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You're in Trouble {Nathalie}
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Jikan Highschool :: Papelera :: Papelera
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You're in Trouble {Nathalie}
Había llegado la hora que todo alumno adoraba: Cuando la jornada de clases del día terminaba. Ese momento en donde el toque de timbre los liberaba de sus deberes escolares y eran libres de hacer lo que se les antojara, y donde también profesores podían tener un tiempo de descanso y así poder preparar las clases del siguiente día con mas tranquilidad. Lamentablemente, para Alek las cosas no serian así. Mientras se levantaba de su asiento y ordenaba sus cosas, los alumnos del tercer año (Ultimo curso que había tomado en el día) recogían sus libros y mochilas rápidamente, hablando entre ellos lo mas bajo posible para no molestar al profesor, afectados todavía de la primera impresión de su clase. En su rostro no se podía apreciar ningún signo de emoción, pero en el fondo se sentía satisfecho con esa clase.. habían aprendido a tenerle respeto desde un principio y sabían que el no estaba de payaso para parase al frente para ponerse a gritar y retarlos como si fuera su niñera y para que se rieran de el, aunque no dudaba de que ya se había ganado el odio de varios de sus alumnos y estos hablaran mal de el a sus espaldas, aunque esto no tenia ninguna importancia. Pero aun así, aun quedaba una alumna de primer año que todavía no podía entender algo tan fácil como aquello.
Salio del aula con su maletín, caminando con tranquilidad por el pasillo mientras se ganaba unas cuantas miradas de parte de los alumnos.. Algunas con odio, otras con temor, y tal vez unas otras con admiración, daba igual cual fuese el significado, a Alek le daba igual.. No estaba ahí para dejarse llevar por la opinión de ellos. Sin inmutarse camino por esa multitud y se dirigió al aula de los de primer año, encontrándola claramente vacía.. aunque no por mucho. Pronto llegaría ni mas ni menos que la Líder de los Adiashen, quien había tenido el valor de tratarle como si fuera un trapo sucio en su camino sin ni siquiera tener la suficiente inteligencia para darse cuenta que no estaba hablando con su sirviente, ni tampoco con cualquier profesor que se dejara llevar por su caprichosa actitud. Los Adiashen... niños malcriados que se creían superiores a todo. Sabia desde un principio que tendría problemas con ellos, pero nunca pensó que en el primer día sus problemas comenzarían, aunque en el fondo su molestia no era tan mayor. No era una persona que se molestaba con facilidad, y una alumna con graves problemas de egocentrismo no seria la excepción. Avanzo por el aula, deteniéndose en la mesa del profesor para depositar en esta su maletín, extrayendo de su interior un gran libro que leyendo la portada se podía deducir que estaba escrito en italiano. Al haber pasado mas de la mitad de su vida de país en país dominaba a la perfección el idioma de todos estos, por lo tanto no tenia problemas en leer un libro en el idioma que fuese.. De hecho, esto le favorecía al haber libros que tenían un valioso contenido y que solo se encontraban en un tipo de idioma.
Tomo asiento en su respectivo lugar y dirigió su mirada al reloj que había en el salón, asegurándose de la hora antes de abrir su libro, el cual llevaba mas de la mitad leído, y comenzarlo a leer a la espera de la alumna. Solo aceptaría 5 minutos de atraso.. de no presentarse en la sala en ese lapso de tiempo el castigo que le esperaría seria mucho peor del que ya tenia en mente.. y por supuesto, a la alumna no le haría ninguna gracia y menos al haber presenciado ya como era su actitud.
Salio del aula con su maletín, caminando con tranquilidad por el pasillo mientras se ganaba unas cuantas miradas de parte de los alumnos.. Algunas con odio, otras con temor, y tal vez unas otras con admiración, daba igual cual fuese el significado, a Alek le daba igual.. No estaba ahí para dejarse llevar por la opinión de ellos. Sin inmutarse camino por esa multitud y se dirigió al aula de los de primer año, encontrándola claramente vacía.. aunque no por mucho. Pronto llegaría ni mas ni menos que la Líder de los Adiashen, quien había tenido el valor de tratarle como si fuera un trapo sucio en su camino sin ni siquiera tener la suficiente inteligencia para darse cuenta que no estaba hablando con su sirviente, ni tampoco con cualquier profesor que se dejara llevar por su caprichosa actitud. Los Adiashen... niños malcriados que se creían superiores a todo. Sabia desde un principio que tendría problemas con ellos, pero nunca pensó que en el primer día sus problemas comenzarían, aunque en el fondo su molestia no era tan mayor. No era una persona que se molestaba con facilidad, y una alumna con graves problemas de egocentrismo no seria la excepción. Avanzo por el aula, deteniéndose en la mesa del profesor para depositar en esta su maletín, extrayendo de su interior un gran libro que leyendo la portada se podía deducir que estaba escrito en italiano. Al haber pasado mas de la mitad de su vida de país en país dominaba a la perfección el idioma de todos estos, por lo tanto no tenia problemas en leer un libro en el idioma que fuese.. De hecho, esto le favorecía al haber libros que tenían un valioso contenido y que solo se encontraban en un tipo de idioma.
