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The Crow, The Owl And The Dove {Priv, Amitiel}
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Jikan Highschool :: Papelera :: Papelera
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The Crow, The Owl And The Dove {Priv, Amitiel}
The Crow, The Owl And The Dove
Privado con Amitielen Acuarios14:00O S TEl rubio revisaba, a la hora, no hacía mucho había recibido un pergamino de un desconocido y este era uno de los familiares, los únicos que tenía él y ese día desapareció misteriosamente. Bueno, aquí vamos… Ese pergamino que contenía en él, el aprendizaje de técnicas que supuestamente sólo podía aprender él o de su sangre y era desconocida aún para él, una técnica de una minúscula y pacífica aldea en la que si acaso una vez estuvo. En la mañana tenía ganas de aprenderla pero está en un idioma extraño que duró horas de tratar de descifrarlo; las letras eran familiares, letras que sólo los magos expertos podrían interpretarlos y que son capaces de aprender el poder sin ser de su sangre. A menos eso creía él, nada era imposible. Se rompía la cabeza y estaba frustrado. Guardó, desde luego, el pergamino viejo y desgastado de su familia en su respectivo cofre.
Se echó en su cama, y luego caminaba de lado en lado por su habitación mirando el pergamino intentando leer. Logró entender una palabra y esperaba que sea la correcta —¿Absorción? ahahaha— se rió luego de pronunciar cierta palabra. La guardó dentro de su maleta y que tenía clave y bajo su cama. —Luego será…— designado se puso de pie firme y salió de su habitación junto con un libro misterioso, no tenía título y se notaba que tan viejo era. increíble, y se supone que soy lingüista… estúpido lenguaje. fruncía más el ceño haciendo una mueca mientras leía el misterioso libro. Había muchos ojos mirándole, lo sabía, sólo que obviaba ese detalle.
Caminaba y respiraba aire fresco y se relajaba ya que en ese momento no había mucha gente aunque de pronto se llenaba el lugar. Dejó de leer al notar que vio una luz, tal vez estaba alucinando por trasnocharse. Ignoró y clavó la mirada a su libro pero de repente apareció y era un reflejo de sol de algo que tenía espejo y era una muchacha. Le llamó la atención, sorprendiéndose y ladeó la cabeza. ¿Es nueva?... ¿Creo que la conozco? se preguntaba para sí mismo, embobado y camino hacia la muchacha aunque la perdió de vista en un instante por la cantidad de gente que había en ese lugar cerca del acuario. Este entra flotando como un fantasma detrás de ella, pero antes que ella notase que la estaba siguiendo, este atraviesa uno de los acuarios que estaba cerca pero eso no sirvió de nada. Estaba algo apenado, se sorprendió viéndola y si ella llega a fijar la mirada a él: se sorprendería luego y luego este tan sólo sonreirá de forma muy tierna y amigable a pesar que su rostro rajado diga lo contrario.
Lo hacía con la intención de entablar amistad con ella o algo más. Esa criatura muy hermosa. La miraba a través de ese acuario, ignorando completamente los peces exóticos que estaban dentro. Tragó saliva y frunció más el seño porque no comprendía que era lo que sentía pero era una sensación muy agradable. Su corazón se aceleró. Este atraviesa el acuario quedando en frente de ella y sonrió para de una vez hablar con ella. No se quedaría allí callado —Hola ¿Eres nueva verdad?— luego la miró con curiosidad, esperando su respuesta. Imposible que hablara a alguien más, sólo ella, la mucacha de cabellos dorados y ojos muy tiernos y puros que conquistó al corazón de piedra de Dardeus.
Se echó en su cama, y luego caminaba de lado en lado por su habitación mirando el pergamino intentando leer. Logró entender una palabra y esperaba que sea la correcta —¿Absorción? ahahaha— se rió luego de pronunciar cierta palabra. La guardó dentro de su maleta y que tenía clave y bajo su cama. —Luego será…— designado se puso de pie firme y salió de su habitación junto con un libro misterioso, no tenía título y se notaba que tan viejo era. increíble, y se supone que soy lingüista… estúpido lenguaje. fruncía más el ceño haciendo una mueca mientras leía el misterioso libro. Había muchos ojos mirándole, lo sabía, sólo que obviaba ese detalle.
