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☽An Ancient Story☾
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Jikan Highschool :: Papelera :: Papelera
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☽An Ancient Story☾
☽An Ancient Story☾
•¡Tales son las Palabras!•
"A ti, el No-Nacido, yo invoco.
A ti, que creaste el Cielo y la Tierra.
A ti, que creaste el Día y la Noche.
A ti, que creaste. la Oscuridad y la Luz.
Tú eres Osorronophris: a quien no ha visto hombre alguno en ningún tiempo.
Tú eres Jabas:
..."
A ti, que creaste el Cielo y la Tierra.
A ti, que creaste el Día y la Noche.
A ti, que creaste. la Oscuridad y la Luz.
Tú eres Osorronophris: a quien no ha visto hombre alguno en ningún tiempo.
Tú eres Jabas:
..."
Una sutil sonrisa cruzó sus labios, aquello sin duda resultaba ser interesante, sumamente divertido hasta cierto punto. Para un ser humano que desconocía la mayor parte de aquello que el mundo era, el permanecer horas seguidas frente a las viejas páginas de un libro era suficiente distracción, suficiente diversión para matar de una sola estocada el aburrimiento que amenazaba por destruir su tranquil día de verano. Sentado en el suelo y apoyado contra el tronco de un frondoso árbol sin duda era algo realmente relajante, el viento azotando contra sus mejillas, el olor a papel viejo que inundaba su olfato y posibilidades que ningún humano pensaría existir. ¿Invocar demonios? Ciertamente era el deseo más anhelado del príncipe de Israel, más que nada por el persistente aburrimiento que le había estado rodeando desde temprana edad, porque nadie se había tomado la molestia de explicarle conceptos tan básicos como: los ángeles son la luz y los demonios su contra-parte. Carente de dicha enseñanza Salomón había crecido alrededor de libros, había conocido ángeles y demonios curiosos por su alma y esencia. Había sido bendecido por el cielo, algo que cualquier humano hubiera deseado poseer y aun así él lo había ignorado, rechazado y finalmente había blasfemado creando lazos con los demonios que el infierno habitaban.
Dejó descansar el libro en su regazo, apoyando su cabeza en el tronco al cual estaba apoyado y con suavidad levantó su mirada al cielo, observando el danzar de las blancas nubes. —Seguramente me gané tu odio y el de los tuyos ¿Cierto?— Sus orbes se entrecerraron, el viento siseó como si tratara de transmitir un lejano mensaje, mas los miserables mortales eran incapaces de escucharlo, incluso Salomón, quizás supuso que no era más que un mensaje, mas su contenido pasó desapercibido. Finalmente cerró sus verdosos ojos con calma, podía estar seguro de que nadie le encontraría entre los árboles, alejado del camino principal que conducía a los distintos lares de la academia. A diferencia de los demás estudiantes él prefería encerrarse en un mundo propio, único y distinguido entre los demás. A nada le servía ya el intentar divertirse como cualquier ser humano, él había perdido el interés en todo aquello que lo mortal podría entregarle, mas no rehuía la muerte, pues a cualquier ente llegaría el fin antes o después y aun así no se preocupaba por ello, pues en ese momento las ideas, lo ideales e incluso las palabras de los libros se alejaban de su intelecto, dejando solo un profundo sueño a su paso. Christopher había caído ante los encantos del dios Morfeo, seguramente en algún momento de su historia sería castigado por ofender los dioses y revelar secretos a la humanidad... Pero por ahora, simplemente había inducido a un peculiar hombre al sueño. Al lugar donde incluso el tiempo no es más que una efímera e inocua existencia.
