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El extraño de pelo blanco [priv]
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El extraño de pelo blanco [priv]
Aquel día Lucy se encontraba en la biblioteca tranquilamente. Luna, su mascota, se encontraba recostada en sus piernas, durmiendo. Lucy estaba sentada en uno de los marcos de la ventana que poseía almohadones. El sol entraba levemente por allí, apenas, ya que el día estaba nublado. Luna suspiraba levemente, el cuaderno que Lucy llevaba en sus manos le hacia sombra del poco sol que había, para que ella estuviera mas a gusto.
Mientras tanto, Lucy se encontraba dibujando en aquel cuaderno, dibujaba el paisaje que veía a través de la ventana, llevaba sus auriculares también, escuchando un poco de música, como era de costumbre en ella. La sonrisa en sus labios también se encontraba presente mientras dibujaba. Cada tanto, dejaba de dibujar por un momento para acariciar a aquella zorrita celeste que se encontraba en su regazo, pasando sus dedos de manera suave tras las orejas de la pequeña, la cual movía estas levemente, en gesto de que aquello le gustaba.
La biblioteca se encontraba tranquila, casi vacía y eso a Lucy le encantaba. No había casi ningún sonido y apenas si se podía escuchar el murmullo proveniente de los casco se Lucy, ningún ruido muy molesto para las pocas personas que se encontraban allí leyendo, dibujando o haciendo alguna tarea.
Por momentos, Lucy bajaba su lápiz, mirando hacia afuera. No estaba haciendo ningún dibujo serio o de algo en especia, solo hacia un par de garabatos en el papel, era buena dibujando, aunque ella no se consideraba así y no lo hacia como hobby todo el tiempo o como un trabajo, sino mas como un pasa tiempo, algo para hacer cuando estaba aburrida.
En un momento, luego de bajar su lápiz nuevamente, mirando hacia afuera, mientras movía su boca al compás de la canción que en aquel momento estaba sonando en su reproductor. Miro hacia dentro, donde su vista se detuvo en un chico de pelo blanco, en punta y un ceño algo fruncido y serio... Parecería que aquel no se encontraba de humor en aquel momento. Sin saber porque, no pudo evitar quedándose mirándolo y, sin saber porque tampoco, y sin darse cuenta, comenzó a dibujar el perfil que veía de el a un costado de la hoja donde segundos antes se encontraba dibujando un árbol y una banca con dos chicas sentadas allí. Comenzó con la forma de su cabeza, seguido de ella, sus cabellos en punta, su nariz y luego comenzó a detallar mas el dibujo.
No sabía porque se encontraba dibujando a aquel extraño... Es mas, prácticamente, no había caído en cuenta de que se encontraba dibujando a una persona.
Mientras tanto, Lucy se encontraba dibujando en aquel cuaderno, dibujaba el paisaje que veía a través de la ventana, llevaba sus auriculares también, escuchando un poco de música, como era de costumbre en ella. La sonrisa en sus labios también se encontraba presente mientras dibujaba. Cada tanto, dejaba de dibujar por un momento para acariciar a aquella zorrita celeste que se encontraba en su regazo, pasando sus dedos de manera suave tras las orejas de la pequeña, la cual movía estas levemente, en gesto de que aquello le gustaba.
La biblioteca se encontraba tranquila, casi vacía y eso a Lucy le encantaba. No había casi ningún sonido y apenas si se podía escuchar el murmullo proveniente de los casco se Lucy, ningún ruido muy molesto para las pocas personas que se encontraban allí leyendo, dibujando o haciendo alguna tarea.
Por momentos, Lucy bajaba su lápiz, mirando hacia afuera. No estaba haciendo ningún dibujo serio o de algo en especia, solo hacia un par de garabatos en el papel, era buena dibujando, aunque ella no se consideraba así y no lo hacia como hobby todo el tiempo o como un trabajo, sino mas como un pasa tiempo, algo para hacer cuando estaba aburrida.
En un momento, luego de bajar su lápiz nuevamente, mirando hacia afuera, mientras movía su boca al compás de la canción que en aquel momento estaba sonando en su reproductor. Miro hacia dentro, donde su vista se detuvo en un chico de pelo blanco, en punta y un ceño algo fruncido y serio... Parecería que aquel no se encontraba de humor en aquel momento. Sin saber porque, no pudo evitar quedándose mirándolo y, sin saber porque tampoco, y sin darse cuenta, comenzó a dibujar el perfil que veía de el a un costado de la hoja donde segundos antes se encontraba dibujando un árbol y una banca con dos chicas sentadas allí. Comenzó con la forma de su cabeza, seguido de ella, sus cabellos en punta, su nariz y luego comenzó a detallar mas el dibujo.
No sabía porque se encontraba dibujando a aquel extraño... Es mas, prácticamente, no había caído en cuenta de que se encontraba dibujando a una persona.
Lucy Lenerad- Híbrido
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Re: El extraño de pelo blanco [priv]
-Vamos, Chuli. –Susurré, por lo bajito, abriéndole la puerta de lo que, creía, era la biblioteca. La zorrita entró, bamboleando su cola, y yo también. Me tropecé con ella misma, y solté una risita. Le di una palmadita en el lomo, y continuamos. Tenía la suave sensación que desde ese mismo instante aquel lugar sería mi “santuario”. Mi centro de operaciones. Mi rincón favorito. Como lo queráis llamar. Era justo el ambiente que deseaba. Miles historias encerradas entre páginas amarillas, cada una con su olor. Cientos de lugares que visitar, y aún más personajes que conocer, trovadores, caballeros, robots, androides, vampiros. La lectura me conducía, entre sedas, a vivir aventuras. ¿Y sabéis lo mejor? Que esas mismas aventuras eran forjadas por gente como yo. Podría decirse que tenía (y tengo) el “don” de darle vida a las cosas con palabras. Forjo inhóspitos mundos, lúgubres, oscuros y malignos, o hermosos y llenos de vida, con enormes mares de trigo, donde los caballos cabalgan libres, sin temor a nada. Eso es la verdadera magia.
Todo libro, igual que toda persona, es un mundo nuevo, inexplorado, que hay que desenmascarar poquito a poquito, sin prisas, simplemente disfrutándolo. La encargada en aquel momento, al verme entrar, me sonrió, y yo a ella. Susurré un “Hola”, y me adentré, con rapidez, entre las hileras de estanterías. Acaricié cada título de los volúmenes con las yemas de los dedos, con muchísima delicadeza y cuidado. Así pasé bastantes minutos, disfrutando del silencio, ambrosía divina. Algunas veces agarraba un libro en especial y pasaba mi mano por su tapa, dura. Después, con un toque ceremonial, lo devolvía a su sitio. Chula me acompañaba en todo momento, se sentaba cuando pasaba demasiado tiempo quieto, y volvía a levantarse cuando salía de mi ensimismamiento. Se respiraba a literatura. A arena, hierba, sangre, sudor, risas, amor, felicidad... olía a sonrisas, a susurros apagados por uno, otro y otro beso. Sin palabras, ¿cómo se dirían los eternos amantes "Te quiero"? Solo quedarían los gestos para demostrarse cuánto amor puede caber en sus cuerpecitos.
Hasta llegado un momento, no cesé de perderme entre las estanterías. Un tiempo después, agarré una silla, justo donde se encontraban las pocas personas que había en el lugar. Me senté, y después Chula sobre mí. Puse la mejilla pegada a su morro, y susurré “Un besito”. Ella me lamió, un poquito, y yo le sonreí. Acaricié su cabecita, delicadamente, y apoyándome en la mesa, colocando el codo sobre ella y mi barbilla en la palma abierta de mi mano, observé. Cerré los ojos, respiré profundamente. Soñé. Divagué. Imaginé. Disfruté. Y cuando volví a abrir mis orbes, profundos mares de hierba, me fijé en la señorita situada en la ventana. Dibujaba, escuchando música. Parecía disfrutar, y eso, en parte, lo creáis o no, me alegraba a mí. ¿Qué mejor vista que mirar cómo alguien ama lo que está haciendo justo en ese momento? Se nota en la ligereza de sus movimientos, en la media sonrisa de su rostro, en cómo le da igual que sus cabellos acaricien su piel o no. Quizás se percatase de mi mirada, de cómo pestañeaba sin parar, sonriendo igual que un tonto. Evidentemente, esperanzado por ver que, en un futuro, habría personas con una vocación férrea. Haz lo que más te haga feliz, tú eres el único que pone los límites. Tú eres el único con la razón y capacidad de crear tu mismo futuro. Aprovéchalo. Aprovéchalo igual que lo intento hacer yo con cada palabra que escribo o lanzo al aire. -¿Ves, Chuli? Esa chica también está disfrutando con lo que hace. Como yo. –Susurré, rompiendo, casi sin darme cuenta, el sepulcral silencio de la estancia. Ella levantó la cabeza, me miró, entendiéndome, y volvió a agacharse, cerrando los ojitos. Suspiré, atraído por la intensa mirada que desprendía la chica.
Todo libro, igual que toda persona, es un mundo nuevo, inexplorado, que hay que desenmascarar poquito a poquito, sin prisas, simplemente disfrutándolo. La encargada en aquel momento, al verme entrar, me sonrió, y yo a ella. Susurré un “Hola”, y me adentré, con rapidez, entre las hileras de estanterías. Acaricié cada título de los volúmenes con las yemas de los dedos, con muchísima delicadeza y cuidado. Así pasé bastantes minutos, disfrutando del silencio, ambrosía divina. Algunas veces agarraba un libro en especial y pasaba mi mano por su tapa, dura. Después, con un toque ceremonial, lo devolvía a su sitio. Chula me acompañaba en todo momento, se sentaba cuando pasaba demasiado tiempo quieto, y volvía a levantarse cuando salía de mi ensimismamiento. Se respiraba a literatura. A arena, hierba, sangre, sudor, risas, amor, felicidad... olía a sonrisas, a susurros apagados por uno, otro y otro beso. Sin palabras, ¿cómo se dirían los eternos amantes "Te quiero"? Solo quedarían los gestos para demostrarse cuánto amor puede caber en sus cuerpecitos.
