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Nada sutil [Priv. Kido Hayashi]
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Nada sutil [Priv. Kido Hayashi]
Ya había estado aquí hace varias semanas, aún estaba sola, no había hablado con nadie y nadie se había acercado a hablare, quizás sí, pero Nova vivía en su mundo y si así fuera, jamás se había enterado. No era la clase de persona que se acerque a la gente así como así, lo haría solo en el caso de que encuentre a alguien que le llame la atención o le parezca interesante, pero no había logrado cruzarse con alguien que logre alguna atención en ella.
Luego de varias horas de clase, esa tarde, ya exhausta de oír acerca de temas no muy interesantes en su opinión, decidió buscar algo que sí pueda disfrutar y, aunque inconscientemente tenía ganas de poder hablar con alguien que no sea su mente, había optado por alejarse del ruido y la muchedumbre dirigiéndose a la biblioteca a leer algo, quizás, o a dibujar.
No tenía ninguna idea en mente de lo que pueda hacer, se sentó en una de las mesas vacías y, aunque la biblioteca no estaba tan abandonada como creía, se encontraba muy tranquila y silenciosa. Miró a su alrededor, allí sentada en la mesa con sus manos sobre su regazo con no muchas ganas de sacar su cuaderno para comenzar a dibujar. Fue, por unos segundos, como si quedara en banco, pensando en nada, quizá por estar muy cansada de escuchar balbucear a los profesores.
Suspiro, puso las manos sobre la mesa y pesadamente se levanto, decidió buscar un libro, solo uno, pero como siempre, se iba por las ramas. Comenzó a tomar todos los libros que le parecían interesantes, en su mayoría novelas, libros extremadamente pequeños o ridículamente grandes, los abría, leía un poco y los tomaba con la mano izquierda mientras que con la derecha continuaba buscando otros.
Ya llevaba unos diez libros pesados los cuales transporto como si se tratara de una revista. Los posó sobre la mesa y a continuación se sentó con las piernas juntas y las manos sobre su regazo observando la cantidad de libros que había traído, volvió a suspirar –no voy a poder con todos- murmuró al darse cuenta del torpe acto que había cometido, sin embargo tomó uno de los libros grandes y lo abrió con delicadeza, era uno de tapa dura marrón, grueso y pesado sin inscripciones en la portada, al abrirlo notó las hojas viejas, gastadas, lo observó con curiosidad, y comenzó a leerlo, pero se aburrió en los primeros renglones, no contaba nada que a ella le interesase, era un diccionario.
Tomó otro, era una novela, también era grande y grueso de tapa plateada, pero leía una y otra vez el mismo párrafo sin comprender nada, no estaba concentrada, tenía su mente en un lado completamente diferente. Se tomó la cabeza frustrada – ¡No puedo concentrarme!- dijo, bajo las manos y las apoyó en la mesa, se acomodó en la silla y volvió a intentar, pero nada… lanzo un gemido frustrada, se tronó los dedos y volvió a leer, avanzo a la siguiente página, pero se descarto del libro a penas leyó las primeras palabras, tomó otra novela y le paso exactamente lo mismo. –Soy una idiota, ¿es tan difícil?- se decía para sí misma enojada, como una loca hablando sola, no podía concentrarse y no era nada sutil a la hora de quejarse.
Luego de varias horas de clase, esa tarde, ya exhausta de oír acerca de temas no muy interesantes en su opinión, decidió buscar algo que sí pueda disfrutar y, aunque inconscientemente tenía ganas de poder hablar con alguien que no sea su mente, había optado por alejarse del ruido y la muchedumbre dirigiéndose a la biblioteca a leer algo, quizás, o a dibujar.
No tenía ninguna idea en mente de lo que pueda hacer, se sentó en una de las mesas vacías y, aunque la biblioteca no estaba tan abandonada como creía, se encontraba muy tranquila y silenciosa. Miró a su alrededor, allí sentada en la mesa con sus manos sobre su regazo con no muchas ganas de sacar su cuaderno para comenzar a dibujar. Fue, por unos segundos, como si quedara en banco, pensando en nada, quizá por estar muy cansada de escuchar balbucear a los profesores.
Suspiro, puso las manos sobre la mesa y pesadamente se levanto, decidió buscar un libro, solo uno, pero como siempre, se iba por las ramas. Comenzó a tomar todos los libros que le parecían interesantes, en su mayoría novelas, libros extremadamente pequeños o ridículamente grandes, los abría, leía un poco y los tomaba con la mano izquierda mientras que con la derecha continuaba buscando otros.
Ya llevaba unos diez libros pesados los cuales transporto como si se tratara de una revista. Los posó sobre la mesa y a continuación se sentó con las piernas juntas y las manos sobre su regazo observando la cantidad de libros que había traído, volvió a suspirar –no voy a poder con todos- murmuró al darse cuenta del torpe acto que había cometido, sin embargo tomó uno de los libros grandes y lo abrió con delicadeza, era uno de tapa dura marrón, grueso y pesado sin inscripciones en la portada, al abrirlo notó las hojas viejas, gastadas, lo observó con curiosidad, y comenzó a leerlo, pero se aburrió en los primeros renglones, no contaba nada que a ella le interesase, era un diccionario.
Tomó otro, era una novela, también era grande y grueso de tapa plateada, pero leía una y otra vez el mismo párrafo sin comprender nada, no estaba concentrada, tenía su mente en un lado completamente diferente. Se tomó la cabeza frustrada – ¡No puedo concentrarme!- dijo, bajo las manos y las apoyó en la mesa, se acomodó en la silla y volvió a intentar, pero nada… lanzo un gemido frustrada, se tronó los dedos y volvió a leer, avanzo a la siguiente página, pero se descarto del libro a penas leyó las primeras palabras, tomó otra novela y le paso exactamente lo mismo. –Soy una idiota, ¿es tan difícil?- se decía para sí misma enojada, como una loca hablando sola, no podía concentrarse y no era nada sutil a la hora de quejarse.
Nova Crimson- Cyborgs
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Re: Nada sutil [Priv. Kido Hayashi]
Células, inecuaciones, que si Nymphart era esto o lo otro, historias de poca importancia, adverbios, métrica... Demasiadas cosas en muy poco tiempo. Demasiadas clases, mucha gente junta y un agobio excesivo. Suficiente.
