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Llenando el cielo de palabras. [Priv. Kyle Broflovski]
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Jikan Highschool :: Papelera :: Papelera
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Llenando el cielo de palabras. [Priv. Kyle Broflovski]
Era uno de esos días en los que el cansancio podía más que las ganas de trabajar. La mañana se hacía pesada, aburrida, menos brillante, más odiosa. De una clase a otra, en silencio, divagando conmigo mismo de cosas inútiles. Sin hacer caso, sin hablar, centrándome únicamente en mis obligaciones. Menos mal que podía disfrutar de una pequeña pausa. Celestial. Tranquila. Sentado en el suelo de la azotea, con las piernas flexionadas y las muñecas sobre las rodillas, la cabeza apoyada en la pared, y la banda que sujetaba mi pelo en el cuello, suspiré. Chula correteaba de un lado a otro, oliendo esa esquina, la otra, y la siguiente. El sol, por lo menos, no molestaba demasiado. Múltiples nubes surcaban el cielo, paseando lentamente por él. Tapaban tímidamente los rayos, y me proporcionaban un alivio mucho mayor de lo que creéis. Tragué saliva, y rebusqué en el negro maletín que me acompañaba. Lo abrí, y cogí la manzana envuelta en papel de aluminio. Le arranqué la plateada “ropa”, muy lentamente, para dejar ver su color verde. Le pegué un mordisco, pensativo. Mastiqué, sin prisas. Chula se acercó, olió la manzana y emitió un sonido, sentándose delante de mí. –No, esto no te gusta. –Dije, sonriéndole y posando mi mano libre sobre su cabecita. Me erguí, y me estiré. Hacía un suave viento, perfecto para despejar mi mente. Me acerqué a la barandilla, apoyándome en ella. Siempre que miraba desde lugares altos, imaginaba, pensaba, divagaba, que lo que veía allí abajo era una maqueta. Porque así lo parecía. Con los pequeños coches, convertidos en hormigas, yendo de un lado para otro. Algún día vendría aquí por la noche. Ver el campo de luciérnagas artificiales de Jikan y… llenar el cielo de aviones de papel.
Tenía muchísimas ganas de hacerlo. De saltarme el “protocolo” y dejarme llevar. Asentí, convenciéndome a mí mismo. Volví a buscar en el maletín, para sacar dos relucientes folios. En cada uno ponía, con una caligrafía bonita y atrayente, dos palabras distintas. Los doblé, con una delicadeza y cuidado inverosímiles, casi con un miedo enorme a que el papel se deshiciera en mis manos. Miré hacia el frente, con el avioncito en la mano. Y con un sutil movimiento, lancé la palabra “amor” al aire. El pájaro de papel voló, rasgó el aire y se tambaleó de un lado para otro. Siguió adelante. ¿En dónde acabará? ¿En manos de otra persona? No lo sé. Ahí estaba la gracia de hacer eso. Lo divertido que era. Pero no lo hacía por mero entretenimiento. Quizás por costumbre, o por seguir una filosofía de vida. Había un motivo, en realidad, más importante para mí que simplemente pasarlo bien lanzando papeles escritos al aire.
Con el segundo, hice lo mismo. “Sonríe”, ponía. Con menos fuerza, lo dejé marchar, y vi como caía a los pies de una chica de cabellos de oro, que lo agarraba, curiosa, lo abría y leía lo que estaba escrito. Le daba la vuelta, estupefacta. Miró en mi dirección. Y yo sonreí. Alcé el dedo índice y corazón, esperando que me viera. No sé si haría caso al mensaje del papel, pero se marchó a un ritmo más lento, sin parar de observar la azotea en la que estaba. Eso era magia. Con un simple detalle, un gesto, unas letras, pudieras hacer que el día de una persona cambie radicalmente. ¿Qué pensará ahora de mí esa chica? Nunca sabrá mi nombre, probablemente. Pero se acordará de aquel día en el que un extraño, sin ningún motivo aparente, le entregó una sonrisa metida dentro de un papel.