Caminaba y respiraba aire fresco y se relajaba ya que en ese momento no había mucha gente aunque de pronto se llenaba el lugar. Dejó de leer al notar que vio una luz, tal vez estaba alucinando por trasnocharse. Ignoró y clavó la mirada a su libro pero de repente apareció y era un reflejo de sol de algo que tenía espejo y era una muchacha. Le llamó la atención, sorprendiéndose y ladeó la cabeza. ¿Es nueva?... ¿Creo que la conozco? se preguntaba para sí mismo, embobado y camino hacia la muchacha aunque la perdió de vista en un instante por la cantidad de gente que había en ese lugar cerca del acuario. Este entra flotando como un fantasma detrás de ella, pero antes que ella notase que la estaba siguiendo, este atraviesa uno de los acuarios que estaba cerca pero eso no sirvió de nada. Estaba algo apenado, se sorprendió viéndola y si ella llega a fijar la mirada a él: se sorprendería luego y luego este tan sólo sonreirá de forma muy tierna y amigable a pesar que su rostro rajado diga lo contrario.
Lo hacía con la intención de entablar amistad con ella o algo más. Esa criatura muy hermosa. La miraba a través de ese acuario, ignorando completamente los peces exóticos que estaban dentro. Tragó saliva y frunció más el seño porque no comprendía que era lo que sentía pero era una sensación muy agradable. Su corazón se aceleró. Este atraviesa el acuario quedando en frente de ella y sonrió para de una vez hablar con ella. No se quedaría allí callado —Hola ¿Eres nueva verdad?— luego la miró con curiosidad, esperando su respuesta. Imposible que hablara a alguien más, sólo ella, la mucacha de cabellos dorados y ojos muy tiernos y puros que conquistó al corazón de piedra de Dardeus.
Última edición por Dardeus T. Holzwarth el Sáb Jul 27, 2013 11:47 pm, editado 1 vez
Dardeus T. Holzwarth- Magos
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Re: The Crow, The Owl And The Dove {Priv, Amitiel}
La mañana no había sido la mejor que había tenido. Había podido levantarse temprano para echar una carrera como todos los amaneceres. Lo que no había previsto es que cuando volviera al dormitorio se quedara dormida que ni piedra. Terminando por retrasarse y llegar bastante tarde a la primera clase que tenía. Obviamente le echaran la bronca de su vida, encima que había llegado hacía pocos días. Desde luego le pusieron un castigo para medio de la mañana al cual también llegó después de hora. Otra reprimenda más. La pequeña rubia no se le daba bien controlar las horas de su día. Si pudiera ignoraba la existencia del tiempo y no tomaba atención a horas. Lo había hecho desde que tenía memoria y vivía con su padre adoptivo. Sin embargo, ahora estaba en un internado y tenía que adaptarse mínimamente.
Con dos regaños y todavía era mitad del día decidió alejarse de los profesores y de la mayoría de la población estudiantil. Aunque no sabía dónde ir. Miró el cielo azul y el sol irradiaba feliz, no convendría estar expuesta al mismo por mucho rato. Su piel por alguna razón no soportaba el sol por largo tiempo. No obstante no sabía dónde ir. Tampoco había conocido alguien que le pudiera llamar la atención. En resumen, no se había integrado, aún. Siguió su caminata sin rumbo por dónde miraba había gente y ella solo quería un lugarcito tranquilo. En el proceso terminó por desenfundar la pequeña katana que traía colgada de la cintura jugando con la misma viendo como los rayos solares se extendían hasta ella y hacían pequeños destellos de luz. Sonrió amplio como una crianza que acababa de descubrir un dulce. Amitiel en cierto modo era alguien simple que podría entretenerse fácilmente con pequeñas cosas que a priori no eran interesantes.
