Alan Looper

Nombre y apellidos:
Alan Looper

Apodo:
Looppy

Edad:
18 años

Sexo:
Masculino

Orientación sexual:
Heterosexual

Raza:
Mago

Año educacional:
Tercer año

Casa:
Nymphart

Sello:
Alan tiene el sello de la casa Nymphart tatuado sobre su pecho, justo en el corazón, para poder sentir como “cobra vida” y late por sí mismo.

Oficio:
Escritor

Descripción física:
Alan se muestra como un joven alto, alrededor del metro ochenta, con unos destacables ojos verdes, como un mar de hierba fresca, y un recogido pelo color rojizo, que normalmente sostiene con una banda. De piel suave y clara, en su rostro se puede ver un parche sobre el ojo derecho, no por motivos estéticos o sanitarios, sino personales. Acostumbra llevar ropa que demuestre su personalidad. Sencillo, quizás algo distinto, y siempre con colores más o menos oscuros, para intentar no llamar la atención. En la muñeca izquierda, habitualmente tapada con un guante, tiene unas siglas, NDDS, cuyo significado solo conoce él. Por el contrario, en la otra lleva una pulsera naranja, negra y blanca. Tiene la extraña manía de tocarla y acariciarla muy cuidadosamente, con la yema de los dedos, cuando está pensativo, nervioso y… ¿enamorado? Siempre sonriente, acostumbra llevar un pequeño diario de cuero en alguno de sus bolsillos, preparado para sacarlo en cuanto “lluevan las palabras”. Eso sí, Alan cumple a rajatabla, por la disciplina que le fue impartida desde pequeño, todo lo acorde a los uniformes. Cierto es que intenta impregnarlos de su “toque”, pero con mínimos detalles sin importancia. A la hora de ir a clase, lleva un maletín negro, también usado, donde guarda lo relacionado con las clases. En él se pueden encontrar hojas con palabras escritas en grande, que Alan suele soltar cada domingo por la noche. Intenta descubrir por qué. ¡Ja!

Descripción psicológica:
Destaca por ser un muchacho muy risueño, positivo y optimista, que persigue sus sueños. De voluntad férrea respecto a su vocación, (ser periodista y escritor), no tolera a las personas negativas. Vive cada momento con una sonrisa. Romántico hasta la médula, incluso con un aire poético, Alan se define a sí mismo como un “caballero”. Gentil y atento, puede decirse que vive en su mundo. Se rodea con gente que encaje con él y su forma de ser. Quien apenas lo conoce dice que es serio pero muy maduro. Una vez que entra en confianzas con alguien, deja paso a los mimos y a los cariños. Le gusta abrazar a aquellas personas que gocen de una afinidad…especial. Soñador, impulsivo y al mismo tiempo reflexivo, es un hombre que vive “para los demás”. Le gusta el trabajar en equipo, la tranquilidad y el silencio. Todos los días busca un rato libre para sentarse por ahí, sacar su bolígrafo y escribir. Para él, las palabras son la verdadera magia. Muchas veces es demasiado confiado, y no ha tenido demasiado éxito en el ámbito sentimental. Para algunas muy cariñoso, para otras romántico en exceso, incluso lujurioso, podríamos decir que su vida se basa en sus propias esperanzas. Acepta a quien quiera venir con él, y aleja a quienes no. La amistad no significa tantas cosas para Alan. Nunca se sintió identificado con alguien, y por eso podríamos decir que “depende” del amor. No le gusta que nadie se inmiscuya en su vida, prefiere ser alguien discreto y privado.

Poderes:
Alan no suele ser alguien conflictivo, así que suele usar su magia para ámbitos que beneficien a él mismo y a otras personas. Tiene la capacidad de curar heridas (no muy graves). Eso sí, no puede regenerar órganos vitales. Debe descansar 1 post para poder reutilizar este poder.
También, si se le puede llamar poder, tiene una capacidad de aprendizaje mayor a las de los demás. Tarda muchísimo menos en comprender todo tipo de cosas.