Tenía muchísimas ganas de hacerlo. De saltarme el “protocolo” y dejarme llevar. Asentí, convenciéndome a mí mismo. Volví a buscar en el maletín, para sacar dos relucientes folios. En cada uno ponía, con una caligrafía bonita y atrayente, dos palabras distintas. Los doblé, con una delicadeza y cuidado inverosímiles, casi con un miedo enorme a que el papel se deshiciera en mis manos. Miré hacia el frente, con el avioncito en la mano. Y con un sutil movimiento, lancé la palabra “amor” al aire. El pájaro de papel voló, rasgó el aire y se tambaleó de un lado para otro. Siguió adelante. ¿En dónde acabará? ¿En manos de otra persona? No lo sé. Ahí estaba la gracia de hacer eso. Lo divertido que era. Pero no lo hacía por mero entretenimiento. Quizás por costumbre, o por seguir una filosofía de vida. Había un motivo, en realidad, más importante para mí que simplemente pasarlo bien lanzando papeles escritos al aire.
Con el segundo, hice lo mismo. “Sonríe”, ponía. Con menos fuerza, lo dejé marchar, y vi como caía a los pies de una chica de cabellos de oro, que lo agarraba, curiosa, lo abría y leía lo que estaba escrito. Le daba la vuelta, estupefacta. Miró en mi dirección. Y yo sonreí. Alcé el dedo índice y corazón, esperando que me viera. No sé si haría caso al mensaje del papel, pero se marchó a un ritmo más lento, sin parar de observar la azotea en la que estaba. Eso era magia. Con un simple detalle, un gesto, unas letras, pudieras hacer que el día de una persona cambie radicalmente. ¿Qué pensará ahora de mí esa chica? Nunca sabrá mi nombre, probablemente. Pero se acordará de aquel día en el que un extraño, sin ningún motivo aparente, le entregó una sonrisa metida dentro de un papel.
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Re: Llenando el cielo de palabras. [Priv. Kyle Broflovski]
Sin dudar era una tarde muy relajante, le encantaba sentir la briza en sus mejillas, en especial si no era helada. Llevaba su cuaderno debajo del brazo y su pluma en el bolsillo derecho. Era una muy buena tarde para escribir, y que mejor que hacerlo en la azotea, donde la imaginación podría volar. Esperaba que no hubiera mucha gente, no le gustaban los lugares concurridos para nada y que pensar de su inspiración, su maldita maldita inspiración.
Caminaba a paso lento por las escaleras que llevaban al lugar, no quería perder ese poco de aliento que le quedaba después de la clase de educación física, tampoco quería sudar, lo encontraba desagradable y asqueroso, un mechón de su pelo se asomo por encima de su ojo izquierdo y lo corrió con la mano derecha rápidamente para no causarle problemas. Sin duda alguna el tramo que había que recorrer para llegar a la azotea era largo, pero pensar en el cielo azulado con nubes otoñales haciendo de este un gran paisaje, también quería sentir el aroma de los arboles, pinos, eucaliptos y otros tantos arboles otoñales que esparcían su aroma por el lugar.
Quedaba poco para llegar al lugar y se sentía relajado, ya imaginaba que otra historia surgiría de su divagante mente y que en ciertos casos le jugaba una mala pasada y se volvía diabólica y perversa, hoy extrañamente se sentía en paz consigo mismo, estaba muy tranquilo, quisas era porque al ducharse después de la agotadora jornada lo haya hecho solo y sin ojos vigilantes en su espalda, la que guardaba con recelo. Quizá también era efecto de que solo estaba con una camisa y pantalones, junto a sus zapatos más desgastados y cómodos por cierto.
Se había olvidado de su gorra en su habitación sin darse cuenta alguna, pero lo agradecía, su pelo danzaba con el, como por así decirlo, y se contoneaba al paso de la rítmica caminata que hacía para subir los últimos tramos de escalera. Abrió la puerta y una cálida briza levanto su camisa como cuando a las chicas con faldas muy cortas les pasa lo mismo. Se sintió más relajado aun y más inspirado, sis duda escribiría algo bueno, no como las porquerías que hacía cuando se encontraba en sus fases "no inspiración" como las llamaba el.
No había ningún alma transitando en el lugar, estaba tan desolado como los inexistentes bellos de su cara ~Ya que es lampiño~ pero aun así sentía una presencia agradable. Como lo predijo, el aroma de los arboles otoñales se le vino encima tan refrescante que no dudo en buscar una banca y ponerse a escribir. Fue su sorpresa cuando se topo con algo inesperado con tanta quietud, un chico y su mascota sentados en la banca, al parecer eran de la mima casa, Nymphart y lo agradecía mucho, sabía que los que compartían a los zorros eran buenos con el arte y escribiendo, en su caso de las dos, pero eso ya es otra historia.