Tras terminar todas aquellas pesadas clases, pensé en ir a algún lugar tranquilo con el fin de evadirme de todo aquello y, ¿por qué no? También podría repasar un poco aunque ya tenía sospechas de que terminaría haciendo cualquier otra cosa. Podía incluso viajar mentalmente a otro mundo con un libro cualquiera entre las manos, sin prestarle atención, o con los mismos apuntes. Y todo por no estudiar. En clase había demasiada materia en un tiempo insuficiente y, claro, tocaba entenderlo a solas, sin profesor ni pesados compañeros, lo cual en realidad no me parecía tan malo.
El aburrimiento me invadía cada vez más hasta un punto especialmente elevado y apenas tenía una vaga idea de lo que hacer. Esto estaría bien si fuera un holgazán, la típica persona que disfruta al no tener obligaciones y por ende un tiempo libre ilimitado, y no alguien que más bien detestaba perder el tiempo.
A lo que iba, evasión y estudio en un ambiente calmado. ¿Qué lugar más indicado para esto que la biblioteca? Ninguno. Estaba claro que esta era la mejor opción excluyendo la de quedarme solo en mi cuarto entreteniéndome con ello de igual forma. Ahí al menos evitaría distracciones tan absurdas como... cualquier objeto de mi propiedad, tecnológico o no.
Al llegar allí pensé en comenzar por estudiar para geografía e historia pero algo me atrajo más: manga. No, más bien mangas, pues no sólo había un tomo. Rápidamente me sentí atraído por la agrupación y me acerqué para ojearlos un poco por tal de elegir uno de ellos y dirigirme a la mesa, y eso hice en cuanto escogí el que me pareció más interesante. Era de acción, gore y un toque muy leve de ecchi, por lo que seguramente quien me viera leyendo notaría algo anormal en mí si se daba cuenta de ello, y más aun si descubrían mi sexo aparentemente indefinido. Sí, lo admito sin avergonzarme de ello e incluso podría dedicarme a explicar cada detalle de la razón de querer ser un hombre.
Estaba leyendo tranquilamente, completamente sumergido en aquella interesante lectura ilustrada, cuando un golpe seco me despistó, captando rápidamente mi atención. Había interrumpido mi hermosa lectura de mala manera así que más le valía tener una buena razón para ello.
Busqué la procedencia con la mirada, encontrándome con una enorme montaña de libros de esos gruesos e interminables para los que no aman la lectura como yo lo hacía, y seguidamente siendo despistado por una voz femenina. Me faltaban pocas páginas para terminar de leer el libro así que en principio pasé de ella.
En cuanto acabé con esto, me levanté para tomar el siguiente tomo, pero... Idiota, le oí decir. Acaba de insultarse a sí misma. ¿Realmente se sentía idiota por ser incapaz de concentrarse, según había dicho anteriormente? Oí un cuchicheo creado entre un par de tías de más o menos mi edad. Sería por eso que no lograba su objetivo; el ruido lo evitaba.
Me acerqué a ella como si la conociera de toda la vida aunque, de hecho, esto se debe a que solía mostrar indiferencia hacia cualquiera, y tomé uno de los libros para comprobar el nivel literario de éste, sin pedir permiso para ello siquiera. Según el día podía actuar de un modo distinto pero, eso sí, solía mantener siempre una forma de ser claramente fría y por lo general esquiva. No tardé mucho en darme cuenta de que lo que creía que sería una novela era ni más ni menos que un diccionario, por cierto, bastante completo aparentemente.
- Deberías comenzar con algo más simple y no leer enciclopedias de principio a fin. - Le aconsejé en un tono grave y autoritario pero a su vez de amable consejo sabio aunque claro, bajo para no molestar a los demás. - Siempre puedes buscar algo más corto o con dibujos. - Dejé el diccionario ahí de nuevo y miré alrededor. - Si es por el ruido siempre puedes ir a otro lugar. - Suspiré mientras les dedicaba una mirada furtiva a las chicas de antes, que ahora leían pareciendo molestarse por cualquier simple sonido.
Tras terminar todas aquellas pesadas clases, pensé en ir a algún lugar tranquilo con el fin de evadirme de todo aquello y, ¿por qué no? También podría repasar un poco aunque ya tenía sospechas de que terminaría haciendo cualquier otra cosa. Podía incluso viajar mentalmente a otro mundo con un libro cualquiera entre las manos, sin prestarle atención, o con los mismos apuntes. Y todo por no estudiar. En clase había demasiada materia en un tiempo insuficiente y, claro, tocaba entenderlo a solas, sin profesor ni pesados compañeros, lo cual en realidad no me parecía tan malo.
El aburrimiento me invadía cada vez más hasta un punto especialmente elevado y apenas tenía una vaga idea de lo que hacer. Esto estaría bien si fuera un holgazán, la típica persona que disfruta al no tener obligaciones y por ende un tiempo libre ilimitado, y no alguien que más bien detestaba perder el tiempo.
A lo que iba, evasión y estudio en un ambiente calmado. ¿Qué lugar más indicado para esto que la biblioteca? Ninguno. Estaba claro que esta era la mejor opción excluyendo la de quedarme solo en mi cuarto entreteniéndome con ello de igual forma. Ahí al menos evitaría distracciones tan absurdas como... cualquier objeto de mi propiedad, tecnológico o no.
Al llegar allí pensé en comenzar por estudiar para geografía e historia pero algo me atrajo más: manga. No, más bien mangas, pues no sólo había un tomo. Rápidamente me sentí atraído por la agrupación y me acerqué para ojearlos un poco por tal de elegir uno de ellos y dirigirme a la mesa, y eso hice en cuanto escogí el que me pareció más interesante. Era de acción, gore y un toque muy leve de ecchi, por lo que seguramente quien me viera leyendo notaría algo anormal en mí si se daba cuenta de ello, y más aun si descubrían mi sexo aparentemente indefinido. Sí, lo admito sin avergonzarme de ello e incluso podría dedicarme a explicar cada detalle de la razón de querer ser un hombre.
