Nathalie Adiashen Ravenscroft{IDs}

Datos Básicos

Datos Físicos

¡No la llames enana! Aunque eso sea lo primero que pienses nada más verla, puesto que su estatura es considerablemente más limitada que la de otros estudiantes de su edad. A pesar de deber aparentar 15 años, apenas alcanza los 153 cm. Sus facciones son delicadas, semejantes a las de una muñeca de porcelana, mas recubiertas del esmalte de la alta sociedad. Sus rasgos son arrogantes aunque desprendan cierta ternura, que suele ser ocultada por la prepotencia. Nariz pequeña, corta y ligeramente respingona. Labios finos, que suelen detonar una mueca de molestia o de impaciencia. Sus sonrisas son amplias, de medio lado o sutiles, siempre otorgándole un aspecto desinteresado en los demás, y una luz que busca alumbrarse a si misma en lugar de a los demás. Forma del rostro bien definida, redondeada. Piel pálida, semejando ser de algún material semejante a la porcelana, mas sin rozar lo enfermizo. Su tez no demuestra ninguna imperfección o marcas de impureza a primera vista, solo poseyendo allí donde termina la espalda una ligera marca de nacimiento indicándola como sucesora del linaje Adiashen y Ravenscroft. Lejos de transmitir delicadeza su figura, irradia una fuerza impetuosa, basada en el mandar más que en el esfuerzo físico. Busto escaso, siendo menos de la media según su edad y curvas poco desarrolladas, estando a medio camino entre la niñez y la adolescencia.

Sus orbes son de una tonalidad azul, con un ligero brillo amarillento en su pupila, que hace que sus iris brillen en la oscuridad, semejando los de un gato. Son grandes y llaman la atención desde un primer momento siendo su rostro menudo y sus ojos enormes. El iris es de una tonalidad azul brillante, vibrante. Posee largas pestañas en sus párpados. Su cabello le cae justo por encima de los hombros o un poco más allá, y es completamente ondulado, formando elegantes ondas mientras cae con elegancia. Éste es del color del mar durante el verano, con un matiz un tanto más oscuro. Respecto a sus vestimentas, con el uniforme suele portar una larga capa aristocrática, que le llega hasta la altura de las rodillas. En sus peinados, usualmente emplea una diadema con un pequeño sombrero en un costado, una corona o un gran lazo. Por las calles, lleva vestidos u faldas estrafalarias, que detonan su gran interés por la moda y el estilo.

Spoiler:

Sello:
Nathalie porta el sello con orgullo de su casa en el broche que une su capa, aunque a veces también lo lleva en una corona presumiendo de su posición de líder.

Datos Psicológicos

¿Qué podemos decir de esta muchacha? Su exterior es completamente un escudo contra su alma. Es la dama del sarcasmo y del orgullo, siempre yendo disfrazada de ironía y falsos modales. Su forma de hablar es pulcra y cuidada, siempre escogiendo las palabras con sumo cuidado, brindando las más irónicas y ofensivas que encuentre en su vocabulario. No, Nathalie Adiashen no se rebajará a perder la calma ante nadie, ni a pronunciar insultos que puedan mancillar su imagen. Jamás es amable con ninguna criatura, excepto consigo misma, claro está. Siempre alza sus logros ante los demás, y se alaba con tanto empeño, que podría ser tachada de estar enamorada de su propio reflejo -lo que no se aleja demasiado de la realidad.- La peliazul luce su máscara de prepotencia y arrogancia allá a donde va, sin importarle si se dirige a un noble o a un mero plebeyo. Cabe destacar, que lejos de ser burda y soez con sus burlas, es poseedora de un humor inteligente, siempre dándole a sus palabras un deje cruel, sarcástico, irónico e imaginativo. Tacha a todos a su alrededor de inútiles e incompetentes a la primera. Es perfeccionista, por lo que siempre dará lo mejor de sí para realizar una tarea correctamente. Es orgullosa, y una mala perdedora, lo que hace que le vaya bien en los retos al no rendirse jamás por el mero hecho de no desear admitirlo. Es observadora, por lo que acecha cada pequeño detalle a su alrededor.  

Directa con sus palabras, mas conservando un "burlesco tono educado" con los superiores, siempre otorga su punto de vista sobre un tema aunque no se le exija. Demandante, adora mandar y ordenar a diestro y siniestro a los miembros de su casa o a los demás estudiantes. Vanidosa, ir a la última moda es algo necesario, aunque se deje millones de euros en ello. Afronta los problemas con calma y con picardía, y detesta que se involucren en sus asuntos aunque ella lo haga en los de los demás.

