¿La playa?... no es una mala idea [Priv. Sakura]

—... No está tan soleado.—se dijo a sí misma la chica de cabellos azules mientras veía por la ventana justo al lado de su cama, entrecerrando un poco los ojos por estar recién levantada y estar algo somnolienta aún. Se estiró, desperezándose y quitándose de encima los rastros de sueño que insistían en permanecer en ella. Al ver el semi-agradable clima del día, a Camille se le antojó salir a caminar tan sólo un rato. Tal vez ir a la playa estaría bien. Era temprano y seguro no había mucha gente. Sí, la playa estaría bien.

Si bien no le gustaba mucho que digamos el calor, el día se mostraba más bien fresco, tan sólo bañado por algunos tenues rayos solares. "Gracias, pimavera", agradeció mentalmente. De ser verano no saldría en todo el día si no se viera obligada a hacerlo. Bajó de la cama y se dirigió al baño para asearse y cambiarse de ropa, acariciando la cabeza de su mascota en el camino.

Ni bien terminó de vestirse, se acercó al polluelo que acababa de despertar, rascando luego su cabecita con el índice, cariñosamente.
—¿Salimos un rato, Ceph?—Le preguntó antes de tomarlo con ambas manos y colocarlo en su hombro derecho. Cogió su sombrilla y salió del lugar, poniendo pie sobre la calle. Aún resguardada por la sombra que le brindaba su hogar, abrió el parasol y lo apoyó en el hombro izquierdo, cubriendo así a dueña y mascota. Suspiró y emprendió camino hacia el lugar ya mencionado.

Habiendo llegado a la zona, se acercó a una de las bancas aledañas a la orilla del mar, tomando asiento en esta a continuación. Permaneció observando este, en un estado apacible. Podría estar así por horas, tan sólo permaneciendo expectante. Veía a las familias empezar a llegar, bien en autos o a pie. Pronto el lugar estaría atestado de gente... pero aún podría quedarse ahí. Apreciaba a los niños correr, perseguirse, caer en la arena y levantarse, para luego seguir corriendo. Aquello le salpicaba unas cuantas gotas de nostalgia al hacerle recordar su origen y los bellos momentos que pasó en su planeta, los cuales atesoraba con melancolía.
Respiró hondo.

Quietud. Eso era lo que respiraba la muchacha de la sombrilla. Resultaba casi inverosímil la tranquilidad que reinaba en el lugar. No resultaba tan apacible como una calma biblioteca, pero para ser una playa, lugar habitualmente colmado de barullo, en sí todo se encontraba realmente sereno. Se había atrevido a cerrar los ojos y permitir que sus sentidos se dejaran llevar tan sólo un momento. Inspiraba, atiborrando sus pulmones con la tan apreciada esencia marina. Le resultaba de lo más agradable el sólo permanecer en ese estado.

El sosiego en el que se veía sumergida se evaporó instantáneamente al oír los alaridos entonados en una voz pueril. Un poco de tranquilidad, tan sólo un-poco... ¿era demasiado pedir? La joven de cabellos azulinos creía en verdad que no. Tomó una buena cantidad de aire, dejándola salir poco a poco mientras abría los ojos para descubrir la fuente del escándalo.
Varios metros frente a ella, la chica pudo visualizar una pequeña silueta armando un gran alboroto ella solita. Sus movimientos eran enérgicos y algo torpes, propios de un infante. Tenía la cabeza elevada, con la mirada clavada en el... ¿Sol?... una de dos: aquello era puro masoquismo y disfrutaba del dolor que significaba el recibir los inclementes rayos provenientes de la gran estrella justo en los orbes, o simplemente era producto de la ridiculez de un niño, lo cual era más probable, a juzgar lo que tiempo atrás leyó acerca de los variados -y bastante extraños, se ha de señalar.-comportamientos de los humanos. Se trataba tan sólo de una cría de humano, era comprensible. Ella misma había hecho unas cuantas idioteces cuando niña, por lo que comprendía, en cierta forma, el comportamiento ajeno.

La niña -pudo saber que lo era al escuchar su voz, más aguda que la de un varón de su edad.-cayó en la arena, sobre su retaguardia. Ipso facto, Camille se puso en pie, como siendo impulsada a hacer algo al respecto. Sobre sus pies, dudó por unos instantes, cavilando y pensando si estaría bien que se acercara. Decidió ir con la niña, pues al fin y al cabo, tan sólo era una niña -una bastante torpe, por cierto. Así pues, suspiró y se acercó con paso un tanto vacilante hasta la infante, colocándose en cuclillas justo frente a esta, teniendo especial cuidado de cubrirse a ella misma y a su mascota con la sombrilla.

—¿Sabes que eso hace daño? El Sol es malo.—le regañó, aunque su voz no parecía denotar esto ya que seguía usando el mismo tono calmado de siempre. En su hombro derecho el polluelo aleteó, como poniéndose de acuerdo con su ama. Suspiró una vez más. —¿Te encuentras bien?—cuestionó, algo preocupada por la niña puesto que al parecer no fue acompañada por nadie. "Vaya padres..." pensó la de ojos azul cielo. No en muchas ocasiones había tratado con niños debido a que mucha paciencia al momento de relacionarse con estos no tenía. Pero esta ocasión, como para variar, se había acercado a aquella pequeña.