Estaba leyendo tranquilamente, completamente sumergido en aquella interesante lectura ilustrada, cuando un golpe seco me despistó, captando rápidamente mi atención. Había interrumpido mi hermosa lectura de mala manera así que más le valía tener una buena razón para ello.
Busqué la procedencia con la mirada, encontrándome con una enorme montaña de libros de esos gruesos e interminables para los que no aman la lectura como yo lo hacía, y seguidamente siendo despistado por una voz femenina. Me faltaban pocas páginas para terminar de leer el libro así que en principio pasé de ella.
En cuanto acabé con esto, me levanté para tomar el siguiente tomo, pero... Idiota, le oí decir. Acaba de insultarse a sí misma. ¿Realmente se sentía idiota por ser incapaz de concentrarse, según había dicho anteriormente? Oí un cuchicheo creado entre un par de tías de más o menos mi edad. Sería por eso que no lograba su objetivo; el ruido lo evitaba.
Me acerqué a ella como si la conociera de toda la vida aunque, de hecho, esto se debe a que solía mostrar indiferencia hacia cualquiera, y tomé uno de los libros para comprobar el nivel literario de éste, sin pedir permiso para ello siquiera. Según el día podía actuar de un modo distinto pero, eso sí, solía mantener siempre una forma de ser claramente fría y por lo general esquiva. No tardé mucho en darme cuenta de que lo que creía que sería una novela era ni más ni menos que un diccionario, por cierto, bastante completo aparentemente.
- Deberías comenzar con algo más simple y no leer enciclopedias de principio a fin. - Le aconsejé en un tono grave y autoritario pero a su vez de amable consejo sabio aunque claro, bajo para no molestar a los demás. - Siempre puedes buscar algo más corto o con dibujos. - Dejé el diccionario ahí de nuevo y miré alrededor. - Si es por el ruido siempre puedes ir a otro lugar. - Suspiré mientras les dedicaba una mirada furtiva a las chicas de antes, que ahora leían pareciendo molestarse por cualquier simple sonido.
Kido Hayashi- Magos
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Re: Nada sutil [Priv. Kido Hayashi]
Letras, palabras, frases, oraciones, párrafos páginas, ahora no les veía sentido, y lo detestaba. Siempre había gustado de leer mucho, incluso leía textos completamente ajenos a sus verdaderos intereses, era extraña la forma en la que adoraba saber que podía entender un lenguaje, en poder decodificar esos símbolos que contaban historias o proporcionaban información, simplemente amaba saber leer y no solo leía en español, también en ingles, algo de alemán e italiano. Sus padres al menos tuvieron la decencia de educarla cuando pequeña, sin embargo, siempre tuvo problemas de concentración, solía ponerse furiosa consigo misma y se sentía una inútil buena para nada cuando no lograba avanzar en la lectura.
Los libros grandes, pesados y si inscripciones en la tapa solían ser los más interesantes para Novali, puesto que le causaban cierto misterio y su naturaleza curiosa hacía tentarla en tomarlos y leerlos desde el principio hasta el final pero nunca terminaba de hacerlo, siempre quedaba por la mitad o en las primeras hojas, su atención se dispersaba antes de acabar con algo. Y no solo se aplicaba a la hora de leer, muy raras veces Nova terminaba las cosas que comenzaba porque algo más interesante interrumpía el proceso. Lo peor de la situación es que ella estaba consciente de que haber desordenado la biblioteca tomando esos enormes y pesados libros haciendo una torre en la mesa había sido en vano, pero no podía con su genio.
A pesar de todo, habían momentos o días enteros en los que era capaz de concentrarse tanto en un libro que la hacía viajar a universos lejanos, a los universos creados por aquellos autores que sostenía en la mano y cada palabra, frase y oración se ponía tan intensa que la sumergían en emociones, sentimientos y situaciones que los habitantes del mundo “real” jamás podrían experimentar, habían momentos en los cuales se hundía tanto en la lectura que el mundo dejaba de existir para abrirle paso a otra realidad, a la realidad que se plasmaba en el libro para que sea la única verdad existente. Y esto, visto desde el exterior no era más que una chica inmovible con la vista fija a un libro.
Por alguna razón creyó esa tarde que era uno de los días en los que estaría con la mente enfocada, pero su cabeza estuvo dando vueltas desde la mañana, con tantos parloteos de profesores, se había cansado y ni siquiera les había prestado atención, si seguía así, sus notas bajarían demasiado, pero era indiferente ante la situación, en sus apuntes se podía apreciar la inquietante cantidad de dibujos en los márgenes de las hojas y tan solo una o dos palabras escritas a modo de título. Ni sus fotocopias, las tapas de sus cuadernos y las mesas se liberaban de los bocetos de la chica.
Estaba tomándose la cabeza, su cabello se posaba entre sus dedos y casi no parpadeaba, su vista acariciaba lo escrito y parecía que lo estaba logrando, ya iba por la cuarta carilla que comprendía y el libro le parecía interesante. Era nuevo y el más pequeño que había tomado, éste había sido su primera opción antes de distraerse con las enciclopedias. –“…El hospital era como un bastión de energía en el centro de la ciudad…”- murmuró las palabras escritas. Había ignorado el nombre del libro completamente, pero era uno de ciencia ficción, su género preferido. Aún seguía en la misma posición con la cabeza apoyada en sus manos y los codos en la mesa y, aunque estaba logrando algo, su concentración aún era vulnerable y delicada, por lo cual los cuchicheos de otros hicieron que nuevamente deje de entender lo que estaba leyendo. Frustrada dejo caer su cabeza sobre el libro abierto –agh, no puede ser…- murmuró aún con la cabeza apoyada en las páginas y las manos extendida a los costados rendida, otra vez había perdido el hilo.
Tenía los ojos cerrados y respiraba profundo, frustrada, sintiéndose una idiota quedo ahí por unos segundos, abrió los ojos como renaciendo al escuchar una voz profunda que había cortado con el falso silencio de la biblioteca, efectivamente no lo pensó por mucho tiempo, le estaban hablando a ella. Levanto la cabeza rápidamente un poco exaltada, con el gesto serio vio como esta persona estaba allí parada con el diccionario en mano, el que había visto al principio, luego posó el libro otra vez en la mesa, Nova parpadeó un par de veces para volver a la realidad y ésta persona, cuyo sexo aún no podía definir (lo cual le pareció llamativo), con lo último que dijo se dirigió a las causantes de los murmullos que habían hecho distraerla, las hizo callar y las alejó.