Aunque no lo demuestre, debajo de esa fachada hay un ser que busca protegerse del dolor, de los nervios, de la desesperación de su pasado. Sus pensamientos son profundos, nostálgicos, negativos. Aunque siempre rebose confianza en si misma, en su corazón el pesimismo persiste en aparecer aunque jamás lo demostrará. Ha aprendido a diferenciar el como desea ser, a como realmente es. Elige la lógica y la razón sobre los impulsos. Es caprichosa, y quiere que todo lo que desea o pida se cumpla o se le otorgue. Orgullosa y vanidosa en todas sus medidas.

Ser ignorada es algo que no tolerará, y en el caso de que así sea, entrará en una de sus "rabietas" y haré lo que sea por que se le preste de nuevo atención. Hay ligeros aspectos en la personalidad de Nath que causan polémica. Aunque ofrezca una imagen maliciosa y egoísta -que es cierto- ha demostrado querer proteger a los suyos en diversas ocasiones, aunque siempre de forma sutil.

Odia a los incompetentes que no cumplen con los encargos, así como está orgullosa de su estirpe y su rango dentro de la Academia. A pesar de ser de primer año, impone respeto debido a que es de las estudiantes más ricas del centro, y por lo tanto, de las que poseen más contactos. Aún más despectiva con los integrantes de otras Casas, no dudará en menospreciarlos de inmediato, especialmente a Haradrim, a quien considera un rival respecto a astucia. Cabe resaltar, que cuando su orgullo se enfrenta al de otra persona, surge el caos, puesto que no cederá de ninguna de las maneras. No cambia de opinión jamás, y siempre mira por encima del hombro a las personas a su alrededor. Sin embargo, son pocos los que conocen su historia.


Gustos
✖Evidentemente, las compras son su perdición, así como la moda.

✖Comer, sobretodo los dulces, el helado es un capricho que a menudo se permite.

✖Su animal preferido es el conejo, por considerar a los seres vivos de esa clase fáciles de engañar.

✖Los gatos, a menudo la identifican con uno.

✖Que la alaben, ¿a quién no le gusta que le digan lo bien que lo hace todo?

✖Su Casa, siente un orgullo excesivo por su "hogar."

✖Los retos, para demostrar lo buena que es en cualquier cosa que se proponga.

✖Mandar, dar órdenes es un privilegio que se puede permitir.

✖El dinero, evidentemente.

Disgustos
✖Ser ignorada, es algo que realmente no consentirá.

✖Los "inútiles" de las demás Casas, por no poder compararse a la suya.

✖Que la insulten, su orgullo no debe ser mancillado.

✖Que se metan con su estatura... Si lo haces, estás muerto.

✖Las medicinas, realmente las odia... igual pasa con los hospitales.

✖Los niños... No los puede ni ver. En cuanto divisa uno, lo mejor es dar media vuelta, porque realmente los odia.

✖¿La generosidad? No puede tener delante a alguien caritativo, puesto que piensa que solo lo hacen para sentirse bien consigo mismos.

✖Que interfieran en sus asuntos o retos.

✖Perder.

Otros Datos

Datos Biográficos

♣Le True, Francia.♣

Rondaba el año 1800. El viejo condado olvidado del país comenzaba a sufrir las plagas y epidemias traídas por los vientos del Norte. Mientras que en el territorio próximo celebraban grandes galas dignas de la realeza, la buena gente de aquel agujero se pudría a causa de las enfermedades. Muchas eran las personas que practicaban el canibalismo por culpa de la pobreza. Niños recién nacidos que desaparecían, ancianos que se sacrificaban por la juventud... Los piojos estaban incrustados en la cabellera de los aldeanos, así como su piel era grisácea por la carencia de alimentos y agua potable.

Nathalie llegó por sorpresa, sin avisar. Aquel fardo envuelto en una suave seda, estaba oculto entre las roñosas calles. La figura de un joven de 40 años dentro de la piel enfermiza que lo envolvía, se desplazaba cual fantasma por las aceras. Fue entonces cuando a sus oídos llegó el llanto demandante de un bebé. Sabía reconocer aquel sonido famélico tras observar la crianza de cuatro hijos, dos de ellos muertos tras ser víctimas del hambre que corría por su hogar. Fue necesario. Se acercó sigiloso hasta la bocacalle, donde la vio. Sus orbes eran grandes, vibrantes, repletos de vida. Su corazón podía escucharse desde lejos, repleto de fortaleza y espíritu por existir.

