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¿Heeeh? ¿Un libro? [Priv. Nathalie Adiashen]

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Mensaje por Chizuru Minamoto Vie Jul 05, 2013 11:12 pm


¿Heeeh? ¿Un libro?

Privado - Nathalie Adiashen

Imagínate el lugar más vacío, donde todas las paredes son blancas, corres lo más que puedes pero no encuentras un fin o ni siquiera sabes dónde empezó… ¿Lo hiciste? ¿Qué pensarías de una muchacha cuya mente para los estudios es así de igual al lugar que te acabas de imaginar? Una esbelta azabache, grandes ojos y cuyo objetivo en la vida va a alcanzar con pasión y astucia pero que todo se desploma al momento de ver un libro. Chizuru siempre ha sido de las personas que saltaban clases y no se preocupaba por ellas, estaba más concentrada en otro tipo de cosas y a las clases que iba, salía “victoriosa” con una nota regular…se sentía a salvo, su tía era muy allegada a la gente del instituto…sin contar que Chizuru pasó los últimos 100 años en este lugar ¿Imposible que la saquen verdad? Ah, eso creía hasta que una de los profesores la pescó en el campus en horario de clases, con una voz firme le dijo que si no mejoraba sus notas…iba a tener que pasar vacaciones dentro del instituto! Faltaba mucho para las vacaciones pero la azabache toma cada palabra en serio y de por sí es una persona muy extremista por lo que el pánico de no poder salir y  usar libremente  las cosas a las que estaba acostumbrada la invadió por completo.

Ir a la biblioteca podría serle de ayuda, todos allí estaban concentrados en sus tareas y otros a pasar un tiempo de absoluto silencio, Chizuru podría tomar un libro y empezar a estudiar para las próximas clases y ah claro…no faltar a ellas. Caminó un rato por el campus en busca de la biblioteca, cuando llegó vio una placa grande con su nombre…una placa que estaba empolvada en las esquinas y el brillo del plateado iba opacándose con el pasar de los años…-Moo… ¿A las personas realmente les gusta esto?- Mencionó para sí misma para después soltar un suspiro y abrir la puerta cuyo chirrido hacía que todos fijaran su mirada en la persona que cruzara por aquella entrada.  Se dirigió hacia los libros de historia, conocía acerca de ese tema así que le sería sencillo empezar por ello antes de aventurarse a tomar otra asignatura. –A ver…éste es!- Sacó con cuidado un libro de pasta roja cuya cubierta desempolvó con sus propias manos y dio un primer soplido. Se sentó en una de las tantas mesas vacías y lo abrió, al comienzo parecía entender todo pero a medida que pasaba las páginas notaba cosas nuevas. -¿Y ESTO?- Estaba tan anonadada por las cosas que estaban en el libro, cosas que nunca había escuchado o leído, creía saberlo todo de este lugar…100 años no era poca cosa! No se dio cuenta que se encontraba parada, con las manos fuertemente posadas en la mesa y varias miradas clavadas en ella, ¿Cómo iba a salir de ésta?...
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Mensaje por Nathalie Adiashen Miér Jul 10, 2013 11:21 am



¿Heeeh? ¿Un libro?

tombe devant mon pouvoir basé sur l'extérieur.
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La apariencia. Todo giraba entorno a aquel detalle. Los que carecían de un hermoso exterior, alegarían que eran meras tonterías, sandeces promovidas por quienes poseían un elevado poder adquisitivo. No obstante, solo buscaban engañarse, lamerse las heridas que el destino les había provocado. Les agradara o no, en cualquier lugar los juzgarían por su imagen. Nadie contrataba a un ser con ropajes mugrientos, sonrisa anodina y rasgos poco agradables. En un vendedor el como ir a su negocio lo era todo. Dientes deslumbrantes, traje elegante que inspirara seguridad, zapatos de cuero... Así mismo, en un matón de discoteca se buscaría alguien imponente, que irradiara temor desde kilómetros a la redonda. Quien osara negar aquellos hechos, estaría rechazando a la mismísima realidad.

