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Siempre estaré cerca de ti [Priv.]
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Jikan Highschool :: Papelera :: Papelera
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Siempre estaré cerca de ti [Priv.]
"No sabría explicar con palabras lo que sentí a su lado. Algo mágico, se queda corto. Fue lo más bello y hermoso que pudieron ver mis ojos en todos mis años de vida. De ella me gusta todo: Sus preciosos y sedosos cabellos ondulados de un tono rosado, sus vidriosos ojos llenos de vida y libres como el cielo, sus finos labios claros que encarnaban el deseo de cualquiera; su pálida, fría y delicada piel que parece romperse con la mirada; sus sensuales curvas... Aaah... Ni qué hablar de su voz, aquella que perdía a cualquiera y hacía disfrutar de una bella melodía que deleitaba a todo aquel que la escuchara. Lo era, sin duda alguna. Era preciosa. No habría términos ni palabras suficientes para definirla. Era todo lo que yo deseaba. Todo lo que quería: Ella."
Cerró el cuaderno. Ya lo había hecho una vez más. Se había puesto a escribir sobre aquella mujer que no hacía más que recorrer su cabeza. No podía olvidarse de ella. Era prácticamente imposible que no la echara de menos. Y su triste consuelo ahora eran estas palabras que guardaba en su cuaderno. Siempre lo mantuvo oculto. Nadie lo leía. Su tesoro, se podría decir. Si, exactamente, era algo valioso para él. No un diario, pero sí sinceras palabras de anelo a esa joven. No era poeta, ni pretendía serlo. Solo era un loco enamorado como todos los que existían en estos mundos. Era algo antiguo, pues a pesar de que los años pasaran, para él siempre había espacio para viejas costumbres.
Se puso bien la camisa. La corvata lo atosigaba en demasía. Acababa de acostumbrarse a este lugar. Era bastante amplio, estaba bien equipado y no parecía escasear el dinero en una instalación así. Ni él, en todos los años que llevaba sobre la faz de la tierra había visto tanta cantidad de tecnología y cosas similares reunidas en torno a una institutción. Debía felicitar al artífice de todo esto, estaba muy bien repartido, de forma equitativa. Pero ahora, quería relajarse un poco. El agetreo del lugar en horas lectivas era un poco irritable, pero se podía soportar.
- Uaaah... - Boztezó mientras apoyaba su espalda en la pared.
Una vez hecho eso, podía perder un poco de su tiempo imaginando cosas que jamás ocurrirían, como siempre. O tal vez, hecho que nunca sucederían. Pero eso, formaba parte del estravagante aspecto del mayor. Tenía mucho en lo que pensar. Demasiado, quizá. ¿Qué importaba ahora?
- He de tomar un descanso, los viajes agotan a cualquiera - Musitó mientras se rascaba la nuca con otal desdén.
Si, un descanso es lo que le hacía falta. Tomar algo, leer, perderse entre las sábanas. Esas cosas que solía hacer. No obstante, ahora mismo solo quería saber dónde se encontraba su dulce dama. Aquella que no salía de su cabeza y quedó totalmente atrapada en sus recuerdos. Para eso había venido, dar clases, era algo secundario para él. Sabía que estaba allí. Se lo habían dicho fuentes fiables. ¿Dónde? No podría andar muy lejos. La institución no era tan grande después de todo. Solo le bastaba buscarla más a fondo, o tener algo de suerte.
Agachó la mirada. Estaba cansado, se le notaba en la expresión. No quería molestias innecesarias, por lo que ahora mismo optaría por buscar el lugar en el que pasaría la noche. Puede que estuviera algo ansioso por encontrar a su amada, era perfectamente normal. Sin embargo, impacientarse, no servía de nada. No la traería antes a sus brazos. De este modo, dio un pequeño impulso para volver a caminar como antes lo había hecho. Estaba claro, iba a por ella.
Cerró el cuaderno. Ya lo había hecho una vez más. Se había puesto a escribir sobre aquella mujer que no hacía más que recorrer su cabeza. No podía olvidarse de ella. Era prácticamente imposible que no la echara de menos. Y su triste consuelo ahora eran estas palabras que guardaba en su cuaderno. Siempre lo mantuvo oculto. Nadie lo leía. Su tesoro, se podría decir. Si, exactamente, era algo valioso para él. No un diario, pero sí sinceras palabras de anelo a esa joven. No era poeta, ni pretendía serlo. Solo era un loco enamorado como todos los que existían en estos mundos. Era algo antiguo, pues a pesar de que los años pasaran, para él siempre había espacio para viejas costumbres.
Se puso bien la camisa. La corvata lo atosigaba en demasía. Acababa de acostumbrarse a este lugar. Era bastante amplio, estaba bien equipado y no parecía escasear el dinero en una instalación así. Ni él, en todos los años que llevaba sobre la faz de la tierra había visto tanta cantidad de tecnología y cosas similares reunidas en torno a una institutción. Debía felicitar al artífice de todo esto, estaba muy bien repartido, de forma equitativa. Pero ahora, quería relajarse un poco. El agetreo del lugar en horas lectivas era un poco irritable, pero se podía soportar.
- Uaaah... - Boztezó mientras apoyaba su espalda en la pared.
