... [S. Katsuragi]

Los ojos de Morgiana se posaron en aquel armatoste de oro que se encontraba en sus manos. A la vista de la muchacha, era como el objeto más valioso y único en todo el mundo. Consistía en una daga de oro con la señal de una estrella en su empuñadura, hermosa, brillante... Especialmente brillante. Aquello era lo que más le gustaba a la joven de los objetos, que emitiesen su propia luz y atrayesen los ojos de cualquier persona por su belleza. Tanto era así, que incluso los ojos de Morgiana parecían cegados por el encanto del objeto, quien estaba con la bocaabierta observando el cacharro casi embobada. Ciertamente la había engatusado, como si se tratase de Alíbaba practicando la espada, estaba igual de maravillada. ¿Cómo había llegado tal majestuosa arma a sus manos?

…

Por la mañana, la árabe se había levantado temprano para hacer sus quehaceres, mientras su protegido dormía, ella ya patrullaba los pasillos vigilando que nadie tuviera intenciones de hacer cualquier estupidez tan temprano, además debía mantener a todos alejados de la habitación de Alibaba ya que él tenía un muy mal humor al despertar, incluso si se trataba de ella el mal humor no se le quitaba, pero a Morgiana no le importaba, era el carácter de él y a veces le resultaba gracioso. Mas nunca lo iba a decir delante suya o saldría mal parada.
Acompañó al joven rubio a sus clases, esperándolo en el pasillo mientras él aprendía, ya que siendo humana no podía entrar. Tan solo se quedaba de pie apoyada en la pared justo al lado de la puerta, mirando al cielo desde la ventana del pasillo, al cual se acercaba de vez en cuando para abrirla y mirar hacia afuera. Los alumnos haciendo deporte, el viento moviendo su pelo, la suave brisa de la primavera que traía consigo algunos pétalos... Esa época era una de sus favoritas, ya que hacía que su corazón latiese rápido, el amor floreciendo, el adiós al frío invierno y el inicio de un verano caluroso... Esto último era lo que más le importaba a la joven: el verano. Era cuando podía irse a Arabia, a su pueblo natal, estando un tiempo con sus familiares, aunque la mayoría murieron hace años tras la guerra. Mas eso no le importaba, seguía conservando a algunos y era lo más importante.

Suspiró cuando tocó el timbre y los alumnos comenzaron a salir, tocaba otra clase que era en otro edificio, así que los alumnos se marchaban rápido para no llegar tarde a su correspondiente clase. Y en cuanto Morgiana vio al joven de cabellos rubios, se encaminó hacia él y siguiéndolo desde atrás comenzaron a ir hacia su próxima clase. Se encontraba completamente callada, dejando que el muchacho hablase con sus compañeros, cuando de pronto él se giró para verla y con una leve sonrisa le pidió que fuese a por un cuaderno que se había olvidado en el aula anterior. Tras haberse inclinado el tronco hacia delante en señal de aceptación dio media vuelta y se encaminó hacia la clase. No le importaba hacer aquellos favores, mas lo hacía por su propia voluntad, y si él se lo pedía tan amablemente con esa sonrisa que vio desde el segundo de conocerse mucho menos carecía de importancia hacer el recado. Abrió la puerta, y del tirón se dirigió hacia la mesa de Alibaba, donde había una carpeta azul con un signo árabe. Tomó el objeto entre sus manos, y justo antes de voltearse hacia la puerta un fuerte reflejo de luz impactó en su ojo. Se giró para ver de dónde provenía aquello, y vio en otra mesa, dejada ahí como si nada, una hermosa daga de oro.

…

Tomó el arma con una mano, empezando a dar estocadas al aire, posicionándose entre dos mesas con cuidado para no chocarse con ninguna. No quería atacar a nadie, tan solo blandir aquella daga que tanto la tenía pasmada. Era como si se hubiera enamorado, y necesitaba de ella cada vez un poquito más. No era codiciosa, sólo la requería unos segundos para volver a dejarla en su sitio en cuanto se sintiese a gusto. La tenía engatusada, además, era solo unos segundos, no mataría a nadie. Se dedicaba únicamente a estocar al aire a un enemigo que se imaginaba de frente, siguiendo los pasos y la postura que había visto hacer a Alibaba cuando practicaba. Su cara reflejaba estupefación ante aquel fenómeno, y parecía estar en una nubecilla, donde solo habitaban la daga y ella.

[OFF: El título más original que has visto jamás. xD]