Se detuvo y se volteó a mirar el edificio que se avistaba más adelante. ¡El acuario! Su rostro se iluminó y enfundó la katana que hasta ahora le había servido de distracción. Había decidido entrar al edificio; total nunca lo había visitado desde que llegó. Y debería tener público pero al menos era fresco y estaría rodeada de agua y peces. Entró animada y en el primero acuario se quedó admirando los peches. No todos, solo uno en especial: el pez Flor de Cuerno. Era un pez entre redondo y apelmazado con colores rosas, amarillos y manchas. Muchos lo consideraban tremendamente feo, a la ojiazul le fascinaba su extraña forma y sus colores.
- ¡Aaaaahhhh! – dio un brinco bastante notorio quedándose blanca como la cal cuando de la nada le aparece un chico altísimo delante suyo, entre el acuario y la estudiante. Ni idea como lo hizo, simplemente estaba admirando uno de sus peces favoritos cuando parece que el desconocido salió del acuario. Bueno, el hecho que hubiera salido de donde salió, no era motivo de sorpresa. Cuando viajaba por el mundo con su padre había vistos muchos seres. Y ya en la institución había otros de todo el tipo con habilidades que nunca había visto. La cuestión era que había sido muy inesperado tal acción por parte del recién llegado y Amitiel era muy asustadiza. Su padre decía que era como un gato.
Respiró hondo llevando una mano al pecho dándose cuenta que su asustador se había plantado delante suyo sin moverse. Alzó el rostro, el joven era enorme en relación a ella. Pero quería por lo menos mirar el rostro ajeno y se puso de puntillas. – Sí... - parpadeó, suspiró y se ruborizó levemente. No era del tipo que se ruborizaba así a la ligera. Sin embargo, ante ese imponente chico lo hizo y bastó con que él la mirara y le hiciera una inofensiva pregunta.
- Amitiel de segundo. – anunció esbozando una sonrisa tímida. Por primera vez en su vida en el mundo se había presentado por si sola sin que le hubiesen preguntado su nombre. Amitiel nunca decía su nombre a quiénes recién conocía. Podrían hablarle y ella contestaba, pero si no le preguntasen como se llamaba, tampoco lo decía ella. - ¿Y tú? – musitó curiosa y asombrada internamente con ella misma. No solo era la primera vez que se presentaba por iniciativa propia, también expresaba interés sobre un desconocido sin más. Ya que muchas veces que conocía alguien aunque le preguntasen por su nombre, la rubia nunca retribuía la interrogativa. No lo hacía por mal o porque era una amargada, no lo era. Solo que actuaba con poco tacto. No obstante, en ese momento presintió que algo había cambiado en ella y el motivo era ese desconocido.
Con dos regaños y todavía era mitad del día decidió alejarse de los profesores y de la mayoría de la población estudiantil. Aunque no sabía dónde ir. Miró el cielo azul y el sol irradiaba feliz, no convendría estar expuesta al mismo por mucho rato. Su piel por alguna razón no soportaba el sol por largo tiempo. No obstante no sabía dónde ir. Tampoco había conocido alguien que le pudiera llamar la atención. En resumen, no se había integrado, aún. Siguió su caminata sin rumbo por dónde miraba había gente y ella solo quería un lugarcito tranquilo. En el proceso terminó por desenfundar la pequeña katana que traía colgada de la cintura jugando con la misma viendo como los rayos solares se extendían hasta ella y hacían pequeños destellos de luz. Sonrió amplio como una crianza que acababa de descubrir un dulce. Amitiel en cierto modo era alguien simple que podría entretenerse fácilmente con pequeñas cosas que a priori no eran interesantes.
Se detuvo y se volteó a mirar el edificio que se avistaba más adelante. ¡El acuario! Su rostro se iluminó y enfundó la katana que hasta ahora le había servido de distracción. Había decidido entrar al edificio; total nunca lo había visitado desde que llegó. Y debería tener público pero al menos era fresco y estaría rodeada de agua y peces. Entró animada y en el primero acuario se quedó admirando los peches. No todos, solo uno en especial: el pez Flor de Cuerno. Era un pez entre redondo y apelmazado con colores rosas, amarillos y manchas. Muchos lo consideraban tremendamente feo, a la ojiazul le fascinaba su extraña forma y sus colores.