Una vez hecho eso, podía perder un poco de su tiempo imaginando cosas que jamás ocurrirían, como siempre. O tal vez, hecho que nunca sucederían. Pero eso, formaba parte del estravagante aspecto del mayor. Tenía mucho en lo que pensar. Demasiado, quizá. ¿Qué importaba ahora?
- He de tomar un descanso, los viajes agotan a cualquiera - Musitó mientras se rascaba la nuca con otal desdén.
Si, un descanso es lo que le hacía falta. Tomar algo, leer, perderse entre las sábanas. Esas cosas que solía hacer. No obstante, ahora mismo solo quería saber dónde se encontraba su dulce dama. Aquella que no salía de su cabeza y quedó totalmente atrapada en sus recuerdos. Para eso había venido, dar clases, era algo secundario para él. Sabía que estaba allí. Se lo habían dicho fuentes fiables. ¿Dónde? No podría andar muy lejos. La institución no era tan grande después de todo. Solo le bastaba buscarla más a fondo, o tener algo de suerte.
Agachó la mirada. Estaba cansado, se le notaba en la expresión. No quería molestias innecesarias, por lo que ahora mismo optaría por buscar el lugar en el que pasaría la noche. Puede que estuviera algo ansioso por encontrar a su amada, era perfectamente normal. Sin embargo, impacientarse, no servía de nada. No la traería antes a sus brazos. De este modo, dio un pequeño impulso para volver a caminar como antes lo había hecho. Estaba claro, iba a por ella.
Allen Leonhardt- Pareja : Espero conquistar a mi querida pelirosa.
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Puntos : 200
Fecha de inscripción : 25/07/2013
Localización : ¿Te interesa saberlo?
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Re: Siempre estaré cerca de ti [Priv.]
"Sola entre mucha gente" Era así como la pelirrosa se sentía. Podría estar rodeada de gente, que se sentiría sola aún así. Fue por la mañana temprano a una sesión de fotos para una revista. Había madrugado tanto que se sentía la frescura de la mañana antes de que el sol ejerciera el calor propio del verano. La joven se arregló para ir y allí, se encargaron de vestirla y retocarla un poco con maquillaje. Estaba ocupada todos los días hasta la noche, pero se sentía un simple cuerpo que va como alma sin su cuerpo. Hacía las cosas porque le gustaban, pero sentía que algo fallaba. Echaba en falta a esa persona especial que se preocupaba por ella y por la que quería preocuparse. Posó para las fotos en un lado por donde nadie pasaba en Jikan y el director había alquilado. Por lo tanto, no necesitó llevar un bolso con ropa para cambiarse. La pusieron un bonito vestido blanco de vuelo y de palabra de honor. La pusieron una flor artificial en el cabello que se usaba como horquilla para sujetar un pequeño mechón de pelo.
Cuando acabó, la dejaron quedarse con el traje. Cosa que ella agradeció porque le gustó mucho. Volviendo a los pensamientos de Himeka, ella sentía que necesitan a aquel chico con el que compartió tan buenos momentos. Pensó que quizás ya se habría enamorado de otra, cosa que la entristeció bastante y decidió descartar esa opción. Caminó hacia un aula para recoger unos libros que se dejó en un aula. Caminó por los largos pasillos perdiéndose como siempre. Quería pensar en su trabajo, pero sin darse cuenta, su mente volvía a aquel chico que la enamoró. Pensó que quizás sería arriesgado haber intentado formar un futuro con él teniendo un marido, pero seguramente habría salido bien. Ese chico, la hizo mucho más feliz que su marido con tantos años de matrimonio. Por un momento pensó en lo que le prometió a Allen. Se comprometió a estar siempre con él, pero se fue.
Comenzó a hacerse una promesa a sí misma. Si volvía a verlo, no lo dejaría escapar. Quizás ella lo enseñó a amar, pero él la enseñó a quién merecía la pena ser leal. Durante días empezó a pensar todo lo que le diría y volviera a estar ante ella. Pero sabía que si volviera a verlo, las palabras sobrarían. Había tanto que quería decirle... Cuando contrajo matrimonio, no pensó que podría acabar así, es más, ya pensaba que sería el hombre definitivo y el tiempo la demostró que se equivocaba. Caminó por los pasillos, sus tacones resonaban por el lugar. Aunque no eran los únicos pasos que se escuchaban. Lo que ella no sabía, es que la persona con la que soñaba encontrarse, estaba justo detrás suya. Estaba tan distraída, que casi no se dio cuenta. Abrió un aula en el que dejó sus cosas. Comenzó a cantar con una voz con la que se la escuchaba notablemente, una canción que siempre le cantaba a Allen cuando la pedía que cantara.
Cogió sus libros de uno de los cajones de la mesa. Eran los libros de primer año de música y psicología. Salió apagando la luz y allí lo vio. Abrió ampliamente sus orbes azules. Por un momento de la impresión, sus pupilas se dilataron como dos platos. No pudo evitar soltar los libros al suelo de la impresión. Estaba allí, como si de un deseo que fue pedido a un genio se tratara... Estaba bastante impresionada, y no supo bien como reaccionar ante aquello. Apenas se lo podía creer, era como un espejismo.
-A...Allen... Eres tú...- Dijo dando un suave golpe a los libros para apartarlos y acercarse para acariciar con suavidad su mejilla.