Dejó descansar el libro en su regazo, apoyando su cabeza en el tronco al cual estaba apoyado y con suavidad levantó su mirada al cielo, observando el danzar de las blancas nubes. —Seguramente me gané tu odio y el de los tuyos ¿Cierto?— Sus orbes se entrecerraron, el viento siseó como si tratara de transmitir un lejano mensaje, mas los miserables mortales eran incapaces de escucharlo, incluso Salomón, quizás supuso que no era más que un mensaje, mas su contenido pasó desapercibido. Finalmente cerró sus verdosos ojos con calma, podía estar seguro de que nadie le encontraría entre los árboles, alejado del camino principal que conducía a los distintos lares de la academia. A diferencia de los demás estudiantes él prefería encerrarse en un mundo propio, único y distinguido entre los demás. A nada le servía ya el intentar divertirse como cualquier ser humano, él había perdido el interés en todo aquello que lo mortal podría entregarle, mas no rehuía la muerte, pues a cualquier ente llegaría el fin antes o después y aun así no se preocupaba por ello, pues en ese momento las ideas, lo ideales e incluso las palabras de los libros se alejaban de su intelecto, dejando solo un profundo sueño a su paso. Christopher había caído ante los encantos del dios Morfeo, seguramente en algún momento de su historia sería castigado por ofender los dioses y revelar secretos a la humanidad... Pero por ahora, simplemente había inducido a un peculiar hombre al sueño. Al lugar donde incluso el tiempo no es más que una efímera e inocua existencia.
Última edición por Christopher Keegan el Lun Ago 26, 2013 3:40 pm, editado 1 vez
Christopher Keegan- Humano
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Fecha de inscripción : 19/08/2013
Re: ☽An Ancient Story☾
Observó el exterior de su habitación; los árboles danzar con el viento, siguiendo la guía de las nubes en el firmamento. Era una tarde que no se podía describir ni como calurosa, ni como fría. Aún así, se podía observar el montgomery negro sobre sus hombros, acompañando a aquel traje hecho a medida, por un sastre que había fallecido hace décadas. Quien fuese que lo viera en ese momento no lo reconocería. Quien fuese que no conociese su identidad.
Bajando la mirada hacia el cemento de la entrada, en la planta baja, se preguntó a sí mismo si sería suficiente. ¿Habría recuperado suficiente poder? Cerró sus ojos por un momento, tomando un respiro profundo, cerrando sus puños. Se podía observar el gran esfuerzo que le exigía esa simple acción.
Y sin embargo, para cuando el suspiro escapó de entre sus labios, la brisa ya acariciaba sus cabellos. Se encontraba en el exterior... — ... — El serafín se volteó para observar la ventana del dormitorio dónde se encontraba hace segundos. No podía haber más de diez metros de diferencia. — Vergonzoso... — Gruñó a modo de queja, reconociendo que casi le había dado un dolor de cabeza por haber recorrido esa corta distancia. Un ángel de su nivel debería poder ir de un punto del planeta a otro con la misma facilidad que respirar.
Uno que no hubiese sido sacado a flechazos del paraíso, claro.
Como fuese, era mucho más de lo que podía hacer hace meses. Y más importante, debía dejar de lado sus exigencias para concentrarse en la nueva ubicación. Repitiendo esas acciones de concentración, flashes sucesivos y cortos de la Academia se mostraron en su cabeza. Hasta que lo encontró. — Salomón.
Alzó sus parpados, esas orbes impares ardiendo de determinación. Y al igual que antes, el escenario a su alrededor cambió, y se tambaleó algo mareado al aterrizar en su nuevo objetivo. El aleteo de unas alas invisibles, tan claro como el de una paloma, resonó por los alrededores. Tuvo que reposar su espalda sobre el árbol para recuperar su compostura, con un sonido seco de choque. — “Si fuera a simplemente caminar hacia él, sabría desde el segundo cero que no hay forma de que siga vinculado al Cielo” — Pensó a sus adentros, llevando sus manos a los bolsillos del abrigo, que en algún punto había vestido y abrochado. El humano al otro lado del roble no era normal, no era un simple sujeto que no fuera a reconocer a un caído con tan sólo verlo. Debía tomar precauciones.
Con la cabeza dándole vueltas, forzó una voz clara y alta. — Mueves un músculo, y estarás rodeado antes de siquiera pensar en un truco, mago. — Le advirtió tratando de apaciguar la jaqueca, con el eco de sus alas desapareciendo lentamente. Salomón, el único humano capaz de engañar por igual a ángeles y demonios por siglos, mantenerse fuera de su radar y enterrado en sus libros; como si estuviese jugando a las escondidas con un montón de niños. — Es un placer por fin dar contigo, Salomón. Ha pasado un tiempo. — Continuó en esa extraña conversación, en la que ninguno podía ver el rostro ajeno. La ventaja de la naturaleza de Cam fuese un misterio para el contrario jugaba a su favor... Por el momento. — ¿Entiendes la gravedad de tus acciones, y el castigo que te corresponde cuando te escolte a tu juicio? — Ese discurso que parecía tan ensayado, tan propio de un ángel. La voz carente de emoción, distante, abrumadora y terrorífica. Pocos conocían lo que era la ira del Cielo, pero quienes la habían visto con sus propios ojos, llegaban a temerle más que a los mismos demonios.
