Así que un susto causa paros cardíacos...~ [Priv. Ai Miyu]

Aquel lugar se había convertido en su refugio y escondite desde que llegara a la academia. Allí podía escoger un libro al azar y pasarse horas leyendo sin que nadie se acercara a ella, sin que nadie la molestara, hiciera ruidos o pretendiera entablar una conversación con ella. Era un momento que tenía para sí misma, un rato de tranquilidad tras el estrés entre clase y clase. Las altas estanterías se volvían un laberinto perfecto donde perderse y el olor a madera y a libros viejos resultaba tranquilizante para la pelirrosa.  Era en aquellas ocasiones cuando el estar lejos de su familia y de los escenarios se volvía algo ameno y soportable.

Para aquel día había elegido un libro de fotografías en su mayoría en color blanco y negro. Desde paisajes a pequeñas escenas y detalles. Era justo lo que necesitaba para distraerse aquel día. Tras preguntarle a la bibliotecaria dónde encontrar el volumen y pasar por las estanterías un par de veces, lo encontró. Casi se le dibujó una sonrisa en el rostro al ponerse de puntillas y alcanzarlo.

Caminaba abrazando el libro contra su pecho en busca de un lugar donde sentarse porque las mesas eran demasiado sencillas y estaban demasiado a la vista como para que la muchacha las aceptara a la ligera. No, lo que ella necesitaba era un rincón, una mesa apartada o un cruce entre pasillos.

Y en estas estaba cuando tropezó con algo, o, mejor dicho, alguien que se puso en su camino. Como estaba distraída en sus pensamientos y tenía las manos ocupadas a la altura de su pecho, no vio al muchacho que leía en el suelo y no le dio tiempo a hacer nada para no caerse. Tras una caída más corta de lo que hubiera pensado y un golpe menos doloroso de lo que creyó que sería, pudo comprobar que el álbum de fotos no había terminado destrozado, se permitió el lujo de quejarse.

-A-au...- protestó con tono bajo. ¿Qué había pasado?

Entonces lo vio, la máscara.  

Ai se quedó muy quieta, a la espera del que creía que era un inevitable y doloroso golpe... Que no  llegó.  Una parte de su cabeza, la más asustada y prudente, se preguntó qué había podido pasar. Sin embargo, no tuvo que reflexionarlo demasiado, notaba unas manos sujetándola con aparente facilidad su estómago; alguien había parado su caída.

Aunque hasta ese instante se había mantenido quieta esperando un impacto, cuando terminó de comprender en qué posición estaba, pudo moverse, muy muy despacio (a una velocidad casi risible) para alcanzar el suelo. Mentalmente se revisó a sí misma en busca de heridas y dolencias, pero, aparte de una leve y dolorosa torcedura de tobillo digna de sus quejas, no parecía tener nada grave.

Entonces pudo mirar aquello que tanto le había llamado la atención un segundo antes de que su caída parara en seco. Casi con miedo, con las gafas descolocadas y el volumen de fotografía apretado todavía contra su pecho, examinó al joven peliblanco. Sin duda, lo que más extrañó a la muchacha fue aquella máscara ¿por qué la llevaba? ¿qué escondía tras ella? ¿por qué era tan... rara y llamativa y no podía dejar de mirarla a sabiendas de que era de mala educación lo que estaba haciendo? Aquella parte asustadiza suya, la que la había mantenido callada en todo momento, la instaba ahora a salir del lugar corriendo, o a quitarse las vendas que cubrían su mano derecha y hacer aparecer la espada, a atacar al contrario...

Supo seguir quieta, como una estatua viviente a fuerza de empeño y cabezonería.  Y, posiblemente, cuando cualquiera hubiera asumido que era sorda o no había entendido la pregunta del androide, asintió con la cabeza de forma tímida. Sólo le faltaba ponerse a temblar, y aquella sensación no le gustaba -E-estoy bien...- murmuró de manera casi inaudible.

-No... No deberías estar aquí sentado- añadió con tono dudoso, mirando a un lado, quizá en busca de algún tipo de escondrijo -Alguien podría caerse- como ella, la torpe y mil veces torpe chica que seguía encogida, como si esperara algún tipo de ataque.

-P-p-perdona...- murmuró apenas, entre asustada y, ahora que el otro se había explicado, avergonzada también por su aparente y absoluta torpeza. En apenas segundos el obstáculo con quien se había encontrado se había convertido en su pobre víctima -Pero... La gente no suele sentarse ahí- añadió como su única y paupérrima defensa.  Tragó saliva ¿por qué se estaba comportando de aquella forma tan torpe? ¿por qué era incapaz de sonar mínimamente segura? Se reprendió duramente por aquella actitud y trató de respirar más lentamente antes de responder a su siguiente pregunta pues no quería marearse por hiperventilar sin más motivo que su nerviosismo.

-Tengo miopía, por eso las tengo que llevar...- se explicó tomándo las rojizas gafas con cuidado, sin quitárselas del todo (no quería quedarse sin ver nada en aquella extraña situación). Durante los segundos posteriores al pequeño berrinche del peliblanco, la muchacha no supo bien que hacer, después frunció levísimamente el ceño -...Puedes comprarte unas si te gustan...Creo. Se venden en muchas tiendas, sin cristales correctores, para que cualquiera pueda usarlas-  Había visto a famosos y excéntricos llevar gafas sin necesidad. Los cristales no estaban graduados y en realidad no servían para “ver” pero servían como complemento. Últimamente parecían haberse puesto incluso de moda.

-...Oh, ehm... Por cierto- dudo de nuevo -¡N-no me he presentado..!- dudó -Soy Ai Miyu... O-o... Miyu Ai- se las ingenió para doblarse en una pequeña reverencia.

El tipo era raro.

Ai, a pesar de hacer siempre un gran esfuerzo para no juzgar a la gente por la primera impresión, no pudo evitar sentirse sorprendida por aquel extraño modo de actuar, aquel todo de voz y... Y, bueno, aquella máscara que sin duda era muy llamativa (y un poco demasiado extravagante para lo que la joven estaba acostumbrada). Todo junto volvían al semi-desconocido una persona llamativa a un kilómetro de distancia. ¡Pero en el buen sentido! No recordaba, de hecho, haber conocido a alguien tan alegre y efusivo nunca. Como aquellas incesantes preguntas.

-A-ahm... Porque hay sillas- dudo observándole con la cabeza algo ladeada. -Se... Se ponen ahí para que la gente se siente, es mejor sentarse ahí- ¿por qué parecía que se estaba repitiendo? ¿Acaso ni con una explicación tan sencilla como aquella era capaz de expresarse con claridad? ¿Era en verdad tan sumamente torpe? Se reprochó aquella actitud a sí misma.

-Encantada, Clear-s-san- sonrió débilmente, pero de manera sincera. Aquella sonrisa desapareció por completo cuando le formuló su última pregunta. Sin embargo, no fue por desagrado, sino por confusión, no se esperaba que le pidiera nada de repente...

-¡C-claro...!- susurró asintiendo con la cabeza, no demasiado alto, porque no quería que la señora bibliotecaria se enfadara con ella o les echara de allí, pero sí lo subiciente para que su tono sonara expectante. Sentía verdadera curiosidad por lo que fuera a pedirle el chiquillo. Y sí “chiquillo” era un apelativo de sobra adecuado para el peliblanco teniendo en cuenta su comportamiento y modo de actuar..... Al menos a ojos de la muchacha.