Hasta llegado un momento, no cesé de perderme entre las estanterías. Un tiempo después, agarré una silla, justo donde se encontraban las pocas personas que había en el lugar. Me senté, y después Chula sobre mí. Puse la mejilla pegada a su morro, y susurré “Un besito”. Ella me lamió, un poquito, y yo le sonreí. Acaricié su cabecita, delicadamente, y apoyándome en la mesa, colocando el codo sobre ella y mi barbilla en la palma abierta de mi mano, observé. Cerré los ojos, respiré profundamente. Soñé. Divagué. Imaginé. Disfruté. Y cuando volví a abrir mis orbes, profundos mares de hierba, me fijé en la señorita situada en la ventana. Dibujaba, escuchando música. Parecía disfrutar, y eso, en parte, lo creáis o no, me alegraba a mí. ¿Qué mejor vista que mirar cómo alguien ama lo que está haciendo justo en ese momento? Se nota en la ligereza de sus movimientos, en la media sonrisa de su rostro, en cómo le da igual que sus cabellos acaricien su piel o no. Quizás se percatase de mi mirada, de cómo pestañeaba sin parar, sonriendo igual que un tonto. Evidentemente, esperanzado por ver que, en un futuro, habría personas con una vocación férrea. Haz lo que más te haga feliz, tú eres el único que pone los límites. Tú eres el único con la razón y capacidad de crear tu mismo futuro. Aprovéchalo. Aprovéchalo igual que lo intento hacer yo con cada palabra que escribo o lanzo al aire. -¿Ves, Chuli? Esa chica también está disfrutando con lo que hace. Como yo. –Susurré, rompiendo, casi sin darme cuenta, el sepulcral silencio de la estancia. Ella levantó la cabeza, me miró, entendiéndome, y volvió a agacharse, cerrando los ojitos. Suspiré, atraído por la intensa mirada que desprendía la chica.
Alan Looper- Magos
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Re: El extraño de pelo blanco [priv]
Un propio suspiro basto para percatarse de lo que estaba haciendo. Abrió los ojos, levemente sorprendida, bajando su mirada al su propio dibujo y parpadeando un par de veces, sonrojándose levemente.
Porque lo habría estando dibujando? De eso no estaba segura, pero, estaba orgullosa de aquel dibujo que le había quedado bastante bien. Con una sonrisa dulce en los labios, comenzó a remarcar aquellos trazos que había hecho hasta el momento, agregándole pequeños detalles, como sombra y profundidad.
Sin darse cuenta, ahora, se encontraba sonriendo de manera dulce. Relamió sus labios levemente, para luego llevar el lápiz que se encontraba usando a estos, mordiendo levemente la punta de este, repetidas veces y luego volverlo a posar sobre la hoja, centrándose ahora en el cabello de aquel chico que, cuando levanto la vista, ya se había ido. En su lugar, encontró la mirada con otro que se encontraba en aquel lugar, sentado. Le miro por unos segundos y luego bajo la cabeza, sonrojada, al encontrar su mirada con la de el.
Se sentía un poco observada por aquel muchacho y, por eso mismo, estaba levemente nerviosa. Ya había terminado con el retrato del chico anterior y, de cierta forma, caía en cuenta que quizás este mismo se había ido al notar que Lucy lo observaba tanto y se había sentido incomodo.
De repente, un silencio inundo los oídos de Lucy, ya que, por alguna extraña razón la música se había detenido y, en su lugar, pudo escuchar lo que aquel muchacho de cabellos rojos había dicho.
Sin poder evitarlo sonrío ante aquello, levantando su mirar y lo cruzo con el de chico, aun levemente sonrojada, como era de costumbre, le miro y le dedico una dulce sonrisa, sin poder evitar dejar escapar una pequeña risa, para luego volver la mirada a su dibujo, dejando su lápiz a un lado, ya que, de alguna forma, sentía que aquel dibujo estaba terminado, aunque estuviera incompleto. Su pequeña zorrita abrió sus ojos y le miro, dejando escapar un pequeño sonido, una especie de maullido y luego acurrucándose contra su ama, ronroneando suavemente, a lo que Lucy no pudo evitar sonreír, posando su mano en su cabeza y acariciándole esta con amor y suavidad, bajando luego al mentón de la misma y acariciándole allí.
Afuera, las nubes habían cubierto el cielo, unas nubes bastante oscuras, de alguna forma, el día parecía ya haberse ido y, en su lugar, una lluvia comenzó a golpear la tierra. Pequeñas y pocas gotas al principio, a las cuales, de a poco, se fueron sumando mas. Pronto la tierra se oscureció, mientras se sentía como los arboles y las plantas estiraban sus ramas y hojas, buscando recibir la mayor cantidad de lluvia, alegres.
Lucy sonrió, la lluvia le encantaba, y lejos de esta darle un sentimiento de tristeza, le daba uno lindo. Amaba los días lluviosos... Amaba la lluvia. Y por eso mismo, sin siquiera pensarlo, se separo un poco de la ventana y abrió esta, al menos un poco, para sacar una mano a la lluvia y sentir como esta le golpeaba suavemente allí. Aspiro aquel aire tan fresco que venia junto con el agua y sonrío.
Porque lo habría estando dibujando? De eso no estaba segura, pero, estaba orgullosa de aquel dibujo que le había quedado bastante bien. Con una sonrisa dulce en los labios, comenzó a remarcar aquellos trazos que había hecho hasta el momento, agregándole pequeños detalles, como sombra y profundidad.
Sin darse cuenta, ahora, se encontraba sonriendo de manera dulce. Relamió sus labios levemente, para luego llevar el lápiz que se encontraba usando a estos, mordiendo levemente la punta de este, repetidas veces y luego volverlo a posar sobre la hoja, centrándose ahora en el cabello de aquel chico que, cuando levanto la vista, ya se había ido. En su lugar, encontró la mirada con otro que se encontraba en aquel lugar, sentado. Le miro por unos segundos y luego bajo la cabeza, sonrojada, al encontrar su mirada con la de el.
Se sentía un poco observada por aquel muchacho y, por eso mismo, estaba levemente nerviosa. Ya había terminado con el retrato del chico anterior y, de cierta forma, caía en cuenta que quizás este mismo se había ido al notar que Lucy lo observaba tanto y se había sentido incomodo.
De repente, un silencio inundo los oídos de Lucy, ya que, por alguna extraña razón la música se había detenido y, en su lugar, pudo escuchar lo que aquel muchacho de cabellos rojos había dicho.
Sin poder evitarlo sonrío ante aquello, levantando su mirar y lo cruzo con el de chico, aun levemente sonrojada, como era de costumbre, le miro y le dedico una dulce sonrisa, sin poder evitar dejar escapar una pequeña risa, para luego volver la mirada a su dibujo, dejando su lápiz a un lado, ya que, de alguna forma, sentía que aquel dibujo estaba terminado, aunque estuviera incompleto. Su pequeña zorrita abrió sus ojos y le miro, dejando escapar un pequeño sonido, una especie de maullido y luego acurrucándose contra su ama, ronroneando suavemente, a lo que Lucy no pudo evitar sonreír, posando su mano en su cabeza y acariciándole esta con amor y suavidad, bajando luego al mentón de la misma y acariciándole allí.
Afuera, las nubes habían cubierto el cielo, unas nubes bastante oscuras, de alguna forma, el día parecía ya haberse ido y, en su lugar, una lluvia comenzó a golpear la tierra. Pequeñas y pocas gotas al principio, a las cuales, de a poco, se fueron sumando mas. Pronto la tierra se oscureció, mientras se sentía como los arboles y las plantas estiraban sus ramas y hojas, buscando recibir la mayor cantidad de lluvia, alegres.
Lucy sonrió, la lluvia le encantaba, y lejos de esta darle un sentimiento de tristeza, le daba uno lindo. Amaba los días lluviosos... Amaba la lluvia. Y por eso mismo, sin siquiera pensarlo, se separo un poco de la ventana y abrió esta, al menos un poco, para sacar una mano a la lluvia y sentir como esta le golpeaba suavemente allí. Aspiro aquel aire tan fresco que venia junto con el agua y sonrío.
Lucy Lenerad- Híbrido
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Re: El extraño de pelo blanco [priv]
Vale, lo admito. Quizáaas me excedía un poco observándola. Y debería disimular un poco mejor, pero estas cosas… ¡Me pueden! Tampoco pensé que tan pronto se percataría de mi presencia. Cuando el contacto visual se hizo presente, y casi al mismo tiempo que apartó ella la mirada, lo hice yo. Sonreí, un poco, y me rasqué la cabeza, girando la cabeza en otra dirección, solo para volver, unos segundos después, a la misma postura. Chula, también asomó su naricita, junto con los ojitos, para contemplar a la chica. Justo cuando la otra mascota emitió esa especie de ronroneo, me fijé en ella. Que grata sorpresa. Según tenía entendido, (podría estar equivocado, muchas veces no me entero de nada), cada casa tenía un tipo diferente de "acompañante". Y si ella tenía otro zorro…Eso significaba que…-¡Eres parte de Nymphart! –Aclaré, soltando la respuesta en alto, en un tono más elevado. Rápidamente, una sonrisa afloró en mi boca. Ah, qué tonto podía llegar a ser yo mismo. Chula movió la cola, y saltó sobre la mesa.