¿No estaban fundamentadas sus pesquisas tras todo aquel argumento? Ah... las criaturas que no pertenecían a la élite como ella, eran tan vulgares que rozaban lo patético. En el fondo, le provocaba una enorme rabia que tales seres estuvieran compartiendo residencia con un miembro de tan alta estima como lo era ella. Sobretodo detestaba cuando se le aproximaban... ¿Acaso no veían en ella a una Diosa? ¡Acercase a una divinidad de su clase debería estar penado por la ley! ¿De dónde salían sujetos tan poco agraciados? Seguramente habrían pasado algún casting al más baboso o insignificante en la vida. No recordaba haber contemplado el rostro de ninguno de ellos con anterioridad.

¿Qué más señal se necesitaba para tacharlos de inútiles? Si no habían conseguido triunfar en la vida o ser reconocidos internacionalmente, no poseían el honor de estudiar en el mismo recinto que ella. Suspiró, ciertamente resignada a que ninguna de sus quejas fueran a ser escuchadas. Si lo meditaba con calma y objetividad, habría deseado poder asistir a un instituto con más elegancia y porte... no obstante, no había tenido la opción a quejarse, a fin de cuentas, aquella Casa a la que pertenecía era su responsabilidad... El saber dirigirla, les demostraría a sus progenitores que estaba preparada para hacerse cargo de sus dos importantes linajes. Sus labios se curvaron ante la idea de tanto poder en sus manos. Acomodó uno de sus cortos bucles con serenidad, jugueteando instantes después con un mechón de los más próximos a su rostro. Paciencia... Odiaba tener que aguardar, de hecho era caracterizada por poseer poco de aquello, pero no había más remedio que dejar la rabieta para más adelante. Caminaba de forma energética por el pasillo, captando las miradas de algunos de los estudiantes... Y es que no era demasiado usual verla encaminándose hacia esa estancia en particular.

La biblioteca. Hogar de cientos de ejemplares de libros y de cerebritos empeñados en sacar las calificaciones más elevadas. En aquel lugar residían seres sumamente extraños, y sobretodo, aburridos... Pero no tenía más remedio que acudir. Los exámenes estaban cercanos, y aunque ella opinaba que con su belleza lo normal sería que la aprobaran de inmediato, los profesores se aferraban a la idea de que era necesario progresar intelectualmente. ¿Para que demonios le iba a servir conocer cada una de las guerras que se produjeron a lo largo de la historia? Lo realmente importante era la maña, la destreza mental y la capacidad de manipulación. Por supuesto, la falsedad del personal docente era motivada por los valores que estaban obligados a adoctrinar. Ah... el regente siempre era capaz de controlar a cada uno de sus peones. ¿Debía sentir admiración hacia el Director de la escuela? No, era un sentimiento diferente... De camaradería... Sí, debía de ser aquello. Era su superior, era al único al que reconocería como tal. Finalmente, empujó la puerta hacia el reino de lo bizarro... Al penetrar en la habitación, ignoró los orbes que se habían posado en una muchacha de cabellos oscuros.

Sin duda, esa criatura era vulgar. Llamar la atención con movimientos tan poco elegantes o arrogantes. Se dirigió hacia la estantería donde estaban los libros de la asignatura en cuestión... y justamente faltaba el que precisaba. Fue entonces cuando observó de nuevo a la llamativa joven. Frunció el ceño mientras posaba una mano en la cadera con desdén. Así que la casualidad había provocado que esa persona tuviera algo que requería. ¿Cuánto más quería el destino reírse de ella? Suspiró, encaminándose a donde estaba la joven con una mueca prepotente en los labios. Frenó a unos centímetros de ella, posando una mano en el libro abierto sin variar su narcisista expresión en el rostro.—Tienes algo que necesita alguien de la élite como yo. Dámelo. Apresúrate.—Ordenó de forma precisa y concisa, sin poder evitar sonreír ligeramente haciendo gala de su mejor arrogancia.   
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Mensaje por Chizuru Minamoto Sáb Jul 13, 2013 10:18 pm