De cualquier manera, ¿qué sentiría alguien que conocía por igual a ambos bandos?
Bajando la mirada hacia el cemento de la entrada, en la planta baja, se preguntó a sí mismo si sería suficiente. ¿Habría recuperado suficiente poder? Cerró sus ojos por un momento, tomando un respiro profundo, cerrando sus puños. Se podía observar el gran esfuerzo que le exigía esa simple acción.
Y sin embargo, para cuando el suspiro escapó de entre sus labios, la brisa ya acariciaba sus cabellos. Se encontraba en el exterior... — ... — El serafín se volteó para observar la ventana del dormitorio dónde se encontraba hace segundos. No podía haber más de diez metros de diferencia. — Vergonzoso... — Gruñó a modo de queja, reconociendo que casi le había dado un dolor de cabeza por haber recorrido esa corta distancia. Un ángel de su nivel debería poder ir de un punto del planeta a otro con la misma facilidad que respirar.
Uno que no hubiese sido sacado a flechazos del paraíso, claro.
Como fuese, era mucho más de lo que podía hacer hace meses. Y más importante, debía dejar de lado sus exigencias para concentrarse en la nueva ubicación. Repitiendo esas acciones de concentración, flashes sucesivos y cortos de la Academia se mostraron en su cabeza. Hasta que lo encontró. — Salomón.
Alzó sus parpados, esas orbes impares ardiendo de determinación. Y al igual que antes, el escenario a su alrededor cambió, y se tambaleó algo mareado al aterrizar en su nuevo objetivo. El aleteo de unas alas invisibles, tan claro como el de una paloma, resonó por los alrededores. Tuvo que reposar su espalda sobre el árbol para recuperar su compostura, con un sonido seco de choque. — “Si fuera a simplemente caminar hacia él, sabría desde el segundo cero que no hay forma de que siga vinculado al Cielo” — Pensó a sus adentros, llevando sus manos a los bolsillos del abrigo, que en algún punto había vestido y abrochado. El humano al otro lado del roble no era normal, no era un simple sujeto que no fuera a reconocer a un caído con tan sólo verlo. Debía tomar precauciones.
Con la cabeza dándole vueltas, forzó una voz clara y alta. — Mueves un músculo, y estarás rodeado antes de siquiera pensar en un truco, mago. — Le advirtió tratando de apaciguar la jaqueca, con el eco de sus alas desapareciendo lentamente. Salomón, el único humano capaz de engañar por igual a ángeles y demonios por siglos, mantenerse fuera de su radar y enterrado en sus libros; como si estuviese jugando a las escondidas con un montón de niños. — Es un placer por fin dar contigo, Salomón. Ha pasado un tiempo. — Continuó en esa extraña conversación, en la que ninguno podía ver el rostro ajeno. La ventaja de la naturaleza de Cam fuese un misterio para el contrario jugaba a su favor... Por el momento. — ¿Entiendes la gravedad de tus acciones, y el castigo que te corresponde cuando te escolte a tu juicio? — Ese discurso que parecía tan ensayado, tan propio de un ángel. La voz carente de emoción, distante, abrumadora y terrorífica. Pocos conocían lo que era la ira del Cielo, pero quienes la habían visto con sus propios ojos, llegaban a temerle más que a los mismos demonios.
De cualquier manera, ¿qué sentiría alguien que conocía por igual a ambos bandos?
- OFF:
- Puede que Salo pueda deducir de inmediato que Cam es un caído por como se tambaleó contra el árbol, y que no está vinculado al Cielo, o que le tome algo más de tiempo. De cualquier forma está bien~
Cameron Novak- Ángel Caído
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Pareja : ¿Que clase de vínculo humano trivial es ese?
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Localización : En algún punto de este pedazo de tierra.
