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El mundo necesita una brocha que le dé color. {Kido Hayashi}
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El mundo necesita una brocha que le dé color. {Kido Hayashi}
Aquel día, como tantos otro, Momoka tenía un intenso deseo de hacer algo. Pero no cualquier algo. La chica, que era conocida por su extraño carácter y sus ideas fuera de lo terrestre, había decidido, que si aquel era el lugar de los Nymphart, había que demostrarlo y que mejor idea, que una "pequeña" remodelación a la entrada. Al fin de al cabo, era los que el resto de alumnos podía ver, y aunque la esencia de la casa se veía por sus instalaciones, no todo el mundo podía permitirse acceder, lo cual para Momoka, le parecía falta de orgullo y de ganas de abrir las artes a los demás. ¡Ya estaba éste demasiado infravalorado para no andarle gritando al mundo lo que eran capaz de hacer jugando con las palabras, llenando de vida un lienzo, dotando de alma a una escultura y revivir un corazón caído en la miseria con canciones! Pero incluso en aquella insensatez, había un resquicio de raciocinio. Para que su plan fuera llevado a cabo sin interrupción —y si había un poco de suerte, sin represalias—, tendría que actuar de noche.
Con el paso de las horas, fue recopilando diversos instrumentos que iba a usar y escondiéndolos en unos arbustos cercanos. Trató lo máximo posible contener las ganas de empezar y no hacer locuras para evitar acabar castigada antes de tiempo. Para ello se dedicó a hacer bocetos a ton ni son del "Gran Proyecto Revolucionario Rebelde Nyny de Peligro 1000000000000%", nombre que le había dado en su mente y que reflejaba lo importante que era para ella —aparte de lo loco del asunto—.
Por fin llegó la noche, y con él, el anonimato. Momoka se había vestido cual asaltador —Sudadera negra con la capucha puesta, pantalones negros holgados y deportivas por si había que correr, así como guantes— , exceptuando que en vez de un pasamontañas, había usado una máscara de estilo griego que había tomado "prestada" al club de teatro. Se encontraba ya con esa guisa en la entrada, con los instrumentos en manos y dando gracias por esa costumbre de malgastar electricidad dejando encendida algunas luces de las fachadas del edificio.
Antes de comenzar, visualizó en su mente la primera escena: un gran zorro blanco, vestido de ninja, llevando una brocha en su boca y dejando tras de sí diversos animales —algunos provenientes de videojuegos, como era el caso de un Koopa— hechos de tinta negra bajo un resplandeciente sol naciente. Definida la idea, cogió el spray y comenzó a dibujar.
Con el paso de las horas, fue recopilando diversos instrumentos que iba a usar y escondiéndolos en unos arbustos cercanos. Trató lo máximo posible contener las ganas de empezar y no hacer locuras para evitar acabar castigada antes de tiempo. Para ello se dedicó a hacer bocetos a ton ni son del "Gran Proyecto Revolucionario Rebelde Nyny de Peligro 1000000000000%", nombre que le había dado en su mente y que reflejaba lo importante que era para ella —aparte de lo loco del asunto—.
Por fin llegó la noche, y con él, el anonimato. Momoka se había vestido cual asaltador —Sudadera negra con la capucha puesta, pantalones negros holgados y deportivas por si había que correr, así como guantes— , exceptuando que en vez de un pasamontañas, había usado una máscara de estilo griego que había tomado "prestada" al club de teatro. Se encontraba ya con esa guisa en la entrada, con los instrumentos en manos y dando gracias por esa costumbre de malgastar electricidad dejando encendida algunas luces de las fachadas del edificio.
Antes de comenzar, visualizó en su mente la primera escena: un gran zorro blanco, vestido de ninja, llevando una brocha en su boca y dejando tras de sí diversos animales —algunos provenientes de videojuegos, como era el caso de un Koopa— hechos de tinta negra bajo un resplandeciente sol naciente. Definida la idea, cogió el spray y comenzó a dibujar.