“Todo se logra con pasión” “No importa cuánto te cueste llegar a algo, la pasión que pongas en ello será la diferencia entre el logro y la pérdida” Tantas fueron las cosas que le enseñaron a Chizuru cuando era más joven, todo se lograba con la pasión y sería mucho más sencillo si ponías todo de sí pero jamás mencionaron que sólo era útil cuando lo complementabas con algo más. Para llamar la atención de alguien debes esmerarte pero la realidad era que todo entraba por los ojos y si físicamente no eras atractivo tenías que hacer el doble de trabajo sólo para conseguir un poco de atención, no era el caso de la azabache y no era por sonar egocéntrica pero los dioses habían sido buenos con ella y ella aprovechaba lo que tenía aunque a veces se acercaban a ella chicos con malas intenciones por no decir pervertidos. Lo mismo sucedía con los estudios, debía sentarse en una biblioteca donde no encajaba ni acostumbraba, sólo para permanecer un tiempo más en aquel instituto ahora su hogar gracias a su querida “madre”. No es difícil el comprender por qué los estudios no eran de su sumo agrado, es decir, ¿Ibas a aplicar todo lo que te enseñaran? Nunca comprendió por qué algunos hallaban interesante estar metidos entre libros en vez de disfrutar el salir y socializar al máximo, eso era productivo ¿Cierto? El cerebro de las personas es complejo, todos tienen el mismo cerebro pero cada área está activa de forma distinta dependiendo de la persona que la poseyera, somos tan complicados que ni siquiera podemos hallar la perfecta comparación.

Las personas que se encontraban en la biblioteca tenían distintas razones, muchos estaban por el simple disfrute de saber un poco más, otros como ella que estaban sólo por los exámenes y por último, los que buscaban aislarse del mundo exterior. Quién diría que un lugar lleno de estantes tan aburrido como el aire que se respira, iba a ser el refugio de aquellos con baja autoestima cuya mejor compañía era la soledad y silencio que no los juzgaba, por el contrario, los acompañaba y re afirmaba que debían permanecer ahí. Chizuru no los juzgaba como muchos otros pero sí lo hacía, pero no era por criticarlos, si no, ¿Por qué darle el gusto al rechazo? Debían mantener la cabeza en alto e inflar el pecho para hacerse notar, le parecía ridículo que existiesen personas que no se dieran cuentan de lo valiosos que son…sin dudas, no tenían la personalidad para pertenecer a Dracheart, quien estuviese ahí debía estar consciente de su propio valor como mínimo.

Cuando pensaba que iba a ser el lugar indicado para concentrarse, resultó lo contrario, todo ahí era motivo por el cual tomarse un tiempo y analizar su por qué, sumando el hecho de que no era la mejor estudiante y había elegido una asignatura que requería de paciencia, concentración y una buena comprensión que no iban a ser sencillos de equilibrar al mismo tiempo, al menos no para la kitsune. –¡Concéntrate!- Cerró los ojos por unos segundos para luego abrirlos y fijar su mirada otra vez en el libro, y cuando creía que podría lograrlo esta vez, algo interfirió entre su mirada y las letras del libro…una mano….¿Una mano? La mirada de Chizuru empezó desde los dedos claros de aquella mano y subió por un brazo delgado hasta llegar al rostro de una señorita cuya expresión no era de placer, más bien era de indiferencia o como si estuviese molesta.

Las palabras que salieron por esos delgados y pálidos labios la dejaron aún más desconcertada, no era necesario mencionar que era de la élite, todos sabían quién era ella: Nathalie Adiashen. Su nombre, su apellido, su cabello, todo en ella gritaba que era la representante de la “Casa de oro” como la azabache había bautizado. Nunca tuvo la oportunidad de hablar con ella ni mucho menos cruzar miradas pero sí conocía acerca de ella y la había visto rondar por ciertos lares. Desconocía si ella tenía conocimiento de la azabache, ambas tenían buen tiempo en ese instituto pero quién sabía…quizás no era lo suficientemente decente para la mirada de los bucles azules. –Pues yo tengo entre mis manos algo que una estudiante desesperada necesita, así que puedes buscar otro~!- Sabía que no había otro libro igual pero por qué le urgía ese libro en concreto, la biblioteca tiene centenares de libros como para que elija uno y ya. Respondió tratando de asemejar la arrogancia que había percibido de la peli azul pero sin éxito ya que no era propio de la kitsune, logrando tan sólo sonar sarcástica y decidida a no soltar ese libro. No sabía cómo tratarla pero sí sabía que no merecía una sonrisa gentil de parte de Chizuru –¡Heh, más bien interrumpes mi momento de estudio!- Añadió a su comentario frunciendo notoriamente su mirada, no era muy sutil para expresar su enojo, más bien era muy expresiva así que era de temer lo que pasaría entre ellas.
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Mensaje por Nathalie Adiashen Lun Ago 05, 2013 12:19 pm



