Resolviendo el misterio [Temperance Akiyama]

Tras estar un completo de clase en clase, aburrido, por fin tocó mi hora preferida: el descanso. El momento de poder descansar era algo que se me había hecho muy lejano desde que comenzó el día, pero al llegar, respiré profundamente, contento. En ese momento, recordé algo importante: descubrir la identidad de mi hermana.

Al darme cuenta, me dirigí rápidamente hacia recepción, donde comencé a hacer varias preguntas que, al final, no fueron respondidas. Al ver que no conseguía hacer nada, opté por la segunda opción: colarme en los archivos de la academia y encontrar algo que pudiera servirme.

Después de estar horas y horas buscando, por fin encontré un nombre que me llamó la atención más de lo normal: Temperance Akiyama. La había encontrado. A pesar de no recordar bien como era, recordaba su nombre: Temperance. Coloqué todo como estaba al terminar y, apresuradamente, me dirigí hacia la enfermería, donde se suponía que estaba, pero, cuando estaba dirigiéndome hacia allí, no me fijé en una cosa que sobresalía del suelo, tropezando con ella y cayendo al suelo. Cuando intenté levantarme, sentí un gran dolor en el pie izquierdo. Por suerte, unos alumnos pasaban por allí y me vieron, por lo que me ayudaron a llegar a la enfermería, donde me colocaron en una camilla para ir a buscar luego a alguien que pudiera atenderme.

Me sentí un poco frustrado al seguir notando un gran dolor en el pie, pero sabía que no duraría mucho. Además, el saber que posiblemente podría encontrarme con mi hermana perdida, hacía que el dolor se hiciera menos notable, lo cual me ayudó un poco a aguantar.

Hoy solo tuve las tres primeras clases, debido a que a partir del descenso era mi turno de ocuparme de la enfermería. Cuando llegué, me puse la bata con mi nombre y revisé en un cuarto que había, que todo estaba en orden. Vi que teníamos las reservas suficientes de todo por si venía alguien. Estaba algo nerviosa, era mi primer día y a pesar de mis conocimientos, tenía la sensación de no saber nada. Me recogí el pelo con dos lazos de color morado haciéndome dos coletas bajas.

Varios alumnos vinieron a pedirme ayuda muy alarmados... Me ruboricé un poco tenía la sensación de que no tenía ni idea, pero no pude negarme. Me calmé un poco y caminaba hablando con las personas mientras me acercaba a la camilla. Eché una mirada y era él... No podía creerme que estuviera allí. De momento no podía entretenerme, tenía que curarle. Toqué su tobillo lentamente y con algo de cuidado para no hacerle daño. Tenía una fractura en le pie.

-Quizás te duela un poco...- Dije y le coloqué bien el pie para poder vendarlo.

Estaba algo deformado hacia atrás por el golpe y por eso lo coloqué. Fui a por vendas, tijeras y esparadrapo. Le puse la pierna en mi regazo y le vendé el tobillo lentamente. Cuando acabé, corté la venda y puse esparadrapo para que no se deshiciera el vendaje.

-Deberás estar con esta venda durante dos semanas- Dije.

Le coloqué el pie sobre la camilla, y se sentó en una silla cerca de él y lo abrazó muy fuerte. Al fin lo había encontrado tras tanta búsqueda.

En el momento en el que apareció la enfermera, la miré en silencio, viendo sobre su cabeza su nombre, el cual era justo el que buscaba. Cuando ella se ocupaba de vendarme la pierna, mantuve la vista gacha, sin saber que decir, pero cuando ella me abrazó con fuerza, me sorprendí, pero sonreí y la envolví entre mis brazos.
-Perdona por no haberte visitado nunca. -me disculpé con una triste sonrisa, recordando la vez en la que la había dejado en aquél orfanato, esperando que pudiera vivir en paz.

Durante un largo rato, me mantuve en silencio mientras posaba una mano sobre su cabeza y la acariciaba lentamente mientras con la otra le hacía caricias en la espalda, nervioso. A pesar de estar buscándola desde que entró en Jikan, nunca se había preguntado si era buena idea hacerlo, o simplemente qué hacer si llegara ese día.