Debilidades:
Curar a alguien durante un tiempo excesivo, o muchas heridas seguidas, le causa importantes dolores de cabeza.
Es asmático. En ciertas épocas y meses del año sufrió, sufre y sufrirá algunas crisis asmáticas que alteran su humor y estado físico en sobremanera.

Arma:
Más bien es un regalo que nunca usa, pero lleva una navaja a mano, junto con el pequeño librito para escribir. No muy grande.

Historia:
Magia. Todo lo que nos rodea puede decirse que es mágico, fantástico y grandioso. La vida en sí se define de esa manera. Para mí, lo que me incita a seguir adelante, a caer, caer y caer, para después levantarme, resurgir cual fénix, son las mismísimas ganas de vivir. Pero no de cualquier manera. ¿Qué sería de mí si mi sonrisa se esfumara? Flop. Nada. Todo es demasiado corto como para estar angustiado eternamente. Lloré, por supuesto. Pero eso no me ayudó a sentirme realizado y feliz. ¿Puedo decir que he llegado a mi límite? No, aún no. Sé que en algún momento estaré en una nube de seguridad, estabilidad y amor. Pero todo esto no me lo inculcaron mis progenitores. Estos pensamientos tan…optimistas nacieron de mí mismo. Nadie creía en mí. Nadie cree en mí. Quizás, nadie creerá en mí. Solo yo. Y eso…basta.

Digamos que mi familia siempre se empeñó en que mi trabajo diera grandes frutos económicos. Evidentemente, estábamos bien acomodados, y en todo nuestro pequeño paraíso (así definían mis padres su vida en sí), la magia estaba presente. Nací ya con ella a mi alrededor, como si fuera el mismísimo oxígeno. No me contaron historias humanas, de amistad, amor u otros sentimientos. Me contaron verdaderas leyendas. Grandiosos hechiceros, bastón en mano, que hacían temblar cualquier montaña solo con verla. ¿Y para qué? Para intentar que yo asomara un pelín de ímpetu en intentar ser otro buen mago de la familia. Naturalmente,  me dejé llevar a otros lares. Me pasaba horas y horas leyendo, sí, empapándome de conocimientos sobre cualquier cosa. A muy temprana edad ya escribía. Cogía una historia cualquiera y la rehacía, cambiaba los personajes, el mundo entero, todo. Que bien me lo pasaba. Mis padres, en cambio, cada vez se mostraban más decepcionados. No ponían pegas a la lectura, siempre y cuando tuviera que ver con mis estudios mágicos. Me esforzaba lo mínimo en ese ámbito. Si sé utilizarla, es por la pura disciplina que reinaba en mi hogar. Me acostumbraron a tener un horario rígido, a la puntualidad, madurez y seriedad. Pero nunca a la originalidad.

Siempre fui un muchacho diferente. Nunca me sentí completamente cercano a alguien. Tampoco a mi familia, que ni siquiera me apoyaba en lo que más quería y en lo que en un futuro sería mi vocación, pura y dura: Escribir e informar. Tenía y tengo talento para hacerlo. Muchas personas, incontables, me dijeron que lo que quería hacer era una tontería. ¡Céntrate en la magia, eso sí da frutos! A la muy temprana edad de los catorce años mis padres ya me habían sacado del centro educativo en el que me encontraba. Allí impartía bastantes materias, pero pasaron a asignarme un profesor particular que solo me diera magia. Horroroso. No digo que no me gustase, pero me llamaban más atención otras cosas. Como las mujeres, por ejemplo. Nunca fui muy afortunado con ellas. Siempre preferían chicos más…”malotes”. Menos románticos y más…Inútiles. A mi manera de ver.

Justo cuando cumplí la mayoría de edad, mi padre y mi madre, junto con mi profesor, me reunieron en el salón. ¿Con qué motivos? Negociar, así de claro. La situación, según ellos, no se podría alargar de esta manera. Evidentemente, en las clases privadas no mostraba casi ningún interés y esmero en lo que se me enseñaba. Estaba en mi mundo. Era mejor llegar a un acuerdo por ambas partes. ¿Y qué lugar se adecuaba a nuestra situación? Jikan. Allí podría tener contentos a mis padres, tanto en el ámbito mágico como en el personal. Recibiría materias de todo tipo, justo lo que yo quería. Ansiaba aprender, y conocer más cosas de las que me pueden mostrar los libros.