Momoka Mouri- Miko
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Re: El mundo necesita una brocha que le dé color. {Kido Hayashi}
Hacía unos días ya que había comprado una poción de crecimiento y pretendía usarla ya en mi pequeño Takara. Sabía que debía bañarlo, que así crecería y que era el único modo de lograrlo. Repasé mentalmente porqué no lo había hecho ya.
En el primer día, me hacía mucha ilusión usarlo y todo eso, pero poco después la guardé y terminé olvidándola. Pasó el día siguiente completamente en el olvido y en el tercero me percaté de que había perdido la poción, por lo que comencé a buscarla y no fue hasta la tarde siguiente que recordé que lo había dejado en el bolsillo de la sudadera que llevaba cuando la compré, por lo que la recuperé, pero... ya era de noche. Aunque, ¿qué problema había en eso? En la oscuridad parecería más mágico, íntimo, misterioso y... ¡Quería hacerlo y ya! No necesitaba excusas. A quien no le gustara, que no me tuviera en cuenta o que se fastidiara él o ella pero no me molestara a mí. Nada evitaría que hiciera lo que quisiera.
Salí de mi cuarto con el pequeño animalillo en el bolsillo junto a mi navaja Lilith, la poción de crecimiento ya nombrada y poca cosa más, y me dirigí la entrada porque simplemente me hacía ilusión. Entró pequeño, salió pequeño y volvería mediano para posiblemente salir igual y entrar grande en cuanto pasara un tiempo, y entonces estaría así para siempre más. Era una idea original, según mi opinión.
Me dirigí al lugar ya nombrado, pues, siempre siendo completamente silencioso, y de repente me pareció ver a alguien por lo que me detuve ipso facto. Ese alguien era claramente un ladrón u otro tipo de delincuente, por su apariencia, aunque tenía un toque humorístico. Sería un malhechor de pacotilla o novato, tal vez.
Dejé a mi zorro en el suelo con cuidado de no ser visto, escondiéndome cuanto pude, y vertí todo el contenido de la botella sobre él. Sería una lástima que no disfrutara plenamente de aquel maravilloso espectáculo como consecuencia al delito que parecía estar a punto de cometerse detrás de mí, pero igualmente valdría la pena.
Volví mi atención al desconocido, fuera lo que fuese, y surgí de entre las sombras, dejando una clara constancia de mi presencia. A mi lado apareció un zorro con dos colas. Parecía ser más feroz que antes, menos dulce y tierno pero aun así servicial y seguramente juguetón. Era un momento épico. En mi cabeza sonaba una música de fondo acorde a la situación, que era lo único que faltaba. Parecía que yo sería el nuevo rey... ¡No, el dios!, el nuevo dios del lugar. Era increíble. Menos travieso, más responsable, más... Igual de torpe.
Bien, podéis olvidar lo anterior. Fue un momento de pura motivación.
En realidad Takara corrió para ponerse a mi lado y tropezó con su nueva cola para después volver a hacerlo con la restante y terminar rodando hasta terminar muy cerca de el... ¿o la? Parecía una chica joven. Me acerqué a quien fuera, más bien por evitar que mi mascota se metiera en líos.
- Es un poco torpe. - Comenté sobre el ya no tan pequeño cánido y carraspeé con suavidad. Su vestimenta y actitud eran extremadamente sospechosas. Sobre todo la primera. – ¿Qué se supone que estás haciendo? - Comenté en un tono grave teniendo en cuenta mi sexo y, la verdad, algo imponente. Parecía pretender... ¿pintar?, pero no de una forma muy... legal.
En el primer día, me hacía mucha ilusión usarlo y todo eso, pero poco después la guardé y terminé olvidándola. Pasó el día siguiente completamente en el olvido y en el tercero me percaté de que había perdido la poción, por lo que comencé a buscarla y no fue hasta la tarde siguiente que recordé que lo había dejado en el bolsillo de la sudadera que llevaba cuando la compré, por lo que la recuperé, pero... ya era de noche. Aunque, ¿qué problema había en eso? En la oscuridad parecería más mágico, íntimo, misterioso y... ¡Quería hacerlo y ya! No necesitaba excusas. A quien no le gustara, que no me tuviera en cuenta o que se fastidiara él o ella pero no me molestara a mí. Nada evitaría que hiciera lo que quisiera.