Tomo asiento en su respectivo lugar y dirigió su mirada al reloj que había en el salón, asegurándose de la hora antes de abrir su libro, el cual llevaba mas de la mitad leído, y comenzarlo a leer a la espera de la alumna. Solo aceptaría 5 minutos de atraso.. de no presentarse en la sala en ese lapso de tiempo el castigo que le esperaría seria mucho peor del que ya tenia en mente.. y por supuesto, a la alumna no le haría ninguna gracia y menos al haber presenciado ya como era su actitud.
Aleksandre- Orientación :
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Fecha de inscripción : 04/07/2013
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Re: You're in Trouble {Nathalie}
Inaudito. Acababa de cometerse un atentado contra la belleza, contra una diosa, contra la perfección... Aquello era un delito que debería ser penado por la ley del Estado. ¿Quién osaba castigar a un miembro de la élite de una forma tan mundana y anodina? ¡Aquel bastardo todavía no parecía haber comprendido quien era ella! ¡Era la heredera de la Casa más prestigiosa de toda la Academia! ¿Qué ser en sus cabales osaría atentar contra su dignidad?
¿Qué demonios dirían sus progenitores si llegaba a sus odios la noticia de su castigo? ¡Seguramente se enojarían considerablemente! ¡Su posibilidad de ascender hasta la gloria quedaba reducida ante el acto de un mísero miembro del personal docente! ¿Es que acaso no comprendía lo importante que era para la aristocracia la imagen y la reputación?
Su sangre hervía de indignación al recordar la escena... Por suerte solo unos pocos alumnos la habían llegado a presenciar. Acallar a unas míseras ratas no sería más complicado que chasquear los dedos y exigir su presencia. Dinero, amenazas... Cualquiera de los dos métodos era utilizable. Preferentemente, se decantaba por el último mencionado... Disfrutar del dolor del prójimo era un privilegio que solo la élite podía permitirse. Terminaría con aquel malentendido antes de que el acontecimiento volara demasiado lejos. Hablando metafóricamente como ella amaba, cortaría las alas al ave antes de que siquiera llegara a emprender su alzada. Y desde luego, haría comprender a su maestro donde estaba su lugar...
Entre la escoria, evidentemente. Solo la mención en su mente de la reprimenda brindada, conseguían provocarla arcadas, náuseas ante la incoherencia de que un desecho le alzara la voz a una deidad. Su gesto se torció con desagrado a medida que avanzaba por el pasillo. Sin prisas... No poseía ningún interés en llegar a tiempo al aula asignada. A fin de cuentas, no pensaba resignarse a la sanción. Ha, si aquel hombre realmente sopesaba la posibilidad de domarla, estaba condenado a la decepción y al sufrimiento. Nathalie no se doblegaba ante nadie, solo obedecía a sus propios impulsos.
Los corredores estaban vacíos a aquellas alturas de la jornada... Seguramente se habrían reunido en sus respectivos grupos, para dialogar de estúpidos temas mundanos y soñar con una acomodada vida como la de los miembros de la élite. Formar en su imaginación la escena le causaba un aparente deleite. Sentirse anhelada, deseada, envidiada... La nutría. Conseguía que la semilla del egocentrismo floreciera con facilidad en su alma, que el narcisismo se convirtiera no en una cualidad, sino en un estilo de vida como cualquier otro. Curioso sería investigar en sus raíces, contemplar su infancia repleta de pobreza y cadáveres acumulados a causa de las enfermedades y la desesperación. Comparar a la infante resentida y atemorizada por la muerte, con la muchacha arrogante que despreciaba a los mendigos, era una misión que lograría cautivar al más famoso historiador. No obstante, para ella su pasado había fallecido... Se había extraviado al otro de la barrera que formó entre su verdadera personalidad y la que ella se había obligado a fabricar como remedio contra la sociedad.
