{ Sky }

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History

Sky nació hace casi diecinueve años en una familia de varios miembros, siendo él el menor de tres hermanos. Su familia nunca tuvo demasiado dinero, y nunca fueron del todo felices, oprimidos por el ambiente general de la ciudad industrial. Sky, mientras crecía, se preguntaba por qué no salían de allí, fuera del alcance de las personas pálidas, el humo de las fábricas y los ruidos de la urbe. La respuesta le llegó primero, en susurros contados entre los hermanos, y en rumores que corrían por la ciudad, y luego, a los diez años, por medio de su madre, que lo consideraba lo suficientemente mayor como para saberlo: estaban ahí porque no tenían otro lugar donde ir. Tiempo atrás, su padre había sido un mago, nunca uno demasiado poderoso, pero había fraternizado con la gente que no debía, y había cometido graves errores, convirtiéndose así en un exiliado. Su madre embarazada de su primer hijo, él derrotado y deprimido, buscaron refugio en algún lugar donde no hiciera preguntas. Y, por suerte o por desgracia, se toparon con la indiferente y apática frivolidad del núcleo urbano. Muchos de los habitantes de allí tenían historias parecidas a la de sus padres, y nunca nadie preguntó más de lo debido. Ahora, su padre había rehecho su vida, con solo una ligera cojera como recordatorio, y vivían como podían.
Aún así, no era suficiente. Sky odiaba aquel lugar, a su gente, a sus parques marchitos, sus vecinos... quizás por eso creció como un niño solitario, y luego como un adolescente un poco arisco, que se refugiaba en un recoveco de la enorme biblioteca de su hogar para leer, y soñar con el día en el que podría escapar de allí. Sus tres hermanos, no fueron más que ceros a la izquierda, mayores, sumidos en sus asuntos adolescentes.

Ese día llegó antes de lo esperado... con catorce años recién cumplidos, tuvo una extraña discusión con uno de sus hermanos. Extraña porque no era común que Sky perdiera los estribos, pero, escuchando a su hermano argumentar a favor de seguir viviendo allí ocultados del resto de la sociedad, se enfureció, y, sin darse cuenta, derribó una pared de la casa con una ráfaga invisible. El enfado, evidentemente, se esfumó. Sus padres estaban perplejos, aunque, en el fondo, su padre se lo esperaba. Le parecía raro que sus hijos no hubieran heredado sus dotes mágicas. Pero, asustados por las posibles repercusiones de aquel hecho repararon enseguida la pared, y actuaron como si nada hubiera pasado. Riñeron a Sky por su descuido, lo convencieron para que jamás perdiera los estribos de aquella manera, dejando libre así su poder, y la familia volvió a hacer su vida.

Pero Sky sentía, sabía que algo se había roto en su interior. Como en un embalse que se llena de agua cada vez más, sentía que se había abierto una fisura. La mantenía cerrada con las manos, pero sabía que eso no podría durar mucho, y estaba frustrado. Cada vez se volvió más solitario, prefiriendo observar a las personas a relacionarse con ellas, en parte porque temía su poder incontrolado.

Al final, con diecisiete años, ocurrió lo que se temía... el embalse estalló. Un arrancado árbol de enorme tamaño que nadie supo nunca de donde vino, voló por los aires y arrasó con dos hogares de uno de los barrios de la ciudad, en el que vivía la familia de Sky, llevándose su mísero hogar y todas las pertenencias familiares con él. Sus padres, resignados, aceptaron que su hijo no era normal, y que no podía llevar la vida que llevaban ellos. Buscando desesperadamente una solución, la familia no tardó mucho después de aquello, en encontrarla de forma milagrosa. Y la salvación venía en forma de carta. Era nada más ni nada menos que la invitación a la Jikan Highschool. Así que, para alivio y alegría de Sky, le dieron algunas monedas, su bendición, y lo mandaron fuera de la ciudad, a perfeccionar su técnica, a aprender a controlar su poder, y, de paso, a madurar y enfrentarse a la vida.

Y así fue como, con la mochila al hombro, sus habilidades como chef bajo la manga y una de sus esporádicas sonrisa en el rostro, se largó de allí. No le fue difícil decir adiós, ya que nunca había congeniado demasiado con nadie, y nunca sintió pena por dejar su lugar de nacimiento. Al llegar y dirigirse a la casa que le habían designado, se encontró con lo que nunca antes había podido tener: un amigo. Rápidamente la mascota kitsune y él, se hicieron camaradas inseparables; no obstante el desafío mas difícil aún estaba por venir... ¿Acaso sería su único amigo?


 

Jikan