Que empiece la función {Erika Flowright}

¡Oh, el teatro! Mentiría si dijese que no se sentía como en casa en el, aunque él ya era mentiroso de por sí, pues a fin de cuentas actuar era fingir algo que no se era durante un breve lapso de tiempo, y convencer al público para que creyese lo que se le mostraba. Un circulo vicioso en su día a día, del que estaba demasiado apegado como para salirse de su continua red de verdades a medias, o completamente viciadas. Un arte, en toda regla, y quien dijese lo contrario no hacía más que falsear una realidad. Paradojas a parte, el joven mago se había tomado unas horas de descanso para visitar el lugar y observar las audiciones que se realizaban en él; era gratificante, y a la vez divertido, ver como algunos hacían gala de su gran talento y otros se dejaban en evidencia de una forma ridícula. Así era la vida, y no podía hacer nada para evitarlo. Suspiró, escondido entre los bastidores, jugueteando entre sus dedos con el colgante que pendía de su cuello, con aire distraído. El podría presentarse, pensaba mientras observaba a un muchacho bien parecido que interpretaba al desventurado Romeo, intentando declarar su amor a su Julieta. Sí, podría, pero requería demasiado compromiso, obligarse a acudir diariamente a los ensayos con su consiguiente pérdida de tiempo en algo que no iba a ser todo lo productivo que el deseaba. Él era más bien un cazador solitario, y aunque era presumido de por sí, ir mostrándose como una jugosa pieza en una función no era su ideal de espectáculo, y eso que a Howl de por sí le gustaba lo ostentoso.

Ocultó un bostezo tras sus dedos, y siguió recostado, mientras observaba detenidamente. A veces, era mejor ser espectador que el propio artista, pues ofrecía un punto de vista bastante interesante de la obra, como por ejemplo, la forma errónea que tenían los demás de percibir la misma.