-buenas- saludo alegremente, mientras daba largas zancadas ~Tanto como permitían sus piernas~ para llegar al lado del susodicho y presentarse correctamente -Soy Kyle Broflovski, Un gusto- De por si le agradaban las gracias que hacia la mascota ajena, ya que la suya la había dejado junto con su gorro en la cama.
Caminaba a paso lento por las escaleras que llevaban al lugar, no quería perder ese poco de aliento que le quedaba después de la clase de educación física, tampoco quería sudar, lo encontraba desagradable y asqueroso, un mechón de su pelo se asomo por encima de su ojo izquierdo y lo corrió con la mano derecha rápidamente para no causarle problemas. Sin duda alguna el tramo que había que recorrer para llegar a la azotea era largo, pero pensar en el cielo azulado con nubes otoñales haciendo de este un gran paisaje, también quería sentir el aroma de los arboles, pinos, eucaliptos y otros tantos arboles otoñales que esparcían su aroma por el lugar.
Quedaba poco para llegar al lugar y se sentía relajado, ya imaginaba que otra historia surgiría de su divagante mente y que en ciertos casos le jugaba una mala pasada y se volvía diabólica y perversa, hoy extrañamente se sentía en paz consigo mismo, estaba muy tranquilo, quisas era porque al ducharse después de la agotadora jornada lo haya hecho solo y sin ojos vigilantes en su espalda, la que guardaba con recelo. Quizá también era efecto de que solo estaba con una camisa y pantalones, junto a sus zapatos más desgastados y cómodos por cierto.
Se había olvidado de su gorra en su habitación sin darse cuenta alguna, pero lo agradecía, su pelo danzaba con el, como por así decirlo, y se contoneaba al paso de la rítmica caminata que hacía para subir los últimos tramos de escalera. Abrió la puerta y una cálida briza levanto su camisa como cuando a las chicas con faldas muy cortas les pasa lo mismo. Se sintió más relajado aun y más inspirado, sis duda escribiría algo bueno, no como las porquerías que hacía cuando se encontraba en sus fases "no inspiración" como las llamaba el.
No había ningún alma transitando en el lugar, estaba tan desolado como los inexistentes bellos de su cara ~Ya que es lampiño~ pero aun así sentía una presencia agradable. Como lo predijo, el aroma de los arboles otoñales se le vino encima tan refrescante que no dudo en buscar una banca y ponerse a escribir. Fue su sorpresa cuando se topo con algo inesperado con tanta quietud, un chico y su mascota sentados en la banca, al parecer eran de la mima casa, Nymphart y lo agradecía mucho, sabía que los que compartían a los zorros eran buenos con el arte y escribiendo, en su caso de las dos, pero eso ya es otra historia.
-buenas- saludo alegremente, mientras daba largas zancadas ~Tanto como permitían sus piernas~ para llegar al lado del susodicho y presentarse correctamente -Soy Kyle Broflovski, Un gusto- De por si le agradaban las gracias que hacia la mascota ajena, ya que la suya la había dejado junto con su gorro en la cama.
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Re: Llenando el cielo de palabras. [Priv. Kyle Broflovski]
¿Echar a volar más sentimientos? No. No quería excederme. Aún no era domingo. Aún no. Y quería guardar las viejas costumbres. Las tradiciones. El secretismo que ese mismo ritual tenía. Sonreí. Agarré a Chula, jugué un poco con ella. Sí, el silencio, por un momento, hizo presencia. La tranquilidad, también. En un instante, tuve unas ganas tremendas de tumbarme en una suave cama y dormir, entre sábanas blancas y agradables olores.