Muchas eran las veces que infantes aparecían abandonados, o sencillamente olvidados por sus progenitores. Mas aquella niña, estaba embutida en una manta de una tonalidad perlada con sumo esmero y cuidado. Aquel bebé se había extraviado. La cogió entre sus temblorosos brazos con miedo a mancillar su hermosa tez, con temor a romperla porque un ser impuro como él la sostuviera. El hombre quedó prendado... No, se convirtió en devoto de la salud de la niña que sostenía con esmero. No la dejaría a la intemperie, mantendría su energía por siempre, fuera como fuese. Hacía años que la locura corría por sus venas, así como la demencia se habría paso en su interior.

A partir de aquel instante, él vivía por y para ella. De forma renqueante, se dirigió a la chavola que constituía su único hogar. Su mujer estaba sentada en el suelo, ante la manta que les hacía de cama y de mesa. Lloraba. Como siempre. Saludó con un "ya estoy en casa". Era la rutina. No existía trabajo alguno en aquel enfermizo condado, donde los ricos no existían. Se alimentaban los unos de los otros, de la carroña, pero aún así, sus recursos poco higiénicos iban acabándose. Los huesos y los animales descompuestos no los mantendría por siempre con vida. Dos niños, ambos varones, de ocho y diez años, permanecían sentados con la mirada perdida, sin fuerzas para levantarse en jugar. Sin embargo, en aquella ocasión lo hicieron. Se pusieron en pie para observarla a ella.

—¿Qué has hecho? ¡No podemos vivir cuatro y añades cinco! ¡¿Qué piensas hacer con ella?! ¡Solo es una carga!

El señor, que parecía ensimismado con el rostro de la bebé, alzó sus orbes oscuros y apagados hacia su esposa. Con un relámpago de vitalidad por primera vez desde que se conocían. Él sí tenía una idea de lo que iba a hacer. Se aproximó al muchacho más cercano, el mayor, y desenfundado una vieja pistola que llevaba consigo a todas partes (para evitar ser asesinado para ser devorado), atravesó el corazón de su tercer hijo. En sus facciones no pasó emoción alguna. Pudo escuchar las lágrimas de su mujer resbalando por sus mejillas hasta gotear en el suelo.

—Cocínalo. Ahora. Y trae la leche para el desayuno y la cena de todo el mes. Esta niña tiene hambre.

Aquella noche no pasaron hambre.

♣Le True, Francia. 1805♣

Estaba muerto. Estaba muerto como el condado en si mismo. Estaba muerto como siempre debió estarlo. Su cuerpo inerte era mojado por la ácida lluvia que caía por su cuerpo. Estaba aferrada a la mano del que supuestamente era su hermano mayor, de 13 años por aquel entonces. Su mirada esta afilada, furiosa con el destino y consigo mismo por no ser capaz de llorar. La peli-azul no comprendía que estaban haciendo aquellas personas, al mordisquear las extremidades de su difunto padre. Agitó la manga del niño, clavando sus enormes orbes en los ajenos con curiosidad.

Él se limitó a cabecear y dar media vuelta, arrastrando a aquella a la que no estaba unida por sangre de vuelta al callejón, donde ya nadie habitaba más que ellos dos. Su madre había fallecido un año atrás, culpa de un constipado. Su padre contrajo un cáncer nervioso a causa de sus trastornos y pocos cuidados higiénicos. El mayor estaba preocupado por la muchachita... Poco a poco, su ritmo de crecimiento se estaba ralentizando, así como a sus cinco años, tan solo aparentaba uno. Antes de desfilar por la bocacalle precedente a la chabola, la cogió en sus brazos, temiendo que algún ambicioso deseara hincarle el diente a sus pequeños órganos. Fueron tiempos difíciles. La población de Le True se iba reduciendo drásticamente día tras día, de forma lenta pero precisa.

Isaac -su hermano.- temía a la muerte. Era un pavor que le impedía pensar o moverse con que la imagen de la nada apareciera en su mente, lo más nefasto de aquello, era que intuía, que su vida no tardaría mucho en extinguirse. Fue un año después de la muerte de su padre, cuando comenzó a perder la visión y su cerebro comunicaba mal las órdenes a sus nervios. Poco a poco, sentía como su cuerpo se entumecía, hasta el punto de no poder caminar. El mal de su progenitor, le había sido transmitido. ¿Quién cuidaría a la pequeña sin nombre si él no podía procurarle alimento? La caridad, no existía en aquel agujero.

