo que significaba. Solo podía decir que era... un sentimiento de camaradería... aquél amor que empezaba a nacer hacia un hermano mayor, hacia una persona que, a diferencia de muchas otras, la habían aceptado. Reabrió sus ojos, fijándolos en el brazo, entrelazó su mano con la contraria pero terminó por abrazarle en una dulce sonrisa. Estaba feliz. —Yo siempre desee eso...— Susurró con suavidad ante su pregunta. El ángel que tan solo deseaba terminar con su vida... quizás había cambiado un poco su parecer...