Cuando acabó, la dejaron quedarse con el traje. Cosa que ella agradeció porque le gustó mucho. Volviendo a los pensamientos de Himeka, ella sentía que necesitan a aquel chico con el que compartió tan buenos momentos. Pensó que quizás ya se habría enamorado de otra, cosa que la entristeció bastante y decidió descartar esa opción. Caminó hacia un aula para recoger unos libros que se dejó en un aula. Caminó por los largos pasillos perdiéndose como siempre. Quería pensar en su trabajo, pero sin darse cuenta, su mente volvía a aquel chico que la enamoró. Pensó que quizás sería arriesgado haber intentado formar un futuro con él teniendo un marido, pero seguramente habría salido bien. Ese chico, la hizo mucho más feliz que su marido con tantos años de matrimonio. Por un momento pensó en lo que le prometió a Allen. Se comprometió a estar siempre con él, pero se fue.
Comenzó a hacerse una promesa a sí misma. Si volvía a verlo, no lo dejaría escapar. Quizás ella lo enseñó a amar, pero él la enseñó a quién merecía la pena ser leal. Durante días empezó a pensar todo lo que le diría y volviera a estar ante ella. Pero sabía que si volviera a verlo, las palabras sobrarían. Había tanto que quería decirle... Cuando contrajo matrimonio, no pensó que podría acabar así, es más, ya pensaba que sería el hombre definitivo y el tiempo la demostró que se equivocaba. Caminó por los pasillos, sus tacones resonaban por el lugar. Aunque no eran los únicos pasos que se escuchaban. Lo que ella no sabía, es que la persona con la que soñaba encontrarse, estaba justo detrás suya. Estaba tan distraída, que casi no se dio cuenta. Abrió un aula en el que dejó sus cosas. Comenzó a cantar con una voz con la que se la escuchaba notablemente, una canción que siempre le cantaba a Allen cuando la pedía que cantara.
Cogió sus libros de uno de los cajones de la mesa. Eran los libros de primer año de música y psicología. Salió apagando la luz y allí lo vio. Abrió ampliamente sus orbes azules. Por un momento de la impresión, sus pupilas se dilataron como dos platos. No pudo evitar soltar los libros al suelo de la impresión. Estaba allí, como si de un deseo que fue pedido a un genio se tratara... Estaba bastante impresionada, y no supo bien como reaccionar ante aquello. Apenas se lo podía creer, era como un espejismo.
-A...Allen... Eres tú...- Dijo dando un suave golpe a los libros para apartarlos y acercarse para acariciar con suavidad su mejilla.
Himeka Tsumura- Pareja : *Mira mal a Allen y mira mal al lector* COTILLA ò///ó
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Fecha de inscripción : 19/07/2013
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Re: Siempre estaré cerca de ti [Priv.]
Jamás se hubiera imaginado aquello que le ocurrió. Él se estaba marchando del lugar, con total tranquilidad. Cuando, de repente, escuchó un ruido a su espalda. Aquel ruido, resonó por todo el pasillo. Al parecer, sonaba como algo que había caído. Por consecuente, y por simple curiosidad también, el joven rubio se giró para ver aquel objeto que dejó de estar en su sitio. Pero en ese momento, divisó algo mejor que los libros que estaban tirados por el suelo.
Sus ojos se clavaron en ella. En los orbes que miraban atónitamente al joven, como si de algo impresionante se tratara. Por el lado contrario, la sensación fue indescriptible. La examinó con la mirada, de arriba a bajo. Aún no había aceptado lo que tenía ante sus verdes ojos. Pensó que la vista le jugaba una mala pasada. Por fortuna, no fue así. Allí, parada frente a él, a unos metros, estaba aquella por la que no dejaba de pensar, por la que soñaba, por la que escribía, por la que daría su vida... Su todo.
Aunque en estos momentos faltaban las palabras, había algo mejor. Él, se acercó con paso firme a la jovencita que lo miraba sin detenimiento, absorta en sus propias ideas. Parecía perderse en su mirada, en sus claros ojos azulinos. En cuanto estuvo a su altura, se la quedó mirando de cerca. Sin hacer el más mínimo movimiento. En él, también se palpaba el nerviosismo del ambiente. No parecía creer lo que estaba ante sus propias narices.
- Himeka - Dijo en voz alta.
Su voz, sonó con un tono esperanzador, como si hubiera encontrado algo que llevaba perdido mucho tiempo. Como si no tuviera la idea de tenerlo. Pero era al revés. Todo lo contario. Allen, tenía ante él a la mujer de sus deseos. Cayó en sus encantos, y ahora, ante ella. Permanecía de pie frente a ella, ignorando el libro caído. Es más, lo apartó con su pie izquierdo de una patada. Le molestaba cualquier cosa que le quitara su preciada vista de encima.
Alzó su mano hasta el cabello de la joven. De esta forma, acarició desde su cabeza hasta llegar a su mejilla, siguiendo la caída de los mechones de pelo. Ahí, paró. Rozó su delicada piel con su mano, acariciándola. Y allí con su mano en la mejilla de la joven, la guió para que mirara más arriba. Que le mirara a él solamente. Esta vez, no la iba a dejar escapar.