♣Le True, Francia. 1820♣

Estaba frío. La pequeña mano de la infante soltó la extremidad de su hermano con una expresión neutra en el rostro. No parecía tener hambre. Su cuerpo a pesar de poseer 20 años, apenas aparentaba cinco. ¿Quién podría entender su ritmo de crecimiento? No poseía ningún patrón. No obstante, su inteligencia sí se había desarrollado lo suficiente como para entender las situaciones que la rodeaban. El ser que había cuidado de ella, que con los años había quedado en un estado vegetativo, estaba abandonando el mundo en el que ella residía. ¿Qué era aquella indiferencia en su pecho?

Se sentía... nostálgico. Como si en el fondo, debiera estar acostumbrada a ver partir almas. Le True estaba dejado de la mano de Dios, nadie acudiría a su rescate... No. No podía permanecer allí. Estaba cansada de cuidar de aquella persona que ni la reconocía. Cazar para él y ella misma era complicado, demasiado ajetreado para su menuda figura. Así que partió. Ya no miró atrás. En cuanto sus pies abandonaron la chabola, Isaac falleció en silencio. Se extinguió cual vela al acabársele el oxígeno. Sin embargo, en sus labios había una expresión relajada. La muerte no daba tanto miedo.

Nathalie, que por aquel entonces carecía de una denominación, comenzaba su viaje. Quería partir de la escoria en la cual vivía. Sus ropajes estaban cochambrosos, mas la vitalidad persistía en su cuerpo. Anduvo durante tantos días, que perdió la cuenta. Ya no hablaba nunca, tan solo comía restos de los cadáveres de otras personas y bebía la poca cantidad de líquido potable que hallaba en su travesía. Caminó hasta que sus piernas no lo soportaron más y cayó de bruces contra el suelo, sin saber que había llegado a la frontera entre Le True y el condado vecino, mucho más lujoso.

Dejó que sus párpados se cerraran, quizás esperando que apareciese un milagro.

♣Orfanato "La Sonrisa" , Francia. 1825♣

Aquellos eran sus padres. Lo supo antes de que los cuidadores se lo dijeran. Los orbes del adulto eran enormes y azulados como los suyos, la cabellera de la mujer era ondulada. Sus ostentosas prendas le sorprendieron, mas aquella aura paternal que emanaban hizo que corriera a sus brazos en cuanto los vio. Ambos se identificaron como sus progenitores, alegando que llevaban mucho tiempo buscándola. Así pues, comenzaba ahora la etapa llena de esplendor de su vida. Tuvo suerte el día en el que se desmayó, puesto que fue recogida por la dueña de aquel refugio para niños sin hogar. En cuanto los trámites se arreglaro, fue llevada a una lujosa mansión en París, donde se le explicó su procedencia.

Era una Shinigami, al igual que ellos mismos y todos sus antepasados. Ellos le relataron como se había extraviado... Cuando en Le True la epidemias empezaban a cobrar vidas a diestro y siniestro, sus servicios fueron requeridos... Sin embargo, nadie podía quedarse a cargo de la pequeña bebé que acababan de tener, por lo que se la llevaron con preocupación. El trabajo era demasiado, y una vez allí, por una serie de incidentes, bajaron la guardia y uno de los muertos de hambre se llevó a la niña mientras no miraban. No obstante, el demente no llegó demasiado lejos, al haber muerto de un paro cardíaco dentro de un callejón.

El mismo donde el hombre que la cuidó la encontró. Le comentaron su lento envejecimiento, así como que eran de las Familias del mundo Oscuro más poderosas, hasta el punto de poseer una Casa en la Academia Jikan, que cada vez cobraba más fama por los rincones. Se le dio un nombre: Nathalie. Y dos apellidos: Adiashen por su padre, Ravenscroft por su madre. El lujo la envolvió de inmediato, los tiempos de hambre desaparecían. Sus harapos eran cambiados por espléndidas prendas de la mejor calidad. Su personalidad callada e indiferentes se transformó en la actual.

La vida le enseñó, que la imagen lo es todo en cualquier momento. El tiempo avanzó raudo, llegando el año 1900, y con él, el día en el que se convertiría en la líder de Adiashen en la prestigiosa academia Jikan. Nada más llegar a su aposento lujoso, se encontró con un huevo en una vitrina de porcelana agujereada, con un pequeño sobre que rezaba: "Chantal" ¿Qué le deparará la vida en la nueva institución? Sin embargo, esta muchachita oculta más secretos que un pasado indigno y un lado sensible... ¿Te atreves a averiguar su misterio?

Origen de tu Personaje
✖Karneval

Nombre Original
✖Kiichi

"Jikan."