Primer día de clases

Hoy fue el día en el que Himeka llegó a Jikan. Nada más llegar, tuvo que deshacer su equipaje y prepararse. Se puso una falda larga cortada por los lados hasta la parte superior de sus muslos, una camiseta marron de palabra de honor, su diadema a juego y unas botas de cordones. En cuanto acabó, fue corriendo a dar clases de psicología, se presentó y comenzó tranquila. Al final de la mañana, debía ir a segundo año. Como no pudo desayunar nada, se fue tomando un café por el camino. Últimamente todo fue muy rápido en la vida de la pelirrosa y apenas tuvo tiempo para frenar y descansar. Aparte de ser profesora, era cantante así que tenía el doble de estrés.

Tampoco estaba de muy buen humor como para pensar con frialdad. Estaba algo triste, pero como siempre, lo disimulaba ante sus alumnos con una dulce sonrisa. Llegó algo tarde cargada de libros y notablemente agobiada. Los dejó en la mesa y sonrió ante la clase de segundo año.

-Soy Himeka Tsumura, vuestra profesora de Psicología y Música. Ahora vais a decirme vuestros nombres, y necesitaré dos voluntarios para traer el mueble con ruedas con la televisión y el vídeo- Dijo de forma calmada.

Había tenido un día tan agitado, que no pudo ni tirar su alianza, tampoco era consciente de llevarla. A medida que los alumnos decían su nombre, los iba anotando poco a poco. Sacó una cinta de entre sus cosas y la puso al lado del montón de libros. El vídeo hablaba del maltrato hacia la mujer. Quería que sus alumnos lo vieran y pensaran una opinión propia desde cualquier punto de vista, es decir, podían comentarlo desde el punto de vista de la mujer, de un hijo, del hombre, de alguien externo a la pareja... No solo quería que supieran todas las enfermedades patológicas de la psicología, sino a enseñarlos a ser personas. Ella creía que era una buena forma de educar a alumnos, no solo a imponerle conocimientos, si no también a enseñar cosas que en los libros no vienen.

En cierto modo a ella le afectaba eso, pero dejó ese mundo por suerte. Se quitó las gafas de leer y los miró sonrientes, en ningún momento Himeka perdía la sonrisa ante ellos ni ante nadie en general.

-Y bien... ¿Algún voluntario? Preguntó

Zeke no estaba atento, nunca lo estaba (salvo algunas veces en clase de economía). En el momento que la profesora estaba dirigiendo la mirada hacia sus alumnos, él estaba tumbado en la silla, con los pies apoyados en la mesa y la cabeza caída hacia atrás. El maltrato era cosa de vivos, y los asuntos de los vivos no eran mas que de los vivos. ¿Que demonios le iba a importar a él el maltrato? Al final ambos, maltratado y maltratador morirían, y ninguno sería recordado. Asi que, ¿por qué iba a importar cómo pasaran sus vidas? Tampoco es que fuesen a durar mucho. Aunque pensándolo mejor, Zeke no entendía por que los maltratados nunca luchaban o se rebelaban. Según ellos "el maltrato era peor que la muerte", así  que, ¿por que no luchaban hasta el último aliento?

Pero esa pregunta no le sería muy útil, sabía que le iba a caer un castigo de proporciones épicas nada mas entreabrir el ojo izquierdo y ver que la profesora estaba mirando su cadáver tirado en la mesa, sin prestar atención. Tampoco pensaba justificarse, no le importaban los castigos. No había nada que pudiera hacerle daño, ni avergonzarle ante una clase de vivos que no podían entender la manera de pensar de aquellos que no podían sentir con el corazón.
No sabía que decir. No se le ocurrió nada. Tan sólo redujo el volumen de la música que indiscretamente escuchaba y esperó las palabras de la profesora. Parecía novata, pero no cruel. El enorme aburrimiento en la mente de Zeke le hizo preparar una cuantas rimas para poder decirlas sin tener que pensarlas antes a la hora de hablar. Era una de sus viejas costumbres, tal vez la más anciana de todas.
Ahora lo que sucediese, dependía de la profesora.... o tal vez... Se le vino el nombre de Trafalgar Law a la cabeza, por ninguna razón en especial, probablemente lo habría leído en un arranque de aburrimiento en las listas del colegio.