Me di la vuelta, una vez contemplado el paisaje, y metí de nuevo todo en el maletín. Agarré el MP4, justo para ver como uno de los papeles escritos volaba por toda la azotea. Suspiré, y dejé que se marchara sin miedo. Cerré de nuevo todo, conecté los auriculares al reproductor de música, y me senté, de nuevo, a la sombra. Me puse un auricular en la oreja, y me estiré. Justo cuando el piano comenzó a sonar, una nueva presencia llegó al lugar. Alcé la vista. Miré por todos lados, solo para encontrarme con un joven. Chula se acercó a él, lo olió y movió el rabo. Sonreí. Que rápido se presentaba. Eso sí era sorprendente. Es más, aquí parecía que saber el nombre de alguien era un secreto internacional. Ladeé la cabeza. Después de todo, detrás de cada uno hay magia. Un mundo entero, una persona entera por descubrir.
Me levanté, para quedar más o menos a la misma altura, y estiré mi brazo para tenderle la mano. –Es extraño ver que alguien se presente tan rápido.-Sonreí, alzando ambas cejas.- Alan Looper, encantado. –Señalé a mi mascota.- Y ella es Chula. –Por lo menos, él también parecía querer un poco de tranquilidad. El papel que antes voló, cayó ahora a los pies de Kyle. No le di importancia. Chulita observó a Kyle, juguetona. Soltó una especie de sonido, casi imitando a un aullido, y corrió un poco solo para volver hacia nosotros.
Me acerqué a la barandilla, otra vez, dándole la espalda al muchacho. Apoyé el codo en ella, y la barbilla después en mi palma abierta. Me di cuenta de que el cansancio, por lo menos aquel día, me impedía escribir. Solo tenía ganas de… ¿abrazar a alguien? El viento jugó con mi pelo. Miré hacia atrás. -¿Qué haces por aquí, Kyle? –Pregunté, en un tono cordial. Después de todo, intentar entablar una conversación, e incluso una amistad con alguien, no estaba nada mal. -¿De qué casa eres? –Volví a decir. No quería que tuviese la impresión de que era una persona cotilla, pero sí más bien curiosa. Quizás fuese de otra casa, oye. Aunque aquí tenía la impresión de que estaban bastante bien diferenciadas. Hasta el momento, las personas de Nymphart se mostraban muy amables. Y eso me agradaba.
Me di la vuelta, una vez contemplado el paisaje, y metí de nuevo todo en el maletín. Agarré el MP4, justo para ver como uno de los papeles escritos volaba por toda la azotea. Suspiré, y dejé que se marchara sin miedo. Cerré de nuevo todo, conecté los auriculares al reproductor de música, y me senté, de nuevo, a la sombra. Me puse un auricular en la oreja, y me estiré. Justo cuando el piano comenzó a sonar, una nueva presencia llegó al lugar. Alcé la vista. Miré por todos lados, solo para encontrarme con un joven. Chula se acercó a él, lo olió y movió el rabo. Sonreí. Que rápido se presentaba. Eso sí era sorprendente. Es más, aquí parecía que saber el nombre de alguien era un secreto internacional. Ladeé la cabeza. Después de todo, detrás de cada uno hay magia. Un mundo entero, una persona entera por descubrir.
Me levanté, para quedar más o menos a la misma altura, y estiré mi brazo para tenderle la mano. –Es extraño ver que alguien se presente tan rápido.-Sonreí, alzando ambas cejas.- Alan Looper, encantado. –Señalé a mi mascota.- Y ella es Chula. –Por lo menos, él también parecía querer un poco de tranquilidad. El papel que antes voló, cayó ahora a los pies de Kyle. No le di importancia. Chulita observó a Kyle, juguetona. Soltó una especie de sonido, casi imitando a un aullido, y corrió un poco solo para volver hacia nosotros.
Me acerqué a la barandilla, otra vez, dándole la espalda al muchacho. Apoyé el codo en ella, y la barbilla después en mi palma abierta. Me di cuenta de que el cansancio, por lo menos aquel día, me impedía escribir. Solo tenía ganas de… ¿abrazar a alguien? El viento jugó con mi pelo. Miré hacia atrás. -¿Qué haces por aquí, Kyle? –Pregunté, en un tono cordial. Después de todo, intentar entablar una conversación, e incluso una amistad con alguien, no estaba nada mal. -¿De qué casa eres? –Volví a decir. No quería que tuviese la impresión de que era una persona cotilla, pero sí más bien curiosa. Quizás fuese de otra casa, oye. Aunque aquí tenía la impresión de que estaban bastante bien diferenciadas. Hasta el momento, las personas de Nymphart se mostraban muy amables. Y eso me agradaba.