Justo en ese momento comenzó a llover. Y el sonido acompañó los silenciosos gestos de los que se encontraban en la biblioteca. Sin ser consciente de lo que hacía, me acerqué un poco más a la chica. Me apoyé en la mesa, suavemente, cruzándome de brazos. Una mínima distancia nos separaba, y el solo contemplar como ella sacaba la mano para acariciar la lluvia me hizo pensar, e imaginar. Es lo que tiene ser un escritor, ¿no? Cada situación es una inspiración. Cada lugar se queda grabado en la memoria para después sacarlo a base de palabras. Mi zorrita descendió, grácilmente, del lugar en el que se encontraba y se acercó a su nueva “amiguita”. La olió, amistosamente, y emitió otro maullido, meneando su cola. Sonreí. Alcé mis orbes para buscar los femeninos. –Podríamos decir que yo también. Soy… nuevo. – Saqué la lengua, y me la mordí, cómicamente. La lluvia daba a todo un toque distinto. Más íntimo, cálido. En realidad, los días en los que entraba en acción, acompañada del frío, eran los perfectos para una amena tarde de películas, mantas, chocolate caliente y abrazos. Por pura experiencia, eh. Solo había que escoger bien la persona.
Casi con ansias, deseoso de romper todo el hielo que podría tener una conversación, me acuclillé delante. Me fijé, curiosamente, en su cuaderno, y sonreí. Dibujaba bien. Cosa que yo no. Con suerte puedo hacer un círculo y unos cuantos palitos para crear un perfecto cuerpo bien definido a base de rayas. -¿Puedo verlo? –Pregunté, extendiendo mi pálida mano. Ladeé la cabeza. Me chiflaban los dibujos, lo admito. Hace tiempo, me encantaba pedirle a una amiga que me hiciera bocetos sobre cualquier personaje que me inventase. Era, realmente, divertidísimo. Había momentos en los cuales deseaba, con todas mis fuerzas, volver a esos tiempos. A todos nos pasa, ¿no? Nuestro primer beso, nuestro primer amor de verano, nuestras primeras vacaciones...El mérito está en hacerlo con las personas adecuadas, en los momentos adecuados. La vida es una sucesión de aciertos y errores. De detalles sin importancia que hacen que nuestro día a día, esa monotonía predefinida, sea... especial. Distinta. Fantástica.
Justo en ese momento comenzó a llover. Y el sonido acompañó los silenciosos gestos de los que se encontraban en la biblioteca. Sin ser consciente de lo que hacía, me acerqué un poco más a la chica. Me apoyé en la mesa, suavemente, cruzándome de brazos. Una mínima distancia nos separaba, y el solo contemplar como ella sacaba la mano para acariciar la lluvia me hizo pensar, e imaginar. Es lo que tiene ser un escritor, ¿no? Cada situación es una inspiración. Cada lugar se queda grabado en la memoria para después sacarlo a base de palabras. Mi zorrita descendió, grácilmente, del lugar en el que se encontraba y se acercó a su nueva “amiguita”. La olió, amistosamente, y emitió otro maullido, meneando su cola. Sonreí. Alcé mis orbes para buscar los femeninos. –Podríamos decir que yo también. Soy… nuevo. – Saqué la lengua, y me la mordí, cómicamente. La lluvia daba a todo un toque distinto. Más íntimo, cálido. En realidad, los días en los que entraba en acción, acompañada del frío, eran los perfectos para una amena tarde de películas, mantas, chocolate caliente y abrazos. Por pura experiencia, eh. Solo había que escoger bien la persona.
Casi con ansias, deseoso de romper todo el hielo que podría tener una conversación, me acuclillé delante. Me fijé, curiosamente, en su cuaderno, y sonreí. Dibujaba bien. Cosa que yo no. Con suerte puedo hacer un círculo y unos cuantos palitos para crear un perfecto cuerpo bien definido a base de rayas. -¿Puedo verlo? –Pregunté, extendiendo mi pálida mano. Ladeé la cabeza. Me chiflaban los dibujos, lo admito. Hace tiempo, me encantaba pedirle a una amiga que me hiciera bocetos sobre cualquier personaje que me inventase. Era, realmente, divertidísimo. Había momentos en los cuales deseaba, con todas mis fuerzas, volver a esos tiempos. A todos nos pasa, ¿no? Nuestro primer beso, nuestro primer amor de verano, nuestras primeras vacaciones...El mérito está en hacerlo con las personas adecuadas, en los momentos adecuados. La vida es una sucesión de aciertos y errores. De detalles sin importancia que hacen que nuestro día a día, esa monotonía predefinida, sea... especial. Distinta. Fantástica.
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Re: El extraño de pelo blanco [priv]
Se sobresalto un poco al escuchar nombrar su casa, recién allí callo en cuentas de que aquel chico de colorados cabellos poseía un zorro de mascota igual que a ella.
Lucy miro a aquel chico cuando se acerco, siguiendo a su mascota a su mesa, le sonrió, así como sonría siempre, de una manera dulce.
Luna, al notar la presencia de otra mascota allí cerca, se despertó del todo y abrió los ojos, dejando escapar otro maullido y levantándose de la falda de Lucy, para acercarse a aquella mascota, olisqueándola también, para luego comenzar a jugar un poco con ella.
Lucy no pudo evitar reír, al mismo tiempo que adentraba la mano de la ventana, sacudiéndola un poco para sacarse el agua de encima y posandola a un lado de su cuaderno de dibujos.
Miro al otro divertida, sonriendole levemente. Sin poder evitarlo, un pequeño rubor se deposito en sus mejillas, aunque bueno... Eso siempre sucedía en ella, era cosa de todos los días.
-E... Eres nuevo?... Bienvenido entonces...- Dijo, de cierta forma, de manera tierna, sonriendole con dulzura, mirando luego por la ventana.
Porque la gente decía que los días grises eran feos, tristes? Ella no lo entendía. Para Lucy aquellos días eran románticos, ideales para compartirlos con una persona amada... Así como también con un amigo u amiga, eran ideales para estar rodeados de seres queridos, brindándose calor mutuamente con un tierno y dulce abrazo... Dormir abrazado con una pareja, compartir algún postre o leer algún libro juntos, escuchar música, ver una película o incluso, jugar algún juego de consola.
Tiempo atrás, en su niñez, aquellos días eran sus preferidos, ya que sus padres se sentaban junto con ella en la sala de música, donde se juntaban a cantar y tocar canciones todo el día. Años adelantes, aquellos días no los pasaba con sus padres, sino con su pareja, con aquel chico que aun no lograba quitarse de la mente. Días preciosos en los que ambos tocaban la guitarra y cantaban, para luego ver una película abrazados... Todo era tan hermoso, tan armónico... Porque todo eso había acabado?
Aquellos pensamientos comenzaron a entristecer de a poco a Lucy, la cual se mordió su labio inferior con algo de fuerza, el clima comenzaba a ponerse frío y esto hacia que se notara mas el rubor de su mejilla y, ahora, el enrojecimiento de su labio. Parpadeo un par de veces, negando suavemente con la cabeza para quitarse aquellos pensamientos. Aunque hubiera amado a aquella persona y, lamentablemente aun la amara, no iba a permitir que le arrebatara aquellos días tan hermosos y los llenara de pensamientos tristes y negativos, eso si que no lo permitiría.
Volvió de sus pensamientos cuando escucho al otro hablar nuevamente, mirándole curiosa y sonriendo, asintiendo con la cabeza.
-Claro, aunque no son la gran cosa... Solo es un pasatiempo que tengo...- Dijo riendo levemente, pasandole aquel cuaderno, donde se veía en la primera hoja que estaba abierta, el dibujo de aquel extraño de pelo blanco, encuadrado a un costado y en el resto de la hoja, el dibujo que había estado haciendo antes, de las dos chicas sentadas bajo el árbol. En otras hojas se encontraban también, muchos dibujos de Luna, su mascota, arboles, flores, paisajes... E incluso algún que otro retrato de un profesor.
Lucy miro a aquel chico cuando se acerco, siguiendo a su mascota a su mesa, le sonrió, así como sonría siempre, de una manera dulce.
Luna, al notar la presencia de otra mascota allí cerca, se despertó del todo y abrió los ojos, dejando escapar otro maullido y levantándose de la falda de Lucy, para acercarse a aquella mascota, olisqueándola también, para luego comenzar a jugar un poco con ella.
Lucy no pudo evitar reír, al mismo tiempo que adentraba la mano de la ventana, sacudiéndola un poco para sacarse el agua de encima y posandola a un lado de su cuaderno de dibujos.
Miro al otro divertida, sonriendole levemente. Sin poder evitarlo, un pequeño rubor se deposito en sus mejillas, aunque bueno... Eso siempre sucedía en ella, era cosa de todos los días.
-E... Eres nuevo?... Bienvenido entonces...- Dijo, de cierta forma, de manera tierna, sonriendole con dulzura, mirando luego por la ventana.
Porque la gente decía que los días grises eran feos, tristes? Ella no lo entendía. Para Lucy aquellos días eran románticos, ideales para compartirlos con una persona amada... Así como también con un amigo u amiga, eran ideales para estar rodeados de seres queridos, brindándose calor mutuamente con un tierno y dulce abrazo... Dormir abrazado con una pareja, compartir algún postre o leer algún libro juntos, escuchar música, ver una película o incluso, jugar algún juego de consola.