¿Heeeh? ¿Un libro?

tombe devant mon pouvoir basé sur l'extérieur.
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Consolarse, lamerse las heridas unos a otros como perros que extraviaron su hogar... Los seres humanos eran similares a los cánidos, incapaces de sobrevivir a menos que se apoyaran en la existencia de semejantes. Para ellos, el concepto de ser únicos era algo propio de cada individuo, presumían de poseer notables diferencias entre unos y otros. ¿Acaso no podían ver que todos poseían el mismo instinto de manada? Compartiendo un rasgo tan patético, las personas serían juzgadas y tachadas de incompetentes en un solo pestañeo. La muchacha de cortos cabellos no precisaba de nadie para valerse por si misma... Con sus propias ansias y esfuerzos podría ascender en la escalera de la fama sin pedirle ni suplicar ayuda a nadie.  

Aquel mundo, algún día en su totalidad le pertenecería. Cada existencia, cada racimo, cada uno de los pequeños detalles que la rodearan estarían bajo su mandato. Y entonces, castigaría a los ineptos que la habían molestado durante aquellos años de su vida. El tiempo ponía a cada uno en su lugar... Ella era el mayor ejemplo de aquello. Su niñez estuvo plagada de pobreza, de muertes, de cadáveres acumulados unos sobre otros, esperando su turno para ser roídos por sombras sin futuro. No obstante, consiguió volver a su sitio en la cumbre de la sociedad... Un poco más, y su venganza podría llegar a su culminación.  Jamás lo admitiría tan a la ligera, mas siempre había guardado rencor en su alma...

Un odio profundo hacia aquellos seres que pasaron por alto su existencia, que jamás movieron una sola de sus articulaciones por su bien. Subsistió gracias a su ímpetu por continuar respirando. Estaba en deuda con su espíritu por mantener la cordura, la racionalidad y la frialdad a pesar de los escombros que envolvían su porvenir. Ahora todo estaba de forma correcta. 

¿Por qué inquietarse por los espectros del pasado? Si tan solo fuera capaz de ignorarlos... Quizás, su orgullo pudiera florecer con más esplendor... Tal vez, jamás se le planteara la posibilidad de mostrar su verdadera personalidad... Puesto que de hecho, podría hacer suya la manera de comportarse que se había impuesto a sí misma. Adiós dolor, hasta nunca sufrimiento.