Salí de mi cuarto con el pequeño animalillo en el bolsillo junto a mi navaja Lilith, la poción de crecimiento ya nombrada y poca cosa más, y me dirigí la entrada porque simplemente me hacía ilusión. Entró pequeño, salió pequeño y volvería mediano para posiblemente salir igual y entrar grande en cuanto pasara un tiempo, y entonces estaría así para siempre más. Era una idea original, según mi opinión.
Me dirigí al lugar ya nombrado, pues, siempre siendo completamente silencioso, y de repente me pareció ver a alguien por lo que me detuve ipso facto. Ese alguien era claramente un ladrón u otro tipo de delincuente, por su apariencia, aunque tenía un toque humorístico. Sería un malhechor de pacotilla o novato, tal vez.
Dejé a mi zorro en el suelo con cuidado de no ser visto, escondiéndome cuanto pude, y vertí todo el contenido de la botella sobre él. Sería una lástima que no disfrutara plenamente de aquel maravilloso espectáculo como consecuencia al delito que parecía estar a punto de cometerse detrás de mí, pero igualmente valdría la pena.
Volví mi atención al desconocido, fuera lo que fuese, y surgí de entre las sombras, dejando una clara constancia de mi presencia. A mi lado apareció un zorro con dos colas. Parecía ser más feroz que antes, menos dulce y tierno pero aun así servicial y seguramente juguetón. Era un momento épico. En mi cabeza sonaba una música de fondo acorde a la situación, que era lo único que faltaba. Parecía que yo sería el nuevo rey... ¡No, el dios!, el nuevo dios del lugar. Era increíble. Menos travieso, más responsable, más... Igual de torpe.
Bien, podéis olvidar lo anterior. Fue un momento de pura motivación.
En realidad Takara corrió para ponerse a mi lado y tropezó con su nueva cola para después volver a hacerlo con la restante y terminar rodando hasta terminar muy cerca de el... ¿o la? Parecía una chica joven. Me acerqué a quien fuera, más bien por evitar que mi mascota se metiera en líos.
- Es un poco torpe. - Comenté sobre el ya no tan pequeño cánido y carraspeé con suavidad. Su vestimenta y actitud eran extremadamente sospechosas. Sobre todo la primera. – ¿Qué se supone que estás haciendo? - Comenté en un tono grave teniendo en cuenta mi sexo y, la verdad, algo imponente. Parecía pretender... ¿pintar?, pero no de una forma muy... legal.
Kido Hayashi- Magos
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Re: El mundo necesita una brocha que le dé color. {Kido Hayashi}
Estaba completamente extasiada en su tarea. Cuando comenzaba a dibujar ella y el mundo quedaban desconectados, como si no existiera nada más que su obra. Con gráciles y vivaces movimientos las manos bailaba sobre el lienzo —que en este caso era una fría pared— para dotar de vida a algo nuevo y único. Por mucho que la gente trataba de entenderlo, Momoka pensaba que no llegaban a ver más que una pálida sombra del universo de emociones que ella sentía, que sólo alguien con una intensa pasión podría llegar a comprender la maravilla de hacer lo que amabas.
En este estado de trance no se percató de la presencia de la alumna y su mascota hasta que esta última por poco choca con ella. Le pilló de tan improviso que pegó un brinco, que hizo a Momoka pintar de forma involuntaria una torpe línea donde no debía estar. Suspiró con tristeza al percatarse de ello, pasando la mano por su error y con ello, quedando sus dedos llenos de pintura oscura.
No apartó la vista del dibujo hasta que el chaval —Momoka pensaba por su voz que era varón, aunque no sabría decir por su cara—le dirigió la palabra. Se agachó hasta ponerse a la altura del animal y comenzó a acariciarle la cabeza, dejando un rastro de pintura negras en su pelaje.