Tiempo atrás, en su niñez, aquellos días eran sus preferidos, ya que sus padres se sentaban junto con ella en la sala de música, donde se juntaban a cantar y tocar canciones todo el día. Años adelantes, aquellos días no los pasaba con sus padres, sino con su pareja, con aquel chico que aun no lograba quitarse de la mente. Días preciosos en los que ambos tocaban la guitarra y cantaban, para luego ver una película abrazados... Todo era tan hermoso, tan armónico... Porque todo eso había acabado?
Aquellos pensamientos comenzaron a entristecer de a poco a Lucy, la cual se mordió su labio inferior con algo de fuerza, el clima comenzaba a ponerse frío y esto hacia que se notara mas el rubor de su mejilla y, ahora, el enrojecimiento de su labio. Parpadeo un par de veces, negando suavemente con la cabeza para quitarse aquellos pensamientos. Aunque hubiera amado a aquella persona y, lamentablemente aun la amara, no iba a permitir que le arrebatara aquellos días tan hermosos y los llenara de pensamientos tristes y negativos, eso si que no lo permitiría.
Volvió de sus pensamientos cuando escucho al otro hablar nuevamente, mirándole curiosa y sonriendo, asintiendo con la cabeza.
-Claro, aunque no son la gran cosa... Solo es un pasatiempo que tengo...- Dijo riendo levemente, pasandole aquel cuaderno, donde se veía en la primera hoja que estaba abierta, el dibujo de aquel extraño de pelo blanco, encuadrado a un costado y en el resto de la hoja, el dibujo que había estado haciendo antes, de las dos chicas sentadas bajo el árbol. En otras hojas se encontraban también, muchos dibujos de Luna, su mascota, arboles, flores, paisajes... E incluso algún que otro retrato de un profesor.
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Re: El extraño de pelo blanco [priv]
Que afable parecía la chica. Es decir, acostumbrado a tanta indiferencia hacia mi persona, el mal humor constante que tenían algunos, siempre amargando la existencia a otros, hacía que el carácter de cierta gente, como el de ella, fuera más destacable todavía. ¡Sonreír no es tan difícil! Estamos educando a nuestros hijos en un ambiente de egoísmo, poca empatía y mayor competencia, que hace que no vean a sus compañeros como amigos, sino como contrincantes a batir.
Por eso, ella, justo la persona que tengo delante, es digna de alabar. Cada sonrisa que sacaba a relucir era respondida con una mía. Mis ojos deambulaban de su cuaderno de dibujos a los mismos orbes ajenos. Eran preciosos. Mucho más de lo que pensaba en un principio. Quizás estos pensamientos seguirían rondándome si la voz femenina, dulce, amena, cercana, cálida, no rompiera el silencio. Solté una suave carcajada. –Muchas gracias. Eres la primera que me da la bienvenida. –Y era cierto. Desgraciadamente.
De repente, justo cuando ella se metía en sus propios ensimismamientos, la distancia se hizo más larga. Chula y la otra zorrita jugaban, sin pudor, un poco más alejados, dejando un poco de tiempo para entablar una conversación. Armándome de valor, y muy sutilmente, me senté en el marco de la ventana, justo en frente de la mujer. Le sonreí, gentilmente. Cuando me tendió el cuaderno, lo agarré con delicadeza, tratándolo con muchísimo cuidado, y comencé a mirar con avidez cada página. Las pasaba y acariciaba, como si estuviera dando caricias a un caliente amante. –Pues si estos no son gran cosa... Los que sí lo sean... -Silbé- Están muy bien. Espectaculares. –Admití. Evidentemente, aparte de por las letras, también sentía predilección por los dibujos. Que no fuera capaz de hacerlos era una cosa muy distinta. –No soy muy diestro dibujando. –Me acerqué aún más a ella, intentando darle a la conversación un toque más “privado”, y susurré- Mi verdadera pasión son los libros…-Señalé las estanterías- Y las sonrisas bonitas. – Y mi dedo índice pasó a indicar el rostro femenino, solo unos segundos, antes de sonreír abiertamente y volverlo a colocar en el cuaderno. Se lo entregué, de nuevo. La lluvia acariciaba la ventana. Bonita tarde para el amor. Para que, cuando acabase de llorar el cielo, los enamorados saliesen a pasear por el parque, con las hojas bañadas de agua. Abrigados irían ellos, cogidos de la mano, y repartiéndose mimos aquí y allá.
-Fantástica tarde para el chocolate caliente y los abrazos, eh. –Solté, al azar, más bien para afirmar lo que venía pensando desde hace un rato. Vale, quizás ahora el confiado, (en exceso), era yo, pero… en fin, si las demás personas no se atreven a conocerme, a hablar conmigo, ni nada por ese estilo, tendré que atreverme yo, ¿no? El clima en sí me afectaba demasiado. Abría paso mi vena cariñosa, mimosa y romántica. Y, en fin, también el Alan confiado y más amigable. Hacía muchísimo tiempo que la timidez, tan odiosa para mí, había desaparecido, junto con mi pura y feliz niñez. Quizás las circunstancias familiares me hicieron madurar antes. No lo sé.
¡Chao, soledad! Claro que sí, por qué no. Extendí mi mano, con la palma abierta, amistosamente. Ahora o nunca. -¿Me permitiría, la dama de preciosos ojos, saber su nombre? - ¿Demasiado caballeroso? Bah, que más da. Si lo de lo que se trataba era de sacar una sonrisa, por muy efímera que fuera, a la chica. Se veía alguien también confiada, y amigable. Más... "estilo Alan". Ja.
Por eso, ella, justo la persona que tengo delante, es digna de alabar. Cada sonrisa que sacaba a relucir era respondida con una mía. Mis ojos deambulaban de su cuaderno de dibujos a los mismos orbes ajenos. Eran preciosos. Mucho más de lo que pensaba en un principio. Quizás estos pensamientos seguirían rondándome si la voz femenina, dulce, amena, cercana, cálida, no rompiera el silencio. Solté una suave carcajada. –Muchas gracias. Eres la primera que me da la bienvenida. –Y era cierto. Desgraciadamente.
De repente, justo cuando ella se metía en sus propios ensimismamientos, la distancia se hizo más larga. Chula y la otra zorrita jugaban, sin pudor, un poco más alejados, dejando un poco de tiempo para entablar una conversación. Armándome de valor, y muy sutilmente, me senté en el marco de la ventana, justo en frente de la mujer. Le sonreí, gentilmente. Cuando me tendió el cuaderno, lo agarré con delicadeza, tratándolo con muchísimo cuidado, y comencé a mirar con avidez cada página. Las pasaba y acariciaba, como si estuviera dando caricias a un caliente amante. –Pues si estos no son gran cosa... Los que sí lo sean... -Silbé- Están muy bien. Espectaculares. –Admití. Evidentemente, aparte de por las letras, también sentía predilección por los dibujos. Que no fuera capaz de hacerlos era una cosa muy distinta. –No soy muy diestro dibujando. –Me acerqué aún más a ella, intentando darle a la conversación un toque más “privado”, y susurré- Mi verdadera pasión son los libros…-Señalé las estanterías- Y las sonrisas bonitas. – Y mi dedo índice pasó a indicar el rostro femenino, solo unos segundos, antes de sonreír abiertamente y volverlo a colocar en el cuaderno. Se lo entregué, de nuevo. La lluvia acariciaba la ventana. Bonita tarde para el amor. Para que, cuando acabase de llorar el cielo, los enamorados saliesen a pasear por el parque, con las hojas bañadas de agua. Abrigados irían ellos, cogidos de la mano, y repartiéndose mimos aquí y allá.
-Fantástica tarde para el chocolate caliente y los abrazos, eh. –Solté, al azar, más bien para afirmar lo que venía pensando desde hace un rato. Vale, quizás ahora el confiado, (en exceso), era yo, pero… en fin, si las demás personas no se atreven a conocerme, a hablar conmigo, ni nada por ese estilo, tendré que atreverme yo, ¿no? El clima en sí me afectaba demasiado. Abría paso mi vena cariñosa, mimosa y romántica. Y, en fin, también el Alan confiado y más amigable. Hacía muchísimo tiempo que la timidez, tan odiosa para mí, había desaparecido, junto con mi pura y feliz niñez. Quizás las circunstancias familiares me hicieron madurar antes. No lo sé.
¡Chao, soledad! Claro que sí, por qué no. Extendí mi mano, con la palma abierta, amistosamente. Ahora o nunca. -¿Me permitiría, la dama de preciosos ojos, saber su nombre? - ¿Demasiado caballeroso? Bah, que más da. Si lo de lo que se trataba era de sacar una sonrisa, por muy efímera que fuera, a la chica. Se veía alguien también confiada, y amigable. Más... "estilo Alan". Ja.
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Re: El extraño de pelo blanco [priv]
Le miro curiosa mientras el otro observaba los dibujos. Sonriendo con dulzura sin darse cuenta en cuanto dijo que aquellos eran buenos, agradeciéndole. Sin embargo, en cuanto el otro se acerco mas a ella, un leve sonrojo se deposito en sus labios sin que aquello fuera lo que ella buscaba, tirándose levemente hacia atrás sin darse cuenta, de forma algo tímida mas escuchando lo que este le decía, sonriendole animada, aquello era interesante.
-Entonce lo tuyo son los libros...- Repitió, seguido de el, sonriendo, mas sonrojándose un poco ante lo que dijo luego, bajando la cabeza, levemente apenada, pero sin dejar de sonreír, riendo levemente.
-Gra... Gracias?- Dijo, medio en tono de duda, divertida ante aquello, tomando el cuaderno propio que era devuelto, dedicándole nuevamente, una sonrisa dulce.