Cuando ella dejó de abrazarme, le acaricié una de sus mejillas mientras la miraba con una gran sonrisa.
-Eres idéntica a mamá. -susurré, en un tono bajo, sin apartar la mirada de sus ojos, completamente hipnotizado por la emoción. De nuevo, volví a abrazarla y dejé posar mi cabeza sobre su hombro, cerrando los ojos como si fuera a dormir, completamente feliz de encontrarla.
-¿Te dije ya que lamentaba no haberte visitado? -le pregunté de repente, con una pequeña risa, para intentar calmar el ambiente cargado que había a nuestro alrededor.

Estaba muy feliz por haberle encontrado. Mi hermano, me correspondió el abrazo y acariciaba mi espalda. Me pidió disculpas por no haberme ido a visitar en este tiempo. No dije nada en ese momento. Acarició mis mejillas y sonreí ampliamente con dulzura. Me abrazó de nuevo y apoyó su cabeza en mi hombro. Acarició su cabello suavemente y besó su frente. Reí suavemente cuando volvió a disculparse.

-Lo dijiste y no pasa nada, te he encontrado y eso es lo que importa oni-chan... ¡Ahora te cuidaré hasta que se te cure el pie y más allá!- Dije sonriendo de forma enérgica.

Apoyé mi cabeza sobre la de él suavemente y miré su pie. Hacía algo de frío por el aire acondicionado y le arropó un poco para que estuviera bien. Miró sus orejas y los observó detenidamente y los agarró suavemente.

-Oni-chan llevas pendientes... Oh ¿Tú tienes un zorrito? Puedo pintarle las uñas?- Dijo ilusionada.

Ya me empecé a imaginar como sería su mascota. Seguro que sería adorable. Me levanté a atender a un par de personas más que se sentían mal. Uno tenía un gran dolor de estómago, y otro tenía dolor de garganta. Después, volví a su lado. Me senté en un hueco de la cama y jugué con sus manos. Las mías que estaban muy cuidadas, eran notablemente más pequeñas que las de Law. Mis uñas, estaban sin pintar ya que por el tra ajo debían ir sin esmaltar y cortaditas. Lo miré con una sonrisa dulce, me sentía feliz y si pudiera, me habría puesto a corretear a su alrededor.[/b][/color]

-Sí, tengo uno, pero no creo que le ilusione mucho la idea de que le pintes las uñas. -le contesto mientras reía.

La enfermería comenzó a llenarse de otras personas que, al parecer, necesitaban ayuda con cualquier cosa, por lo que Temperance tuvo que ir a atenderles pero no tardó mucho en volver a mi lado. El tenerla a mi lado era algo que me hacía sentir realmente feliz, cosa que me sorprendía, ya que nunca había sido feliz desde la muerte de mis padres.

Cuando por fin atardeció, Temperance acabó su turno del día, por lo que decidí irme de allí también junto a ella para poder cenar, pero el pie todavía estaba mal colocado y no podía caminar con él, así que tuve que pedir prestada una silla de ruedas. Antes de llevar a cualquier sitio, decidí llevarla a mi cuarto para poder presentarle a Kario, quién saltó sobre mí nada más entré por la puerta.
-Tú nunca vas a cambiar. -le contesto, sonriente, mientras le acariciaba la cabeza y entraba en el cuarto junto a Temperance.
-Este es Kario. Kario, esta es mi hermana, Temperance. -les presento a ambos para que se conocieran y Kario no tardó mucho en acercarse a Temperance para olisquearla segundos antes de saltar a sus brazos para lamerle la cara con energía.
-Yo diría que le gustas. -le digo a Temperance mientras observaba como Kario lamía sus mejillas.
-Bueno, ¿hay algún sitio en especial al que quieras ir a cenar? -le pregunto tras pensarlo un rato, ya que no tenía decidido aún donde podríamos cenar.

Fui con él a su cuarto, empujé su silla de ruedas para que no tuviera que mover la silla él. Cuando llegamos, su zorrito se me tiró encima y empezó a lamerme la cara. Reí bastante y lo acaricié suavemente. Ese era Kario, su mascota. En ese momento, deje al zorrito en el suelo, saqué mi cámara y fotografié varias veces al zorrito y a Law. Saqué mi carpeta y empecé a anotar lo que ocurrió hasta entonces. La carpeta estaba abarrotada de folios escritos y las fotos de toda la gente que conoció durante su vida.

Entre ellas, había una foto de Law de pequeño que tenía de recuerdo. Había tanto chicas como chicos y junto a dichas fotos un resumen de la forma de ser de esas personas, su historia y lo que hacían día a día. Todo eso, la ocupaba muchas carpetas, debido a su miedo de perder la memoria, siempre andaba con eso. Todo fue desencadenado por no conseguir recordar que le pasó a sus padres. Ese recuerdo la aterrorizó tanto, que su subconsciente lo bloqueó. Me preguntó que a donde quería ir a cenar. En ese momento, acabé de escribir y los guardé todo.