Sonrió de medio lado, entornando una tierna mirada en sus ojos. La observaba atentamente y con cariño. Ahora, deslizó su mano hasta su mentón y acercó su rostro al de ella. No, no iba a besarla. Puede que diera esa impresión, pero no iba a ser tan desconsiderado. Solo posó su frente contra la de ella, dejándolos sin apenas espacio entre sus rotros. Se sentía la respiración de ambos chocar. Y esta vez, sonrió abiertamente. Tras eso, soltó un suspiro.
- Me has encontrado antes que yo a ti, eres una tramposa ¿Sabes? - Bromeó.
Ella se marchó, y lo dejó allí. Aunque no lo hizo con mala intención, él lo sabía. No obstante, ese tiempo fue el peor de su vida. Sin ella, sin poder tocarla, besarla o... saber siquiera di estaba bien. Solo ella era su preocupación diaria. ¿Qué haría ahora? Realmente, quería aprovechar el tiempo que no estuvo con ella. No dejarla irse jamás de su lado. Quizá pareciera algo extraño en alguien de apariencia joven, pero aunque no lo aparentase, era un completo caballero.
"Ahora no vas a escapar de mí, pequeña mía"
Sus ojos se clavaron en ella. En los orbes que miraban atónitamente al joven, como si de algo impresionante se tratara. Por el lado contrario, la sensación fue indescriptible. La examinó con la mirada, de arriba a bajo. Aún no había aceptado lo que tenía ante sus verdes ojos. Pensó que la vista le jugaba una mala pasada. Por fortuna, no fue así. Allí, parada frente a él, a unos metros, estaba aquella por la que no dejaba de pensar, por la que soñaba, por la que escribía, por la que daría su vida... Su todo.
Aunque en estos momentos faltaban las palabras, había algo mejor. Él, se acercó con paso firme a la jovencita que lo miraba sin detenimiento, absorta en sus propias ideas. Parecía perderse en su mirada, en sus claros ojos azulinos. En cuanto estuvo a su altura, se la quedó mirando de cerca. Sin hacer el más mínimo movimiento. En él, también se palpaba el nerviosismo del ambiente. No parecía creer lo que estaba ante sus propias narices.
- Himeka - Dijo en voz alta.
Su voz, sonó con un tono esperanzador, como si hubiera encontrado algo que llevaba perdido mucho tiempo. Como si no tuviera la idea de tenerlo. Pero era al revés. Todo lo contario. Allen, tenía ante él a la mujer de sus deseos. Cayó en sus encantos, y ahora, ante ella. Permanecía de pie frente a ella, ignorando el libro caído. Es más, lo apartó con su pie izquierdo de una patada. Le molestaba cualquier cosa que le quitara su preciada vista de encima.
Alzó su mano hasta el cabello de la joven. De esta forma, acarició desde su cabeza hasta llegar a su mejilla, siguiendo la caída de los mechones de pelo. Ahí, paró. Rozó su delicada piel con su mano, acariciándola. Y allí con su mano en la mejilla de la joven, la guió para que mirara más arriba. Que le mirara a él solamente. Esta vez, no la iba a dejar escapar.
Sonrió de medio lado, entornando una tierna mirada en sus ojos. La observaba atentamente y con cariño. Ahora, deslizó su mano hasta su mentón y acercó su rostro al de ella. No, no iba a besarla. Puede que diera esa impresión, pero no iba a ser tan desconsiderado. Solo posó su frente contra la de ella, dejándolos sin apenas espacio entre sus rotros. Se sentía la respiración de ambos chocar. Y esta vez, sonrió abiertamente. Tras eso, soltó un suspiro.
- Me has encontrado antes que yo a ti, eres una tramposa ¿Sabes? - Bromeó.
Ella se marchó, y lo dejó allí. Aunque no lo hizo con mala intención, él lo sabía. No obstante, ese tiempo fue el peor de su vida. Sin ella, sin poder tocarla, besarla o... saber siquiera di estaba bien. Solo ella era su preocupación diaria. ¿Qué haría ahora? Realmente, quería aprovechar el tiempo que no estuvo con ella. No dejarla irse jamás de su lado. Quizá pareciera algo extraño en alguien de apariencia joven, pero aunque no lo aparentase, era un completo caballero.
"Ahora no vas a escapar de mí, pequeña mía"
Allen Leonhardt- Pareja : Espero conquistar a mi querida pelirosa.
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Re: Siempre estaré cerca de ti [Priv.]
"¿Sueño o Realidad? Seguramente a la pelirrosa la parecería un precioso sueño del cuál no querría despertar. Aunque todo parecía muy real. Había pensado mucho en él y cada día que pasaba pensaba que el tiempo sin él, fue lo peor que pudo haber hecho pero... Si quería que no le pasara nada a Allen, debía de desaparecer. El joven se acercó un poco y la observó mejor. En ese momento si la joven hubiera tenido un corazón humano, la habría explotado o salido por la garganta. Allen era el único chico capaz de hacer que Himeka expresara un montón de emociones con un pequeño gesto o unas simples palabras. Tenía tantas cosas que decirle que había ensayado frente a un espejo, que ahora no salía absolutamente nada. No sabía si había alguien llamado "Dios" debido a que no puede morir, pero si lo había, ella le una bien grande a quién estuviera en el cielo.