- ¡Aaaaahhhh! – dio un brinco bastante notorio quedándose blanca como la cal cuando de la nada le aparece un chico altísimo delante suyo, entre el acuario y la estudiante. Ni idea como lo hizo, simplemente estaba admirando uno de sus peces favoritos cuando parece que el desconocido salió del acuario. Bueno, el hecho que hubiera salido de donde salió, no era motivo de sorpresa. Cuando viajaba por el mundo con su padre había vistos muchos seres. Y ya en la institución había otros de todo el tipo con habilidades que nunca había visto. La cuestión era que había sido muy inesperado tal acción por parte del recién llegado y Amitiel era muy asustadiza. Su padre decía que era como un gato.
Respiró hondo llevando una mano al pecho dándose cuenta que su asustador se había plantado delante suyo sin moverse. Alzó el rostro, el joven era enorme en relación a ella. Pero quería por lo menos mirar el rostro ajeno y se puso de puntillas. – Sí... - parpadeó, suspiró y se ruborizó levemente. No era del tipo que se ruborizaba así a la ligera. Sin embargo, ante ese imponente chico lo hizo y bastó con que él la mirara y le hiciera una inofensiva pregunta.
- Amitiel de segundo. – anunció esbozando una sonrisa tímida. Por primera vez en su vida en el mundo se había presentado por si sola sin que le hubiesen preguntado su nombre. Amitiel nunca decía su nombre a quiénes recién conocía. Podrían hablarle y ella contestaba, pero si no le preguntasen como se llamaba, tampoco lo decía ella. - ¿Y tú? – musitó curiosa y asombrada internamente con ella misma. No solo era la primera vez que se presentaba por iniciativa propia, también expresaba interés sobre un desconocido sin más. Ya que muchas veces que conocía alguien aunque le preguntasen por su nombre, la rubia nunca retribuía la interrogativa. No lo hacía por mal o porque era una amargada, no lo era. Solo que actuaba con poco tacto. No obstante, en ese momento presintió que algo había cambiado en ella y el motivo era ese desconocido.
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Re: The Crow, The Owl And The Dove {Priv, Amitiel}
The Crow, The Owl And The Dove
Privado con Amitielen Acuarios14:25Bueno, era de esperarse esa expresión de una jovencita; Dardeus es muy torpe y notó que la muchacha que tanto le llamaba la atención se asustó como un conejito o un pequeño gatito. Dedujo que ella no estaba acostumbrada a combates y que no había visto otros seres con poderes extraordinarios. Aparentemente era muy débil; aunque las apariencias engañan. El rubio no se percató que él mismo estaba muy raro. Primero no tenía las intenciones de manipularla y segundo, aún era raro que el rubio no disfrutara ver el temor de de una criatura muy débil, como solía hacerlo; se quedó serio observándola y atónito, agachando un poco la vista. —mhhh…— el grito de una mujer era insoportable en todos los casos pero la voz de aquella muchacha no era tan intenso como las demás, era en sí muy tierno. Cerró un ojo encogiéndose de hombros al escuchar el grito y relajó los hombros luego. Sentía cosas extrañas. Que no sólo le atraía físicamente, si no que parecía ser muy agradable, tierna… manipulable. Pero aún no podía confiar cien por ciento por sus encantos; sin embargo no podía obviar por el hecho de que le encantan personas, mascotas o cosas tiernas.
La muchacha no tiene la culpa de hacer un gran asombro como ese, por de la presencia del rubio; él la interrumpió y el joven pesando que ella se fijaba en él, en ese momento, que en realidad era que ella se entretenía con los peces. Qué vergüenza se apenó… algo. Alzó una ceja mirándola y desvió la mirada. Creía que ya iba siendo hora de que le tomase el tiempo libre de entrenamientos físicos y psicológicos para pasar a conocer a una nueva amistad pero creía que había metido la pata poco a poco sin importar que hiciera todo su esfuerzo. No se le hacía fácil hacer amigos con lo torpe que es. Claro que no se olvidó de su libro misterioso que aún tiene en sus manos; las ocultaba por su espalda disimuladamente para que no le llame la atención a la desconocida. Mientras que le tomaba atención, notó que ella se sonrojó. Tan sólo ver eso, sonrió de lado elevando un poco la barbilla. Fijando la mirada directamente a sus grandes y hermosos ojos azules de la fémina que de alguna forma seducían al rudo joven. Se sorprendió un poco cuando se presentó solita y Dardeus quería presentarse primero. Aunque se preocupó cuando notó el nerviosismo de Amitiel Oh no, no era mi intención cría que la ha intimidado.
Se sentía estúpido por no presentarse antes, no sabía que le pasaba y trató de recuperar la conciencia para que luego no se quede como bobo en frente de ella —ah… ¿Quieres saber mi nombre en serio?— sonrió de lado entre dientes mientras que aún la miraba intensamente. Le respondió rápidamente para darle dudas a la pobre e indefensa criatura que estaba en frente de él. Que sea una pequeña muy tierna, no significa que no juegue con ella, a su manera. No se olvida de jugar con sus presas. Deducía que era humana o tal vez estaba equivocado porque los humanos son extrañas criaturas curiosas, los detestaba pero si ella fuese una humana sería una excepción. —Bueno, me podrías llamar Dardeus, Dardeus Holzwarth— Lo dijo con un tono muy tranquilo pero fuerte y claro. Se acercó un poco a ella para tomarle descarada y suavemente de la mano; amó la delicadeza de su piel, era tan suave como ceda; elevándola con cuidado hasta llegar frente a los labios del rubio y para eso tenía que agacharse debido a su altura pero antes de robarle un beso en el torso de su mano —Mucho gusto, Amitiel.— cerró los ojos y le besó galantemente en su mano.
Quería ver si eso le hacía ruborizar, ver como se colorean en un tono rojo las mejillas de la señorita una vez más. Abrió un ojo observándola a ver qué reacción tendría ver. Rápidamente, disimulado le soltó la mano lentamente a su lugar. Dentro de él estaba enojado peo la mayor parte estaba muy confuso y gozando de algo que nunca había sentido antes. Dardeus, Dardeus… ¿Qué haces? Es algo innecesario. Completamente una gran pérdida de tiempo. Idiota, déjala su cabeza decía muchas cosas, que las obviaba por culpa de su frígido corazón que le decía “No la dejes ir, no la pierdas”. Tanto era su interés, que era capaz de seguirla. Luego para que no se quede un silencio incómodo entre ellos, pensó en algo para empezar una conversación o algo —Te vi afuera y me pareció genial tu arma.— sabía que era un arma asiática pero no sabía muy bien los nombres de cada uno —hehehe… se ve muy limpio que podrías ver tu reflejo en ella.— re rió —aparte de que alguien se quedara ciego por el reflejo del sol— susurró desviando la mirada. —¿En qué casa perteneces?— de repente preguntó saltando el tema. Cosa que no le da curiosidad, o a lo mejor estaba muy confundido si estaba interesado y que no quiere admitir. Aún tenía la Mirada a un punto muerto del lugar, de daba algo de pena verla. Sus ojos me intimidaron… no, no creo que sea eso.
La muchacha no tiene la culpa de hacer un gran asombro como ese, por de la presencia del rubio; él la interrumpió y el joven pesando que ella se fijaba en él, en ese momento, que en realidad era que ella se entretenía con los peces. Qué vergüenza se apenó… algo. Alzó una ceja mirándola y desvió la mirada. Creía que ya iba siendo hora de que le tomase el tiempo libre de entrenamientos físicos y psicológicos para pasar a conocer a una nueva amistad pero creía que había metido la pata poco a poco sin importar que hiciera todo su esfuerzo. No se le hacía fácil hacer amigos con lo torpe que es. Claro que no se olvidó de su libro misterioso que aún tiene en sus manos; las ocultaba por su espalda disimuladamente para que no le llame la atención a la desconocida. Mientras que le tomaba atención, notó que ella se sonrojó. Tan sólo ver eso, sonrió de lado elevando un poco la barbilla. Fijando la mirada directamente a sus grandes y hermosos ojos azules de la fémina que de alguna forma seducían al rudo joven. Se sorprendió un poco cuando se presentó solita y Dardeus quería presentarse primero. Aunque se preocupó cuando notó el nerviosismo de Amitiel Oh no, no era mi intención cría que la ha intimidado.
