Casualidades o no... [Sena]

Sí, era cierto, había oído hablar de esos animales que resultaban muy útiles en la vida diaria para los humanos o bípedos que caminaban sobre la faz de la tierra. Por supuesto, ir sobre la tierra era mucho más cansado que nadar o simplemente dejarse flotar en el agua, con lo cual los terrestres solían buscar soluciones a su cansancio al caminar, entre ellos al parecer estaba la opción de ir sobre uno de esos animales, a los que llamaban caballos. Durante su primer año en la escuela, había llegado a pasar de refilón por la zona de los establos, donde se decía habían alumnos que practicaban la equitación; Al parecer montar a uno de esos mamíferos no era nada fácil, y había que practicar bastante para llegar a domarlo y aprender a ir correctamente sobre él. Cada vez estaba más convencido de las diferencias entre ese mundo y el que había bajo el mar, donde todos convivían en armonía y siguiendo las cadenas impuestas por la naturaleza, sin más ley que ésta última.

Pero esta vez, había decidido ir expresamente a aquél lugar, pasado un año antes de sentir tal interés, para ver de más cerca los famosos animales e interactuar con ellos o incluso, quién sabía, conocer más sobre aquella práctica con ellos. La isla y todo lo que abarcaba la escuela de Jikan era tan extenso, que aún habían muchos rincones en los que no había profundizado todavía; Y el centro de equitación era uno de ellos.

Era un jueves por la tarde, justo después de acabar las clases. Era increíble, pero había cambiado su típica visita a la piscina y la natación por ese paseo por los establos en los que ahora estaba. Llevaba su mochila deportiva al hombro, lugar donde llevaba todo el material escolar que había usado en la jornada, mientras miraba a un lado y otro, hasta que unos sonidos captaron su atención, llegando hasta donde estaban los caballos, limitados al estar medio enjaulados por esos tablones de madera que impedían que escaparan de allí. Finalmente tomó la decisión tras pensárselo un poco, de acercarse a uno de los caballos, uno negro concretamente que parecía bastante tranquilo, después de mirar si alguien más entraba al establo o no. Tomó aire recortando el espacio.

- Hola tú… Tienes cara de que quieres que te acaricien, ¿Me equivoco? – fue lo primero que se le ocurrió decir. Total, no había nadie allí, qué más daba que hablara con uno de esos animales, ¿Verdad? Si alguien lo viera sería posible que lo tacharan de loco, los terrestres eran tan extraños a veces en su forma de prejuzgar. A pesar de su inseguridad al encontrarse por primera vez tan cerca y a solas de un caballo, logró estirar uno de sus brazos tomando la decisión de querer acariciarle parte del morro. Si lo pensaba bien, con esa boca tan grande, podría ser capaz de arrancarle una mano, pero tenía entendido que si se iba con cuidado no eran demasiado agresivos, además de herbívoros. Justo ya estaba rozando con los dedos el morro del animal, notando esos pelos cortos y ásperos en las yemas, teniendo que asomarse un poco sobre la valla que lo separaba del animal, cuando de repente una voz lo sobresaltó y giró el rostro hacia un lado dando con el chico que lo había interrumpido.

“¿Estás seguro de lo que haces? Sabes qué caballo es ese, ¿Verdad?” comentó el chico sin mirarle a la cara, estaba ocupado mientras sacaba a otro de esos animales, Eryx suponía que debía ser un estudiante que practicaba equitación y era bastante veterano, a juzgar por la facilidad que hacía todo y su vestimenta preparada para la actividad. Se frenó junto al caballo que había sacado para girarse hacia el tritón y mirarlo por primera vez “Es Rayo, el caballo más conflictivo del establo. Si te has colado aquí por gusto, primero: deberías informarte antes de entrar en zonas que no te incumben; Segundo: aparta la mano antes de que te quedes sin ella. En fin, yo ya te he avisado, no he visto tu cara antes por aquí así que si te pasa algo, queda a tu responsabilidad y consciencia.” dijo sin más de una forma un tanto arrogante antes de salir por la entrada en dirección a las pistas acompañado del caballo, suponía. Y tan consternado se había quedado con aquellas palabras, que no había apartado todavía la mano del morro del animal, y fue un dolor intenso en ella lo que hizo que pegara un grito y “despertara” al fin de su atontamiento; el caballo le había mordido, por suerte lo había soltado antes de que llegara a mayores y Eryx no tardó demasiado en encoger el brazo y apartarse del animal.

- ¡Ah! Diablos… Eso ha dolido… ah… - se quejó antes de apartar la mano con la que se aguantaba la otra intentando aminorar el dolor, cuando vio que empezaba a sangrar; había sido un buen bocado – Creo que no volveré a saludar a ninguno de estos seres; La de veces que me habían dicho que eran pacíficos, y no sé todavía ni cómo pueden montarlos si casi me arranca la mano – miró alrededor, buscando algún lugar donde hubiera agua y meter la mano; Como buen ser marino, lo único que sabía en estas situaciones, es que el agua de mar lo solucionaba todo.