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Re: ☽An Ancient Story☾
El tiempo se escapó de su dominio, las horas, los minutos, los segundos... todos ellos fueron tomados por igual, aunque realmente existiera una gran diferencia entre cada uno de ellos. Un repentino movimiento contra el árbol causó que se alejara de sus sueños, al menos un poco, lo suficiente como para estar consciente de que no estaba solo. No había necesidad de ser un mago para saberlo, un simple ser humano con algo de percepción sabría cuando dejaba de estar solo en un silencioso lugar. Ya fuera por el sisear de las hojas, el crujir de la madera bajo pisadas humanas o un simple presentimiento tan vago que podría ser malentendido muchas veces. Salomón no era realmente distinto a un ser humano corriente, tan solo su destino había tomado un camino que le alejaba de cualquiera ser normal de la tierra. En cuanto las palabras contrarias sonaron en el silencio del bosque sus ojos se entreabrieron, dudoso levantó una mano hasta su frente. —¿Ah? ¿Me dormí?— Susurró con suavidad, levantando una mano hacia sus labios en cuanto un bostezo fue eminente. Poco se preocupó por la presencia al otro lado del tronco, esa era su naturaleza al fin y al cabo, él era Salomón y seguiría comportándose como él, aun bajo un nombre distinto, aun en un mundo distinto.
Aunque aparentemente el mago hizo caso omiso a las palabras de aquél que ansiaba hacerse pasar por un ángel, o quizás lo era, simplemente bajó la mano de su cabeza, levantando suficientemente el libro como para poder leer aquello que seguía al hechizo. Sabía a la perfección aquello que decía el contrario, su aparente amenaza por impedir cualquier movimiento, mas el pelirrubio ignoró y siguió leyendo... Aunque quizás la palabra "ignorar" no fuera correcta, más bien supuso que el contrario no tenía motivo por el cual temer. Él era un humano al fin y al cabo, a diferencia del ajeno no tenía poder por escapar de su juicio, era solo un simple humano al lado de un divino, o puede que no. —Buenos días.— Comentó simplemente ante la amenaza ajena, mas cuando su nombre fue pronunciado por los labios del ángel parpadeó, desconcertado durante breves instantes antes de sonreír con ironía. ¿En qué se había engañado? Pensaba que cambiando su nombre sería suficiente, pero aparentemente no fue así, en caso contrario, el desconocido no le conocería, no le habría llamado por su real nombre. —Suenas como si me conocieras, pero que descortés, no es divertido si solo tú conoces mi nombre. Conocí muchos ángeles y demonios, no podría reconocerte solo por tu voz— Una vez más sus ojos cayeron el el grueso volumen de entre sus manos.
El groso volumen se cerró con un pesado resueno. Había terminado. El mismo volumen terminó por apoyarse en el pasto, a un lado de él, quien aun estaba sentado en la hierba y apoyado en el tronco de aquél antiguo árbol. Su atención por fin pasó a la presencia ajena, quizás le sería más simple descubrir si era un ángel, un caído o un demonio si lo viera frente a frente. Aquella apelante voz no solía pertenecer a los demonios, por ley mucho más malévolos, curiosos y hasta cierto punto poco se preocupaban por poder o no aparecerse frente a humanos, o al menos, Dantelion había sido así en un principio. Pero teniendo en cuenta aquella voz tan típica de un ángel, aunque mucho más fría de lo que estaba acostumbrado. Quizás fuera una vía entremedia, un ángel caído a punto de convertirse en un demonio... quizás podía ser incluso un ángel o un demonio distinto. Poco era importante, mas si de castigo hablaba parecía estar claro y aun así algo más había. ¿Por qué algo tan orgulloso como un ángel no se mostraba ante sus ojos? ¿Acaso temía ser visto, acaso había un motivo? —Castigo. Muchas veces escuche esta palabra de la boca de los ángeles. Castigar a los humanos en la tierra de acuerdo a las leyes celestiales, ese es el trabajo de algunos. Pero los humanos no se detienen. No importa que tanto se les castigue, el pecado no se irá. ¿Entonces el castigo es realmente necesario? ¿"Eres" necesario? Ellos pecan sabiendo que sufren, al igual que tú, ellos cometen ridículos pecados ¿No será porque les trae alegría?— La firmeza se apoderó de la voz del humano, la seguridad en sus palabras. Cosa que sin duda alguna cualquier humano habría temido pronunciar, mas Salomón acotó como si no fuera la gran cosa, como si realmente, solo estuviera jugando mientras una sonrisa habitaba sus labios.