Se repetía aquellas fantasías constantemente, casi convirtiéndose en una obsesión. En ocasiones se cuestionaba que meditarían sobre ella los demás si descubrieran aquel lado temeroso, nervioso y desconcertante suyo. ¡Imposible! ¡Inimaginable! Desechar todo su trabajo hasta ese momento, arrojar por la borda su fachada, su imagen construida a medida. ¡¡Era una completa locura!! ¡Casi un planteamiento de un interno de alguna residencia psicológica! ¿En qué estaba pensando en los momentos en los que aquella concepción aparecía? Seguramente, aquellas cavilaciones eran fruto del contacto con la escoria que la rodeaba a todas horas. ¡Sus incoherencias eran contagiosas! Abandonaría aquella línea de proyectos cuanto antes... ¡Ella no tenía la culpa de todos los óbitos y la devastación de la tierra donde realizó sus primeros pasos! La furia de los espectros cargados de recuerdos debería descender sobre los inservibles, los incapaces de sobrevivir en medio de la desolación. ¿Sentimientos? ¿Afecto? Aquellas emociones eran demasiado mundanas para una Diosa, una deidad de la defunción como lo era ella. El solo hecho de plantearse la posibilidad de trabar alguna clase de amistad con otro ser, debía de repatearle el estómago. Sin embargo, su cuerpo se estremecía ligeramente con la opción de establecer un vínculo de camaradería con alguien. Sí... quizás, realmente sentía una honda soledad en su alma. Era la primera vez que era consciente de aquella emoción en su pecho. Con cada latido de su corazón, podía sentir vibrar su piel con añoranza. Así que eso era lo que estaba experimentando. Estaba tan vacía... Abandonada por los demás a causa de su propia barrera contra las criaturas de la academia. ¡Daba igual! T-Tan solo no se le acercaban por envidia, por los achares que carcomían sus esencias por dentro al saber que ella poseía un futuro brillante plagado de lujos y grandes fortunas. Algo que desde luego, los ignorantes compañeros de estudios no conseguirían jamás.

Adiós dudas, hasta nunca remordimientos... Ahora su atención debía posarse sobre un inconveniente que había surgido. ¿Quién se creía ser aquella muchacha, de largos cabellos castaños, que persistía en su empeño de conservar aquel volumen de historia? ¿Osaba enojarse con la aristocrática heredera que se había dignado a dirigirle la palabra? Sencillamente debió arrebatarle aquello por la fuerza... La educación de la plebe era nefasta en esa época al parecer. Sus progenitores no parecían haber aplicado la disciplina necesaria en aquella joven insolente y sumamente molesta.

Nathalie frunció el ceño, posando la mano derecha sobre su cadera, mientras la izquierda la alzaba en un ademán cargado de desdén y arrogancia.—Me rehúso.—Comentó, antes de tomar aliento y continuar con su demandante solicitud.—Una estudiante de élite está sobretoda la escoria como vosotros... Es tan divertido ver como tratáis de compararos con la alta sociedad. No precisas ese libro, por mucho que lo observes, alguien con tu intelecto no logrará pasar del primer párrafo.~—Lejos de expresar su enojo, se esforzó por mantener en su rostro una expresión de aburrimiento, de narcisismo puro. Si entraba en el estúpido ruedo al que la castaña quería inducirla, terminaría por perder su compostura... Lo cual era considerablemente sencillo debido al fuerte temperamento de la líder. Enarcó una ceja, antes de que en la misma le apareciera un ligero tic nervioso, evidenciando que estaba a punto de extraviar su decencia.—¿Qué acabas de decir? ¿¡Interrumpir?! ¡Alguien tan importante como yo jamás interrumpe nada en absoluto! ¡Solo la escoria como tú molesta! ¡Dame eso de una maldita vez!—Dicho y hecho, extendió la palma de su mano, indicando que pusiera el libro a su disposición de inmediato.
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Mensaje por Chizuru Minamoto Dom Ago 18, 2013 12:17 am

La superioridad, la incredulidad y el narcicismo, tres palabras que representan tres de las características de una falsa personalidad, un espejo sacado de una tienda de bromas que lo único que hace es mostrarte de la manera que deseas a ti y a tu concepto de perfección, sin darte cuenta que no engañas a nadie…sólo a ti mismo. Incrementas tu ego con tu propia ilusión, subes tu autoestima desmesuradamente sin saber que ésta no cambió, sigue en cero. Considerar que el resto no vale más que tú y que la inteligencia que te acompaña es única, empero no te das cuenta que ese pensamiento es lo más estúpido que alguien podría tener, ni la persona menos destacada tendría aquel pensamiento. ¿Asi es cómo aquel tipo de personas vive? ¿En un mundo de ilusiones? No sabes en qué momento empezó, quizás es producto de una mala experiencia, surgió como una armadura o tu castigo divino fue ese, sin embargo, en ese momento pensaste que podrías controlarlo a tu antojo hasta que ya no te fuera útil sin darte cuenta que te tomó prisionero entre sus espinas y ahora no puedes zafarte, reflexionas el por qué no puedes huir pero ¿Acaso intentarías huir de algo que te puede dañar si vas contra su voluntad? Es como el sueño que se volvió pesadilla y del cual no vas a despertar a menos que alguien lo haga pero ah, irónicamente tu pesadilla fue el no poder relacionarte con alguien sin menospreciarlo provocando que esta huya de ti o no se atreva siquiera a tocarte.