Nova se acomodó en la silla con la vista baja y al momento de contestarle, clavo una profunda mirada en los ojos de la persona parada en frente suyo, seria y calma habló –De hecho, en estas situaciones, el problema soy yo…- cerro el libro que estaba leyendo –Sabia que no iba a poder con ellos ahora y sin embargo los tomé-continuó -Aunque el acto más patético fue intentar leerlos sabiendo que no tendría tiempo ni de terminar con uno pequeño- sonrió levemente, habia dejado de lado el hecho del poco tiempo que disponía y le parecío divertido lo tonta que se había sentido. Como antes mencionado, Nova era consciente de lo impulsiva que llegaba a ser cuando la curiosidad la apoderaba y en este momento la curiosidad la estaba consumiendo al no poder decir quién era aquella persona, la miró de arriba abajo y poso su vista sobre los ojos del otro, al fin había encontrado a alguien que le llamaba la atención –¿Quién eres, por cierto?- pregunto con autentico interés, como una niña curiosa.
Los libros grandes, pesados y si inscripciones en la tapa solían ser los más interesantes para Novali, puesto que le causaban cierto misterio y su naturaleza curiosa hacía tentarla en tomarlos y leerlos desde el principio hasta el final pero nunca terminaba de hacerlo, siempre quedaba por la mitad o en las primeras hojas, su atención se dispersaba antes de acabar con algo. Y no solo se aplicaba a la hora de leer, muy raras veces Nova terminaba las cosas que comenzaba porque algo más interesante interrumpía el proceso. Lo peor de la situación es que ella estaba consciente de que haber desordenado la biblioteca tomando esos enormes y pesados libros haciendo una torre en la mesa había sido en vano, pero no podía con su genio.
A pesar de todo, habían momentos o días enteros en los que era capaz de concentrarse tanto en un libro que la hacía viajar a universos lejanos, a los universos creados por aquellos autores que sostenía en la mano y cada palabra, frase y oración se ponía tan intensa que la sumergían en emociones, sentimientos y situaciones que los habitantes del mundo “real” jamás podrían experimentar, habían momentos en los cuales se hundía tanto en la lectura que el mundo dejaba de existir para abrirle paso a otra realidad, a la realidad que se plasmaba en el libro para que sea la única verdad existente. Y esto, visto desde el exterior no era más que una chica inmovible con la vista fija a un libro.
Por alguna razón creyó esa tarde que era uno de los días en los que estaría con la mente enfocada, pero su cabeza estuvo dando vueltas desde la mañana, con tantos parloteos de profesores, se había cansado y ni siquiera les había prestado atención, si seguía así, sus notas bajarían demasiado, pero era indiferente ante la situación, en sus apuntes se podía apreciar la inquietante cantidad de dibujos en los márgenes de las hojas y tan solo una o dos palabras escritas a modo de título. Ni sus fotocopias, las tapas de sus cuadernos y las mesas se liberaban de los bocetos de la chica.
Estaba tomándose la cabeza, su cabello se posaba entre sus dedos y casi no parpadeaba, su vista acariciaba lo escrito y parecía que lo estaba logrando, ya iba por la cuarta carilla que comprendía y el libro le parecía interesante. Era nuevo y el más pequeño que había tomado, éste había sido su primera opción antes de distraerse con las enciclopedias. –“…El hospital era como un bastión de energía en el centro de la ciudad…”- murmuró las palabras escritas. Había ignorado el nombre del libro completamente, pero era uno de ciencia ficción, su género preferido. Aún seguía en la misma posición con la cabeza apoyada en sus manos y los codos en la mesa y, aunque estaba logrando algo, su concentración aún era vulnerable y delicada, por lo cual los cuchicheos de otros hicieron que nuevamente deje de entender lo que estaba leyendo. Frustrada dejo caer su cabeza sobre el libro abierto –agh, no puede ser…- murmuró aún con la cabeza apoyada en las páginas y las manos extendida a los costados rendida, otra vez había perdido el hilo.
Tenía los ojos cerrados y respiraba profundo, frustrada, sintiéndose una idiota quedo ahí por unos segundos, abrió los ojos como renaciendo al escuchar una voz profunda que había cortado con el falso silencio de la biblioteca, efectivamente no lo pensó por mucho tiempo, le estaban hablando a ella. Levanto la cabeza rápidamente un poco exaltada, con el gesto serio vio como esta persona estaba allí parada con el diccionario en mano, el que había visto al principio, luego posó el libro otra vez en la mesa, Nova parpadeó un par de veces para volver a la realidad y ésta persona, cuyo sexo aún no podía definir (lo cual le pareció llamativo), con lo último que dijo se dirigió a las causantes de los murmullos que habían hecho distraerla, las hizo callar y las alejó.
Nova se acomodó en la silla con la vista baja y al momento de contestarle, clavo una profunda mirada en los ojos de la persona parada en frente suyo, seria y calma habló –De hecho, en estas situaciones, el problema soy yo…- cerro el libro que estaba leyendo –Sabia que no iba a poder con ellos ahora y sin embargo los tomé-continuó -Aunque el acto más patético fue intentar leerlos sabiendo que no tendría tiempo ni de terminar con uno pequeño- sonrió levemente, habia dejado de lado el hecho del poco tiempo que disponía y le parecío divertido lo tonta que se había sentido. Como antes mencionado, Nova era consciente de lo impulsiva que llegaba a ser cuando la curiosidad la apoderaba y en este momento la curiosidad la estaba consumiendo al no poder decir quién era aquella persona, la miró de arriba abajo y poso su vista sobre los ojos del otro, al fin había encontrado a alguien que le llamaba la atención –¿Quién eres, por cierto?- pregunto con autentico interés, como una niña curiosa.
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Re: Nada sutil [Priv. Kido Hayashi]
Escuché atentamente las palabras ajenas mientras en mi mente buscaba una solución. Podía ofrecerle un manga, pero había quien no podía ni verlos. Tal vez algún libro infantil... No. Tal vez lo consideraría como una indirecta y no parecía una niña pequeña. De hecho posiblemente fuera mayor que yo.