Miro nuevamente hacia afuera, el clima dentro de la biblioteca, sobre todo allí al lado de la ventana, comenzaba a ponerse frío cosa que hizo que Lucy se rodeara a ella misma con un brazo, frotándose el contrario con la meno de este, sonriendo, ya que a ella le gustaba el frío, pero su vestimenta no era la adecuada en aquel momento para ello. Llevaba el uniforme de verano, por lo que el frío se sentía bastante para ella.
Abrió los ojos levemente sorprendida al escuchar lo que el otro decía, sobre todo porque era muy parecido a lo que había estando pensando ella misma minutos atrás y, sin poder evitarlo, dejar escapar una pequeña risa, divertida y feliz.
-Si... Mejor si eso viene también acompañado de una película o un poco de música- Le contesto con una sonrisa amplia.
Abajo de la mesa, corretiando un poco por los pasillos se encontraban ambas mascotas, jugueteando entre ellas, a perseguirse la una a la otra.
Lucy las miro por un momento, negando levemente ante la actitud tan activa de su propia mascota, sin poder evitar reír, ya que le gustaba que fuera así. Aunque se temía que pronto hicieran algún lío y los afectados, a fin de cuenta, serian los dueños... Solo esperaba que no fuera algo grabe en realidad lo que hicieran.
Volvió su vista a su compañero, cuando este volvió a hablarle y solo allí callo en cuenta de que, en realidad, aun no se había presentado.
El sonrojo se hizo nuevamente presente en sus mejillas ante el comentario que siguió luego de la pregunta del nombre, pero, a la vez, aquello le causo un poco de risa, que decidió simplemente no contener y, extendiendo la mano hacia el, con una sonrisa en los labios y aun riendo levemente, dijo con voz suave y delicada su nombre.
-Lucy Lenerad... Un gusto caballero- Dijo, divertida, volviendo a reír luego de ello.
-Entonce lo tuyo son los libros...- Repitió, seguido de el, sonriendo, mas sonrojándose un poco ante lo que dijo luego, bajando la cabeza, levemente apenada, pero sin dejar de sonreír, riendo levemente.
-Gra... Gracias?- Dijo, medio en tono de duda, divertida ante aquello, tomando el cuaderno propio que era devuelto, dedicándole nuevamente, una sonrisa dulce.
Miro nuevamente hacia afuera, el clima dentro de la biblioteca, sobre todo allí al lado de la ventana, comenzaba a ponerse frío cosa que hizo que Lucy se rodeara a ella misma con un brazo, frotándose el contrario con la meno de este, sonriendo, ya que a ella le gustaba el frío, pero su vestimenta no era la adecuada en aquel momento para ello. Llevaba el uniforme de verano, por lo que el frío se sentía bastante para ella.
Abrió los ojos levemente sorprendida al escuchar lo que el otro decía, sobre todo porque era muy parecido a lo que había estando pensando ella misma minutos atrás y, sin poder evitarlo, dejar escapar una pequeña risa, divertida y feliz.
-Si... Mejor si eso viene también acompañado de una película o un poco de música- Le contesto con una sonrisa amplia.
Abajo de la mesa, corretiando un poco por los pasillos se encontraban ambas mascotas, jugueteando entre ellas, a perseguirse la una a la otra.
Lucy las miro por un momento, negando levemente ante la actitud tan activa de su propia mascota, sin poder evitar reír, ya que le gustaba que fuera así. Aunque se temía que pronto hicieran algún lío y los afectados, a fin de cuenta, serian los dueños... Solo esperaba que no fuera algo grabe en realidad lo que hicieran.
Volvió su vista a su compañero, cuando este volvió a hablarle y solo allí callo en cuenta de que, en realidad, aun no se había presentado.
El sonrojo se hizo nuevamente presente en sus mejillas ante el comentario que siguió luego de la pregunta del nombre, pero, a la vez, aquello le causo un poco de risa, que decidió simplemente no contener y, extendiendo la mano hacia el, con una sonrisa en los labios y aun riendo levemente, dijo con voz suave y delicada su nombre.
-Lucy Lenerad... Un gusto caballero- Dijo, divertida, volviendo a reír luego de ello.
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Re: El extraño de pelo blanco [priv]
Timidez. Que “indefensas” hacía parecer a algunas personas. Tan… protegibles. Mis ojos no querían dejar de observar los suyos. Cautivadores, en exceso. Eran demasiado bonitos. Después de todo, dicen que son el espejo del alma. ¿Sería la suya, también, igual de imponente como creía? Las sonrisas, después de todo, no eran muy difíciles de sacar. Si tenías la “magia” necesaria para hacerlo. Un pequeño gesto, un juguetón guiño, la palabra exacta en el momento idóneo… Mínimos detalles que a la larga aumentaban de importancia en una amistad o relación. Cada vez que ella bajaba la mirada, o la apartaba, yo hacía lo mismo. Solo para reencontrarme de nuevo con sus espléndidos orbes.
No esperaba, evidentemente, que sus palabras encajasen, justo en ese momento, a la perfección con mis pensamientos. Película, música. Sí, sin duda una tarde como aquella haciendo eso sería maravilloso. Sonreí, muy lentamente, casi dándome cuenta de la común opinión que teníamos. –O de besos y caricias…-Alcé ambas cejas, juguetón, solo para soltar una carcajada despreocupada. Moví la mano un poco para quitarle importancia a mis palabras, y me rasqué la cabeza, recolocándome la cinta que sujetaba mi pelo de fuego.
Cuando se presentó, agarré su mano delicadamente, con mucha dulzura, y planté un suave beso ella, fugaz, tierno, casi un roce de los labios con su piel, suave, tersa, distinta. Se la solté, muy despacito. –Alan Looper, a sus servicios. –Incliné levemente la cabeza, soltando otra risita. Nombres. Que importantes podían ser. Cuántos misterios guardan. Cuánto significado tienen. Que vivos están. – ¿Llevas mucho tiempo aquí?- Pregunté. Obviamente, tenía la necesidad de que la conversación no muriese. No le resultase aburrida, o sobreentendiera que no tenía interés.
Chula, después de unos segundos, volvió hacia mí, con la lengua fuera y respirando agitadamente. La agarré, sonriendo, entre mis brazos, para sentarla justo en mis piernas. Acaricié su cabecita, y puse mi nariz entre su pelo. Aspiré su olor, y sonreí, para después volver a reencontrarme con Lucy. –Lo pregunto solo para ver si podrías ser mi guía o no en el centro. –Le guiñé el ojo, divertido. Ya sabes, una… ¿madrina? Ja. Que te dijese: Allí no suele haber nadie. Ese de allí es un buen chico, le encanta escribir, como a ti, o cualquier cosa por ese estilo. Yo que sé, quizás me estaba emocionando demasiado, pero de momento la señorita Lucy era la primera persona que mostraba un mínimo de amabilidad en toda mi estancia en Jikan.
No esperaba, evidentemente, que sus palabras encajasen, justo en ese momento, a la perfección con mis pensamientos. Película, música. Sí, sin duda una tarde como aquella haciendo eso sería maravilloso. Sonreí, muy lentamente, casi dándome cuenta de la común opinión que teníamos. –O de besos y caricias…-Alcé ambas cejas, juguetón, solo para soltar una carcajada despreocupada. Moví la mano un poco para quitarle importancia a mis palabras, y me rasqué la cabeza, recolocándome la cinta que sujetaba mi pelo de fuego.
Cuando se presentó, agarré su mano delicadamente, con mucha dulzura, y planté un suave beso ella, fugaz, tierno, casi un roce de los labios con su piel, suave, tersa, distinta. Se la solté, muy despacito. –Alan Looper, a sus servicios. –Incliné levemente la cabeza, soltando otra risita. Nombres. Que importantes podían ser. Cuántos misterios guardan. Cuánto significado tienen. Que vivos están. – ¿Llevas mucho tiempo aquí?- Pregunté. Obviamente, tenía la necesidad de que la conversación no muriese. No le resultase aburrida, o sobreentendiera que no tenía interés.
Chula, después de unos segundos, volvió hacia mí, con la lengua fuera y respirando agitadamente. La agarré, sonriendo, entre mis brazos, para sentarla justo en mis piernas. Acaricié su cabecita, y puse mi nariz entre su pelo. Aspiré su olor, y sonreí, para después volver a reencontrarme con Lucy. –Lo pregunto solo para ver si podrías ser mi guía o no en el centro. –Le guiñé el ojo, divertido. Ya sabes, una… ¿madrina? Ja. Que te dijese: Allí no suele haber nadie. Ese de allí es un buen chico, le encanta escribir, como a ti, o cualquier cosa por ese estilo. Yo que sé, quizás me estaba emocionando demasiado, pero de momento la señorita Lucy era la primera persona que mostraba un mínimo de amabilidad en toda mi estancia en Jikan.
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Re: El extraño de pelo blanco [priv]
Un sonrojo apareció en las mejillas de Lucy al escucharlo, aunque sabia que estaba bromeando, o que al menos no era un comentario al que tenia que brindarle mucha importancia. Sin embargo, era parte de ella el ser tímida, no solo en eso, sino que en muchas cosas. Algo raro, si, sabiendo la herencia materna que poseía. Una raza desvergonzada y atrevida... Cosas que Lucy no poseía eran aquellas, se podría decir, que en sentido de personalidad, había sacado el lado de su padre, mientras que en físico, no podía negarse que lo había heredado de su madre.
Una sucubo y un ángel... Una pareja algo extraña a decir verdad, sin embargo, Lucy era de esas que pensaban que frente al amor no había ninguna barrera, ni razas, ni sexo, ni edades... El amor llegaba y uno no podía elegir por raza o algo de ello, simplemente se dedicaba a amar, sin pensar en nada mas... Al menos ese era el pensamiento de la híbrida de cabellos rosados.
-En realidad... No tanto, pero bueno, al menos ya me eh adecuado bien a este lugar... Sabes, venia del mundo humano, siempre viví con ellos- Dijo, soltando su lengua sin darse cuenta, contando un poco de su vida... ¿Por qué? Quien sabe, quizás, simplemente porque sentía confianza ante aquel chico que se había presentado como Alan... Alan... Un nombre bonito a decir verdad. Lucy sonrió al pensar eso, pensando también, que ambos nombres, el de ella y el de él, se componían de simplemente 4 letras.
-Oh... Nuestros nombres se componen de la misma cantidad de letras... Alan y Lucy... 4 letras... Un detalle insignificante pero divertido que compartimos-
Dijo divertida, sonriendole con dulzura, riendo levemente luego.
En aquel momento, sintió como Luna saltaba sobre su falda, sonriendole ahora a su mascota y acariciándole el lomo y luego tras sus orejas, aquella zorrita era su debilidad definitivamente.
-Oh! que torpe de mi parte, cierto que eres nuevo... Perdona no habértelo dicho yo antes... Claro, tampoco es que me conozco cada rincón del edificio, pero supongo que podría guiarte, aunque supongo que hoy tendremos que limitarnos a el interior de las instalaciones- Dijo, sonriendole y señalando con su dedo por la ventana, donde la lluvia aun caía, ahora con mas fuerza que antes.
Justo en ese momento un viento algo fuerte entro por la ventana, haciendo que las hojas de un libro que había sobre la mesa cambiara, mientras a la vez, hacia que el cabello corto de Lucy bailara con este. Lucy se sostuvo un poco el cabello, riendo levemente. De suerte estaba sentada, que sino, lo que tendría que haberse sostenido era la falda y, aquello la hubiera avergonzado en vez de haberla hecho reír.
Una sucubo y un ángel... Una pareja algo extraña a decir verdad, sin embargo, Lucy era de esas que pensaban que frente al amor no había ninguna barrera, ni razas, ni sexo, ni edades... El amor llegaba y uno no podía elegir por raza o algo de ello, simplemente se dedicaba a amar, sin pensar en nada mas... Al menos ese era el pensamiento de la híbrida de cabellos rosados.
-En realidad... No tanto, pero bueno, al menos ya me eh adecuado bien a este lugar... Sabes, venia del mundo humano, siempre viví con ellos- Dijo, soltando su lengua sin darse cuenta, contando un poco de su vida... ¿Por qué? Quien sabe, quizás, simplemente porque sentía confianza ante aquel chico que se había presentado como Alan... Alan... Un nombre bonito a decir verdad. Lucy sonrió al pensar eso, pensando también, que ambos nombres, el de ella y el de él, se componían de simplemente 4 letras.
-Oh... Nuestros nombres se componen de la misma cantidad de letras... Alan y Lucy... 4 letras... Un detalle insignificante pero divertido que compartimos-
Dijo divertida, sonriendole con dulzura, riendo levemente luego.
En aquel momento, sintió como Luna saltaba sobre su falda, sonriendole ahora a su mascota y acariciándole el lomo y luego tras sus orejas, aquella zorrita era su debilidad definitivamente.
-Oh! que torpe de mi parte, cierto que eres nuevo... Perdona no habértelo dicho yo antes... Claro, tampoco es que me conozco cada rincón del edificio, pero supongo que podría guiarte, aunque supongo que hoy tendremos que limitarnos a el interior de las instalaciones- Dijo, sonriendole y señalando con su dedo por la ventana, donde la lluvia aun caía, ahora con mas fuerza que antes.
Justo en ese momento un viento algo fuerte entro por la ventana, haciendo que las hojas de un libro que había sobre la mesa cambiara, mientras a la vez, hacia que el cabello corto de Lucy bailara con este. Lucy se sostuvo un poco el cabello, riendo levemente. De suerte estaba sentada, que sino, lo que tendría que haberse sostenido era la falda y, aquello la hubiera avergonzado en vez de haberla hecho reír.
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Re: El extraño de pelo blanco [priv]
Parecía que teníamos una afinidad, podría decirse, distinta. Por lo menos, me sentía como si la conociese desde hace años, y no minutos. Esa era mi sensación. No sé, que quizás pudiese bromear con ella igual que con…nadie. Seamos sinceros, ¿alguien llegó a calar en mi corazón tanto? Muchísimas personas vienen, van, regresan, y vuelven a marchar, y nunca lloré sus pérdidas. No soy un hombre poco sentimental, al contrario, creo y busco una y otra vez el amor verdadero. ¿Cuántos “te amo” me han susurrado al oído? ¿Cuántos eran de verdad? ¿Puros, libres? Ninguno. Mentiras, mentiras, mentiras. ¿Me cansé de buscar la felicidad a base de sentimientos? No. Si lo hiciese, mi misma existencia jamás tendría sentido. Acaricié, extrañamente, mi tatuaje en la muñeca. Sonreí. Y alcé mis ojos, decidido. Pasé mi dedo pulgar por mi propio labio inferior, suavemente, acariciándolo. -¿Humanos, eh? – “Mundo humano”. Así se había referido ella. Era evidente que no era, quizás, siquiera una maga. Por lo menos, yo había tenido un contacto, leve, eso sí, con ellos. Seres comunes, simple y llanamente. Con una gran capacidad para darle a los sentimientos una importancia de proporciones descomunales. - ¿Qué…raza eres, pues? –Pregunté, con interés. Mi mano se deslizó, lentamente, por todo el cristal de la ventana, para acabar colocada sobre él, extendida al completo. Mis ojos deambularon durante un tiempo de un sitio a otro. Chula se acercó a la otra zorrita, la olió, pegó su morrito al de ella y se tumbó a su lado, sin tocar a Lucy.
Nunca pensé que diría eso. Que rompiera el silencio con esa afirmación. ¿Bonito? Eso creía. Que intentase sacar cosas en común de meros detalles, tonterías que a la larga te hacían reír, bromear y comenzar a darte cuenta de que tu felicidad está compuesta de ese tipo de cosas. Mínimas, pequeñas, pero que te alegran cada día. Asentí, acompañando sus carcajadas. –Esos detalles son los que sacan las sonrisas sinceras. –Le saqué la lengua, juguetón, y alcé, de nuevo, ambas cejas. –Probablemente compartiremos muchísimas más cosas. Pero jamás tendré unos ojitos tan bonitos como los tuyos. –Sonreí, abiertamente.
Cuando ella señaló la ventana, yo asentí, pensativo. ¡Y que mala suerte que no estuviera de pie para poder ver algo más de carne! Vale, no, en realidad no llego a ese extremo de lujuria. Al verlo, rápidamente me levanté y le tendí mi mano.- ¿Y si vamos a otro lado? No sé, algo más lejos de la ventana. Empieza a hacer algo de fresco.- Sí, admitámoslo, Lucy no escatimaba en curvas y atractivo físico. Tampoco en dulzura. Parecía que le sobraba, que sobresalía de sus poros con muchísima naturalidad. Chula descendió de donde estaba, situándose a mi lado. -¿Acepta la hermosa princesa la petición del incansable caballero? –Hinqué la pierna en el suelo, arrodillándome, y con la mano todavía extendida, esperé su respuesta. Sonreí. Jugar, después de todo, no estaba tan mal. Intentar ser feliz, después de todo, siempre hacía bien.
Nunca pensé que diría eso. Que rompiera el silencio con esa afirmación. ¿Bonito? Eso creía. Que intentase sacar cosas en común de meros detalles, tonterías que a la larga te hacían reír, bromear y comenzar a darte cuenta de que tu felicidad está compuesta de ese tipo de cosas. Mínimas, pequeñas, pero que te alegran cada día. Asentí, acompañando sus carcajadas. –Esos detalles son los que sacan las sonrisas sinceras. –Le saqué la lengua, juguetón, y alcé, de nuevo, ambas cejas. –Probablemente compartiremos muchísimas más cosas. Pero jamás tendré unos ojitos tan bonitos como los tuyos. –Sonreí, abiertamente.
Cuando ella señaló la ventana, yo asentí, pensativo. ¡Y que mala suerte que no estuviera de pie para poder ver algo más de carne! Vale, no, en realidad no llego a ese extremo de lujuria. Al verlo, rápidamente me levanté y le tendí mi mano.- ¿Y si vamos a otro lado? No sé, algo más lejos de la ventana. Empieza a hacer algo de fresco.- Sí, admitámoslo, Lucy no escatimaba en curvas y atractivo físico. Tampoco en dulzura. Parecía que le sobraba, que sobresalía de sus poros con muchísima naturalidad. Chula descendió de donde estaba, situándose a mi lado. -¿Acepta la hermosa princesa la petición del incansable caballero? –Hinqué la pierna en el suelo, arrodillándome, y con la mano todavía extendida, esperé su respuesta. Sonreí. Jugar, después de todo, no estaba tan mal. Intentar ser feliz, después de todo, siempre hacía bien.
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Re: El extraño de pelo blanco [priv]
No pudo evitar sonreír enternecida al ver como la mascota del otro se acostaba al lado de la propia, pegando su nariz con la de Luna, realmente, una imagen enternecedora, cosa que hizo no pudo evitar llegar a Lucy. Miro al otro cuando le escucho hablar, sonrojandose levemente. Nunca le había gustado decir su raza del todo, por que? Simplemente porque si decía que era una híbrido, le preguntarían "¿una híbrido de que?" Y, si decía la raza de su padre solamente, no podía evitar sentirse mal con su madre. La ama, realmente amaba a su madre y sabía muy bien que el sentimiento era correspondido, pero a pesar de todo el amor que le tenía, no podía evitar avergonzarse un poco por ser mitad sucubo.