El joven acarició su cabello y bajó su mano hasta su mejilla. Parpadeó de forma lenta esbozando poco a poco una sonrisa muy dulce. Hizo que su mirada se levantara para que solo lo mirara a él. Tenía la frente pegada a la de él y su mirada fijada en el chico que la había robado el corazón. Su mirada contenía ternura a la vez que infinita dulzura, se notaba que era la mirada de una chica enamorada. Hizo una broma que provocó que su sonrisa se ampliara más aún. Su mano, continuó acariciando la mejilla del joven. Tenía tantas ganas de volver a verlo, que sería capaz de llorar de emoción. Himeka era una persona muy sensible, que se emocionaba en seguida con los momentos tan emotivos como este.
-No no, el tramposo eres tú que te dejaste encontrar- Bromeó riendo un poco.
Con Allen, todo le parecía digno de una sonrisa. Cuando ella empezó a tener esa "relación" con él, no siempre era todo encuentros carnales. Había veces que hacían cosas como pasear, cocinar juntos o ver una simple película. A ella no le importaba qué hacer si estaba aquel joven. Desde la cosa mas sencilla que sería como por ejemplo tumbarse con él a ver una película, hasta ir a cenar a un lujoso restaurante. Daba igual, la cosa es que estaba él, el joven por el que cambiaría todas las cosas que la apasionan. Había muchas tardes que se quedaban simplemente tirados en un sofa hablando, y ella sentía que había merecido la pena ir con él. Ahora ella tampoco lo dejaría marcharse. Lo seguiría a dónde hiciera falta, aunque se hartara de ella pero seguiría ahí. La agradó saber que vino aquí y no se fue con nadie más.
Aunque por otro lado, sentía que le debía una explicación por haberse marchado así sin más. Comenzó a pensar bien qué diría. Y a no decírselo a base de agobiarse, también muy propio de la joven. En el fondo sabía que él la entendería. Si no fuera por el tema de su ex marido, ellos jamás discutiron, y si alguna vez la picó, Allen supo calmarla. Pasó su mano que acariciaba la mejilla del joven rubio, por el lateral de su rostro y llegó a los cabellos. Eran dorados, suaves y lisos. Muchas noches mientras él dormía abrazándola, ella se limitaba a verlo dormir y a acariciar su pelo. Esos ojos, esa voz grave, suave y bonita, su cabello, sus manos... En general a él, le resultaría complicado de olvidar. Si con toda la gente que había por aquí no había sido capaz de irse con nadie, no lo haría nunca.
Himeka, era una persona muy leal que adoraba cumplir promesas. Y que a pesar del tiempo, ella lo seguiría mirando con el mismo amor que cuando comenzó a enamorarse de él, o seguramente con más.
-Siento... Siento haberme ido así sin más. Todo este tiempo que he estado sin ti... Ha sido un completo caos...- Dijo.
La voz comenzaba a cortarse lentamente. Y estaba a punto de echarse a llorar. Últimamente, Himeka estaba bastante sensible y en seguida se podría poner tanto a llorar, como a sonreír. Sus ojos comenzaban a estar vidriosos y le costaba hablar sin para tomar aire y evitar llorar. Le parecía algo demasiado bonito como para arruinarlo con unas lágrimas bobas. Se notaba, que necesitaba a alguien que la mimara (no en el mal sentido). Que la abrazara y la acariciara un poco. Entre en emotivo momento y su mayor sensibilidad en ese momento, estaban contribuyendo a que se emocionara. Si se ponía a llorar, sus lágrimas no serían del todo tristes. Por un lado serían de alegría por el momento, pero por otro serían de tristeza por haberse ido de su vida un tiempo.
El joven acarició su cabello y bajó su mano hasta su mejilla. Parpadeó de forma lenta esbozando poco a poco una sonrisa muy dulce. Hizo que su mirada se levantara para que solo lo mirara a él. Tenía la frente pegada a la de él y su mirada fijada en el chico que la había robado el corazón. Su mirada contenía ternura a la vez que infinita dulzura, se notaba que era la mirada de una chica enamorada. Hizo una broma que provocó que su sonrisa se ampliara más aún. Su mano, continuó acariciando la mejilla del joven. Tenía tantas ganas de volver a verlo, que sería capaz de llorar de emoción. Himeka era una persona muy sensible, que se emocionaba en seguida con los momentos tan emotivos como este.
-No no, el tramposo eres tú que te dejaste encontrar- Bromeó riendo un poco.
Con Allen, todo le parecía digno de una sonrisa. Cuando ella empezó a tener esa "relación" con él, no siempre era todo encuentros carnales. Había veces que hacían cosas como pasear, cocinar juntos o ver una simple película. A ella no le importaba qué hacer si estaba aquel joven. Desde la cosa mas sencilla que sería como por ejemplo tumbarse con él a ver una película, hasta ir a cenar a un lujoso restaurante. Daba igual, la cosa es que estaba él, el joven por el que cambiaría todas las cosas que la apasionan. Había muchas tardes que se quedaban simplemente tirados en un sofa hablando, y ella sentía que había merecido la pena ir con él. Ahora ella tampoco lo dejaría marcharse. Lo seguiría a dónde hiciera falta, aunque se hartara de ella pero seguiría ahí. La agradó saber que vino aquí y no se fue con nadie más.
