¿En dónde me he metido? [Priv. Asuka]

Jugueteaba el viento con las hojas de los preciosos árboles. Danzaban las flores con él, sumidas en su gigantesca melodía. Acariciaba, suavemente, los cabellos de los que se encontraban por allí. Unas risas aquí y allá. El sonido de los pasos sobre el suelo. El sol le daba a todo un brillo anaranjado, más cálido y esperanzador, más bonito y… mágico. Algunos estudiantes, cogidos de la mano, charlaban observando los preciosos jardines. Otros, como yo, que ni tenía idea de dónde estaba, simplemente se sentaban en uno de los bancos, en silencio, y pensaban, dibujaban, se contemplaban a sí mismos, escuchaban música o soñaban con un futuro lleno de felicidad. Evidentemente, mi presencia en ese lugar era pura casualidad. No me preguntéis cómo llegué hasta ahí, porque no os sabría contestar. Tenía tiempo libre, y casi sintiéndome un aventurero, allá fui a recorrer Jikan. Quizás una actitud idiota, pero no sabéis como divierte.

Sentado en el banco, y con Chulita en mis piernecitas, con la cabeza apoyada en ellas, los ojitos cerrados, y mi mano acariciándole el suave pelaje, me di cuenta que después de todo no estaba tan mal. Es decir, para mis padres, posiblemente, mi “independización forzada” resultara algo dolorosa, pero comenzaba a creer que realmente era muy beneficioso para mí. Me organizaba como quería, tenía tiempo para todo. Ya llevaba escritos varios capítulos de la novela. Lo único que me costaba era… ser sociable. Ah, debo acordarme de revisar el tablón para ver quién es mi compañero de habitación. ¡No tengo ni idea!

De todas maneras, y siendo sincero, la adaptación no estaba siendo nada fácil. Pese a mi buen humor, constante, había bastantes veces en las que me aburría. Si no fuera por Chula, esta incansable y preciosa zorrita, todo sería aún peor. En ese momento, puse mi dedo índice en su naricita. Ella me miró, y le sonreí. Meneó la cola, y acerqué mi rostro al de ella. Hundí mi cara en su pelo, oliéndola, y luego la separé.  -Ainsh, que guapa es mi Chuli. –Susurré, y ella, con más insistencia, movió aún más su colita. Rebusqué en mi bolsillo. Llevaba una camiseta ajustada negra, pegada a mis pectorales, y unos pantalones vaqueros azul oscuro. También unas “convers” negras, y evidentemente, mis guantes y mi pulsera. Aferré el pequeño diario, junto con el bolígrafo. Lo abrí, olí sus páginas (cosa que también hacía con los libros) y comencé a escribir. Casi como si la mismísima magia que tantos problemas me daba corriera por mis dedos.  Rápido, fluido, sin pausas. “Sonreír puede ser una batalla titánica contra sí mismo”, “decir que tus sueños son imposibles es el primer paso hacia el fracaso y la infelicidad”. La página se llenó de frases de ese estilo. Positivas, optimistas. En muchas ocasiones, hacer simplemente ese “ritual” me ayudaba a… despejarme. A ver todo desde un punto de vista distinto, más libre.

Naturalmente, casi todo lo que circulaba a mi alrededor, las personas, mismamente Chuli, desaparecieron. Se forjó en mi mente miles de escenas preciosas, que poco tardé en transcribir al papel. Así de fácil. Solo tenía que describir lo que veía en ellas. Y muchas veces ninguna imagen tenía relación. Solamente la satisfacción por hacer algo que me encantaba valía la pena.  Cuando el bolígrafo cayó, pesadamente, encima del papel, volví a sonreír. Eché la cabeza hacia atrás, ahora con Chula hecha una bolita a mi lado. Apoyé el cuello en la madera del banco, y suspiré. Me estiré, muy lentamente. No tenía ni santa idea de qué hora era. Tampoco, claro está, de qué hacer a continuación. Quizás esto de estar solo en Jikan no “molaba” tanto. Un pequeño dolor de cabeza hizo que me llevara la palma de la mano a la frente. –Hm, ¿a dónde quieres ir, Chula? –Pregunté a la zorrita, mientras la agarraba de sus patitas y la alzaba, riendo. Volví a posarla a mi lado, y esperé. El silencio ahora inundaba el lugar. Parecía que la atmósfera, tan tranquila, era irrompible. Los rayos bañaban mi rostro y mi pálida piel. Mi propio pelo parecía lanzar destellos de fuego. ¿Podría haber algo mejor? ¡Nop!