-Pues no sé, si quieres vamos y vemos que sitios hay... ¡Yo empujo la silla!- Dije sonriente.

Cogí al pequeño zorro, lo puse en el regazo de Law y cerré la puerta de la habitación. Empecé a empujar la silla. No pesaba mucho y pensaba ir todos los días a cuidarlo. Llegamos a los lugares de todos los restaurantes. Caminamos y observé varios sitios.[/i]

-¿Dónde querría cenar mi hermanito?- [b]Dije sonriendo dulcemente mientras caminaba

No tuve ninguna objeción en que Temperance llevara mi silla, lo cual me facilitaba moverme entre la gente. Cuando llegamos a la zona de restaurantes, eché un largo vistazo a mi alrededor para encontrar un buen sitio, viendo un restaurante que llamaba mi atención y decidí que fuéramos allí, después de preguntarle a Temperance.

Al llegar al restaurante, tuvimos que esperar un poco para tener una mesa, donde nos dieron dos cartas para que pudiéramos ver la lista de comidas que preparaban allí. Tras mirarla un rato, decidí pedir un solomillo para mí y otro para Kario, el cual estaba sentado a nuestro lado en una silla con patas muy largas y un pequeño asiento, ideal para los Pets que salen a cenar con sus dueños.
-¿Tú que vas a querer? -le pregunté a Temperance tras terminar de dar mi pedido y, en cuanto ella dio el suyo, el camarero se marchó con las cartas, volviendo un rato más tarde con nuestros platos.
-Buen aprovecho. -digo antes de empezar a comer el solomillo que tenía en frente, al igual que Kario.
-Hace un rato estabas escribiendo en una libreta. ¿Qué escribías? -le pregunté, intrigado, al terminar de comer.

Cuando terminamos de cenar, le comenté a Temperance de ir a dar un paseo, aprovechando la noche que había, acompañada de una gran estrella brillante conocida como Luna Llena.
-Qué bien se sienten las noches: y con el tiempo que hay, no se siente ni calor ni frío. -le comento a Temperance mientras veía como Kario comenzaba a dormirse sobre mis rodillas.
-Por cierto, ¿cómo es que trabajas en una enfermería a tu edad? -le pregunto un poco sorprendido.

En cuanto mi hermana me preguntó por mi trabajo, sentí un escalofrío que no había sentido nunca. ¿Estaría bien decirle la verdad? ¿Estaría bien decirle que se encargaba de asesinar a las personas que les llegó la hora?

Todas esas preguntas desaparecieron de mi cabeza en cuanto un tipo extraño apareció de la nada y, con su bate, golpeó a mi hermana. Al ver aquello, sentí una gran furia y levanté mi mano derecha mientras decía:
-Room. -una luz azul nos envolvió a nosotros y a otros pocos más que había cerca y, de repente, el hombre del mazo cayó con gran fuerza contra el suelo, rompiendo incluso parte del suelo.

Me levanté de la silla y caminé lentamente hacia el hombre, haciendo caso omiso de las punzadas de dolor que sentía en el pie. Al colocarme frente a él, hice que levantara la cabeza y le miré directamente a los ojos, manteniendo mi rostro impasible hasta que me fijé en su fecha de muerte, lo cual hizo que, por unos segundos, pareciera que hubiera sonreído.
-Estás de suerte... Es tu día de defunción. -le dije fríamente mientras le dejaba caer de nuevo la cabeza y me levantaba, sacando del interior de mi abrigo una gran katana, la cual comencé a desenvainar de su vaina, y la levanté en alto, al mismo tiempo que el cuerpo del hombre comenzaba a levantarse lentamente, quedando flotando en el aire, en frente mía, completamente paralizado.
-Que se apiaden de tu alma. -le dije sin apartar la mirada de sus ojos, los cuales mostraban un gran terror hasta que, con un movimiento limpio, su cabeza se separó de sus hombros y cayó del suelo, al igual que su cuerpo.

Justamente cuando envainaba mi katana, el espíritu de aquel hombre apareció en frente mía. Al verle, estiré mi brazo izquierdo y puse el pulgar hacia abajo. Al hacerlo, un agujero se hizo bajo los pies del alma, saliendo miles de manos que lo arrastraron hasta tragarlo y, seguidamente, desapareció el agujero.