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Re: Llenando el cielo de palabras. [Priv. Kyle Broflovski]
-Eso solo un gesto de cortesía de donde yo provengo, es más, no es bien visto hablar con extraños- Cuidadosamente agarro el papel que había volado hasta sus pies con gracia, y le tendió la mano para que cogiera al susodicho. Había más briza que hace un rato y era fresca, podía sentirla en sus risos ya despeinados y en sus mejillas.
-pues es todo un placer conocer a alguien más ademas de algunos profesores- contuvo una pequeña risa desde dentro de sus entrañas mostrando una pequeña mueca en la comisura de sus labios. Estaba muy relajado y contento consigo mismo, había conocido a alguien en este extraño lugar y no había arrancado, eso era buena señal.
-Que hago aquí... Buena pregunta, solo venía a escribir un rato, este lugar se ve muy apacible- dijo mientras mostraba su pequeño cuaderno que guardaba entre el brazo, el chico de repente lanzo otra pregunta y no evito sonreír, no se notaba que era de la casa Nymphart, quisas porque su marca distintiva estaba en su nuca oculta por sus risos color rojo y tampoco había traído a su mascota que podía haber dado un indicio. Ya sabía que Alan era de la misma casa que el, Chula lo delataba.
Se acerco y le dio la espalda, luego puso su mano en la nuca y levanto su cabello, dejando visible un zorro de nueve colas negro, aun le dolía un poco porque no terminaba de cicatrizar y le ponía de mal humor, raro, pero ese dolor punzante le recordaba a sus cicatrices que guardaba con recelo.
-Soy de Nimphart al igual que tu, y es solo por mera coincidencia- puso sus manos sobre su cintura en una posición poco varonil, y era de esperarse, después de todo nunca se sintió completamente bien queriendo demostrar lo fuerte que era, o lo pervertido que podía ser con las mujeres. Contemplo el bosque de arboles otoñales que se alzaba frente a el, estaban tan cerca y a la vez tan lejos que daba miedo.
Tomo su cuaderno y la pluma que llevaba consigo y observo a Chula detenidamente, era jodidamente tierna, así que solo la dibujo en una de las paginas en blanco que aun quedaban. Comenzó con algunas lineas que después tomaron la forma de un animal, le gustaba como iba quedando, las mismas expresiones - Dibujo a tu mascota, espero que no te importe- termino de dibujarla en cinco minutos y se alegro del resultado -Mira, dibuje a Chula- Arranco la hoja [color=#000000]- Es para ti-[/color339933] y solo se limito a mostrar sus dientes. No quería quedar con el dibujo
-pues es todo un placer conocer a alguien más ademas de algunos profesores- contuvo una pequeña risa desde dentro de sus entrañas mostrando una pequeña mueca en la comisura de sus labios. Estaba muy relajado y contento consigo mismo, había conocido a alguien en este extraño lugar y no había arrancado, eso era buena señal.
-Que hago aquí... Buena pregunta, solo venía a escribir un rato, este lugar se ve muy apacible- dijo mientras mostraba su pequeño cuaderno que guardaba entre el brazo, el chico de repente lanzo otra pregunta y no evito sonreír, no se notaba que era de la casa Nymphart, quisas porque su marca distintiva estaba en su nuca oculta por sus risos color rojo y tampoco había traído a su mascota que podía haber dado un indicio. Ya sabía que Alan era de la misma casa que el, Chula lo delataba.
Se acerco y le dio la espalda, luego puso su mano en la nuca y levanto su cabello, dejando visible un zorro de nueve colas negro, aun le dolía un poco porque no terminaba de cicatrizar y le ponía de mal humor, raro, pero ese dolor punzante le recordaba a sus cicatrices que guardaba con recelo.
-Soy de Nimphart al igual que tu, y es solo por mera coincidencia- puso sus manos sobre su cintura en una posición poco varonil, y era de esperarse, después de todo nunca se sintió completamente bien queriendo demostrar lo fuerte que era, o lo pervertido que podía ser con las mujeres. Contemplo el bosque de arboles otoñales que se alzaba frente a el, estaban tan cerca y a la vez tan lejos que daba miedo.