Aunque aparentemente el mago hizo caso omiso a las palabras de aquél que ansiaba hacerse pasar por un ángel, o quizás lo era, simplemente bajó la mano de su cabeza, levantando suficientemente el libro como para poder leer aquello que seguía al hechizo. Sabía a la perfección aquello que decía el contrario, su aparente amenaza por impedir cualquier movimiento, mas el pelirrubio ignoró y siguió leyendo... Aunque quizás la palabra "ignorar" no fuera correcta, más bien supuso que el contrario no tenía motivo por el cual temer. Él era un humano al fin y al cabo, a diferencia del ajeno no tenía poder por escapar de su juicio, era solo un simple humano al lado de un divino, o puede que no. —Buenos días.— Comentó simplemente ante la amenaza ajena, mas cuando su nombre fue pronunciado por los labios del ángel parpadeó, desconcertado durante breves instantes antes de sonreír con ironía. ¿En qué se había engañado? Pensaba que cambiando su nombre sería suficiente, pero aparentemente no fue así, en caso contrario, el desconocido no le conocería, no le habría llamado por su real nombre. —Suenas como si me conocieras, pero que descortés, no es divertido si solo tú conoces mi nombre. Conocí muchos ángeles y demonios, no podría reconocerte solo por tu voz— Una vez más sus ojos cayeron el el grueso volumen de entre sus manos.
"Tú eres Japos:
Tú has distinguido entre el Justo y el Injusto.
Tú creaste al Macho y a la Hembra.
Tú produciste la Semilla y el Fruto.
Tú formaste a los hombres para que se amaran unos
a otros y se odiaron unos a otros."
Tú has distinguido entre el Justo y el Injusto.
Tú creaste al Macho y a la Hembra.
Tú produciste la Semilla y el Fruto.
Tú formaste a los hombres para que se amaran unos
a otros y se odiaron unos a otros."
El groso volumen se cerró con un pesado resueno. Había terminado. El mismo volumen terminó por apoyarse en el pasto, a un lado de él, quien aun estaba sentado en la hierba y apoyado en el tronco de aquél antiguo árbol. Su atención por fin pasó a la presencia ajena, quizás le sería más simple descubrir si era un ángel, un caído o un demonio si lo viera frente a frente. Aquella apelante voz no solía pertenecer a los demonios, por ley mucho más malévolos, curiosos y hasta cierto punto poco se preocupaban por poder o no aparecerse frente a humanos, o al menos, Dantelion había sido así en un principio. Pero teniendo en cuenta aquella voz tan típica de un ángel, aunque mucho más fría de lo que estaba acostumbrado. Quizás fuera una vía entremedia, un ángel caído a punto de convertirse en un demonio... quizás podía ser incluso un ángel o un demonio distinto. Poco era importante, mas si de castigo hablaba parecía estar claro y aun así algo más había. ¿Por qué algo tan orgulloso como un ángel no se mostraba ante sus ojos? ¿Acaso temía ser visto, acaso había un motivo? —Castigo. Muchas veces escuche esta palabra de la boca de los ángeles. Castigar a los humanos en la tierra de acuerdo a las leyes celestiales, ese es el trabajo de algunos. Pero los humanos no se detienen. No importa que tanto se les castigue, el pecado no se irá. ¿Entonces el castigo es realmente necesario? ¿"Eres" necesario? Ellos pecan sabiendo que sufren, al igual que tú, ellos cometen ridículos pecados ¿No será porque les trae alegría?— La firmeza se apoderó de la voz del humano, la seguridad en sus palabras. Cosa que sin duda alguna cualquier humano habría temido pronunciar, mas Salomón acotó como si no fuera la gran cosa, como si realmente, solo estuviera jugando mientras una sonrisa habitaba sus labios.
- OFF:
- {Salomón tiene una extraña forma de pensar xD Y... preferí dejarlo en un misterio(?)}
Christopher Keegan- Humano
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Re: ☽An Ancient Story☾
Hasta los ocupantes del escalón más bajo de la jerarquía angelical, hasta ellos mismos poseen un poder extraordinario, más allá de cualquier otro ser en la creación. El serafín no podía hacer más que preguntarse, como este sujeto se las había arreglado para seguir con vida tras tantos siglos. Bastaba con saber su nombre o su rostro para que una cuadrilla asesina cayese sobre su insignificante persona. Y sin embargo, de alguna forma, se las había ideado para escabullirse del radar celestial, como si estuviese jugando a las escondidas.