Seriamente, un cuento para infantes puede aportar más que un libro del tamaño de la Biblia e incluso que ésta misma aunque trate de distintas historias con cierta relación y orden. Las incoherencias de ella son debidas a los distintos autores que la escribieron, o eso intentan hacernos creer al menos.
Como decía, libros infantiles. Conocía uno que parecía para niños pero que estaba destinado a gente de cualquier edad y además de divertido, entretenido y recomendable era especialmente fácil de leer. Vaya, ahora parece que esté haciendo publicidad sobre él... Era veterinario, no publicista o escritor, por las posibles dudas o confusiones que esta simple chorrada pueda llegar a causar.
De repente mis pensamientos fueron interrumpidos por unas palabras interrogantes que eran más bien una petición para que me presentara. Tonto. ¿Cómo no había pensado antes en ello?
Me cubrí bien el ojo derecho, el cual era ciego, con mi verde flequillo por el momento perfectamente manejable y, sin cambiar la indiferente expresión de mi rostro ni el tono al hablar, procedí a responderle con total tranquilidad.
- Kido. - No encontraba necesario el apellido. El nombre de ambiguo género, más masculino que femenino, era suficiente para mí. - Soy un estudiante. - Eso estaba claro así que preferí concretar. - De... - No pretendía comenzar una discusión si es que era de otra casa. Suspiré. - De Nymphart, los zorros, pero no me importan las rivalidades. - Aclaré con cierta dejadez. - ¿Y tú? - Apenas aguardé un par de segundos por su respuesta y tras ello me dirigí a las estanterías para dedicarme a buscar en ellas.
Buscaba un libro considerablemente delgado, el cual he nombrado ya, ese apto para todos los públicos y precioso a mi parecer.
Enciclopedias, novelas fantásticas, de terror y gore (Sangre.), más gore, diccionarios, más enciclopedias, novelas históricas, algún diccionario más... ¿Por qué había tantos, si de todos modos apenas los utilizaban y la gente que escribía mal seguiría haciéndolo? Fábulas, cuentos de hadas, novelas indefinidas, libros de apariencia de tocho, revistas y más novelas... ¡Ahí estaba! Lo tomé y volví con la chica, teniendo el fino libro entre mis manos. "El Principito", podía leerse en su portada. Lo abrí, pasando una nota del autor en disculpa, y le mostré la primera página de momento en silencio.
Finalmente le ofrecí aquel apasionante libro, pues lo entendería fácilmente y no debería tardar más que un par de horas en leerlo. La mayoría de ediciones, si no todas, no pasaban de las cien escasas páginas. Esperaba que con dárselo entendiera lo que pretendía, pues prefería ahorrarme soltar palabras innecesarias y más en un calmado y apacible lugar como aquel. Perfecto a excepción de aquel par de cotillas pesadas... que al fin habían decidido recoger las cosas para abandonar la zona de una vez. Malditas vagas inútiles, sólo habían venido a molestar y eso no me agradaba especialmente.
Seriamente, un cuento para infantes puede aportar más que un libro del tamaño de la Biblia e incluso que ésta misma aunque trate de distintas historias con cierta relación y orden. Las incoherencias de ella son debidas a los distintos autores que la escribieron, o eso intentan hacernos creer al menos.
Como decía, libros infantiles. Conocía uno que parecía para niños pero que estaba destinado a gente de cualquier edad y además de divertido, entretenido y recomendable era especialmente fácil de leer. Vaya, ahora parece que esté haciendo publicidad sobre él... Era veterinario, no publicista o escritor, por las posibles dudas o confusiones que esta simple chorrada pueda llegar a causar.
De repente mis pensamientos fueron interrumpidos por unas palabras interrogantes que eran más bien una petición para que me presentara. Tonto. ¿Cómo no había pensado antes en ello?
Me cubrí bien el ojo derecho, el cual era ciego, con mi verde flequillo por el momento perfectamente manejable y, sin cambiar la indiferente expresión de mi rostro ni el tono al hablar, procedí a responderle con total tranquilidad.
- Kido. - No encontraba necesario el apellido. El nombre de ambiguo género, más masculino que femenino, era suficiente para mí. - Soy un estudiante. - Eso estaba claro así que preferí concretar. - De... - No pretendía comenzar una discusión si es que era de otra casa. Suspiré. - De Nymphart, los zorros, pero no me importan las rivalidades. - Aclaré con cierta dejadez. - ¿Y tú? - Apenas aguardé un par de segundos por su respuesta y tras ello me dirigí a las estanterías para dedicarme a buscar en ellas.
Buscaba un libro considerablemente delgado, el cual he nombrado ya, ese apto para todos los públicos y precioso a mi parecer.
Enciclopedias, novelas fantásticas, de terror y gore (Sangre.), más gore, diccionarios, más enciclopedias, novelas históricas, algún diccionario más... ¿Por qué había tantos, si de todos modos apenas los utilizaban y la gente que escribía mal seguiría haciéndolo? Fábulas, cuentos de hadas, novelas indefinidas, libros de apariencia de tocho, revistas y más novelas... ¡Ahí estaba! Lo tomé y volví con la chica, teniendo el fino libro entre mis manos. "El Principito", podía leerse en su portada. Lo abrí, pasando una nota del autor en disculpa, y le mostré la primera página de momento en silencio.
Así comenzaba la historia. Parecía un simple cuento infantil basado en cualquier chorrada, pero no era así.Antoine de Saint-Exupéry, autor de \"El Principito" escribió:Cuando yo tenía seis años vi en un libro sobre la selva virgen que se titulaba "Historias vividas", una magnífica lámina. Representaba una serpiente boa que se tragaba a una fiera.
La continuación tampoco aportaba seriedad y, ciertamente, podría seguir citándolo y comentando lo mismo porque tardaba en animarse más y dar la nota, resaltar, hacerse notar respecto a los demás, aunque esta primera escena tenía también lo suyo.Antoine de Saint-Exupéry, autor de \"El Principito" escribió:En el libro se afirmaba: "La serpiente boa se traga su presa entera, sin masticarla. Luego ya no puede moverse y duerme durante los seis meses que dura su digestión".
