☽A Fairy Tale☾

Salomón bufó, apoyando su codo en el antebrazo de la silla y sucesivamente su mejilla en la palma de su mano, cerrando los ojos con cierto aburrimiento. Esa historia ya la conocía bien como para presenciar una obra de teatro ahora. Además, estaba levemente desconcertado por como podía continuar, pues aquella no era más que una leyenda y no en todos los libros escribía la misma historia, al menos, aquellos de su época eran bien distintos aunque al fin y al cabo nunca se había interesado demasiado en aquello que comprendía a las hadas y los elfos. Su curiosidad se centraba sobretodo en aquello que las historias de ángeles y demonios le podían proporcionar. Aquel misterio y secreto cuyo solo los seres celestiales u oscuros podían acercarse era sin duda alguno una delicia para el saber humano. El mago cerró sus ojos con gesto cansino, pensando en una forma para intentar matar el aburrimiento tan persistente en ese momento. Sentado en una de las filas pormédias del teatro terminó por cerrar sus ojos, cayendo así en un profundo sueño sin siquiera darse cuenta de ello. Le resultaba aburrida esa ópera, no importaba el giro que pudiera dar, pues él ya conocía eso a memoria, a la perfección, eran vagas las cosas que pudieran escaparse de sus memorias, aunque aquella época de por si significaba un hoyo lleno de novedades, sin importar lo mucho que había leído hacía años, aunque para él no era más que días.

Los segundos se fundieron con los minutos, mientras que ellos se juntaron a las horas y finalmente sus ojos se abrieron suavemente, aun adormilado miró a su alrededor. No se inmutó aun cuando aquel cuento de hadas había terminado. Lentamente se incorporó, apoyando su espalda en el respaldo blando de la silla, ocultando su bostezo con un ademán de la mano. Escuchó el hablar de los presentes, aconsejando alejarse del teatro dado el mal tiempo que se estaba debatiendo afuera. Salomón no hizo más que sonreír con suavidad, diversión. Esos fenómenos naturales le recordaban tanto a sus momentos de soledad en medio de aquella habitación repleta de libros, con la única compañía de un demonio que anhelaba con todo su cuerpo y alma conseguir la vida del mago. Una irónica sonrisa cruzó los labios del pelirrubio ¿Quién habría podido pensar que ambos consiguieron un sentimiento que tanto cruzaba la camaradería? Sin duda era un hecho peculiar, casi una anécdota ante cualquier otro ser humano que pensaba en la existencia de dichos seres como una mera ilusión, aquellos que consideraron al hijo del rey un mero impostor, un loco maníaco de la magia y del sobrenatural, pero él mejor que nadie sabía que todo aquello que se contaba era parte de la realidad y no al revés.