Pero igual de ingenuos son aquellos que tratan de ser un pan de dios, piensan que por comportarse como lo más puro del mundo los resguardará de todo mal, pero no existe pureza en su totalidad…¿Ingenuo? Sí ¿Inocente? Sí ¿Amable? Por supuesto? ¿Símbolo de pureza? Jamás, no existe gente con tal caracterización, esas personas son también una careta que se desprende cuando están solas. Todos tienen un poco de maldad y bondad en su ser, acompañados de diferentes características, tener un poco de ambos no es pecado pero tratar de fingir que sólo posees uno de ellos es un delito. Nos pasamos tanto tiempo juzgando a los demás que no nos juzgamos a nosotros mismos y si ya lo hemos hecho, volverlo a hacer porque cada día e incrementa alguna de tus características.

Y  bien, no podía decir más de aquella heredera de Adiashen, estaba frente suyo, sus labios pálidos y sus extremidades flacas se movían cada vez que tenían la oportunidad. Chizuru hacía caso omiso de los comentarios que salían de la boca de peli-azul, cada “ofensa” sólo hacía que Chizuru viera esa inseguridad que estaba tratando de cubrir con una cortina transparente. ¿Escoria Chizuru? Sabrá que ella nació de la escoria, ¿Sus padres nacieron ricos? Y si ese fuera el caso, ¿Sus abuelos lo fueron? Y si afirma todo, las cenizas de las que surgió la humanidad y el apellido Adiashen fueron escoria, nadie nace rico…que ella tuviera el privilegio de gozar esa parte era una cosa pero en lo más profundo de su existencia, ella era la escoria. Y si la azabache era escoria, ¿Ella no se convertía en escoria cada vez que le respondía y la miraba? Uh, rebajarse al nivel del pueblo, que desgracia sería en este momento la señorita si encarara a sus ancestros.

-Hasta donde sé, ya voy en el segundo párrafo, ja!- Evidentemente había avanzado mucho más pero sólo buscaba prender esa mechita que Nathalie tenía bien escondida, esa mechita que prendería a una heredera desaliñada y rebajada a la “escoria”, ¿Qué ganaría Chizuru? Nada, quería saber el verdadero color de esa persona frente a ella. Sabía perfectamente cómo era ella frente a todos, no le afectaba en lo más mínimo sus palabras, es probable que alguien de Nymphart en el lugar de la azabache, estuviese entregando el libro y con movimiento tembloroso por lo mismo que muchos de ellos son susceptibles y preferirían ahorrarse una discusión pero Dracheart no era así, la garra que ellos ponían en cada palabra, en cada acción, en todo era admirable y no sería muy fácil para la muchacha de bucles salir airosa de esta conversación y mucho menos que piense que podrá conseguir el libro al primer intento. –Yo estaba tranquilamente tratando de estudiar hasta que cierta señorita, si tú, interrumpió. ¡Escoria!- Le resultaba gracioso cómo cada palabra podía revertir su significado, cómo podía voltear el pastel a su favor aunque sea unos segundos, unos segundos que llenaban de placer a la kitsune, pero en parte era cierto, Nathalie interrumpió y eso no podía ocultarlo ni con un  camión.

-¿Por qué necesitas el libro? Alguien tan inteligente, tan precavida, siempre tan adelante como tú ya debería haber leído este libro…saberlo de memoria, derecho y reverso…no lo necesitas~- Dijo esto último al ver cómo la mano extendida de Adiashen estaba frente suyo indicando que el libro debía posarse sobre esos flacos dedos y esa pálida palma, el cual sólo sintió una palmada leve de Chizuru. –¡Ol-vi-da-lo!- Dándole la espalda y fijando su mirada una vez más en el párrafo en el que se quedó. Sentía que el detonador estaba en cuenta regresiva, 5, 4, 3, 2, 1…¿Explotaría? ¿Se resignaría y se iría? Cualquiera que sea la reacción, no podría salir sofisticada de la situación en la que se involucró demás, ah, todo lo que tenía que hacer para conservar tan apreciado libro entre sus manos.