Sí, había escuchado ese nombre, Salomón, aunque fuese tan sólo a través de un eco en el tiempo. Sus compañeros, otros serafines, habían sido el hazmereír de sus subordinados. Capaces de reducir una ciudad a cenizas, pero sin poder tenderle una trampa a un simple humano. Entreabrió sus labios, murmurando una respuesta carente de emoción. — Debes ser escoltado para responder por tus crímenes. Más información no es necesaria, incluyendo mi nombre. — En algún punto, su cabeza había dejado de dar vueltas. El sabor amargo en su boca, ese entumecimiento muscular. Todavía no lograba acostumbrarse a esos poderes que en el pasado había usado tanto. Se sentía como si tuviese que aprender a caminar nuevamente.
La obstinación humana, algo tan legendario como incurable. En parte el motivo por el cuál los ángeles habían elegido brindarles libre albedrío y dedicarse a chocar espadas con su contraparte infernal. Sin importar cuántos consejos dieses a un hombre de fe, tarde o temprano terminaría rindiéndose al pecado. Esa era la naturaleza, de esa raza que Dios había preferido a los perfectos y obedientes ángeles. Cam abrió su boca tomando una bocanada de aire, y con ese característico rumor de alas, apareció frente al mago.
Traje negro, corbata desajustada, gabardina del más apagado beige. La usual vestimente que usaba cuando no hablaba como Cameron Novak, sino como Zacarias. — ¿Es ese descaro el que te hizo ser buscado por ángeles y demonios? — Murmuró bajando la mirada hacia él, con un dejo de soberbia en su tono. Un leve movimiento de su muñeca dejó caer su daga angelical, permitiéndole empuñarla. Excesivo para lidiar con un humano, usar un arma tan única. Ladeó su rostro a un costado, con los ojos somnolientos. Realmente no lo entendía. — ¿Cómo has hecho para respaldar tus palabras, cuando no eres más que un insignificante, débil humano? — El sarcasmo se había convertido en desprecio. Le recordaba en parte a Uriel, el papel que estaba tomando ante Salomón. Después de todo, él siempre había odiado a los humanos y estado cerca de la blasfemia, y aún así jamás se había cuestionado su lealtad.
Se preguntó entonces, como ese muchacho había escapado de la ira celestial por tanto tiempo, cuando en ese momento sólo un movimiento le bastaría para eliminarlo. Y sin embargo, ese sentimiento de que se había descuidado lo mantenía incómodo, manteniendo firme su daga.
Sí, había escuchado ese nombre, Salomón, aunque fuese tan sólo a través de un eco en el tiempo. Sus compañeros, otros serafines, habían sido el hazmereír de sus subordinados. Capaces de reducir una ciudad a cenizas, pero sin poder tenderle una trampa a un simple humano. Entreabrió sus labios, murmurando una respuesta carente de emoción. — Debes ser escoltado para responder por tus crímenes. Más información no es necesaria, incluyendo mi nombre. — En algún punto, su cabeza había dejado de dar vueltas. El sabor amargo en su boca, ese entumecimiento muscular. Todavía no lograba acostumbrarse a esos poderes que en el pasado había usado tanto. Se sentía como si tuviese que aprender a caminar nuevamente.
La obstinación humana, algo tan legendario como incurable. En parte el motivo por el cuál los ángeles habían elegido brindarles libre albedrío y dedicarse a chocar espadas con su contraparte infernal. Sin importar cuántos consejos dieses a un hombre de fe, tarde o temprano terminaría rindiéndose al pecado. Esa era la naturaleza, de esa raza que Dios había preferido a los perfectos y obedientes ángeles. Cam abrió su boca tomando una bocanada de aire, y con ese característico rumor de alas, apareció frente al mago.