—Y lindo. —le contestó con su voz cantarina y juguetona sin dejar al animal. Al oír la siguiente pregunta se levantó y jugueteó con un spray antes de responder con su amado cliché—: Mmm... Barritas de Pescado. Y oh, ahora me toca a mí preguntarte —cambió su voz a un registro más grave y puso los brazos en jarras—: ¿No deberías estar en la cama, jovencito? ¡No son horas de estar fuera a tu edad! ¡Aún no tienes ni barba en el pecho, ¿cómo piensas ir a encandilar damiselas a estas horas?! Se te debería caer la cara de vergüenza.
Momoka estaba tan metida en su papel de padre gruñón que no cayó en la cuenta de que aún seguía con el spray en la mano, así que cuando iba a acusar con el dedo al pobre chico que no tenía culpa de haberla encontrado, su dedo presionó como costumbre el botón y... bronceado instantáneo.
—Ouch. —fue su escueta respuesta ante de ponerse a frotar con la manga de su sudadera la pintura, sin mucho éxito.
En este estado de trance no se percató de la presencia de la alumna y su mascota hasta que esta última por poco choca con ella. Le pilló de tan improviso que pegó un brinco, que hizo a Momoka pintar de forma involuntaria una torpe línea donde no debía estar. Suspiró con tristeza al percatarse de ello, pasando la mano por su error y con ello, quedando sus dedos llenos de pintura oscura.
No apartó la vista del dibujo hasta que el chaval —Momoka pensaba por su voz que era varón, aunque no sabría decir por su cara—le dirigió la palabra. Se agachó hasta ponerse a la altura del animal y comenzó a acariciarle la cabeza, dejando un rastro de pintura negras en su pelaje.
—Y lindo. —le contestó con su voz cantarina y juguetona sin dejar al animal. Al oír la siguiente pregunta se levantó y jugueteó con un spray antes de responder con su amado cliché—: Mmm... Barritas de Pescado. Y oh, ahora me toca a mí preguntarte —cambió su voz a un registro más grave y puso los brazos en jarras—: ¿No deberías estar en la cama, jovencito? ¡No son horas de estar fuera a tu edad! ¡Aún no tienes ni barba en el pecho, ¿cómo piensas ir a encandilar damiselas a estas horas?! Se te debería caer la cara de vergüenza.
Momoka estaba tan metida en su papel de padre gruñón que no cayó en la cuenta de que aún seguía con el spray en la mano, así que cuando iba a acusar con el dedo al pobre chico que no tenía culpa de haberla encontrado, su dedo presionó como costumbre el botón y... bronceado instantáneo.
—Ouch. —fue su escueta respuesta ante de ponerse a frotar con la manga de su sudadera la pintura, sin mucho éxito.
Momoka Mouri- Miko
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Re: El mundo necesita una brocha que le dé color. {Kido Hayashi}
Takara parecía inconsciente de que a cada caricia se volvía más negro, pero yo me di cuenta de ello rápidamente aunque pasé de quejarme; ya le limpiaría más tarde la pintura o lo que fuera. Aunque, eso sí, no pude evitar soltar un leve gruñido, casi inaudible, como si fuese yo la mascota y el zorro el buen dueño.
No podía negar que fuese lindo, pero la torpeza lo caracterizaba más. Preferí no responder a ese comentario para no comenzar una discusión innecesaria, mas lo siguiente me desconcertó completamente y por eso sí que no pude mantenerme en silencio. Intenté hacerlo para esperar a que lo explicara, o que sé yo. ¿Barritas de pescado? ¿Qué clase de aberración y respuesta era esa? Y encima luego cambió de tema repentinamente. ¿Había turnos para preguntar, o algo así? De veras, no entendía nada. Esa chica era demasiado extraña. Como si yo fuera muy normal...
Internamente me reía mientras la veía actuar así, regañándome por cosas poco convincentes, sin sentido y demasiado aleatorias. Era una buena táctica de distracción al menos, la verdad, porque me olvidé durante todo ese rato de que la había descubierto haciendo quién sabe qué poco antes, pero el recuerdo de ello terminó volviendo.
