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¡Delfines, delfines! [Tsukiko Tsukukakushi]
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Jikan Highschool :: Papelera :: Papelera
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¡Delfines, delfines! [Tsukiko Tsukukakushi]
Unas pequeñas gotas de agua salpicaron el cabello fucsia de la chica árabe, la cual estaba pegada a aquel tanque de agua que contenía dentro múltiples animales marinos. Efectivamente, había ido a pasar el día en el acuario, ya que era fin de semana quería divertirse, y la idea de ir a un sitio acuoso le atrajo desde el momento que escuchó a algunos estudiantes hablar de ello. Con los ojos iluminados, y las manos apolladas contra el cristal junto a medio cuerpo, observaba maravillada la fauna marina que se extendía ante sus ojos, ¡era realmente precioso! Veía a los peces nadar, las orcas hacer un fuerte sonido, los delfines jugar... Parecía estar en un sueño rodeado de agua. ¿Porqué tanta emoción causaba esto a la joven? Porque en su tierra natal, en la tierra árida, no había ni una pizca de agua que no sirviera para beber, nunca había visto un acuario, y eso se notaba en ese rostro embobado como si se tratase de una niña pequeña en una tienda de chucherías.
Lo que más le sorprendía de aquello eran los delfines, aquellos seres inteligentes que hacían trucos frente al público que estaba entre las gradas, mientras otros estaban como Morgiana, mirando todo desde abajo en el tanque. Justo en su posición la escena parecía hasta mágica, con el reflejo del agua dando en la pared y el suelo de atrás, no tan fuerte a causa de la luz del sol, sin embargo lo suficiente para dar ese toque fantasioso que hacía a Morgiana quedarse maravillada. No podía ser aquel momento más perfecto.
Justo cuando un delfín daba una voltereta y la salpicaba entera, la joven omitió un "UH" emocionada y su cara se iluminó más, con los ojos brillantes. Ese día hacía tanto calor que hasta ese pequeño frescor del agua era bien agradecido. Mojó también a los de alrededor, sin embargo ella estaba tan enfrascada en los animales que ni se fijaba.
Aunque no todo era de rosas, ella sabía que los animales no eran totalmente libres ahí dentro, ella al vivir en la sabana, podía ver a los animales siempre en libertad siendo felices en su entorno natural... Y verlos ahí encerrados era algo tortuoso, sabía que no eran realmente felices, y eso entristecía en parte a la joven árabe. Pero sabía que eran animales enfermos que estaban allí como protección, incluso algunos estaban en peligro de extinción, por lo que era bueno que estuvieran encerrados, así se salvaban de morir y podían seguir repoblándose. Aunque fuese propio de la naturaleza aquello de morir, algunos animales eran tan bellos que no podían echarse a perder, como los caballitos de mar. ¡Ella no quería perder a aquellos seres tan hermosos, tan delicados, tan únicos! Simplemente era como perder a alguien a quien amas, puedes encontrar a otra persona que sea semejante, pero nunca será igual a ella.
Echó a caminar por el largo pasillo, para ir a las gradas donde se podía ver el espectáculo de delfines. Su rostro había cambiando a uno serio, aunque en el fondo disfrutaba aquel momento como nunca. Mientras andaba, veía pasar a los animales a su lado a una mayor velocidad. Podría decir que junto a los delfines sus animales favoritos eran el pez payaso y el pez martillo, aunque más por cómo se veían al ser un aspecto gracioso que por otra cosa, más los delfines eran perfectos, y esperaba al menos participar en el evento con ellos en los que te permitían entrar en el tanque junto a un ayudante y poder jugar; si pudiera tener ese honor sería perfecto, pero ella era humana, así que las probabilidades eran muy altas. Aun así, mientras caminaba, se imaginaba que aquello pudiese hacerse realidad, y le permitiesen jugar sobre la espalda de alguno de ellos mientras se agarraba a su aleta. Oír el sonido de los delfines tan de cerca, el agua a su alrededor mojando sus pies y su cuerpo, sintiendo la libertad mientras recorría inmensos kilómetros en su lomo... Mas se dio de bruces contra la realidad al ver que jugar con los delfines era limitado, e incluso sólo te dejaban acariciar su cabeza y darles pescado. Nada más, era tan solo eso. Por ello nunca se hacía muchas expectativas de algo, siempre había un fallo que hacía desplomarse todo. Suspiró, algo decepcionada por ver cómo una joven que había sido bendecida con jugar con ellos solo pudo hacer eso. Si fuera Morgiana seguro que se habría tirado al agua y hubiese echado a nadar, así tan loco. Sonrió para si, al menos pudo tocarlos de cerca, ¿no?
Lo que más le sorprendía de aquello eran los delfines, aquellos seres inteligentes que hacían trucos frente al público que estaba entre las gradas, mientras otros estaban como Morgiana, mirando todo desde abajo en el tanque. Justo en su posición la escena parecía hasta mágica, con el reflejo del agua dando en la pared y el suelo de atrás, no tan fuerte a causa de la luz del sol, sin embargo lo suficiente para dar ese toque fantasioso que hacía a Morgiana quedarse maravillada. No podía ser aquel momento más perfecto.
Justo cuando un delfín daba una voltereta y la salpicaba entera, la joven omitió un "UH" emocionada y su cara se iluminó más, con los ojos brillantes. Ese día hacía tanto calor que hasta ese pequeño frescor del agua era bien agradecido. Mojó también a los de alrededor, sin embargo ella estaba tan enfrascada en los animales que ni se fijaba.
Aunque no todo era de rosas, ella sabía que los animales no eran totalmente libres ahí dentro, ella al vivir en la sabana, podía ver a los animales siempre en libertad siendo felices en su entorno natural... Y verlos ahí encerrados era algo tortuoso, sabía que no eran realmente felices, y eso entristecía en parte a la joven árabe. Pero sabía que eran animales enfermos que estaban allí como protección, incluso algunos estaban en peligro de extinción, por lo que era bueno que estuvieran encerrados, así se salvaban de morir y podían seguir repoblándose. Aunque fuese propio de la naturaleza aquello de morir, algunos animales eran tan bellos que no podían echarse a perder, como los caballitos de mar. ¡Ella no quería perder a aquellos seres tan hermosos, tan delicados, tan únicos! Simplemente era como perder a alguien a quien amas, puedes encontrar a otra persona que sea semejante, pero nunca será igual a ella.
Echó a caminar por el largo pasillo, para ir a las gradas donde se podía ver el espectáculo de delfines. Su rostro había cambiando a uno serio, aunque en el fondo disfrutaba aquel momento como nunca. Mientras andaba, veía pasar a los animales a su lado a una mayor velocidad. Podría decir que junto a los delfines sus animales favoritos eran el pez payaso y el pez martillo, aunque más por cómo se veían al ser un aspecto gracioso que por otra cosa, más los delfines eran perfectos, y esperaba al menos participar en el evento con ellos en los que te permitían entrar en el tanque junto a un ayudante y poder jugar; si pudiera tener ese honor sería perfecto, pero ella era humana, así que las probabilidades eran muy altas. Aun así, mientras caminaba, se imaginaba que aquello pudiese hacerse realidad, y le permitiesen jugar sobre la espalda de alguno de ellos mientras se agarraba a su aleta. Oír el sonido de los delfines tan de cerca, el agua a su alrededor mojando sus pies y su cuerpo, sintiendo la libertad mientras recorría inmensos kilómetros en su lomo... Mas se dio de bruces contra la realidad al ver que jugar con los delfines era limitado, e incluso sólo te dejaban acariciar su cabeza y darles pescado. Nada más, era tan solo eso. Por ello nunca se hacía muchas expectativas de algo, siempre había un fallo que hacía desplomarse todo. Suspiró, algo decepcionada por ver cómo una joven que había sido bendecida con jugar con ellos solo pudo hacer eso. Si fuera Morgiana seguro que se habría tirado al agua y hubiese echado a nadar, así tan loco. Sonrió para si, al menos pudo tocarlos de cerca, ¿no?
Morgiana- Humano
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Re: ¡Delfines, delfines! [Tsukiko Tsukukakushi]
Dolphins! Dolphins are fliying
FOR THE OCEANS ARE AMONG THE CORAL AND ABOVE, SAILING FOR YOUR THOUGHTS.
Podía recordar aquellas palabras en su mente. Semejaban estar repletas de vida, de diversos significados, de ideales, de ilusiones, de optimismo. No obstante, aunque solían brindarle apoyo incondicional, de cuando en vez, se tornaban pegadizas, viscosas, espesas... Análogas a una tortura camuflada en un galardón. Trataba de olvidarlas, de continuar con su camino y revivir en su memoria los valores inculcados por su allegada... Los finales alborozados no había que perseguirlos, había que forjarlos con esfuerzo, sudor, lágrimas y todo lo que fuera preciso. Quizás fuera laboriosa la tarea de construir un futuro con los pilares de la verdad y el brío, mas compensaba la gratificante sensación que te envolvía cuando llegaras al final del camino. Una ardua senda que ibas fabricando paso a paso, centímetro a centímetro. