Habitación #5

Hacía poco que había conseguido llegar a aquellas islas. ¿Cómo era? ¿"Perdidas en mitad de la nada"? Todavía no sabía bien ni cómo se las había ingeniado para plantarse en aquel lugar con todas las pertenencias que le había dado tiempo a reunir. Una vez allí, todo había sucedido relativamente rápido. Ah, y le habían dado un dragón porque, por lo visto, vivir rodeada de bichos raros no era lo bastante extraño para los que dirigían aquel lugar.

La lagartija con alas apenas había tardado unos días en acostumbrarse a su presencia... Aunque Irina estaba convencida de que era porque le había conseguido parte de la carne picada que usaban en la cocina a hurtadillas y se la había dado cuando le había conocido, se conformaba con que no se dedicara a mordisquearle la ropa.

Volvía a su habitación de la cocina con Dunkle (la mencionada lagartija voladora) subida a su hombro. Ocasionalmente el animal gruñía con lo que, sin duda, debían de ser profúndísimas reflexiones y quejas que Irina no entendía en absoluto, con todo, la vampiresa se esforzaba en asentir y darle la razón porque no estaba en absoluto interesada en que el bicho aquel le mordiera la oreja con sus afiladísimos dientes si se atrevía a llevarle la contraria. No tenía prisa ni verdadero interés en llegar allí pues su compañera no había llegado y pasar la tarde encerrada y sola no era precisamente un "planazo".

Por eso, cuando abrió la puesta de su habitación y vio a una pequeña rubita con maletas, al principio, se alegró. No había ido allí a socializar, pero estar absolutamente sola era demasiado incluso para ella, estar con alguien... Casi (ojo, casi) sintió ganas de sonreir. Hasta que aspiró el aroma de la desconocido. ¿Qué demonios era? ¿Por qué olía.... Así? Apretó los dientes, había dejado muy claro que no quería a ninguno de su misma raza cerca ¿qué narices era ella? ¿la habían ignorado? Dunkle batió levemente sus pequeñas alas con un gruñido que pretendía ser amenazador pero que no cumplía del todo su cometido.

-...Supongo que eres mi compañera- comentó ahorrándose cualquier saludo que antes hubiera podido hacer. Trató de no ser borde, no demasiado, si había un error, pronto estaría fuera de allí y ella podría dedicar su tiempo a marginarse como solía -No tengo muchas cosas, mi cama es la de la izquierda- abrevió antes de que Aru preguntara nada. El dragón planeó hasta su cama, casi reclamándola y la vampiresa rodó los ojos -¿Estás segura de que no te has equivocado?- añadió después sin poder evitarlo, todavía tratando de usar un tono comedido.

Dunkle, con todo aquel garbo altanero que le caracterizaba, rugió en respuesta a las palabras de la recién llegada y nueva compañera de habitación de la vampiresa. Irina frunció el ceño con la mirada puesta en las dichosas llaves... Con lo fácil que resultaría destrozarlas y lanzarlas por la ventana de poder avercarse un poco a la muchacha. -Perfecto..- Suspiró ante aquel tipo de ideas y se sentó al lado del dragón, tratando de mantener así las distancias con la rubita de una manera más o menos disimulada.

Negó con la cabeza tras su pregunta -Llegué hace poco... Ni siquiera he terminado de instalarme- no por nada, bajo su cama estaba la triste maleta que había llevado consigo. Como entre semana lo que se solía poner era el uniforme, la gran parte del resto de su ropa seguía doblada y guardada en su sitio.

-...Disculpa, soy una maleducada- suspiró para sí misma -Ahm.. Me llamo Irina, Irina Koenig- murmuró en un precario tono de disculpa. La desconocida, oliera como oliera, si de verdad era con quien iba a dormir desde aquel momento, al menos se merecía saber su nombre, ¿no? El dragón abrio sus fauces en señal de protesta y cuadró los hombros -...Y este es Dunkle... Ya sabes- apuntó al pin con el escudo Dracheart con un gesto despreocupado -Un dragón- explicó de manera escueta. Con lo que podría ser un asentimiento o una nueva queja, la lagartija sacudió la cola golpeando las sábanas y el cubre cama. Posiblemente, escupir fuego hubiera resultado más llamativo, pero el animal ni siquiera conseguía toser humo por el momento y posiblemente no hubiera sido en absoluto atractivo.

-¿Y tú? ¿Qué haces aquí?- preguntó tras unos momentos de indecisión, con tono reticente. Todo lo referente a la otra la repelía y al tiempo llamaba su atención... ¿Por qué se empoeñaba en complicarse de aquel modo la vida?