Traje negro, corbata desajustada, gabardina del más apagado beige. La usual vestimente que usaba cuando no hablaba como Cameron Novak, sino como Zacarias. — ¿Es ese descaro el que te hizo ser buscado por ángeles y demonios? — Murmuró bajando la mirada hacia él, con un dejo de soberbia en su tono. Un leve movimiento de su muñeca dejó caer su daga angelical, permitiéndole empuñarla. Excesivo para lidiar con un humano, usar un arma tan única. Ladeó su rostro a un costado, con los ojos somnolientos. Realmente no lo entendía. — ¿Cómo has hecho para respaldar tus palabras, cuando no eres más que un insignificante, débil humano? — El sarcasmo se había convertido en desprecio. Le recordaba en parte a Uriel, el papel que estaba tomando ante Salomón. Después de todo, él siempre había odiado a los humanos y estado cerca de la blasfemia, y aún así jamás se había cuestionado su lealtad.
Se preguntó entonces, como ese muchacho había escapado de la ira celestial por tanto tiempo, cuando en ese momento sólo un movimiento le bastaría para eliminarlo. Y sin embargo, ese sentimiento de que se había descuidado lo mantenía incómodo, manteniendo firme su daga.
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Re: ☽An Ancient Story☾
Información, información. Sin duda alguna le desagradaba aquella forma de hacer de los ángeles, aquella soberbia cuando el mismo creador parecía haberles abandonado, el creer que estaban por encima de los humanos solo por poseer alas celestiales detrás de sus espaldas. Sin duda alguna debían de estar muy aburridos con una vida inmortal. El benévolo cielo no era más que una farsa, una mera mentira para poder engatusar a aquellos más incrédulos. Él mismo se había dejado maravillar por la hermosura de los celestiales, pero lentamente dejó de prestar importancia a su existencia, a diferencia de los perfectos ángeles los demonios eran mucho más intrépidos, extraños y nunca seguían una norma preestablecida. Aunque anhelaran su alma no podían hacerse con ella mientras siguiera con vida, y después de su muerte poco le interesaba que pasaría con ella. Así que para él no cambiaba mucho si un demonio o un ángel se quedara con su alma, pero mientras aun siguiera vivo, respirando, no había motivo por el cual temer, pues al fin y al cabo como el bando de los demonios y los ángeles, él era un humano y no ansiaba ser dominado por las demás razas. Simplemente seguía adelante, danzando entre los lazos del destino que tanto aterraban a todos. ¡Él era Salomón! y su mera existencia le daba la posibilidad de tratar a demonios y ángeles por igual, al fin y al cabo eso se conseguía tras haber recibido el amor del creador y traicionado este, pasado al bando de los demonios por pura curiosidad.
Cerró sus ojos, abriéndolos al segundo después tras levantar su mirada hacia el hombre contrario. Aunque ante él había un ángel capaz quizás de destruir una ciudad entera, la despreocupada sonrisa del mago no desapareció en ningún instante, mas bien, era costumbre en él tratar a todos ellos por igual, sin mencionar el trato que ofrecía a los reyes de cada bando. Ya sea Dios o el mismo Lucífer, la unión que los legaba quizás estaba lejana del entendimiento humano y aun así, siquiera una exclamación de sorpresa escapó de sus cerrados labios al contemplar la figura ante él, sin duda alguna, con ropajes algo extravagantes para su punto de ver, Israel no acostumbraba por vestirse así. Su sonrisa se ensanchó ante las preguntas ajenas y simplemente permaneció allí sentado, observando al otro desde abajo con las manos en su regazo, no le temía en absoluto la daga que entre las manos del ángel descansaba. —¿Descaro? En absoluto. Los demonios anhelan mi alma, los ángeles me odian por no haber matado a los demonios cuando se me fue ordenado... Pero tú ¿Qué motivo tienes para odiarme?— Entrecerró sus ojos hablando con calma, como si realmente no fuera una gran amenaza, aun cuando las cosas estaban claras, aun allí no cesaba de atisbar la luz en la oscuridad. Tanto muerte como vida, para él las cosas no cambiaban demasiado y aun así, tras años de soledad aun seguía deseando poder matar el tiempo en compañía de un demonio, si su anhelo era poseer o no su alma, aquello era un hecho irrelevante.