Tomo su cuaderno y la pluma que llevaba consigo y observo a Chula detenidamente, era jodidamente tierna, así que solo la dibujo en una de las paginas en blanco que aun quedaban. Comenzó con algunas lineas que después tomaron la forma de un animal, le gustaba como iba quedando, las mismas expresiones - Dibujo a tu mascota, espero que no te importe- termino de dibujarla en cinco minutos y se alegro del resultado -Mira, dibuje a Chula- Arranco la hoja [color=#000000]- Es para ti-[/color339933] y solo se limito a mostrar sus dientes. No quería quedar con el dibujo
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Re: Llenando el cielo de palabras. [Priv. Kyle Broflovski]
¡Qué afable se mostraba el zagal! En cierta manera, ese tipo de carácter tan…abierto me chocaba. Realmente, me encantaba ser parte de Nymphart. Hasta la fecha, y esperemos que la cosa siguiera así, todos los integrantes de la casa en cuestión se mostraban abiertos, y con bastantes cosas en común. Si no dibujaban, escribían o eran más amables que los demás. También, cierto es, no conocí a nadie de otra casa. No le di importancia al papel que se había escapado, porque poco tardó en volver a volar por la azotea, pese a todo, y desaparecer. –No era un papel muy importante.-Admití, encogiéndome de hombros. Después, volví la mirada hacia el paisaje, otra vez sin entablar contacto visual con Kyle.
-¿A ti te cuesta intimar, como a mí, con los demás?-Pregunté, dándome la vuelta y colocando ambos codos en la barandilla. Ahora sí que lo observaba, de arriba abajo, y con una sonrisa en los labios. Me aparté un mechón de la cara, pues había caído cómicamente hacia abajo, y miré hacia otro lado. No era, por lo menos en mi caso, por timidez. Más bien por interés mutuo. Chula, en ese instante, se sentó a mi lado, con las dos patas delanteras estiradas y en dirección a Kyle. Cuando bajé la mirada hacia ella, Chula hizo lo mismo. Movió la cola, un momento, y emitió una especie de ruidito. Le acaricié la cabecita, y sonreí.
Quizás cosas comunes me chocaban demasiado y en gran medida. En cuanto escuché la palabra “escribir”, mis orbes se dirigieron con presteza a por los de Kyle, buscándolos. -¿Escribir? Vaya, que casualidad. Yo también lo hago. –Rebusqué en los bolsillos para sacar el conocido librito, pequeño y cómodo. Lo meneé un poco y saqué a relucir otra sonrisa. Lo guardé. –Eres el primero que conozco que lo hace.- ¿El qué? Bailar con las palabras. Colocarlas de una manera especial para que sonasen de la forma más hermosa posible. Saber que tienen el poder de crear ternura, odio, miedo, amor e incluso risas, lágrimas o sonrisas. Eso sí era ser escritor. Eso sí era saber escribir.
Ah, lo sabía. Eso pensé en cuanto vi la marca de Nymphart. Sonreí. Estaba claro. Probablemente por la manera de ser del chico, o no sé, pero estaba claro. Chula, al escuchar el nombre de la casa, se acercó más a Kyle, lo miró y meneó la cola. Después, correteó por la azotea, alegremente, para volver con nosotros. Sí, aprobaba la presencia del muchacho. –Me agrada oír eso.-Admití- Nos podremos ver más por las islas.- Chula, al ver que Kyle se fijaba en ella y abría su cuaderno, se tumbó en el suelo, estiró las patas delanteras y acomodó su cabecita entre ellas.
-¿Ah? No, no. En realidad, se lo debes preguntar a ella.-Señalé a mi mascota- No a mí. –Sonreí. Chuli podía llegar a ser muy amistosa, celosa, cariñosa, e incluso protectora. Él también dibujaba. Un punto a favor, en realidad. Yo era un negado para esas cosas, lo admito, y por eso lo suplía con palabras. Aunque muchas veces deseé saber hacerlo, darle vida a través de líneas a mis personajes. Pero era una batalla perdida, y lo tenía asimilado. Agarré el dibujo, algo sorprendido por la naturalidad y cercanía que el mismo Kyle mostraba. Lo guardé, cuidadosamente, en mis bolsillos, no sin antes observarlo y acariciarlo como siempre hacía. Sonreí.-Gracias. Yo te daría uno también, pero no sería demasiado bonito. –Reí, rascándome el pelo.