Luego de unos segundos levanto la cabeza, mirándole, aun con un sonrojo en las mejillas, pero sin borrar una pequeña pero dulce e inocente sonrisa. -Mi padre es un ángel y mi madre es una sucubo, una pareja rara, lo se- Decía, riendo levemente luego, buscando olvidarse ella misma de la vergüenza que sentía al decirle a alguien que recién conocía que era mitad sucubo.
Le miro con una sonrisa, sonrojándose un poco y asintiendo, riendo levemente. Mas se sorprendió cuando el otro se puso de rodillas en el suelo, pidiéndole que le tomara de la mano.
Miro a su alrededor algo avergonzada y no pudo evitar acordarse como su madre le había dicho que su padre le había pedido matrimonio. Justo como el otro estaba ahora, solo que en vez de una biblioteca, el lugar había sido en un restaurante, delante de un montón de gente.
Volvió de sus recuerdos, mirando como le otro estaba allí y no pudo evitar reírse, de manera animada, aunque sin alzar la voz.
-Estas un poco loco- Dijo, tomándole la mano y poniéndose de pié -Aunque la locura es divertida- Hablo nuevamente, sin borrar la sonrisa de su rostro y jalandole levemente, para que dejara de estar arrodillado y se pusiera de pié a su lado, sonriendole aun con dulzura, algo divertida, guiñándole un ojo.
Luego de unos segundos levanto la cabeza, mirándole, aun con un sonrojo en las mejillas, pero sin borrar una pequeña pero dulce e inocente sonrisa. -Mi padre es un ángel y mi madre es una sucubo, una pareja rara, lo se- Decía, riendo levemente luego, buscando olvidarse ella misma de la vergüenza que sentía al decirle a alguien que recién conocía que era mitad sucubo.
Le miro con una sonrisa, sonrojándose un poco y asintiendo, riendo levemente. Mas se sorprendió cuando el otro se puso de rodillas en el suelo, pidiéndole que le tomara de la mano.
Miro a su alrededor algo avergonzada y no pudo evitar acordarse como su madre le había dicho que su padre le había pedido matrimonio. Justo como el otro estaba ahora, solo que en vez de una biblioteca, el lugar había sido en un restaurante, delante de un montón de gente.
Volvió de sus recuerdos, mirando como le otro estaba allí y no pudo evitar reírse, de manera animada, aunque sin alzar la voz.
-Estas un poco loco- Dijo, tomándole la mano y poniéndose de pié -Aunque la locura es divertida- Hablo nuevamente, sin borrar la sonrisa de su rostro y jalandole levemente, para que dejara de estar arrodillado y se pusiera de pié a su lado, sonriendole aun con dulzura, algo divertida, guiñándole un ojo.
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Re: El extraño de pelo blanco [priv]
Weh, weh, ¿híbrido entre súcubo y ángel? Joder, menuda combinación. Pero lo que sí sé es que no se debe juzgar a una persona por su raza. Incluso en este mundo tan extraño y distinto es una ley lógica. Lucy parecía ser una chica amable, tímida y buena. Quizás ese carácter viniese de su vena paterna, porque a lo que respecta el físico, sinceramente, se notaba que era de su madre. Le sonreí cuando lo dijo. Era consciente que podía ser algo difícil de desvelar ante cierto tipo de personas. Pero no ante mí. Le guiñé el ojo, dándole la razón. –Estar loco es genial. ¿Qué tipo de escritor sería si no tengo una vena algo… especial? –Sonreí, agarrando suavemente su mano, tratándola con muchísimo cuidado. La sentí, cálida, entre mis dedos. Puede que la acariciase, disimuladamente, un poquiito… Rápidamente, me puse de pie. Chula, al ver que nos preparábamos para irnos, hizo lo mismo. Se acercó a mí, y colocándose a mi lado, me siguió.
Conduje a Lucy entre las estanterías de libros, sin prisas. No solté su mano hasta llegar a un apartado lugar, donde pequeñas mesas circulares se dispersaban aquí y allá. Había una alfombra roja y marrón, que le daba a todo un toque más acogedor. Sillas cómodas, acolchadas, se colocaban alrededor de las mesitas. Las ventanas estaban un poco más lejos del sitio en sí, y la ausencia de personas aquel día, hacía todo más íntimo. Pero, a mí creer, poco tardarían en llegar. Debido al tiempo, ya sabéis. Tomé asiento, y con la mano que hace unos segundos había tocado la suave y tersa piel femenina, acaricié la silla a mi lado. Chula se sentó en la alfombra, estirándose cuan ancha era. –Aquí se está mejor. –Admití. Me quedé un tiempo en silencio, mirando alrededor. – Tienes habitación, ¿no? –Pregunté, al darme cuenta de que todavía me encontraba en una provisional, y por eso no me quería instalar al cien por cien. Si tenía que compartirla, preferiría tener una compañera femenina. No por ningún tema acorde con mi libido, más bien porque, por lo general, llegaban a ser más cariñosas cuando cogían confianza. Por lo general, repito.
Justo cuando paseaba mi mirada por la estantería más cercana, abrí los ojos de par en par. Me levanté y en una exhalación me dirigí hacia un libro en concreto. Tenía una tapa verde, con unas letras escritas en dorado muy cuidadosamente. Se podía ver a un hombre anciano, sujetando un cayado y atusándose su larga barba blanca, que se enrollaba a lo largo del cuerpo como si de un collar gigante se tratase. Lo agarré, lo miré y sonreí. Me acerqué de nuevo a Lucy. –Este libro lo leía yo de pequeño. “Henry, el Hechicero”. Me encantaba. –Lo abrí. Un brillo infantil, y a la vez melancólico, nació en mis ojos. Toqué las páginas con cuidado, rozándolas con las yemas de los dedos. No separaba la vista de él. Evidentemente, sonreía. Porque un aluvión de recuerdos me asediaban. Con libros así pasé mi infancia. Me inspiraron a seguir adelante. Y en cierta manera, tenían contentos a mis padres porque, claro está, trataba de magos. Y quizás, con lecturas así también creció mis ansias por escribir. Por crear sentimientos en las personas por medio de las palabras. Aumentaron las ganas de soñar y de sonreír, de disfrutar y de ansiar vivir de algo que me encantaba hacer.
Conduje a Lucy entre las estanterías de libros, sin prisas. No solté su mano hasta llegar a un apartado lugar, donde pequeñas mesas circulares se dispersaban aquí y allá. Había una alfombra roja y marrón, que le daba a todo un toque más acogedor. Sillas cómodas, acolchadas, se colocaban alrededor de las mesitas. Las ventanas estaban un poco más lejos del sitio en sí, y la ausencia de personas aquel día, hacía todo más íntimo. Pero, a mí creer, poco tardarían en llegar. Debido al tiempo, ya sabéis. Tomé asiento, y con la mano que hace unos segundos había tocado la suave y tersa piel femenina, acaricié la silla a mi lado. Chula se sentó en la alfombra, estirándose cuan ancha era. –Aquí se está mejor. –Admití. Me quedé un tiempo en silencio, mirando alrededor. – Tienes habitación, ¿no? –Pregunté, al darme cuenta de que todavía me encontraba en una provisional, y por eso no me quería instalar al cien por cien. Si tenía que compartirla, preferiría tener una compañera femenina. No por ningún tema acorde con mi libido, más bien porque, por lo general, llegaban a ser más cariñosas cuando cogían confianza. Por lo general, repito.
Justo cuando paseaba mi mirada por la estantería más cercana, abrí los ojos de par en par. Me levanté y en una exhalación me dirigí hacia un libro en concreto. Tenía una tapa verde, con unas letras escritas en dorado muy cuidadosamente. Se podía ver a un hombre anciano, sujetando un cayado y atusándose su larga barba blanca, que se enrollaba a lo largo del cuerpo como si de un collar gigante se tratase. Lo agarré, lo miré y sonreí. Me acerqué de nuevo a Lucy. –Este libro lo leía yo de pequeño. “Henry, el Hechicero”. Me encantaba. –Lo abrí. Un brillo infantil, y a la vez melancólico, nació en mis ojos. Toqué las páginas con cuidado, rozándolas con las yemas de los dedos. No separaba la vista de él. Evidentemente, sonreía. Porque un aluvión de recuerdos me asediaban. Con libros así pasé mi infancia. Me inspiraron a seguir adelante. Y en cierta manera, tenían contentos a mis padres porque, claro está, trataba de magos. Y quizás, con lecturas así también creció mis ansias por escribir. Por crear sentimientos en las personas por medio de las palabras. Aumentaron las ganas de soñar y de sonreír, de disfrutar y de ansiar vivir de algo que me encantaba hacer.
Alan Looper- Magos
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Re: El extraño de pelo blanco [priv]
Le miro, sonriendo ante lo que le dijo y asintiendo divertido, al fin y al cabo era verdad, o por lo menos es lo que pensaba ella... Un poco de locura siempre venia bien y mas aun en los escritores... ¿O no?
Le sonrió de manera dulce cuando el otro le tomo la mano, sonrojándose un poco, para no perder la costumbre, mientras caminaba agarrando la mano de el, sintiendo una pequeña caricia en la propia y mirándole de reojo, aunque esto, claro estaba, no le molestaba.
Luna, por su parte, al ver que comenzaban a caminar, se acerco a Lucy, dando un gran salto y parándose sobre su hombro, ronroneando al acariciar su propio hocico con la mejilla de su dueña.