Aunque por otro lado, sentía que le debía una explicación por haberse marchado así sin más. Comenzó a pensar bien qué diría. Y a no decírselo a base de agobiarse, también muy propio de la joven. En el fondo sabía que él la entendería. Si no fuera por el tema de su ex marido, ellos jamás discutiron, y si alguna vez la picó, Allen supo calmarla. Pasó su mano que acariciaba la mejilla del joven rubio, por el lateral de su rostro y llegó a los cabellos. Eran dorados, suaves y lisos. Muchas noches mientras él dormía abrazándola, ella se limitaba a verlo dormir y a acariciar su pelo. Esos ojos, esa voz grave, suave y bonita, su cabello, sus manos... En general a él, le resultaría complicado de olvidar. Si con toda la gente que había por aquí no había sido capaz de irse con nadie, no lo haría nunca.
Himeka, era una persona muy leal que adoraba cumplir promesas. Y que a pesar del tiempo, ella lo seguiría mirando con el mismo amor que cuando comenzó a enamorarse de él, o seguramente con más.
-Siento... Siento haberme ido así sin más. Todo este tiempo que he estado sin ti... Ha sido un completo caos...- Dijo.
La voz comenzaba a cortarse lentamente. Y estaba a punto de echarse a llorar. Últimamente, Himeka estaba bastante sensible y en seguida se podría poner tanto a llorar, como a sonreír. Sus ojos comenzaban a estar vidriosos y le costaba hablar sin para tomar aire y evitar llorar. Le parecía algo demasiado bonito como para arruinarlo con unas lágrimas bobas. Se notaba, que necesitaba a alguien que la mimara (no en el mal sentido). Que la abrazara y la acariciara un poco. Entre en emotivo momento y su mayor sensibilidad en ese momento, estaban contribuyendo a que se emocionara. Si se ponía a llorar, sus lágrimas no serían del todo tristes. Por un lado serían de alegría por el momento, pero por otro serían de tristeza por haberse ido de su vida un tiempo.
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Re: Siempre estaré cerca de ti [Priv.]
¿Qué se dejó encontrar? Puede ser. No es que estuviera precisamente escondido o algo. Pero él vino a buscarla, y la situación acababa de dar un giro un tanto inesperado. El lugar era bastante amplio, por lo que no esperaba encontrarla tan rápido. Quizá el destino les hizo un favor a ambos. De esta forma, todo podría resultar tan fácil. Y aunque las sensaciones de sus corazones estuvieran ahora mismo a flor de piel, era mejor ahora mismo algo sin estar preparado, que palabras totalmente coherentes. De esta forma, sus sentimientos los harían sincerarse sin necesidad de empujoncitos.
Estaba como siempre. Tan hermosa como la última vez que la vió. Sus ojos seguían reflejando el azul de un cielo despejado. Sus cabellos mantenían la tonalidad rosada que depojaba dulzura. Su piel, pálida y enfermizamente suave seguía volviendo loco al joven de ojos verdes. Si, allí estaba la mujer que le hizo perder el sueño durante todo el tiempo que no pudo tenerla entre sus brazos. Pero ahora, sería diferente, ya no la dejaría marchar nunca más.
- Eh, pequeña. No hace falta que pongas esa cara. Reprimir las lágrimas no hace bien a nadie. Ya estoy aquí, y contigo compartiré de todo. Desde lágrimas hasta sonrisas. Ya lo sabes, no debes aguantar, simplemente haz lo que quieras - Se sinceró con ella.
Porque así era, e iba a ser ya por siempre. Tenían todo el tiempo del mundo para compartir aquello que desearan. Por eso, no quería que su joven amada reprimiera un solo sentimiento o gesto delante de él. Lo que tuviera que hacer, que lo hiciera. Para él, verla sincerarse de esa forma demostraba que entre ellos había no solo un gran amor, sino una gran confianza y complicidad. Algo muy bueno en una relación, lo que incrementaba ese acercamiento que ellos habían tenido durante tanto tiempo atrás.
La acogió ahora entre sus brazos. Rodeando con su brazo derecho la espalda de la joven para acabar con su mano en el cabello de la pelirosa. Y mientras, con el otro, la atrajo hacia él por la cintura. Puede que ahora no le viera, pero él sonreía sinceramente. El gesto, hizo que no pudiera evitar acariciar tiernamente los sedosos cabellos de ella con su mano. Lo hizo de forma pausada, como intentanto alentar y calmar los miles de sentimientos que pudieron recorrer a la frágil presencia que tenía abrazada contra sí mismo.
No quería soltarla. Y era una realidad. Tenía como una especie de miedo a soltarla y dejarla ir. Realmente, sabía que ella ya no haría eso. Pero... No quería volver a estar solo. Ella lo era todo para él, y quería que las cosas fueran mejor que antes. Ya no había necesidad de esconderse ni nada parecido. Uno de los mayores problemas era ese. No hacía falta ninguna tapadera. Puede que en esta institución para seres irreales, pudieran ser felices de una vez por todas.
- No sabes lo mucho que te anhelado. Ha sido un completo horror no poder tenerte entre mis brazos. No saber siquiera si estabas bien... - Respondió apenado - Pero ahora que te veo otra vez, quiero decirte algo que hace mucho que lo tengo callado - Se acercó al oído de la joven, y respondió en un pequeño susurro - Te quiero - Fue lo último que se oyó.