Abrió un poco más su ojos ante la siguiente pregunta, desconcertado ladeó su rostro con inocencia y terminó por apoyar ambas manos en el suelo con tal de levantarse con lentitud. Permaneció frente a frente con el ángel y limpió con un ademán de sus manos sus ropajes antes de volver a juntar sus orbes con las ajenas. ¿Quién podría ser ese misterioso ángel que había decidido destruir su calma? Si no le decía su nombre, difícilmente podría saber si se habían cruzado de vista o no, aunque no le resultaba conocido. —Por ser un insignificante, débil humano es por haberlo podido hacer— Tan solo estaba jugando utilizando hermosas palabras mientras posiblemente solo se había cansado de ver a los humanos sucumbir a la influencia del cielo y el infierno. Él, un humano, tendría la fuerza necesaria como para someter a demonios y ángeles por igual. No había justicia en que los más débiles sufrieran por ellos y aun así, había llegado a tenerle cariño a ese mundo tan lejano de sus manos y a la vez no. Se agachó para recoger el volumen que anteriormente había apoyado en el suelo para levantarse con él entre sus manos. —No hay nada de malo en ser débiles. Aquellos fuertes existen para protegerles— Dantalion había prometido ser aquél que tomaría su alma. Salomón no dudaba de la posibilidad que el infierno comenzara a moverse tanto como el cielo por esa acción. Aunque como ya dicho, Salomón no era alguien que se preocupara por aquello que podría pasarle.
Cerró sus ojos, abriéndolos al segundo después tras levantar su mirada hacia el hombre contrario. Aunque ante él había un ángel capaz quizás de destruir una ciudad entera, la despreocupada sonrisa del mago no desapareció en ningún instante, mas bien, era costumbre en él tratar a todos ellos por igual, sin mencionar el trato que ofrecía a los reyes de cada bando. Ya sea Dios o el mismo Lucífer, la unión que los legaba quizás estaba lejana del entendimiento humano y aun así, siquiera una exclamación de sorpresa escapó de sus cerrados labios al contemplar la figura ante él, sin duda alguna, con ropajes algo extravagantes para su punto de ver, Israel no acostumbraba por vestirse así. Su sonrisa se ensanchó ante las preguntas ajenas y simplemente permaneció allí sentado, observando al otro desde abajo con las manos en su regazo, no le temía en absoluto la daga que entre las manos del ángel descansaba. —¿Descaro? En absoluto. Los demonios anhelan mi alma, los ángeles me odian por no haber matado a los demonios cuando se me fue ordenado... Pero tú ¿Qué motivo tienes para odiarme?— Entrecerró sus ojos hablando con calma, como si realmente no fuera una gran amenaza, aun cuando las cosas estaban claras, aun allí no cesaba de atisbar la luz en la oscuridad. Tanto muerte como vida, para él las cosas no cambiaban demasiado y aun así, tras años de soledad aun seguía deseando poder matar el tiempo en compañía de un demonio, si su anhelo era poseer o no su alma, aquello era un hecho irrelevante.
Abrió un poco más su ojos ante la siguiente pregunta, desconcertado ladeó su rostro con inocencia y terminó por apoyar ambas manos en el suelo con tal de levantarse con lentitud. Permaneció frente a frente con el ángel y limpió con un ademán de sus manos sus ropajes antes de volver a juntar sus orbes con las ajenas. ¿Quién podría ser ese misterioso ángel que había decidido destruir su calma? Si no le decía su nombre, difícilmente podría saber si se habían cruzado de vista o no, aunque no le resultaba conocido. —Por ser un insignificante, débil humano es por haberlo podido hacer— Tan solo estaba jugando utilizando hermosas palabras mientras posiblemente solo se había cansado de ver a los humanos sucumbir a la influencia del cielo y el infierno. Él, un humano, tendría la fuerza necesaria como para someter a demonios y ángeles por igual. No había justicia en que los más débiles sufrieran por ellos y aun así, había llegado a tenerle cariño a ese mundo tan lejano de sus manos y a la vez no. Se agachó para recoger el volumen que anteriormente había apoyado en el suelo para levantarse con él entre sus manos. —No hay nada de malo en ser débiles. Aquellos fuertes existen para protegerles— Dantalion había prometido ser aquél que tomaría su alma. Salomón no dudaba de la posibilidad que el infierno comenzara a moverse tanto como el cielo por esa acción. Aunque como ya dicho, Salomón no era alguien que se preocupara por aquello que podría pasarle.
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