Se sentía estúpido por no presentarse antes, no sabía que le pasaba y trató de recuperar la conciencia para que luego no se quede como bobo en frente de ella —ah… ¿Quieres saber mi nombre en serio?— sonrió de lado entre dientes mientras que aún la miraba intensamente. Le respondió rápidamente para darle dudas a la pobre e indefensa criatura que estaba en frente de él. Que sea una pequeña muy tierna, no significa que no juegue con ella, a su manera. No se olvida de jugar con sus presas. Deducía que era humana o tal vez estaba equivocado porque los humanos son extrañas criaturas curiosas, los detestaba pero si ella fuese una humana sería una excepción. —Bueno, me podrías llamar Dardeus, Dardeus Holzwarth— Lo dijo con un tono muy tranquilo pero fuerte y claro. Se acercó un poco a ella para tomarle descarada y suavemente de la mano; amó la delicadeza de su piel, era tan suave como ceda; elevándola con cuidado hasta llegar frente a los labios del rubio y para eso tenía que agacharse debido a su altura pero antes de robarle un beso en el torso de su mano —Mucho gusto, Amitiel.— cerró los ojos y le besó galantemente en su mano.
Quería ver si eso le hacía ruborizar, ver como se colorean en un tono rojo las mejillas de la señorita una vez más. Abrió un ojo observándola a ver qué reacción tendría ver. Rápidamente, disimulado le soltó la mano lentamente a su lugar. Dentro de él estaba enojado peo la mayor parte estaba muy confuso y gozando de algo que nunca había sentido antes. Dardeus, Dardeus… ¿Qué haces? Es algo innecesario. Completamente una gran pérdida de tiempo. Idiota, déjala su cabeza decía muchas cosas, que las obviaba por culpa de su frígido corazón que le decía “No la dejes ir, no la pierdas”. Tanto era su interés, que era capaz de seguirla. Luego para que no se quede un silencio incómodo entre ellos, pensó en algo para empezar una conversación o algo —Te vi afuera y me pareció genial tu arma.— sabía que era un arma asiática pero no sabía muy bien los nombres de cada uno —hehehe… se ve muy limpio que podrías ver tu reflejo en ella.— re rió —aparte de que alguien se quedara ciego por el reflejo del sol— susurró desviando la mirada. —¿En qué casa perteneces?— de repente preguntó saltando el tema. Cosa que no le da curiosidad, o a lo mejor estaba muy confundido si estaba interesado y que no quiere admitir. Aún tenía la Mirada a un punto muerto del lugar, de daba algo de pena verla. Sus ojos me intimidaron… no, no creo que sea eso.
Última edición por Dardeus T. Holzwarth el Dom Jul 28, 2013 8:06 pm, editado 1 vez
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Re: The Crow, The Owl And The Dove {Priv, Amitiel}
Llevó una mano a la boca, tapándola después de soltar el pequeño chillido. – Lo siento. – se disculpó dándose cuenta de lo ridículo que hizo. No era como un conejito que huía a lo primero que se movía. Solo era como un gatito que al mínimo movimiento inesperado daba un brinco y se ponía alerta.
El chico le superaba con muchas creces el tamaño por lo tanto seguía de puntillas para poder apreciar el rostro ajeno. Lo observaba con curiosidad e intriga, no se enteraba de lo que podría estar pasando por la menta foránea, porque cambiaba sutilmente la expresión. En un momento la miraba y en otro ya no. ¿Se cohibió? Negó despacio, no parecía el tipo que se reprimía. Pero, ¿qué iba a saber la pequeña? Era la primera vez que lo veía. De hecho, era la primera vez que tenía un abordaje así.