Fue un día cualquiera, en una tarde cualquiera, cuando el sol se escondía perezoso, y con ganas de dormir por detrás de las montañas, cuando me marché. El mundo se veía distinto. ¿Libertad, quizás? Estaría alejado de ellos. Pese a todo, los quería. Y mi tierna madre lloraba como una magdalena. La abracé, le recordé cuánto la quería. “Mamá, nunca dejes de sonreír”. Le susurré al oído, justo antes de separarme. Ella me miró, estupefacta, y me hizo caso. Sonrió. Mi padre, en cambio, se mostró igual de disciplinario como siempre.
-Alan, tú siempre estás buscando la felicidad, ¿verdad? – Me preguntó, mirándome fijamente.
-Sí, padre. –Contesté, sin saber a dónde quería llegar.-
Él mantenía las manos recogidas a su espalda, y en ese instante las desenganchó para abrir la palma de la mano y dejarme ver un parche negro. Alzó ambas cejas.
-Póntelo. Y prométeme que cuando la encuentres, te lo quitarás de tu bonito ojo. Espero que cuando nos volvamos a ver, no lo lleves. –Y soltó una suave pero profunda carcajada. Estupefacto, le hice caso. Con lentitud, y, lo admito, un brillo especial, esperanzador y melancólico por todo lo que iba a perderme de su vida, me coloqué el parche en el ojo derecho. Perfecto. Él asintió, me revolvió el pelo, cariñosamente, y ahí me fui.

Jikan, al principio, me pareció extraño. Acostumbrado a otro tipo de vida, sin tantas libertades, tardé en adecuarme a todo. Hice mis propios horarios, escribí y escribí durante horas, y al principio me mostré reticente a la charla y a las amistades. Existían los estudios y los libros. Pero muy poco a poco conocí a otras personas como yo. Que amaban las palabras. Y eso me echó hacia delante. Como nunca. Fue justo en ese momento, después de un tiempo de adaptación, que escuché las palabras Casas y, ante todo, Nymphart. ¡Que ilusión me hizo! Tardé poco en pedir la solicitud de ingresar en ella. Algunas personas me ayudaron con esto, hablaron con otros, y casi sin enterarme ya me conocía media casa. Y también conocían mis ansias por escribir. Eso sí, jamás me esperaba enamorar allí. ¡Que cosita tan mona me dieron al entrar, dios mío! Pequeño, peludito, de ojos vivaces, nunca pensé que un zorrito me gustase de aquella manera. ¡Era y es un mimoso!  Justo lo que necesitaba. También me explicaron todo lo concerniente a él. No me parecía mal, en realidad. Un compañero de aventuras, ¿eh?

Afronto esta nueva etapa de mi vida de la mejor manera posible. Intentaré mostrar más interés en conocer a cada persona, trabajaré como nunca, y escribiré también otro rato. No dejaré atrás mis manías ni tradiciones (mis palabras volarán cada domingo por la noche), y por qué no, cumpliré mi vocación, quizás publique un libro…Y ante todo, ¿encontraré la máxima felicidad en Jikan Highschool? No solo depende de mí, también de ti.

Gustos:
Le encanta leer, evidentemente. Escribir, escuchar música instrumental, el café y el té (en sobremanera), la gente cariñosa y tranquila, los videojuegos (por muy cutres que sean), el frío, las sonrisas, y el amor.

Disgustos:
Las personas prepotentes, negativas y narcisistas (flipadas, como diría él). Ver un libro maltratado, o en muy mal estado. La extrema soledad. El calor. La falta de educación.

Hobbies:
Acostumbra correr cada día, independientemente del clima o de otras cuestiones. Naturalmente, lee y escribe en cuanto puede. Tiene la manía de lanzar aviones de papel, los domingos por la noche, con palabras bonitas o sentimientos. No se sabe por qué, pero lo hace.

Imagen:

Físico:

Procedencia:
Lavi – D. Gray-Man

Jikan

¡Hechop! Espero que ahora sí esté todo bien. :3