- Pero, ¿qué...? - No podía aguantar más. Estaba demasiado confundido por todo y esa desconocida no parecía pretender callar de un momento a otro, y mucho menos si no se lo pedía de algún modo. - A ver, vayamos por partes. Primero, ¿barritas de pescado? - Le estaba dando demasiadas vueltas a eso aunque debía ser una simple tontería. Me intrigaba conocer el significado oculto en aquella frase pese a que muy probablemente ni existiera. – No soy tan pequeño como pareces creer y no pretendo encandilar a damiselas... ni a lo que sea. - Al fin y al cabo era bisexual así que podía estar intentándolo hacer con personas de ambos sexos. - Sólo... - De repente fui interrumpido por un ataque a traición con aquella dichosa pintura, por lo que callé de repente.
Retrocedí varios pasos; esa mujerzuela era dura de pelar. Seguro que sabía cómo noqueara a la gente y probablemente también cómo engañarla. Su habilidad para terminar con mis palabras fue increíble. Espera, por maravillosa que pareciera con todas esas cosas, ¡¿qué se había creído?!
- ¿Qué estabas haciendo? - Repetí, esta vez en un tono más frío, intentando ignorar lo que al fin y al cabo parecía haber sido un simple accidente. Con lo fascinante que parecía que tuviera técnicas ninja de aquel nivel...
Vi como mi mascota, cuan traidor, se acercaba nuevamente a la chica buscando caricias tras, según supuse ya que no me estaba fijando en él antes, haber huido a esconderse asustado por lo ocurrido.
No podía negar que fuese lindo, pero la torpeza lo caracterizaba más. Preferí no responder a ese comentario para no comenzar una discusión innecesaria, mas lo siguiente me desconcertó completamente y por eso sí que no pude mantenerme en silencio. Intenté hacerlo para esperar a que lo explicara, o que sé yo. ¿Barritas de pescado? ¿Qué clase de aberración y respuesta era esa? Y encima luego cambió de tema repentinamente. ¿Había turnos para preguntar, o algo así? De veras, no entendía nada. Esa chica era demasiado extraña. Como si yo fuera muy normal...
Internamente me reía mientras la veía actuar así, regañándome por cosas poco convincentes, sin sentido y demasiado aleatorias. Era una buena táctica de distracción al menos, la verdad, porque me olvidé durante todo ese rato de que la había descubierto haciendo quién sabe qué poco antes, pero el recuerdo de ello terminó volviendo.
- Pero, ¿qué...? - No podía aguantar más. Estaba demasiado confundido por todo y esa desconocida no parecía pretender callar de un momento a otro, y mucho menos si no se lo pedía de algún modo. - A ver, vayamos por partes. Primero, ¿barritas de pescado? - Le estaba dando demasiadas vueltas a eso aunque debía ser una simple tontería. Me intrigaba conocer el significado oculto en aquella frase pese a que muy probablemente ni existiera. – No soy tan pequeño como pareces creer y no pretendo encandilar a damiselas... ni a lo que sea. - Al fin y al cabo era bisexual así que podía estar intentándolo hacer con personas de ambos sexos. - Sólo... - De repente fui interrumpido por un ataque a traición con aquella dichosa pintura, por lo que callé de repente.
Retrocedí varios pasos; esa mujerzuela era dura de pelar. Seguro que sabía cómo noqueara a la gente y probablemente también cómo engañarla. Su habilidad para terminar con mis palabras fue increíble. Espera, por maravillosa que pareciera con todas esas cosas, ¡¿qué se había creído?!
- ¿Qué estabas haciendo? - Repetí, esta vez en un tono más frío, intentando ignorar lo que al fin y al cabo parecía haber sido un simple accidente. Con lo fascinante que parecía que tuviera técnicas ninja de aquel nivel...
Vi como mi mascota, cuan traidor, se acercaba nuevamente a la chica buscando caricias tras, según supuse ya que no me estaba fijando en él antes, haber huido a esconderse asustado por lo ocurrido.
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