En el momento mismo en el que el filo de mi katana cortó su cabeza, todos los recuerdos de las veces que había matado a alguien vinieron a mi mente, todas y cada una de golpe y al mismo tiempo, dejándome completamente paralizado. Mis manos estaban completamente paralizadas, pero cada vez me dolían menos a medida que usaba mi habilidad. Cuando miré hacia Temp, esperaba encontrarme con la misma mirada que ponían todas las personas al verme asesinar a alguien: asustada. Pero, para mi asombro, lo único que expresaban los ojos de Temp eran preocupación, y por mí.

Cuando Temp me colocó en la silla de ruedas y me abrazó, yo no pude evitar abrazarla también, colocando mi brazos a su alrededor, sintiendo una gran sensación que me hacía recordar las veces en las que mis padres me habían abrazado.. hasta el día de su muerte.

Me mantuve al lado de Temp, abrazándola con fuerza, durante un largo rato, hasta que decido soltarla y pedirle que me llevara a un lugar más intimo, terminando en un lugar cercano a la costa, donde podíamos mirar el mar y la Luna desde lejos. Allí, notaba que mis ojos comenzaban a empañarse y mi cara enrojecía, lo cual me asustó un poco y decidí reprimir mis ganas de llorar antes de decirle a Temp:

-Yo conocía a ese hombre. Hace tiempo, cuando viajaba, me dejó hospedarme en su casa junto a su familia: una mujer y una niña. En cuanto vi a su mujer, vi su fecha de muerte... y era el día siguiente al que había llegado a su casa. No quería matarla, pero sabía que su muerte no sería de lo más bonita, y por eso decidí matarla a la mañana siguiente, de la forma más limpia y amable que pude hacer. Ese mismo día su marido intentó matarme, pero no lo consiguió. Desde entonces, él y otros más han intentando matarme desde que maté a alguien que les importara, o simplemente para conseguir algo como una recompensa. -mientras le contaba todo aquello, sentía como una pequeña parte del dolor que cargaba mi alma iba desapareciendo lentamente, lo cual me animaba a continuar contándole cosas, pero sabía que ella no querría saber nada de a quién maté y de que forma, así que dejé de hablar un rato más tarde hasta que no me quedó otra que decir:

-Soy un Shinigami, y mi trabajo es terminar con la vida de aquellos a los que les llegó la vida y de llevarlas al sitio que les corresponde. -el silencio volvió a hacerse al terminar de hablar, y mantuve la vista hacia el suelo, ya que lo último que quería era ver cómo había reaccionado Temp.

Me sorprendí al escuchar el cántico de Temp y, además, del momento en el que sus manos brillaron y cuando dijo que aceptaba mi trabajo. Era un sentimiento que me relajaba por dentro, permitiéndome levantar la cabeza y mirarla a los ojos. Cuando se me acercó, yo volví a notar mis manos, lo cual me permitió abrazarla como era debido mientras cantaba una canción que me hacía recordar las veces de pequeño que venía nuestra madre a cantarnos una canción para dormir.
-Gracias. Pero no creo que sea necesario hacerlo ahora. -le contesto, sonriente, cuando me dijo que podía llorar si quisiera, pero el dolor de mi alma había disminuido gracias a ella, por lo que mis ganas también disminuyeron, permitiéndome aguantar sin problemas aquél momento.

Kario, viendo la intimidad del momento, decide acercarse y se sube a mi cabeza para acomodarse, mirándome unos segundos antes. Yo no le impedí hacerlo, ya que sabía perfectamente que Kario no hacía nada sin ningún momento, y el tenerlo cerca me animaba un poco más.

Tras pasar un rato, decido soltar a Temp y, entonces, cogí la silla y, lentamente, comencé a levantarme, quedándome de pie unos segundos antes de dar unos pequeños pasos.
-Sí, ya curó lo suficiente. Por ahora, llevaré la silla a la enfermería. -pienso en voz alta mientras me acerco de nuevo a Temp.
-Ya es tarde. Te llevaré a tu cuarto. -aunque veía que Temp iba a llevarme la contraria, de alguna forma conseguí que finalmente me dejara llevarla a su cuarto, después de parar en la enfermería para dejar la silla de ruedas, dejándola en frente de su puerta.
-Buenas noches. -me despido de ella antes de inclinarme y darle un beso en la cabeza.