Después, me acuclillé al lado de Chula, que seguía en la misma posición, y acaricié su pelaje.- ¿Llevas mucho tiempo en Jikan, Kyle? –Podría decirse que esa pregunta se convertiría en una de las más usadas en mi repertorio. Aferré, cuidadosamente, a la zorrita entre mis brazos, acunándola y rascándole en el lomo. -¿Dónde está tu mascota? –Pregunté. Vale, quizás eran demasiadas cuestiones. No era curioso, lo juro. Solo quería hablar, simplemente. Sonreí. Podríamos quedar para escribir, o algo así. Tenía el suave presentimiento de que me iba llevar bien con el joven Kyle.
-¿A ti te cuesta intimar, como a mí, con los demás?-Pregunté, dándome la vuelta y colocando ambos codos en la barandilla. Ahora sí que lo observaba, de arriba abajo, y con una sonrisa en los labios. Me aparté un mechón de la cara, pues había caído cómicamente hacia abajo, y miré hacia otro lado. No era, por lo menos en mi caso, por timidez. Más bien por interés mutuo. Chula, en ese instante, se sentó a mi lado, con las dos patas delanteras estiradas y en dirección a Kyle. Cuando bajé la mirada hacia ella, Chula hizo lo mismo. Movió la cola, un momento, y emitió una especie de ruidito. Le acaricié la cabecita, y sonreí.
Quizás cosas comunes me chocaban demasiado y en gran medida. En cuanto escuché la palabra “escribir”, mis orbes se dirigieron con presteza a por los de Kyle, buscándolos. -¿Escribir? Vaya, que casualidad. Yo también lo hago. –Rebusqué en los bolsillos para sacar el conocido librito, pequeño y cómodo. Lo meneé un poco y saqué a relucir otra sonrisa. Lo guardé. –Eres el primero que conozco que lo hace.- ¿El qué? Bailar con las palabras. Colocarlas de una manera especial para que sonasen de la forma más hermosa posible. Saber que tienen el poder de crear ternura, odio, miedo, amor e incluso risas, lágrimas o sonrisas. Eso sí era ser escritor. Eso sí era saber escribir.
Ah, lo sabía. Eso pensé en cuanto vi la marca de Nymphart. Sonreí. Estaba claro. Probablemente por la manera de ser del chico, o no sé, pero estaba claro. Chula, al escuchar el nombre de la casa, se acercó más a Kyle, lo miró y meneó la cola. Después, correteó por la azotea, alegremente, para volver con nosotros. Sí, aprobaba la presencia del muchacho. –Me agrada oír eso.-Admití- Nos podremos ver más por las islas.- Chula, al ver que Kyle se fijaba en ella y abría su cuaderno, se tumbó en el suelo, estiró las patas delanteras y acomodó su cabecita entre ellas.
-¿Ah? No, no. En realidad, se lo debes preguntar a ella.-Señalé a mi mascota- No a mí. –Sonreí. Chuli podía llegar a ser muy amistosa, celosa, cariñosa, e incluso protectora. Él también dibujaba. Un punto a favor, en realidad. Yo era un negado para esas cosas, lo admito, y por eso lo suplía con palabras. Aunque muchas veces deseé saber hacerlo, darle vida a través de líneas a mis personajes. Pero era una batalla perdida, y lo tenía asimilado. Agarré el dibujo, algo sorprendido por la naturalidad y cercanía que el mismo Kyle mostraba. Lo guardé, cuidadosamente, en mis bolsillos, no sin antes observarlo y acariciarlo como siempre hacía. Sonreí.-Gracias. Yo te daría uno también, pero no sería demasiado bonito. –Reí, rascándome el pelo.
Después, me acuclillé al lado de Chula, que seguía en la misma posición, y acaricié su pelaje.- ¿Llevas mucho tiempo en Jikan, Kyle? –Podría decirse que esa pregunta se convertiría en una de las más usadas en mi repertorio. Aferré, cuidadosamente, a la zorrita entre mis brazos, acunándola y rascándole en el lomo. -¿Dónde está tu mascota? –Pregunté. Vale, quizás eran demasiadas cuestiones. No era curioso, lo juro. Solo quería hablar, simplemente. Sonreí. Podríamos quedar para escribir, o algo así. Tenía el suave presentimiento de que me iba llevar bien con el joven Kyle.
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