♠ Broken Dreams. Priv. ♠

por **Luka Crosszeria** Miér Sep 11, 2013 4:10 pm

♠ Broken Dreams ♠

Antaño, los soldados del rey fueron enviados a las casas de los ciudadanos, una importante noticia, algo que cambiaría todo aquello que fuera conocido en el infierno, una carta, sello real. Una advertencia, no irían a negarse, no irían a retractarse. Aquellos soldados llevaron la carta a la gente, tanto al bien y al mal: 'Esto es la guerra'. Sin importar el significado para el soldado o el civil, incluso el mártir y la víctima serían tratados por igual, eso también estaba dictado en aquella letra que el rey había mandado a escribir. Llantos. Desesperación. Caídas. Muertes. Ese era el horrible y desastroso significado de aquellas palabras: 'Esto es la guerra'. La guerra tenían muchos significados, pero todos ellos se volvían nulos, irrelevantes si se tenía en cuenta que era el momento de la verdad y el momento de mentir, pues otros momento después de la batalla no habrá, todo se convertirá en el momento de vivir y el momento de morir, pero uno sobresale a todo ellos, algo que nunca nadie ansió: El momento de luchar.

El pelinegro también estaba allí en medio, en medio de la sangrienta y despiadada guerra que terminaría con todos, bajo la irrefutable orden de su rey: 'Mátalos a todos, mi querido sirviente'. A la derecha, a la izquierda, las flechas, las espadas y los poderes de sus compañeros le herían, le hacían sangrar, gritar, caer y levantarse por una simple y desesperante orden. Vencedor. Vencedor siempre había vuelto a su señor, aun así, siempre una única idea cruzaba y vagaba por su mente en esos extremos: 'Vamos a luchar hasta la muerte, a las afueras de la Tierra'. Aquél era su mundo, había sido siempre y siempre lo sería: Es un nuevo mundo valiente de la última a la primera. El mundo feliz para él no existía, jamás lo había hecho, no era más que una ilusión, una mera utopía inexistente. Imposible. Añorada.

Jamás había tenido la fuerza suficiente para levantar sus manos al cielo, para pedir clemencia a gritos, para pedir en un milagro divino, en un milagro quizás de su amo. Nunca había intentado buscar la luz en la oscuridad, la oscuridad de por si carecía de ella. Luka había llorado, agonizado en medio del campo de batalla mientras el cielo se clarecía, bañando con luz iridiscente los cuerpos sin vida de sus hermanos, de sus amigos y enemigos. Él único con espada en mano, con heridas que desbordaban aquél líquido carmín tan imprescindible, tan venenoso y manchado en pecado. Su amo, el rey demonio le esperaba siempre, sonriente como un niño retorcido en placer: 'El querido sirviente del rey demonio". El más fiel y despiadado de todos, una mera marioneta a sus órdenes y aun así, queja alguna jamás surcó sus labios, siquiera en su más tierna infancia.

•••Memórias•••

Despertó alterado, sudoroso y con la respiración agitada, amenazando su corazón estaba por salir de su pecho. Su fría mano pasó por su cuello, subiendo por su rostro, tapando con ella una parte de él. Apretó las terciopeladas sábanas debajo de él y suspiró seguidamente, en un intento de tranquilizar su metabolismo. Conseguido se dejó caer hacia atrás, rozando así aquella confortante cama que había llegado a ser dueño en su estancia. Su deber seguía presente en su mente, aun cuando las pesadillas le atormentaran, aun cuando estuviera a punto de temblar, desesperar, gritar... Nada de todo ello lo haría frente a almas, siquiera frente a su propio señor. Se incorporó, bajando de la cama con pasos lentos, acompasados, adormilados casi. Sus pasos le conducieron directamente al baño, donde desapareció durante minutos. Aun cuando la fría agua golpeó su cuerpo, aun cuando su mente estuvo completamente despejada, jamás dejó de pensar en aquél recuerdo, que lentamente iba perdiendo claridad, como una fotografía en blanco y negro. Salió con la misma lentitud, observando su habitación en penumbras. Su mano derecha subió hacia aquella doble cruz que había sido grabada antaño en su hombro izquierdo. Su final, su vida eterna a mandos de otros, tal cual un perro faldero sin posibilidad de rebeldía. Luka no conocía nada más, Zess era eso: Una mera marioneta en manos de su amo y señor.

El cielo aun mantenía su oscura silueta dibujada con esmero, el astro rey aún no había comenzado a retirar el rastro de su contraria noche y de cierta forma, aquél espectáculo era único, tan extraño y maravilloso que incluso el demonio temido por sus semejantes levantó su mirada a este, entreabriendo sus labios con sorpresa, casi imperceptible y aun así, presente. Aquél juego de colores le acompañó durante toda su caminada al lago. Aquél día carecía de aquellas aburridas clases que los seres inferiores se habían propuesto para aquellos que no supieran dominar con exactitud sus poderes. Él no lo necesitaba, al fin y al cabo, él era el amado sirviente del rey demonio, temido, odiado y amado de la misma forma. Tenía propiedad, su sangre era clara muestra de ello. Ambas manos se metieron en sus bolsillos, suspirando con pesadez mientras sus pasos seguían resonando en el silencio del lugar. A buena mañana, raro era que algún estudiante abandonara sus cómodas habitaciones para respirar aire fresco, él era distinto, para empezar, siquiera debía de ser un mero estudiante. Estaba allí con una misión, debería llevarla a cabo, aunque no le agradara, aunque lo odiara y abominara, aun cuando su corazón llorara de tristeza. Finalmente una cortina de arbolada ocultó sus pasos a la academia, perdiéndose así entre los distintos caminos que llevaban al dichoso lago. Nobara Ibaragi, no había tenido el placer, o la desgracia, de establir conversación con ella, aunque su destino, entre las manos del asesino estaba bien decidido.

Sus pasos cesaron, su mano se apoyó en un gran tronco mientra sus plateados ojos se reunían con el azulado color del agua. La fría brisa, aquella calma capaz de inundar la consciencia, de atontar las neuronas, de zinzibrar el pensamiento... aunque sea solo por un momento, un segundo. Su mirar se entrecerró, su mano abandonó la madera y sus pasos resonaron en las pequeñas piedras que adornaban la ribera del lago. Sus pasos pararon una vez más, su figura quedó inmóvil a centímetros del lado, como dudando de si tirarse en él o no. La contestación para el demonio estaba clara, su intención era de lejos deber mojar sus ropas, aquella salida no había sido más que un intento de alejar sus pensamientos, aunque sea solo durante un instante. Imposible. Luka notó una presencia, causando que levantara su mirada del lago para observar un pequeño animal del bosque a la otra orilla, llevando a cabo sus labores diarios. Monotonía, algo que incluso, llegó a anhelar a su debido tiempo.