Allen debía decírselo. Lo llevaba callando tanto tiempo, que ya no podía aguantar más. En todos los años que había vivido, nunca pensó en tener alguien como Himeka a su lado. Ella era como un ángel, a pesar de que él sabía perfectamente de la raza que ella era. Era su luz en toda la oscuridad que podía surgir en el interior de su corazón. Y precisamente, poca no era.
Estaba como siempre. Tan hermosa como la última vez que la vió. Sus ojos seguían reflejando el azul de un cielo despejado. Sus cabellos mantenían la tonalidad rosada que depojaba dulzura. Su piel, pálida y enfermizamente suave seguía volviendo loco al joven de ojos verdes. Si, allí estaba la mujer que le hizo perder el sueño durante todo el tiempo que no pudo tenerla entre sus brazos. Pero ahora, sería diferente, ya no la dejaría marchar nunca más.
- Eh, pequeña. No hace falta que pongas esa cara. Reprimir las lágrimas no hace bien a nadie. Ya estoy aquí, y contigo compartiré de todo. Desde lágrimas hasta sonrisas. Ya lo sabes, no debes aguantar, simplemente haz lo que quieras - Se sinceró con ella.
Porque así era, e iba a ser ya por siempre. Tenían todo el tiempo del mundo para compartir aquello que desearan. Por eso, no quería que su joven amada reprimiera un solo sentimiento o gesto delante de él. Lo que tuviera que hacer, que lo hiciera. Para él, verla sincerarse de esa forma demostraba que entre ellos había no solo un gran amor, sino una gran confianza y complicidad. Algo muy bueno en una relación, lo que incrementaba ese acercamiento que ellos habían tenido durante tanto tiempo atrás.
La acogió ahora entre sus brazos. Rodeando con su brazo derecho la espalda de la joven para acabar con su mano en el cabello de la pelirosa. Y mientras, con el otro, la atrajo hacia él por la cintura. Puede que ahora no le viera, pero él sonreía sinceramente. El gesto, hizo que no pudiera evitar acariciar tiernamente los sedosos cabellos de ella con su mano. Lo hizo de forma pausada, como intentanto alentar y calmar los miles de sentimientos que pudieron recorrer a la frágil presencia que tenía abrazada contra sí mismo.
No quería soltarla. Y era una realidad. Tenía como una especie de miedo a soltarla y dejarla ir. Realmente, sabía que ella ya no haría eso. Pero... No quería volver a estar solo. Ella lo era todo para él, y quería que las cosas fueran mejor que antes. Ya no había necesidad de esconderse ni nada parecido. Uno de los mayores problemas era ese. No hacía falta ninguna tapadera. Puede que en esta institución para seres irreales, pudieran ser felices de una vez por todas.
- No sabes lo mucho que te anhelado. Ha sido un completo horror no poder tenerte entre mis brazos. No saber siquiera si estabas bien... - Respondió apenado - Pero ahora que te veo otra vez, quiero decirte algo que hace mucho que lo tengo callado - Se acercó al oído de la joven, y respondió en un pequeño susurro - Te quiero - Fue lo último que se oyó.
Allen debía decírselo. Lo llevaba callando tanto tiempo, que ya no podía aguantar más. En todos los años que había vivido, nunca pensó en tener alguien como Himeka a su lado. Ella era como un ángel, a pesar de que él sabía perfectamente de la raza que ella era. Era su luz en toda la oscuridad que podía surgir en el interior de su corazón. Y precisamente, poca no era.
Allen Leonhardt- Pareja : Espero conquistar a mi querida pelirosa.
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Re: Siempre estaré cerca de ti [Priv.]
"Y toda etapa mala, da paso a una mejor." Tras tanto tiempo sintiéndose fuera de lugar en su nuevo hogar, al fin pudo encontrarse con la única persona que deseaba ver. Sin él parecía un simple RPG en un videojuego o algo así. La dijo que no la venía bien guardarse lo que sentía y la abrazó. Ella le correspondió con fuerza y ocultando su rostro en su pecho. Algunas lágrimas brotaron de sus ojos, aunque no dijo nada. Su respiración era un tanto entrecortada. La verdad, es que jamás pensó que acabaría así, abrazada a Allen y sintiendo tanto por él. Ahora estaba segura de que hizo mal casándose con aquel hombre, que se merecía a alguien mejor, y ese "alguien" era aquel joven.
Acarició suavemente su espalda y de forma muy lenta. Tenía muchas ganas de volver a estar junto a él. Al lado de aquel chico, Himeka se sentía la persona más feliz de la tierra. Estaba convencida, si pudiera volver hacía atrás, volvería a hacer todo lo que hizo anteriormente. No se arrepintió de conocer a Allen, ni lo iba a hacer jamás. Himeka pensaba que algo que te hizo sonreír en su momento, no podía mirarse con resentimiento, porque al fin y al cabo, te dibujó una sonrisa. Realmente, Himeka cuando le ocultaba lo que ocurría en su casa, no era con mala intención. Pensaba que sería mejor aprovechar todo el tiempo que pudiera junto al joven que perderlo en decirle todo lo que soportaba. Por aquellos días, debia aprovechar cuando su marido y Allen no estaban para ver a su confidente y hablar con él.