Frenó ante la puerta de la cátedra indicada previamente por el instructor de oscuros cabellos. Suspiró de forma audible, dejando escapar un sonido cargado de desdén y aburrimiento. Sin vacilar ni un instante, empujó la cancela con ímpetu. Allí estaba el cargante sujeto responsable de su desgracia. Justo al dar un paso en el interior de la estancia, el tic que indicaba que cinco minutos de retraso había circulado sonó. Sin hacerle caso alguno, se dirigió hacia la mesa del monitor con una mano posada sobre la cadera, torciendo el gesto en una mueca de perplejidad.—Sensei, no comprendo que diantres hace un miembro de la aristocracia después de la jornada escolar, en tal cuartucho.
¿Qué demonios dirían sus progenitores si llegaba a sus odios la noticia de su castigo? ¡Seguramente se enojarían considerablemente! ¡Su posibilidad de ascender hasta la gloria quedaba reducida ante el acto de un mísero miembro del personal docente! ¿Es que acaso no comprendía lo importante que era para la aristocracia la imagen y la reputación?
Su sangre hervía de indignación al recordar la escena... Por suerte solo unos pocos alumnos la habían llegado a presenciar. Acallar a unas míseras ratas no sería más complicado que chasquear los dedos y exigir su presencia. Dinero, amenazas... Cualquiera de los dos métodos era utilizable. Preferentemente, se decantaba por el último mencionado... Disfrutar del dolor del prójimo era un privilegio que solo la élite podía permitirse. Terminaría con aquel malentendido antes de que el acontecimiento volara demasiado lejos. Hablando metafóricamente como ella amaba, cortaría las alas al ave antes de que siquiera llegara a emprender su alzada. Y desde luego, haría comprender a su maestro donde estaba su lugar...
Entre la escoria, evidentemente. Solo la mención en su mente de la reprimenda brindada, conseguían provocarla arcadas, náuseas ante la incoherencia de que un desecho le alzara la voz a una deidad. Su gesto se torció con desagrado a medida que avanzaba por el pasillo. Sin prisas... No poseía ningún interés en llegar a tiempo al aula asignada. A fin de cuentas, no pensaba resignarse a la sanción. Ha, si aquel hombre realmente sopesaba la posibilidad de domarla, estaba condenado a la decepción y al sufrimiento. Nathalie no se doblegaba ante nadie, solo obedecía a sus propios impulsos.
Los corredores estaban vacíos a aquellas alturas de la jornada... Seguramente se habrían reunido en sus respectivos grupos, para dialogar de estúpidos temas mundanos y soñar con una acomodada vida como la de los miembros de la élite. Formar en su imaginación la escena le causaba un aparente deleite. Sentirse anhelada, deseada, envidiada... La nutría. Conseguía que la semilla del egocentrismo floreciera con facilidad en su alma, que el narcisismo se convirtiera no en una cualidad, sino en un estilo de vida como cualquier otro. Curioso sería investigar en sus raíces, contemplar su infancia repleta de pobreza y cadáveres acumulados a causa de las enfermedades y la desesperación. Comparar a la infante resentida y atemorizada por la muerte, con la muchacha arrogante que despreciaba a los mendigos, era una misión que lograría cautivar al más famoso historiador. No obstante, para ella su pasado había fallecido... Se había extraviado al otro de la barrera que formó entre su verdadera personalidad y la que ella se había obligado a fabricar como remedio contra la sociedad.
Frenó ante la puerta de la cátedra indicada previamente por el instructor de oscuros cabellos. Suspiró de forma audible, dejando escapar un sonido cargado de desdén y aburrimiento. Sin vacilar ni un instante, empujó la cancela con ímpetu. Allí estaba el cargante sujeto responsable de su desgracia. Justo al dar un paso en el interior de la estancia, el tic que indicaba que cinco minutos de retraso había circulado sonó. Sin hacerle caso alguno, se dirigió hacia la mesa del monitor con una mano posada sobre la cadera, torciendo el gesto en una mueca de perplejidad.—Sensei, no comprendo que diantres hace un miembro de la aristocracia después de la jornada escolar, en tal cuartucho.
Nathalie Adiashen- Shinigami
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Fecha de inscripción : 26/06/2013
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