Ahí comenzaba lo extraño, la irracionalidad y, como indicaba el texto, la reflexión. Debía releerme aquello algún día ya que sabía que no me cansaría de hacerlo, pues no sería la segunda ni la tercera vez que lo haría realmente y, como es de suponer, tampoco la primera.Antoine de Saint-Exupéry, autor de \"El Principito" escribió:Reflexioné mucho en ese momento sobre las aventuras de la jungla y a mi vez logré trazar con un lápiz de colores mi primer dibujo. Mi dibujo número 1 era de esta manera
Finalmente le ofrecí aquel apasionante libro, pues lo entendería fácilmente y no debería tardar más que un par de horas en leerlo. La mayoría de ediciones, si no todas, no pasaban de las cien escasas páginas. Esperaba que con dárselo entendiera lo que pretendía, pues prefería ahorrarme soltar palabras innecesarias y más en un calmado y apacible lugar como aquel. Perfecto a excepción de aquel par de cotillas pesadas... que al fin habían decidido recoger las cosas para abandonar la zona de una vez. Malditas vagas inútiles, sólo habían venido a molestar y eso no me agradaba especialmente.
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Re: Nada sutil [Priv. Kido Hayashi]
Lo observo con curiosidad, cada paso que hacía, ella lo miraba atenta, queriendo decifrarlo. Le gustaba verlo tan calmo, la mayoría con los que se había cruzado esos días habían sido de personalidades activas y demasiado entusiastas, algo a lo que Nova mucho no toleraba ni se acostumbraba.
Kido, como dijo que era su nombre, le devolvió la pregunta luego de contestar y en el momento en el que comenzó a dirigirse a las estanterías, ella se levanto de la mesa suavemente y comenzó a seguirlo inocentemente sin antes haber cerrado el libro que había intentado leer y tomarlo, le había interesado demasiado, describía un futuro así como el que conocía ella, pero tenía algo diferente.
La ciencia ficción era su género preferido, ya que en el pasado (el presente) todo eso solo parecía una idea lejana e interesante, pero ella lo había visto, había vivido esas guerras, después de todo, había sido creada para defenderse de la violencia que padecerían los seres humanos. Le atraía porque en este presente, era algo fantástico muy lejos de que pase y de alguna forma, leerlo en los libros como una ficción le daba esperanzas de que siempre lo fuera, pero muy en su interior sabía que la humanidad caería así como cayó dentro de muchos años. En el pasado, tenía esperanzas que en el futuro eran impensables.
Como anteriormente dicho, ella lo siguió, como un perrito faldero, no comprendía mucho que pretendía hacer, pero parecía tan decidido que con seguridad ella fue a ver. Mientras Nova caminaba detrás suyo intentó contestarle aún un poco distraída –Soy Nov...- pensó, se había trabado por la cosa más absurda del mundo, no sabía si decir “Novali” o simplemente “Nova”, tan solo por dos letras; era demasiado perfeccionista y odiaba equivocarse -Nova- dijo rápidamente luego de haber dudado muy pocos segundos. Él o ella frenó justo en frente del estante, Novali se detuvo de repente a pocos centímetros casi chocándose, obligándola a dar un paso brusco hacia atras, la había tomado por sorpresa. Él se dio la vuelta con un libro delgado en la mano, ella vió la tapa y lo reconoció –Eh visto eso en algún lado…- dijo en voz baja, hablando con ella misma. Había visto ese libro cuando era pequeña en las ruinas de una biblioteca, el lugar en el que había aprendido a leer, pero jamás había tenido la oportunidad de leerlo, puesto que solo se encontraban muy pocas páginas de este y la tapa quemada. Tomo el libro con la mano derecha y lo miró con los ojos iluminados, la hacía feliz reencontrarse con una de las pocas cosas de su infancia que disfrutó realmente, pero no lo expreso de ninguna forma, aún seguía seria, con el otro libro en la mano izquierda, el único gesto notable que había hecho fue abrir con sorpresa sus ojos que se veían brillantes y repletos de ilusión.
-Yo también soy de Nymphart, por cierto, y sinceramente no me importa en absoluto...- dijo mientras aún observaba la tapa del libro, con un tono sereno. Sonrió al abrir el libro y ojearlo un poco, luego lo cerro y dirijió su vista directo a los ojos, o mejor dicho el ojo del otro, puesto que uno lo llevaba completamente tapado – soy estudiante de segundo año...- mencionó. Volvió otra vez al libro, miro la contratapa -Gracias- dijo, -Este libro me suena familiar… pero aun no sé porqué…- -no recordaba mucho la biblioteca, sabía que en algún lado, pero ¿en dónde?, ni siquiera estaba segura de si lo leyó o simplemente vió ese título en algún lado y lo recuerda, pero le traía memorias de cuando su madre le enseñaba a leer y cuando se escapaba por las noches a buscar libros por las ruinas de la ciudad, un recuerdo quizás un tanto oscuro, pero le agradaba. Estaba pensativa mirándolo por todos los ángulos, luego lo juntó con el otro libro y volvió a mirar a su acompañante –en fin…- dijo dejando de lado lo mencionado luego de no más de cinco segundos –Kido... verdad?- preguntó y luego prosiguió –¿que eres?- interrogó y, sabiendo que se podía interpretar de más de una forma, se corrigió rápidamente sin vergüenza alguna y sin pensar en si causaría alguna ofensa –Es decir, no pareces una chica o un chico, luces como ambos o ninguno… ¿Qué eres?- como una niña pequeña de nuevo, su inocencia era, de alguna forma adorable o estúpida quizás, pero se daba cuenta cuando se desubicaba y pedía disculpas la mayor parte del tiempo, aunque mucho no le importaba lo que piensen de ella.
Kido, como dijo que era su nombre, le devolvió la pregunta luego de contestar y en el momento en el que comenzó a dirigirse a las estanterías, ella se levanto de la mesa suavemente y comenzó a seguirlo inocentemente sin antes haber cerrado el libro que había intentado leer y tomarlo, le había interesado demasiado, describía un futuro así como el que conocía ella, pero tenía algo diferente.