Había perdido demasiado tiempo, más de lo debido, tenía ahora poco tiempo para estudiar pero no podía rendirse después de tanto esfuerzo. No había quién le enseñase, los mejores alumnos son los de Haradrim pero ¿Pedirle ayuda a un Haradrim? ¿En serio? ¡Imposible! Vería lo que haría pero primero debía asegurar el libro.
Chizuru Minamoto
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Kitsune
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¿Heeeh? ¿Un libro? [Priv. Nathalie Adiashen] Empty Re: ¿Heeeh? ¿Un libro? [Priv. Nathalie Adiashen]

Mensaje por Nathalie Adiashen Vie Sep 06, 2013 7:29 am



¿Heeeh? ¿Un libro?

tombe devant mon pouvoir basé sur l'extérieur.
 •Soundtrack•

¿Tan nefasta había sido la solución que la muchacha encontró para sus angustias? Aquella fachada le había devuelto el porqué de su existencia, el carisma que extravió en medio de la pobreza y los escombros. Quienes se atrevieran a juzgarla deberían ser castigados o torturados... A fin de cuentas, la opción escogida no dejaba de ser una opción como otra cualquiera. Cuando transformaba sus inquietudes en ególatras sonrisas forzadas, lograba anestesiar el sufrimiento del pasado, domar las manadas de memorias que acudían a sus pensamientos. Seguramente, si alguien conseguía ver a través de su antifaz cuidadosamente elaborado y ocultado, no llegaría jamás a comprender cuan benigno resultó esconder su auténtica personalidad bajo una gruesa manta de egoísmo.  Así era, ellos nunca podrían alcanzar la inteligencia precisa para entender el principio de sus razonamientos. En el fondo, la soledad la atormentaba de cuando en vez, nublando su visión... Los años sin compañía consiguieron que ante sus orbes, solo su figura se reflejara. El resto de la sociedad carecía de importancia alguna, lo esencial era que la joven y aristócrata heredera mantuviese su compostura y la elegancia natural en todo momento. Era peligroso descuidarse ante el gentío. No podía siquiera pestañear, o sin ser consciente de ello, la plebe te devoraría como tú mismo estuviste haciendo con ellos. De aquel planteamiento, Nathalie desechó el tratarlos por igual y sacó en bruto la cautela del poder transformarte en cazado en lugar de continuar siendo el depredador como en la actualidad. Jornada tras jornada, la impaciencia y el desespero carcomían a la joven peli-azul.

Pertenecer a la alta sociedad era sumamente estresante, arduo e incoherente. Los orbes de la aristocracia te carcomían, ávidos de encontrar algún defecto con el cual empujarte del pedestal donde te hallabas  para ascender ellos mismo en la pirámide de la gloria. La misma Nathalie practicaba aquel ejercicio común entre los suyos. Mas, ¿qué opción le quedaba que derrotar en lugar de dejarse vencer por la honradez? Defectos como tales los había extraviado en el mismo instante que la máscara de calumnias que posó sobre su rostro. Cansada. Aquel era el estado de su mente a medida que las pesadillas eludían el muro alzado ante la realidad y se colaban en su lecho para atormentarla. Quizás, durante algunas jornadas pudo desorientar a los fantasmas en forma de recuerdos, mas con el tiempo descubrieron que a pesar de lo mostrado al exterior, el interior de la muchacha se hallaba deshecho por la inmundicia, destruido por la carencia y desnutrido por la autocompasión.