Me desperté en mi cuarto, hechando un gran bostezo mientras me rascaba la cabeza y me levantaba de la coma, solo con la ropa interior. Al lado, en la cama, Kario comenzó a despertarse y lo miré de reojo al darme cuenta.
-Oh, despertaste. Bien, así será más fácil darte un baño.-le dije antes de acercarme y cogerle para entrar en el baño para ducharnos ambos.

Al terminar de ducharme fui a coger mi uniforme y me lo puse antes de coger mis libros y dirigirme a la puerta, donde me volví hacia Kario y le dije:
-Ni se te ocurra salir. -cuando se lo dije salí por la puerta y miré el reloj, viendo que llegaba tarde por lo que apresuré un poco mi ritmo.

Al llegar por fin a clase, toqué la puerta y esperé a que me dejaran pasar. Veo que la profesora es nueva y le sonrío, ignorando sus preguntas.
-Si si. Lo siento, sensei. -me disculpo ante ella antes de dirigirme a mi asiento mientras dirigía una rápida mirada hacia el resto de compañeros,  fijándome en uno con un aspecto bastante diferente, sobre todo cuando me fijé en su fecha de muerte, la cual no aparecía.

Al llegar al final de la clase, me siento en una de las mesas, sin nadie a la izquierda, y con el chico extraño a la derecha en la otra fila. Cuando la profesora pregunta por los nombres, yo espero a mi turno para responderle:
-Yo soy Trafalgar Law.

Refunfuñando empecé el día de clase, anoche se había metido en una pelea a lo grande mientras patrullaba dejandole el ojo derecho negro, dos pequeños cortes, uno en el pómulo izquierdo y en la mano derecha, tenía que darse una ducha rápida antes de ir a clases que para colmo se había quedado dormido, a mi lado Dovah disfrutaba del agua y el jabón dejándolo limpio y brillante, poniéndome mi uniforme rojo, ajustándome la corbata y colocarme la mochila sobre la espalda.

-Dovah, intenta dormir un poco mas y si te aburres mira por la ventana, no toques mi ropa ni mis cosas- le dije acompañándolo con señas de manos para ayudarle a entender lo que estaba diciendo, el pequeño asintió y se fue debajo del sol a acurrucarse.

Dejándolo en su habitación caminé con prisa hasta el salón de clase, a la distancia me pareció encontrar una persona con un gorro extrañamente familiar, al acercarme lo suficiente me di cuenta que era Law y que la profesora estaba pidiendo ayuda para colocar el equipo, no dije nada, simplemente fui por el equipo con ayuda de uno de mis clones de sombra pude traer todo a la clase en unos momentos mas tarde.

-Buenos dias sensei, soy Greyson Sanders mucho gusto- se presentó ante la clase antes de entrar con el equipo audiovisual dejándolos en el frente y al centro antes de tomar un asiento vacio para comenzar la clase y darle un saludo de dos dedos a Law

Zeke estaba preparado, sabía lo que le podría haber caído, y aun así, todo fue mucho menos agreviso de lo que él temía. Aun habiendo perdido toda la amabilidad con él, esta nueva profesora  le había resultado agradable. Se fijó algo mas en ella: pelirrosa, una figura fina y bien dotada, parecía que la hubieran diseñado según los cánones de la perfección que podía llegar a alcanzar una mujer.  Y el pobre espectro creía que ya lo había visto todo. ¿Con qué mas le podría sorprender este archipiélago? Ya había conocido a 3 diosas y su racha no parecía tener ganas de acabar.  Se sentó de una manera más decente sobre su silla, con las piernas abiertas y su cuerpo arqueado hacia adelante para poder admirar más de cerca a esa mujer. Le recordaba a cierta cantante famosa en japón, pero nunca había conocido su nombre. Bueno, ni el suyo ni el de la profesora, por lo cual cabía la posibilidad de que fuesen la misma persona. Pero eso no eran mas que tontas fantasías suyas.

Zeke no había prestado atención al vídeo, y realmente no le daba importancia a los asuntos de los vivos Sin embargo le habían dado un trabajo que hacer, y no iba a dejar pasar la oportunidad de no hacer nada y aburrirse. Prefería dejar sus tribulaciones y centrarse en asuntos de la escuela. Zeke escribió la hoja, y dió sus opiniones sobre el maltrato familiar, recalcando no una, sino varias veces que estaba muerto y que ese asunto era de los vivos y no suyo. Le pareció muy aburrido escribir una hoja entera como redacción, así que la escribió en verso.

-¿Un comentario? Empezamos realmente bien.. -pensé en voz baja mientras apoyaba el codo en la mesa y mi rostro en la mano, intentando pensar alguna excusa para escabullirse, pero no se le ocurrió ninguna.
-Bueno, no creo que sea tan difícil. -suspiré tras pensarlo un momento y saqué una hoja en la que empecé a dar mi opinión y puntos de vista sobre el maltrato de la mujer.

Empecé comentando todas las cosas que había visto durante mi viaje: violaciones, asesinatos, secuestros, venta de esclavas sexuales... Desde luego, tenía diferentes cosas que decir, todo negativas, sobre este tema, ya que cada día me sorprendían más las brutalidades que había por el mundo, siendo la mayoría por los humanos, una raza que se auto-proclama la más inteligente y que, sin embargo, está destruyendo su propio planeta, en el que viven otras muchas criaturas que tienen que soportar sus ataques y demás. Luego, comencé a poner hipótesis mías sobre como podrían solucionarse este tipo de problemas, pero apenas me ocuparon tres o cuatro líneas, ya que no era algo que me hubiera planteado en profundidad.
-Ya está. -pensé en voz alta al terminar por fin el comentario y, antes de levantarme, escribí mi nombre al final y me dirigí tranquilamente hasta el escritorio donde estaba la profesora, dejando mi comentario y volviendo a mi asiento, quitándome un peso de encima.
-Espero que le sirva, porque como tenga que volver a hacerlo...

Cuando me senté en el asiento me quede viendo a la profesora quedandome engatusado por sus ojos celestes y pelo rosa, no eran elementos comunes pero combinado por su bello rostro y cuerpo adulto era toda una belleza que no podría aproximarse por mucho que quisiera, la relaciones maestra-alumno estaban prohibidas y había un límite a que reglas se podría romper y cuales no, pero maldita sea que era atractiva.

Miré el video con atención y empecé a escribir sobre el contenido desde cosas que observava a opiniones personales que variaban del típico ojo por ojo, a terapia o en ciertos casos su neutralización, no le gustaba esa opción pero siempre que lo hacía explicaba que aquel ser era demaciado incorregible y que será una amenaza para la sociedad no importa donde se lo coloque.

Coloqué mi nombre en la esquina de las hojas y lo coloqué en la mesa de la profesora -Aquí esta mi trabajo- no tenía mucho mas que decir así que regresé a mi asiento como los demás

[size=16]Me sentí algo observada por Greyson. Trató de no mirarlo así que seguí con mis cosas. Era una mirada un tanto extraña, pero traté de hacerme la tonta. Quizás tendría algo extraño en mi ropa o algo. Cuando todos entregaron su comentario, lo guardó cuidadosamente en una funda de plástico y lo metió en su carpeta. La joven tenía planeado para hacer la primera clase más amena, dar las danzas típicas y hacer que bailen un chotis madrileño. Pero primero debía hablar por encima sobre algunas danzas y después de esto, les daría apuntes más extensos.

Se apoyó en la mesa con los brazos cruzados y empezó a hablar de varias danzas. No se quiso extender mucho para que tuvieran tiempo suficiente para bailar y decidir las parejas. Cuando llegó al chotis madrileño, dio unas breves explicaciones de cómo se bailaba. Una vez dicho eso, saqué las llaves del aula de baile.

-Bien, os voy a llevar a bailar al aula de baile. Tenéis que ir en silencio y cuando lleguemos os pondréis por parejas. Si no quedan chicas, podéis formar parejas de chicos-Dijo

Esperó a que todos se pusieran en camino para cerrar la clase. Fue tras todos sus alumnos y cuando llegaron, abrió y dejó que pasaran. Mientras decidían como irían las parejas, ella se dedicó a poner la música del chotis. Se acercó a todos poniéndose frente a ellos con las manos tras la espalda.

-¿Ya tenéis todas las parejas formadas?- Preguntó sonriente.

El destino tiene un humor muy cruel. Es como un dios que hace cumplir su voluntad de humillar a los seres inferiores de manera que sufran hasta el último instante su calvario. Hoy era el turno de Zeke, hoy le tocaba sentir todo el peso de la incomodidad. Y bien que lo sufrió. Todo había empezado tranquilo, una redacción, unas cuantas explicaciones de baile y no mucho mas. Zeke no había prestado atención a la clase, pero sí a la hermosa profesora, y por ello, quisiera o no. se había enterado bastante bien de cómo bailar todos los pasos expuestos en la clase.

Se llevó un pequeño shock al oír que dichos pasos iban a ser practicados por la clase. Ni de coña iba él a hacer tal cosa. No era bailarín ni quería, así que planeó escapar a base de tele-transportes. Pero no pudo, se había quedado hechizado por la exuberante belleza de la sensei. Cuando se quiso dar cuenta, se encontraba en la sala acordada para el baile. Se golpeó en la cabeza con suficiente fuerza como para que el dolor le recordase que no debería embobarse tanto con las bellezas exóticas de la academia.

Se resignó a buscar una pareja de baile, pero para entonces todas estaban ocupadas, en cierto modo, sintió alivio porque eso significaba que no tendría que bailar, o, en un arranque de suerte, podría bailar con esa profesora que le hacía recuperar el aliento para volver a perderlo. Pero esa ilusión duró un ínfimo instante, hasta que vio a un compañero libre. Se trataba ni más ni  menos que de el muchacho que había recordado ese día, en la primera clase: Trafalgar Law. No le hacía nada de gracia tener que bailar con un vivo. Mucho menos con un hombre, menos aún si estaba en su misma clase, y mucho peor si era delante de esa magnífica profesora.  Se acercó, cabizbajo, para que su compañero no viera su cara de enorme bochorno ante tal situación. Zeke fue caminando mortificadoramente lento, hasta parecer el más afectado en un entierro. Se metió una mano en el bolsillo y miró hacia otro lado mientras  cogía valor para decir:

-Ey, Law... tu y yo, somos los dos restantes... así que...- Estaba tan avergonzado de decir el resto de palabras que las entremezcló con mascullidos y refunfuños haciéndolas prácticamente ininteligibles.

Tras la redacción,  la profesora nos contó cosas sobre algunos bailes, diciéndonos al final sobre ir a la sala de baile para bailar en parejas. Al escuchar aquello, Law se quedó en silencio, aguantando la frustración que tenía.
-En esta clase la mayoría de alumnos son chicos, por lo que, si no me doy prisa, terminaré bailando con un tío,  y no es lo que tengo pensado hacer antes de morir.-planee mi plan mientras todos nos dirigíamos hacia el salón de baile donde, antes de que pudiera abrir la boca, ya veía a todas las chicas repartidas en parejas.
-Mierda! Esto ha sido muy rápido. -pensé sorprendido al ver la sorpresa, viendo luego como un chico se acercaba a mi y me decía sobre que éramos los únicos sin pareja, así que tendríamos que bailar juntos. Sentí como si alma se fuera volando de mi cuerpo lentamente y, con la voz de la profesora diciendo que empezáramos a bailar, volviera a mi cuerpo de folpe, dejándome estupefacto.
-En fin, si no hay otro remedio... -me encogí de hombros y suspiré antes de acercarme al otro y colocarme en la misma posición que el resto de parejas, un poco frustrado por tener que bailar con un chico que, extrañamente,  se sentía poco pesado, como si apenas tuviera fuerzas como para levantar algo.

Cuando la música empieza a sonar, comienzo a moverme siguiendo los pasos que había explicado la profesora. Mie tras tanto, yo miraba fijamente al chico con el que bailaba.

-No es por nada pero... ¿Por qué me llevas observando desde que entré en la clase? -le pregunté tras pensarlo un rato, curioso.

"Greyson piensa rápido" exclamó mi cerebro intentando encontrar una salida lógica a aquella situación, estaban en un aula,ok , en ella estaban los alumnos y la profesora, ok, la cantidad de chicas no concordaban con los de chicos, MAL, todas las parejas se juntaron dejándonos a mi y a otro chico solos,MAL y eso fue rápido ,la profesora quería formar parejas y no quería estar solo o con un chico pero la única mujer libre era la profesora espera ... la profesora!!! Yahooo!!! seguramente la mayoría me van a matar por esto, tenía que jugar un juego delicado así que mejor iba cargando mis visión de auras.

-Disculpe profesora pero parece que somos impares, ¿podría ser mi compañera de baile?- le pregunté cordialmente a la pelirrosa maestra de baile con mi mejor sonrisa, una pequeña reverencia y la mano extendida en busca de que ella lo aceptara, en caso de negarse tendría que bailar solo y eso sería practicar los pasos nada mas, simplemente esperaba que la mujer no me malinterpretara con un pervertido o alguien que aprovecharía la situación para intentar un relación prohibida.

Era el momento fina, el ultimátum, la hora de morir por segunda vez, pero ésta, sería una muerte a su respeto y amor personal. La palmada fué el primer aviso, la tortura del pobre hombre muerto había empezado, y no iba a ser corta, no señor...

Zeke no estaba seguro de dónde Law podría haber sacado la idea de que se estaba fijando en él. Más que nada porque durante las clases había estado con los ojos cerrados y cuando no, había estado admirando a la hermosa profesora. Pero Zeke sabía que si se justificaba no lograría arreglarlo, así que sacó la baza del misterio, la cual, mezclada con la vergüenza y la incomodidad, sonó mas bien como si intentase ocultar lo evidente:

-Err... No preguntes, tío, cuanto menos se hable de ésto, mejor.- Si hubiera algún medidor de incomodidad en la sala, las lecturas se estarían saliendo del gráfico.

Una vez terminó el baile, Zeke se alejó lo más tranquilamente que pudo aparentar de su compañero de baile y se fue teletransportando a pequeños saltos fuera de la clase, pero en medio de uno de esos saltos, atropelló a un joven sin querer. Cayeron al suelo como piezas de dominó, y al atropellado se le cayó una placa de policía con el nombre "Sanders" escrito en ella. La tortura que el destino le había deparado a Zeke no había acabado, es más, no había hecho más que empezar.

Me había quedado completamente nervioso durante el baile, y cuando terminamos, lo primero que hice fue suspirar aliviado.
-Bueno, serían imaginaciones mías. -pensé aliviado antes de salir del aula junto al resto y volver a la clase para recoger mis cosas.

Mientras observaba la clase, me di cuenta de que varios alumnos habían estado todo el día observando a la profesora, estando dos o tres un poco salidos.
-Sería mentira si dijera que no está buena, pero tampoco hay que estar todo el día mirándola. -pensé en voz alta mientras me volvía a sentir, viendo que aún era pronto para marcharse.

El resto de la clase, estuve intentando dormir, pero el ruido que hacían el resto de alumnos me impedía hacerlo. Mas tarde, por fin tocó irse, así que me levanté y comencé a caminar hacia la puerta.
-Hasta la proxima, sensei. -me despedí al pasar por su lado.

MALDICIOOOOOON!!! pensé al ver que el nuevo integrante de la casa llegaba aunque intentaba con todas mis fuerzas mantener un rostro amable por lo menos, era una gran diferencia bailar con un hombre que con una mujer mas que nada pasaba por su orientación pero no podía hacer nada al respecto, las cosas no salieron bien ya de un principio cuando mi compañero luego de darle las instrucciones comenzamos el baile, el desgraciado no tuvo problemas de agarrarme del trasero en lugar de la cadera haciendo que gruña.

-Intentalo denuevo y te meto preso por acoso sexual- amenazó con total autoridad a quemarropa, el estudiante lo pensó mejor y dejó su mano en mi cintura, para comenzar a bailar, tenía que admitir que no era tan malo, simplemente tenía que imaginarme que estaba con una mujer como alguna de la bellezas que había en el colegio y era pan comido haciendo que el baile sea mas relajado y fluido.

Al terminar la música se separó de su compañero y le asintió con la cabeza -Fue mejor de lo que esperaba pero no te hagas ideas pervertido, no tiro para ese lado- no di ni siquiera tres pasos cuando el chico que mostraba malos modales chocó con el tirándolo al piso, reaccionando rápido cayo de forma tal que no se hizo daño pero su placa había salido de sus bolsillos y estaba frente a los ojos del extraño -No digas nada- le dije en voz baja intentando pasar lo mas desapercibido posible antes de retirarme de la clase -Hasta la proxima sensei, espero que podamos bailar en otra ocación- con eso se despidió antes de retirarse de la clase

Zeke tenía trabajo. Y uno que le apasionaba, es decir, demasiado para estar muerto. Era su primer día de trabajo, no estaba nervioso, ni estresado, ni ilusionado, eso eran emociones de los vivos. El se sentía profesional.

Zeke siempre había adorado la imagen del camarero o bartender, como se decía en su tierra. Siempre le había gustado la tranquilidad de los bares en la noche, el ambiente tranquilo pero con clase que había en esos lugares. Los dulces hilos musicales que ya sólo se podían escuchar ahí debido al comercialismo de la música barata de éstos días. Sabía perfectamente cual era su puesto. Escuchar los problemas de aquellos que se sentaban a la barra a ahogar sus problemas en alcohol, y de lograr que otros pasasen una buena noche a base de copas. Nunca supo por qué, pero Zeke adoraba ese trabajo. Y este era el día de su estreno. Había aprendido las básicas, saber mezclar licores, lanzar bebidas a lo largo de la barra para que llegasen a la posición exacta a la que él deseaba. Pero también sabía las reglas no escritas: mantén la calma y el estilo, no ignores a ningún cliente. Ten paciencia para las historias de cada uno, no te vuelvas el protagonista de la fiesta, pero anímala siempre.

Ahora solo le quedaba un último detalle: decidir que tipo de camarero quería ser. ¿Sería de los que preguntan en las mesas o de los que hacen de la barra su santuario personal?¿Sería un ágil malabarista que juega con las bebidas y las hace volar entre sus manos con perfecta maestría, o sería un loco y atrevido de los que sirven licores pegándoles fuego para hacer arder el alcohol de la bebida en un instante?¿Esperaría a que le confesasen los clientes sus problemas, o les invitaría con una encantadora sonrisa a contárselos? Eso, por desgracia, no era una decisión. Eso se lleva escrito en el alma. Y Zeke ya sabía perfectamente cómo iba a desempeñar su trabajo.

La noche había empezado, y el muerto se sentía vivo por primera vez. Estaba en su lugar, en su territorio, todo era simplemente perfecto. Había escogido una camisa blanca con el cuello abierto y pantalones marrón oscuro, y había llegado unos veinte minutos antes de lo que debería. Sabia decisión, así tendría tiempo de familiarizarse con su entorno y recolocar algunas botellas a su gusto.