La ciencia ficción era su género preferido, ya que en el pasado (el presente) todo eso solo parecía una idea lejana e interesante, pero ella lo había visto, había vivido esas guerras, después de todo, había sido creada para defenderse de la violencia que padecerían los seres humanos. Le atraía porque en este presente, era algo fantástico muy lejos de que pase y de alguna forma, leerlo en los libros como una ficción le daba esperanzas de que siempre lo fuera, pero muy en su interior sabía que la humanidad caería así como cayó dentro de muchos años. En el pasado, tenía esperanzas que en el futuro eran impensables.
Como anteriormente dicho, ella lo siguió, como un perrito faldero, no comprendía mucho que pretendía hacer, pero parecía tan decidido que con seguridad ella fue a ver. Mientras Nova caminaba detrás suyo intentó contestarle aún un poco distraída –Soy Nov...- pensó, se había trabado por la cosa más absurda del mundo, no sabía si decir “Novali” o simplemente “Nova”, tan solo por dos letras; era demasiado perfeccionista y odiaba equivocarse -Nova- dijo rápidamente luego de haber dudado muy pocos segundos. Él o ella frenó justo en frente del estante, Novali se detuvo de repente a pocos centímetros casi chocándose, obligándola a dar un paso brusco hacia atras, la había tomado por sorpresa. Él se dio la vuelta con un libro delgado en la mano, ella vió la tapa y lo reconoció –Eh visto eso en algún lado…- dijo en voz baja, hablando con ella misma. Había visto ese libro cuando era pequeña en las ruinas de una biblioteca, el lugar en el que había aprendido a leer, pero jamás había tenido la oportunidad de leerlo, puesto que solo se encontraban muy pocas páginas de este y la tapa quemada. Tomo el libro con la mano derecha y lo miró con los ojos iluminados, la hacía feliz reencontrarse con una de las pocas cosas de su infancia que disfrutó realmente, pero no lo expreso de ninguna forma, aún seguía seria, con el otro libro en la mano izquierda, el único gesto notable que había hecho fue abrir con sorpresa sus ojos que se veían brillantes y repletos de ilusión.
-Yo también soy de Nymphart, por cierto, y sinceramente no me importa en absoluto...- dijo mientras aún observaba la tapa del libro, con un tono sereno. Sonrió al abrir el libro y ojearlo un poco, luego lo cerro y dirijió su vista directo a los ojos, o mejor dicho el ojo del otro, puesto que uno lo llevaba completamente tapado – soy estudiante de segundo año...- mencionó. Volvió otra vez al libro, miro la contratapa -Gracias- dijo, -Este libro me suena familiar… pero aun no sé porqué…- -no recordaba mucho la biblioteca, sabía que en algún lado, pero ¿en dónde?, ni siquiera estaba segura de si lo leyó o simplemente vió ese título en algún lado y lo recuerda, pero le traía memorias de cuando su madre le enseñaba a leer y cuando se escapaba por las noches a buscar libros por las ruinas de la ciudad, un recuerdo quizás un tanto oscuro, pero le agradaba. Estaba pensativa mirándolo por todos los ángulos, luego lo juntó con el otro libro y volvió a mirar a su acompañante –en fin…- dijo dejando de lado lo mencionado luego de no más de cinco segundos –Kido... verdad?- preguntó y luego prosiguió –¿que eres?- interrogó y, sabiendo que se podía interpretar de más de una forma, se corrigió rápidamente sin vergüenza alguna y sin pensar en si causaría alguna ofensa –Es decir, no pareces una chica o un chico, luces como ambos o ninguno… ¿Qué eres?- como una niña pequeña de nuevo, su inocencia era, de alguna forma adorable o estúpida quizás, pero se daba cuenta cuando se desubicaba y pedía disculpas la mayor parte del tiempo, aunque mucho no le importaba lo que piensen de ella.
Nova Crimson- Cyborgs
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Re: Nada sutil [Priv. Kido Hayashi]
Nova. Sonaba a... Nuevo, novedad. Parecía ser de un ámbito futurístico. La verdad es que no me desagradaba, y tampoco mi nombre gracias a esa ambigüedad. En realidad veía mi nombre más masculino que femenino, pero eso sólo hacía que me gustara aún más. Además era corto, simple y jamás me lo había cambiado, es decir, era de nacimiento, el que me habían puesto mis padres y no un sobrenombre por el tema de estar obsesionado con querer ser un hombre pese a que dudara que aquello pudiera hacerse realidad algún día. Tarde o temprano, lograría avanzar en aquel tema. Hasta entonces lo mantendría en anonimato tanto como pudiera y, si me era posible, algún día conseguiría un uniforme escolar masculino y si hacía falta me vendaría los pechos para dar más efecto. Sí, debía hacerlo alguna vez. Detestaba completamente aquel cutre y machista uniforme que obligaba a las féminas a ir con repugnantes falditas para que se nos viera todo. Debí reclamar y conseguir un par de los otros, pasando de esos tan fastidiosamente horribles.
Terminé entregándole el libro, dejándole incluso idolatrarlo si eso quería. Había libros de todo tipo que me cautivaban hasta el punto de tenerme absorto durante varias horas seguidas, atrapado en aquel mundo que no parecía tener fin hasta que de un momento a otro llegaba la última página y, con suerte, seguía en la continuación de la saga que poseía. Muchas veces esto último no se cumplía y era fastidioso que quede algo a medias pero, al menos, siempre quedaba la posibilidad de imaginarse el final, sobre todo cuando éste era abierto. Los cerrados dejaban algo a la imaginación también, sí, siempre se podían seguir de todos modos, mejor o peor pero era posible, mas los abiertos dejaban más cosas en las que pensar y reflexionar, añadían una buena dosis de intriga final y dejaban una conclusión más personal, propia de la imaginación de cada uno.
Asentí. Íbamos a la misma clase y, al parecer, compartíamos ideales en varios ámbitos.
- Segunda clase también. - Comenté tal vez habiendo sido demasiado frío.