Se dio cuenta que los mofletes cambiaban de tono, porque sintió los mismos acalorados. Era la misma sensación que tenía cuando su padre la elogiaba por algo. Y después se echaba a reír diciendo que se había quedado del color del tomate. Nadie para allá del anciano le hacía sonrojarse. Quiso llevar las manos a las mejillas para tapar el rojizo que tenían, pero evitó hacerlo. Prefería pasar de largo de tal suceso, sería menos incomodo. Aunque el otro sí lo notó o eso creía. El semblante se le había cambiado a una sonrisa y a una mirada que no sabía cómo interpretarla. Solo supo desviar su propia mirada mordiscándose el labio inferior. No la intimidó, pero no sabía cómo percibir la expresión del mayor.
- No, pregunto el nombre al pez. – bromeó señalando el animal acuático que antes observaba meticulosamente. Prosiguió con una risita muy natural, no lo estaba vacilando. Tampoco lo dijo con malicia. Tenía un sentido del mundo un poco extraño y le salía sin venir a cuento. Tal acción por parte del ojiazul pudo aligerar la mente un poco ya que empezaba agobiarse. No era un portento en saber entablar conversaciones. – Sí, tu nombre. – musitó sonriente volviendo a poder mirarle sin sentir tanta presión. Y se quedó expectante, la respuesta no se hizo tardar mucho más que unos segundos. – Dardeus Hol… - se trabó ella misma porque tenía una incapacidad de nombrar palabras largas y/o con muchas consonantes seguidas. Se distrajo visualizando el sobrenombre del mayor en su mente, podría ver todas las letras, pero no sabía pronunciarlo. Tenía un problema; no era capaz de decir el apellido y su padre siempre le dijo que debería dirigirse a las personas que mal conocía por sus los apellidos y no por el nombre de pila.
Cuando dio por ella, el recién presentado tomaba una de sus manos abriendo los ojos de par en par; volvió a tomarla de sorpresa. Se sobresaltó sutilmente y apenas sus hombros se alzaran un poco. Nunca la habían saludado de tal forma que parecía peli de tiempos antiguos. Le encantaban esas pelis. Parpadeó algo incrédula, no podía volver a distraerse de nuevo. Normalmente tenía una un pensamiento que se dispersaba fácilmente. Aunque, cuando se encontraba ante otros lograba mantenerse atenta. Solo que con él no parecía ser así, era como que sus propias ideas podrían ser robadas por una mirada del estudiante. De repente pudo ver bastante bien el rostro; un rostro amenazante pero de alguna manera le transmitió calidez. Se enrojeció más todavía, se había agachado acercándose mucho más a ella fomentándole a alzar la mano cerrada y pegarle un coscorrón en toda la nuca a la vez que el mismo le besaba el torso de la otra mano. Lo hizo sin meditar, fue un impulso. La voz de su tutor resonó en su mente; siempre le había enseñado a no dejar que cualquiera se le acercara de buenas a primeras. – ¡Ups! – soltó dándose cuenta de lo que hizo. Desde siempre sabía que el relacionarse no era el suyo. No le gustaba la violencia ni ser agresiva, pero terminaba siempre teniendo impulsos drásticos. Hecho reprochable por su bendito padre que le siempre decía que debería ser una dama, no un gladiador.
Una vez que el otro le soltó la mano, retrocedió, apartándose torpemente. Seguía hablando y ella simplemente lo miraba sin saber qué hacer. Solo seguía alejándose caminando como cangrejo porque lo hacía para atrás. - ¡¿Qué haces?! – espetó ignorando lo que el desconocido le decía y lo miraba fijo como animal acorralado para después dar media vuelta y largarse del lugar. Le daba yuyu la gente que se le acercaba así sin más.