La hora justa, el día marcado, el lugar exacto: el trabajo acababa de empezar. Zeke pudo observar cómo el lugar iba llenándose de gente, y cómo sus compañeros iban sirviendo las mesas mientras él se quedaba ras la barra todo el tiempo. No había nadie mas en su zona, y lo adoraba. El pelo le molestó un par de veces a la hora de hacer sus mezclas, por lo cual pidió una goma del pelo a una compañera de trabajo  y se recogió la melena en una coleta que le llegaba hasta la cadera. Había empezado a escuchar una voz increíblemente dulce de la cantante que estaba al piano esa noche.
Entre copa y copa le dio tiempo a mirar, no era ni mas ni menos que su exuberante profesora, vestida de una manera que casi le da al pobre Zeke un infarto a pesar de que el ni siquiera sabía si tenía un corazón para eso o no. Dios, era de ver para creer. La voz perfecta, el cuerpo perfecto y todo metido en el vestido perfecto. La primera noche de trabajo no podría haber sido mejor.

Unas horas después, esa diosa de la perfección bajó de su olimpo y le dirigió sus hermosa voz a ese pobre espectro de la nada, haciéndole una petición que él no pudo rechazar por ninguna parte. Se esforzó como nunca en preparar el mejor cóctel de la noche, aunque esa mujer de figura escultural no pareció reconocer al alumno al que había regañado ésta mañana. Eso le supuso al espectro una ventaja, puesto que así sacó un poco más de seguridad para hacer por primera vez el auténtico trabajo de un camarero en su barra: escuchar problemas. Y era la situación perfecta, pues ella parecía sentir melancolía por alguna razón. Este, era el momento de la verdad. Zeke puso toda la dulzura que pudo en sus palabras.

-Hey, preciosidad, ¿qué te ocurre?- Ladeó la cabeza y su rostro reflejó lo que todo buen camarero debía expresar en ese momento. -Nada de caras tristes aquí, vamos, anímate un poco y cuéntame qué te sucede.

El llegar a mi cuarto, hizo que me diera cuenta del gran silencio incómodo que había de repente en la academia. Cada paso que daba, resonaba en toda la habitación, y solo escuchaba mis lamentos y los suspiros de Kario al respirar. Para evitar aburrirme, empecé pinchando un poco a Kario para intentar despertarlo sin que se diera cuenta, hasta que se despertó y yo, rápidamente, alcancé una revista y la puse en frente de mi rostro para fingir que estaba a lo mío y que de repente me daba cuenta de que Kario despertaba.
-Oh, despertaste. ¿Te apetece hacer algo? -le pregunté, de forma muy poco disimulada, dejando la revista a un lado, pero Kario ladeó la cabeza a un lado y volvió a quedarse dormido.
-Maldición... Supongo que saldré, pero primero iré a ducharme. -pensé con frustración antes de levantarme de la cama y comenzar a desnudarme lentamente a medida que me dirigía a la ducha del cuarto de baño, donde abrí el agua fría y comencé a ducharme.

Al terminar, cogí algo de ropa formal, para ir a un bar de etiqueta que habían abierto hace poco, cogiendo una camiseta roja oscura, dejando tres botones de arriba sueltos para dejar ver parte del pecho, una chaqueta y unos pantalones negros y unos zapatos grises.
-Bueno, entonces vamos. -pensé al verme al espejo y sonreí de forma triunfante, sin ninguna razón en especial, antes de dirigirme a la puerta y cerrarla tras de mi.

Al llegar al bar que había mencionado, vi que el sitio era bastante lujoso, contando con una gran barra con varios camareros, multitud de mesas, estando la mayoría ocupadas, y un pequeño escenario con un piano y, para sorpresa mía, a una cantante, la cual resultó ser la profesora Himeka. Me quedé parado, escuchando su hermosa voz, hasta que su actuación terminó, viendo como se dirigía hasta la barra, donde era atendido por uno de los camareros que, extrañamente, me resultaba familiar. Me acerqué a la barra, un poco lejos de aquellos dos, y pedí algo de beber para refrescarme un poco, ya que, a pesar de ser de noche, aún sentía algo de calor.

Por cambio de lugar, el rol se traslada aquí https://jikan-highschool.foroactivo.com.es/t464-y-tras-un-duro-dia#2451