Me encogí de hombros tanto por el agradecimiento como por el siguiente comentario. Por lo primero, la verdad es que yo no solía dar las gracias ni obligaba a los demás a hacerlo. Era una simple palabra a la que alguien le dio ese significado pero sin uno real así que no encontraba estrictamente necesario nombrarla a cada rato. Y sobre lo otro, simplemente no había lo que comentar. Le sonaba, sí, y yo lo conocía perfectamente, pero no iba a reclamarle haber olvidado datos sobre aquella, para mí, obra de arte, así que no había lo que decir sobre ello. Sólo eso.
Asentí al oír mi nombre, pues efectivamente lo pronunció bien y no tuvo error alguno porque, de hecho, eran cuatro escasas letras, literalmente, y con sonidos completamente normales y sin dificultades. En resumen, una simpleza. Podía ser llamado solamente eso perfectamente y sin mentir sobre ello ni equivocarse al hacerlo.
- Mago. - Respondí en seguida a lo siguiente. No me molestara que conocieran mi raza pero poco después me di cuenta de que no se refería a eso. Negué suavemente con la cabeza. - La duda ofende. - Bromeé. No era algo que yo hubiera decidido pero detestaba ser una mujer. Si pudiera, sería un hombre hecho y derecho. Más alto, esbelto pero con cierta ternura en la apariencia, de mirada intimidante... Me daría igual tener el mismo color de tez, ojos, cabello y todo eso, pero sin pechos, con la cintura menos ancha aunque de por sí mi apariencia era poco femenina... Deseaba aquello por encima de cualquier otra cosa. Suspiré. Me trataba en masculino por puro gusto y complejo así que suponía que de un momento a otro se daría cuenta, comenzaría a hacer lo mismo y probablemente llegara a confundirme de sexo, como tanto me gustaba. Tenía por seguro que ella era mujer así que no tenía necesidad de cuestionarlo, pero por mi aspecto y voz era completamente comprensible que existieran confusiones de ese tipo. Además llevaba el flequillo tapándome el ojo derecho, que poco importaba debido a que era ciego por una cuestión de poderes, y la sudadera ancha que disimulaba los pocos bultos que tenía como pechos, los cuales no podían ser denominados ni senos por su mísero tamaño, además del cabello, que bien podría cortármelo pero extrañamente lo prefería llevar así de largo. - Y tú, ¿qué eres? - Cuestioné, sin referirme a lo mismo, por lo que rápidamente lo concreté. - De raza, no de sexo, y sólo por curiosidad. No soy racista. - Afirmé por tal de evitar malentendidos. - Sé que eres una chica. - A lo mejor lo último no era tan seguro como parecía y lo ofendía... - ¿O no? - Pregunté por si acaso, sólo para asegurarme.
Terminé entregándole el libro, dejándole incluso idolatrarlo si eso quería. Había libros de todo tipo que me cautivaban hasta el punto de tenerme absorto durante varias horas seguidas, atrapado en aquel mundo que no parecía tener fin hasta que de un momento a otro llegaba la última página y, con suerte, seguía en la continuación de la saga que poseía. Muchas veces esto último no se cumplía y era fastidioso que quede algo a medias pero, al menos, siempre quedaba la posibilidad de imaginarse el final, sobre todo cuando éste era abierto. Los cerrados dejaban algo a la imaginación también, sí, siempre se podían seguir de todos modos, mejor o peor pero era posible, mas los abiertos dejaban más cosas en las que pensar y reflexionar, añadían una buena dosis de intriga final y dejaban una conclusión más personal, propia de la imaginación de cada uno.
Asentí. Íbamos a la misma clase y, al parecer, compartíamos ideales en varios ámbitos.
- Segunda clase también. - Comenté tal vez habiendo sido demasiado frío.
Me encogí de hombros tanto por el agradecimiento como por el siguiente comentario. Por lo primero, la verdad es que yo no solía dar las gracias ni obligaba a los demás a hacerlo. Era una simple palabra a la que alguien le dio ese significado pero sin uno real así que no encontraba estrictamente necesario nombrarla a cada rato. Y sobre lo otro, simplemente no había lo que comentar. Le sonaba, sí, y yo lo conocía perfectamente, pero no iba a reclamarle haber olvidado datos sobre aquella, para mí, obra de arte, así que no había lo que decir sobre ello. Sólo eso.
Asentí al oír mi nombre, pues efectivamente lo pronunció bien y no tuvo error alguno porque, de hecho, eran cuatro escasas letras, literalmente, y con sonidos completamente normales y sin dificultades. En resumen, una simpleza. Podía ser llamado solamente eso perfectamente y sin mentir sobre ello ni equivocarse al hacerlo.
- Mago. - Respondí en seguida a lo siguiente. No me molestara que conocieran mi raza pero poco después me di cuenta de que no se refería a eso. Negué suavemente con la cabeza. - La duda ofende. - Bromeé. No era algo que yo hubiera decidido pero detestaba ser una mujer. Si pudiera, sería un hombre hecho y derecho. Más alto, esbelto pero con cierta ternura en la apariencia, de mirada intimidante... Me daría igual tener el mismo color de tez, ojos, cabello y todo eso, pero sin pechos, con la cintura menos ancha aunque de por sí mi apariencia era poco femenina... Deseaba aquello por encima de cualquier otra cosa. Suspiré. Me trataba en masculino por puro gusto y complejo así que suponía que de un momento a otro se daría cuenta, comenzaría a hacer lo mismo y probablemente llegara a confundirme de sexo, como tanto me gustaba. Tenía por seguro que ella era mujer así que no tenía necesidad de cuestionarlo, pero por mi aspecto y voz era completamente comprensible que existieran confusiones de ese tipo. Además llevaba el flequillo tapándome el ojo derecho, que poco importaba debido a que era ciego por una cuestión de poderes, y la sudadera ancha que disimulaba los pocos bultos que tenía como pechos, los cuales no podían ser denominados ni senos por su mísero tamaño, además del cabello, que bien podría cortármelo pero extrañamente lo prefería llevar así de largo. - Y tú, ¿qué eres? - Cuestioné, sin referirme a lo mismo, por lo que rápidamente lo concreté. - De raza, no de sexo, y sólo por curiosidad. No soy racista. - Afirmé por tal de evitar malentendidos. - Sé que eres una chica. - A lo mejor lo último no era tan seguro como parecía y lo ofendía... - ¿O no? - Pregunté por si acaso, sólo para asegurarme.
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