Ambos caminaron entre las estanterías de manera tranquila, en un momento determinado, Lucy cerro sus ojos por unos segundos, sintiendo aquel hermoso y suave olor a libros que tanto le encantaba. En aquel lugar se respiraba paz y tranquilidad, aquello... Era hermoso, y por eso Lucy siempre elegía aquel lugar para pasar el rato, le tranquilizaba, ya fuera para leer, dibujar o simplemente escuchar musica, claro, no podía tocar su guitarra allí dentro y mucho menos cantar, pero al menos podía estar tranquila, sin que sus pensamientos le inundaran y lograran deprimirla... Por alguna razón, aquel simple lugar lograba dejarla en paz.
Al llegar al lugar donde el otro la conducía sonrió notando que se encontraban en una zona algo infantil al decir verdad. Se acerco sonriendo al otro, sentándose al lado de donde el le indicaba, mientras su pequeña Luna ahora descendía hasta su falda, acomodándose en esta, dispuesta a dormir un rato más.
-La verdad que si, al menos no hace frío- Dijo riendo levemente, mientras miraba en dirección a las estanterías, ojeando desde lejos algunos de los libros.
-Pues si... No se supone que todos tienen una?- Pregunto, algo curiosa por la pregunta del otro, aunque a decir verdad, ella aun no tenia ningún compañero de habitación y eso era algo raro, pero suponía que pronto alguien seria designado, por lo cual buscaba no acostumbrarse del todo a estar sola en esta.
Le miro sonriendo, algo curiosa cuando el otro se paro para tomar un libro, mirándole desde su asiento sonrió de manera dulce, riendo levemente. Se notaba la emoción en los ojos del ajeno al ver el libro, realmente debía de darle nostalgia, o simplemente alegría, el tenerlo en sus manos.
Se levanto, tomando con delicadeza a Luna que ya se encontraba dormida y dejándola en el asiento luego, acariciándole con suavidad la cabeza, para acercarse al chico.
-Vaya... Nunca había visto este libro... Es un libro infantil? Hay muchos libros infantiles que parecen divertidos cuando uno es pequeños y, que al leerlos de grandes, dejan mensajes hermosos que cuando uno es pequeño no entiende...- Dijo, recordando aquel libro infantil que tanto le gustaba a ella, buscándolo inconscientemente con la mirada por el lugar.
Le sonrió de manera dulce cuando el otro le tomo la mano, sonrojándose un poco, para no perder la costumbre, mientras caminaba agarrando la mano de el, sintiendo una pequeña caricia en la propia y mirándole de reojo, aunque esto, claro estaba, no le molestaba.
Luna, por su parte, al ver que comenzaban a caminar, se acerco a Lucy, dando un gran salto y parándose sobre su hombro, ronroneando al acariciar su propio hocico con la mejilla de su dueña.
Ambos caminaron entre las estanterías de manera tranquila, en un momento determinado, Lucy cerro sus ojos por unos segundos, sintiendo aquel hermoso y suave olor a libros que tanto le encantaba. En aquel lugar se respiraba paz y tranquilidad, aquello... Era hermoso, y por eso Lucy siempre elegía aquel lugar para pasar el rato, le tranquilizaba, ya fuera para leer, dibujar o simplemente escuchar musica, claro, no podía tocar su guitarra allí dentro y mucho menos cantar, pero al menos podía estar tranquila, sin que sus pensamientos le inundaran y lograran deprimirla... Por alguna razón, aquel simple lugar lograba dejarla en paz.
Al llegar al lugar donde el otro la conducía sonrió notando que se encontraban en una zona algo infantil al decir verdad. Se acerco sonriendo al otro, sentándose al lado de donde el le indicaba, mientras su pequeña Luna ahora descendía hasta su falda, acomodándose en esta, dispuesta a dormir un rato más.
-La verdad que si, al menos no hace frío- Dijo riendo levemente, mientras miraba en dirección a las estanterías, ojeando desde lejos algunos de los libros.
-Pues si... No se supone que todos tienen una?- Pregunto, algo curiosa por la pregunta del otro, aunque a decir verdad, ella aun no tenia ningún compañero de habitación y eso era algo raro, pero suponía que pronto alguien seria designado, por lo cual buscaba no acostumbrarse del todo a estar sola en esta.
Le miro sonriendo, algo curiosa cuando el otro se paro para tomar un libro, mirándole desde su asiento sonrió de manera dulce, riendo levemente. Se notaba la emoción en los ojos del ajeno al ver el libro, realmente debía de darle nostalgia, o simplemente alegría, el tenerlo en sus manos.
Se levanto, tomando con delicadeza a Luna que ya se encontraba dormida y dejándola en el asiento luego, acariciándole con suavidad la cabeza, para acercarse al chico.
-Vaya... Nunca había visto este libro... Es un libro infantil? Hay muchos libros infantiles que parecen divertidos cuando uno es pequeños y, que al leerlos de grandes, dejan mensajes hermosos que cuando uno es pequeño no entiende...- Dijo, recordando aquel libro infantil que tanto le gustaba a ella, buscándolo inconscientemente con la mirada por el lugar.
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Re: El extraño de pelo blanco [priv]
Mira hacia atrás. Ahí aprenderás. Observa el presente. Aquí lo harás realidad. Otea el futuro. Allí, sonreirás. Y probablemente, caerás. Pero te levantarás, y te sabrá a gloria. Todos aprendimos cosas de nuestras experiencias. Los errores nos ayudan a seguir adelante. A superar los límites establecidos. La lluvia acariciaba las ventanas y las paredes exteriores. El ambiente parecía distinto con el color gris. Nublado. Lo cambiaba, lo convertía en más íntimo, cercano. No hacía frío, evidentemente. Un celestial calor recorría la biblioteca. Abrazaba a los lectores. Palpé las páginas. Pasé mis dedos por las bonitas letras, grandes, preciosas, y recordé. Papá me lo leyó una vez. Y había adorado a Henry bastante. Un mago perfecto. Sabio y atrevido. Reflexivo y calmado. Aparté mi mirada del libro para encontrarme con Lucy. Sonreí. Realmente, esperaba con todo mi corazón no tardar demasiado en conocer a los compañeros de habitación. De momento, Chula era capaz de darme bastante compañía. Pero, en fin, podría decirse que me hace “ilusión” compartir la alcoba. Claro está, si la persona encaja conmigo.
Volví la mirada al volumen. –Creo que…-Pensé mis palabras cuidadosamente, saboreándolas. Cerré los ojos, intentando rememorar la historia que escondían las páginas. Coloqué mis palmas extendidas sobre ellas, y reaccioné.-Nos quiere enseñar que la felicidad, muchas veces es mejor compartirla que quedársela únicamente para sí. –Me acaricié la barbilla, volví mi vista a Lucy y sonreí. Sí, sin duda. ¿De qué me vale sonreír si nadie más lo hace conmigo? No es lo mismo. Cerré el libro, observando por última vez la portada. -¿Cuál es tu libro de la infancia? El que más te gustaba. El que releías una y otra vez, sin parar. – Hinqué el codo en la mesa, apoyando mi mano en la mejilla y encarando mi cuerpo en dirección a Lucy. Esperé la respuesta.
Por un momento, apenas unos minutos, los rayos de sol, débiles, se colaron entre las cortinas. Había parado de llover, pero poco tardaría en volver a hacerlo. No sé, pero esos días eran para estar en casa. O en una cafetería. Chasqueé los dedos, como si se hiciera la luz.
-Lucy, ¿qué te parece si después vamos a tomar café? – Alcé ambas cejas, sonriendo amablemente. Sí, así, de repente, unas ganas tremendas me vinieron al cuerpo. Y, después de todo, la joven dama era una compañía agradable. –O algún otro lugar.-Objeté. Miré hacia las ventanas.-Cuando estemos seguros que no lloverá, claro.
Hm, no tenía nada que hacer en lo que restaba de día. ¿Por qué no? Tarde de relajación. De risas, locuras y tonterías. De esas que por meros detalles son inolvidables. Que forjan amistades. Que crean abrazos cariñosos, besos románticos, veladas impresionantes, confianza. Comenzar con buen pie en Jikan, era importante.
Volví la mirada al volumen. –Creo que…-Pensé mis palabras cuidadosamente, saboreándolas. Cerré los ojos, intentando rememorar la historia que escondían las páginas. Coloqué mis palmas extendidas sobre ellas, y reaccioné.-Nos quiere enseñar que la felicidad, muchas veces es mejor compartirla que quedársela únicamente para sí. –Me acaricié la barbilla, volví mi vista a Lucy y sonreí. Sí, sin duda. ¿De qué me vale sonreír si nadie más lo hace conmigo? No es lo mismo. Cerré el libro, observando por última vez la portada. -¿Cuál es tu libro de la infancia? El que más te gustaba. El que releías una y otra vez, sin parar. – Hinqué el codo en la mesa, apoyando mi mano en la mejilla y encarando mi cuerpo en dirección a Lucy. Esperé la respuesta.
Por un momento, apenas unos minutos, los rayos de sol, débiles, se colaron entre las cortinas. Había parado de llover, pero poco tardaría en volver a hacerlo. No sé, pero esos días eran para estar en casa. O en una cafetería. Chasqueé los dedos, como si se hiciera la luz.
-Lucy, ¿qué te parece si después vamos a tomar café? – Alcé ambas cejas, sonriendo amablemente. Sí, así, de repente, unas ganas tremendas me vinieron al cuerpo. Y, después de todo, la joven dama era una compañía agradable. –O algún otro lugar.-Objeté. Miré hacia las ventanas.-Cuando estemos seguros que no lloverá, claro.
Hm, no tenía nada que hacer en lo que restaba de día. ¿Por qué no? Tarde de relajación. De risas, locuras y tonterías. De esas que por meros detalles son inolvidables. Que forjan amistades. Que crean abrazos cariñosos, besos románticos, veladas impresionantes, confianza. Comenzar con buen pie en Jikan, era importante.
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