Lo que Himeka iba a escuchar ahora, quizás no se lo esperaba, pero si que era lo que iba buscando. Ese "Te quiero" que oyeron sus oídos, la agradó mucho. Todas las chicas que sabían que se enamoró del rubio, la decían que estaba loca, y que él solo era un chico para un rato. Himeka, jamás opinó así. Quiso ver que había detrás de esa apariencia de mujeriego, y se topó con lo mejor que pudo desear. Tenía dos opiniones muy distintas, la de sus amigas, que decían que la iba a herir y la de su amigo de la infancia. Se guió obviamente por la segunda ya que le conocería mucho mejor. Ella siempre pensó que tras la peor persona del mundo, había algo bueno por muy pequeño que fuera, solo se debía saber como sacarlo.
Quizás eso fue lo que le gustó a Allen, que era la primera chica que lo veía como algo más que un hombre que podría darle placer. Una sonrisa dulce salió de sus labios y levantó lentamente la cabeza, una de sus manos se posó en su mejilla y la acarició.
-Y yo a ti, bobo... Al fin lo dijiste- Dijo sonriendo y guiñándole un ojo.
No sabía que habían hecho las jóvenes con las que se acostó Allen, tampoco quería saberlo pero era seguro que no lo trataron como se merecía. Miró sus ojos de color verdeso, los cuáles la encandilaron hace tiempo, y aún lo siguen haciendo. Acercó su rostro y paso la punta de su nariz por la de él cariñosamente. Tras eso, acercó lentamente su rostro un poco más y le robó un suave beso. Los echaba mucho de menos, los primeros días en los que estuvo en Jikan, la cama se le hacía algo grande y a veces se giraba esperando ver a alguien dormir con ella. Las costumbres que tenía en su otra vida, algunas se les hizo fácil de olvidar, pero otras no las iba a olvidar nunca. Ya había tirado hace mucho su alianza de bodas, cosa que la hizo sentir libre. Ahora no se iría nunca de al lado de Allen, y si lo hacía, sería para prepararle una sorpresa.
Por el resto jamás lo haría, y esperaba que él tampoco. En ese momento, simplemente era la más feliz. Estaba con quien amaba, y no pensaba dejar que nada estropeara ese momento.
Acarició suavemente su espalda y de forma muy lenta. Tenía muchas ganas de volver a estar junto a él. Al lado de aquel chico, Himeka se sentía la persona más feliz de la tierra. Estaba convencida, si pudiera volver hacía atrás, volvería a hacer todo lo que hizo anteriormente. No se arrepintió de conocer a Allen, ni lo iba a hacer jamás. Himeka pensaba que algo que te hizo sonreír en su momento, no podía mirarse con resentimiento, porque al fin y al cabo, te dibujó una sonrisa. Realmente, Himeka cuando le ocultaba lo que ocurría en su casa, no era con mala intención. Pensaba que sería mejor aprovechar todo el tiempo que pudiera junto al joven que perderlo en decirle todo lo que soportaba. Por aquellos días, debia aprovechar cuando su marido y Allen no estaban para ver a su confidente y hablar con él.
Lo que Himeka iba a escuchar ahora, quizás no se lo esperaba, pero si que era lo que iba buscando. Ese "Te quiero" que oyeron sus oídos, la agradó mucho. Todas las chicas que sabían que se enamoró del rubio, la decían que estaba loca, y que él solo era un chico para un rato. Himeka, jamás opinó así. Quiso ver que había detrás de esa apariencia de mujeriego, y se topó con lo mejor que pudo desear. Tenía dos opiniones muy distintas, la de sus amigas, que decían que la iba a herir y la de su amigo de la infancia. Se guió obviamente por la segunda ya que le conocería mucho mejor. Ella siempre pensó que tras la peor persona del mundo, había algo bueno por muy pequeño que fuera, solo se debía saber como sacarlo.
Quizás eso fue lo que le gustó a Allen, que era la primera chica que lo veía como algo más que un hombre que podría darle placer. Una sonrisa dulce salió de sus labios y levantó lentamente la cabeza, una de sus manos se posó en su mejilla y la acarició.
-Y yo a ti, bobo... Al fin lo dijiste- Dijo sonriendo y guiñándole un ojo.
No sabía que habían hecho las jóvenes con las que se acostó Allen, tampoco quería saberlo pero era seguro que no lo trataron como se merecía. Miró sus ojos de color verdeso, los cuáles la encandilaron hace tiempo, y aún lo siguen haciendo. Acercó su rostro y paso la punta de su nariz por la de él cariñosamente. Tras eso, acercó lentamente su rostro un poco más y le robó un suave beso. Los echaba mucho de menos, los primeros días en los que estuvo en Jikan, la cama se le hacía algo grande y a veces se giraba esperando ver a alguien dormir con ella. Las costumbres que tenía en su otra vida, algunas se les hizo fácil de olvidar, pero otras no las iba a olvidar nunca. Ya había tirado hace mucho su alianza de bodas, cosa que la hizo sentir libre. Ahora no se iría nunca de al lado de Allen, y si lo hacía, sería para prepararle una sorpresa.
Por el resto jamás lo haría, y esperaba que él tampoco. En ese momento, simplemente era la más feliz. Estaba con quien amaba, y no pensaba dejar que nada estropeara ese momento.
Himeka Tsumura- Pareja : *Mira mal a Allen y mira mal al lector* COTILLA ò///ó
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