Se sorprendió al comprender que estaba enojada con aquella desconocida. Usualmente lo única que experimentaba al interaccionar con la escoria era repulsión, animadversión y aborrecimiento. Sin embargo, esa persona frente a ella de largos cabellos azabaches había conseguido encender la vela de su cólera. ¿Qué buscaba aquella individua al negarse a entregar algo que de por sí había pagado sus progenitores? Sus labios se fruncieron en una mueca de disgusto, al tiempo que un tic se apoderaba de su ceja izquierda. De veras, estaba batallando por conservar su compostura... ¡Era demasiado complicado mantener el porte digno cuando la joven con la que dialogaba era molesta, irritante y se movía como una becerra en terreno de jaguares. Cerró los puños con fuerza, repasando mentalmente los números hasta el diez... De ninguna manera perdería contra la inmundicia... ¡Y si enumerar hasta la cifra susodicha no servía pues subiría el cálculo a veinte! ¡Y así sucesivamente hasta que consiguiera lo que se le antojaba! Lo que más la fastidiaba era que no se doblegara ante ella...

¿Quién se creía ser para hacerse la importante? Y finalmente, no pudo contenerse ante aquel comentario insolente. Pataleó con rabia en el suelo, mientras alzaba la voz en lo que parecía ser una réplica semejante a la de un infante cuando sufre un berrinche.—¡¡No me ignores cuando te hablo. inútil!! ¡Presta atención a lo que digo, agh! ¡No eres más que una inmunda mocosa envidiosa de todo lo que poseo!—La señaló inquisitivamente, notando como la sangre le hervía del enojo que se había apoderado de sus actos.—¿Yo escoria? ¡Parece que no te has mirado en el espejo, vaca de estercolero! ¿De dónde has sacado esos ropajes? ¡Parecen de algún vertedero! ¡Los desechos que vosotros llamáis indigentes deberían hacerte un favor y prestarte sus asquerosos cartones, pero que vayan a juego!—Tembló de pies a cabeza durante un lacónico instantes, mientras repasaba mentalmente todas las acciones que acababa de realizar. Se había escapado del dominio que se había impuesto, mas aún no era tarde para retomar su fachada. Posó la mano sobre los labios mientras fingía un acceso de tos escueto y recatado. Carraspeó suavemente, posando una mano sobre la cadera y con la otra jugueteando con uno de sus rizados mechones.—¿Molestar? Parece que te has equivocado de objetivo, vaca.~ La única que está incordiando eres tú con tu incesante verborrea absurda. Aprende donde está tu lugar, escoria.♥—Añadió a sus palabras, además de la esencia misma de la arrogancia, un perverso encanto que buscaba resultar hiriente y crítico.

Aunque la exacerbación latía en sus sienes, se esforzó por cambiar aquella mueca por una irónica y perversa sonrisa. La serenidad y la cautela habían regresado a su fachada. Apartó uno de lo rizados mechones azulados de delante del rostro, soltando una leve carcajada déspota.—Todos esos datos son irrelevantes para la aristocracia. Sin embargo, la plebe que forma el profesorado, excluyendo a Bachman por supuesto, se empeña en que nos aprendamos cosas tan insignificantes como el pasado... Cuando es evidente que es algo prescindible.~ Pero claro, no espero que la inmundicia lo entienda.—Se encogió de hombros con dramatismo, como si estuviera dando por perdida a la azabache, o en otras palabras, tachándola de estúpida incorregible. Al sentir la piel de la ajena sobre su mano, la retiró de forma instantánea, como si acabara de ser contagiada de algún extravagante e inmundo virus. Miró asqueada la palma de su mano, frotándola contra su capa en un gesto irrespetuoso.—Que asco.—Masculló, antes de volver a señalar con energía a la desconocida, haciendo gala de su mayor agresividad.—¿¡Cómo demonios se te ocurre tocarme, vaca?! ¡Ahora tendrás que pagarme el desinfectante, ha!  

En realidad, hacía tiempo que el libro carecía de valor para la muchacha... Ahora mismo, no estaba batallando por conseguir el volumen en sí, sino para mantener su orgullo y su dignidad impugnes. A fin de cuentas, bastantes alumnos estaban observando al disputa... Y abandonar la gigantesca estancia sin el tomo entre sus brazos, significaría la derrota no solo en su interior, también ante todos aquellos especímenes inferiores. Y eso, no dejaría que aconteciera nunca.
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