El chico le superaba con muchas creces el tamaño por lo tanto seguía de puntillas para poder apreciar el rostro ajeno. Lo observaba con curiosidad e intriga, no se enteraba de lo que podría estar pasando por la menta foránea, porque cambiaba sutilmente la expresión. En un momento la miraba y en otro ya no. ¿Se cohibió? Negó despacio, no parecía el tipo que se reprimía. Pero, ¿qué iba a saber la pequeña? Era la primera vez que lo veía. De hecho, era la primera vez que tenía un abordaje así.
Se dio cuenta que los mofletes cambiaban de tono, porque sintió los mismos acalorados. Era la misma sensación que tenía cuando su padre la elogiaba por algo. Y después se echaba a reír diciendo que se había quedado del color del tomate. Nadie para allá del anciano le hacía sonrojarse. Quiso llevar las manos a las mejillas para tapar el rojizo que tenían, pero evitó hacerlo. Prefería pasar de largo de tal suceso, sería menos incomodo. Aunque el otro sí lo notó o eso creía. El semblante se le había cambiado a una sonrisa y a una mirada que no sabía cómo interpretarla. Solo supo desviar su propia mirada mordiscándose el labio inferior. No la intimidó, pero no sabía cómo percibir la expresión del mayor.
- No, pregunto el nombre al pez. – bromeó señalando el animal acuático que antes observaba meticulosamente. Prosiguió con una risita muy natural, no lo estaba vacilando. Tampoco lo dijo con malicia. Tenía un sentido del mundo un poco extraño y le salía sin venir a cuento. Tal acción por parte del ojiazul pudo aligerar la mente un poco ya que empezaba agobiarse. No era un portento en saber entablar conversaciones. – Sí, tu nombre. – musitó sonriente volviendo a poder mirarle sin sentir tanta presión. Y se quedó expectante, la respuesta no se hizo tardar mucho más que unos segundos. – Dardeus Hol… - se trabó ella misma porque tenía una incapacidad de nombrar palabras largas y/o con muchas consonantes seguidas. Se distrajo visualizando el sobrenombre del mayor en su mente, podría ver todas las letras, pero no sabía pronunciarlo. Tenía un problema; no era capaz de decir el apellido y su padre siempre le dijo que debería dirigirse a las personas que mal conocía por sus los apellidos y no por el nombre de pila.
Cuando dio por ella, el recién presentado tomaba una de sus manos abriendo los ojos de par en par; volvió a tomarla de sorpresa. Se sobresaltó sutilmente y apenas sus hombros se alzaran un poco. Nunca la habían saludado de tal forma que parecía peli de tiempos antiguos. Le encantaban esas pelis. Parpadeó algo incrédula, no podía volver a distraerse de nuevo. Normalmente tenía una un pensamiento que se dispersaba fácilmente. Aunque, cuando se encontraba ante otros lograba mantenerse atenta. Solo que con él no parecía ser así, era como que sus propias ideas podrían ser robadas por una mirada del estudiante. De repente pudo ver bastante bien el rostro; un rostro amenazante pero de alguna manera le transmitió calidez. Se enrojeció más todavía, se había agachado acercándose mucho más a ella fomentándole a alzar la mano cerrada y pegarle un coscorrón en toda la nuca a la vez que el mismo le besaba el torso de la otra mano. Lo hizo sin meditar, fue un impulso. La voz de su tutor resonó en su mente; siempre le había enseñado a no dejar que cualquiera se le acercara de buenas a primeras. – ¡Ups! – soltó dándose cuenta de lo que hizo. Desde siempre sabía que el relacionarse no era el suyo. No le gustaba la violencia ni ser agresiva, pero terminaba siempre teniendo impulsos drásticos. Hecho reprochable por su bendito padre que le siempre decía que debería ser una dama, no un gladiador.
Una vez que el otro le soltó la mano, retrocedió, apartándose torpemente. Seguía hablando y ella simplemente lo miraba sin saber qué hacer. Solo seguía alejándose caminando como cangrejo porque lo hacía para atrás. - ¡¿Qué haces?! – espetó ignorando lo que el desconocido le decía y lo miraba fijo como animal acorralado para después dar media vuelta y largarse del lugar. Le daba yuyu la gente que se le acercaba así sin más.
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