♣The seasons of the soul {Priv.Erika}

por **Mikan Sakura** Sáb Ago 10, 2013 9:48 am

The seasons of the soul
Are always present, all together.

El tiempo comenzaba a refrescar. Las tormentas primaverales adornarían los cielos y bañarían los campos en cuanto las flores desempolvaran sus pétalos y se abrieran en busca de los cálidos rayos del Sol. Con la llegada del frío y las lloviznas, el clima se tornaría melancólico. Los infantes sustituirían sus camisas cortas por impermeables y gruesos borceguíes de tonalidades recargadas. ¿Saltarían en los cenagales acuosos brindados por las nubes? Sin duda alguna, Mikan saldría con los brazos extendidos y una sonrisa dibujada a mano alzada en sus labios a corretear sin preocupación alguna entre los lodazales, dejando escapar suaves carcajadas infantiles.

Y entonces, cuando la estación dejara su puesto al verano, las hojas comenzarían a perder su brío, a abandonar con suavidad las ramas de las que colgaban débilmente. Los vendavales no darían señales durante los meses de absoluto calor. Las vacaciones y el ocio gobernarían las rutinas de los impúberes, el astro rey mantendrían una sonrisa afable en su rostro, aludiendo a la virtud de la serenidad e impidiendo que el cielo se poblara de algún nimbo. Y antes de poder ser consciente de que lo que acontecía, las metamorfosis aparecerían de forma sutil. Los árboles se ruborizarían ante su desnudez, y se inclinarían desconsolados por la pérdida de sus coquetos y vistosos ropajes.

Pero la temporada que más estaba deseando que arribara era el invierno. El susurro de la nieve en sus oídos al descender para palpar el suelo, la queda melodía fabricada por el viento, los adornos forjados a partir de la cellisca... Época de risas, juegos y diversiones. Momentos con sus seres queridos habían sucedido durante aquel período. Recuerdos nostálgicos circularon por su mente, plagados de añoranza y del pasado. Los orbes de la infante estaban colmados de ayer. ¿Pasaría aquella Navidad en solitario? ¿Podrían sus compañeros disfrutar de las festividades como cuando ella estaba con ellos? Si así era, entonces no le importaría permanecer encerrada en sus aposentos con su único aliado por el momento, meciéndose en las tablas de madera que conformaban su habitación con una sonrisa de circunstancias en los labios. Podría imaginar las carcajadas de sus amistades en la lejanía, como el eco que produce la brisa al colarse por los cimientos de su hogar. Recordaba su promesa... Continuar siempre hacia delante, no rendirse jamás ante las adversidades... Mantener el optimismo ante todo. Era solo que...

Dolía. Perforaba su alma poco a poco la desolación de la separación. Demasiado brutal fue el corte que la dividió de sus seres queridos de una estocada. La herida en su corazón se infectaba ante cada latido, acentuando el sufrimiento que le provocaba la soledad. Solo Bear permanecía a su lado, ofreciéndole su apoyo incondicional -y alguna que otra colleja de cuando en vez.- ¿Cuántos años pasarían hasta que sus orbes volvieran a posarse sobre aquellas personas que significaban tanto para ella? Su esencia se había forjado a partir de las relaciones con sus camaradas. Mikan solo era la mitad que antaño sin ellos. Cerró los párpados, sintiendo la brisa helada del amanecer sobre su rostro con apremio. Sus coletas simétricas despegaron hacia atrás unos segundos, mientras la pequeña se abrazaba a si misma congelada por el viento mañanero. Sus botas se hundían en la hierba empapada por el rocío matutino.

—El invierno se despide,
Llega la nueva estación,
La llamamos primavera,
Y está llena de color.
~
Mariposas, lagartijas,
Todo el mundo toma el sol,
Y le saludan cuando pasa
Al señor San Antón.
~
Cri, cri, la ,la,la,
San Antón, San Antón
¡La primavera nos gusta un montón!-

Su voz entonaba con cierta dificultad las notas de la tonada, mas lo hacía con cierta ilusión, tratando de darse ánimo para continuar con su marcha. Su apetito comenzaba a despertarse, exigiendo un desayuno que la pequeña no poseía en aquellos instantes. En sus labios se posó una mueca de molestia, mientras frotaba su vientre con sus regordetas manos en un gesto de impaciencia. Frunció los labios, pataleando unos momentos en el suelo antes de berrear.—¡QUÉ HAMBRE!

De forma dramática, se dejó caer en el césped, suspirando teatralmente. Rememorar acontecimientos siempre le provocaba un vacío en su estómago, sin contar lo poco que había cenado la noche anterior. Madrugar era habitual cuando las pesadillas se apoderaban de su lecho... Sin embargo, tendida sobre la manta de hierba, sus párpados se cerraron por culpa del hambre y el cansancio. Su respiración se acompasó, dejando paso a un suave sueño repleto de manjares y dulces que devorar sin descanso. Sus labios se curvaron y una fina gota de baba recorrió la comisura de los mismos mientras susurraba.—Quiero comer algo... —Los fantasmas del pasado habían sido ahuyentados por el momento. Solo quedaba disfrutar del corto lapso de tiempo que brindaban antes de regresar. No se puede huir del miedo eternamente.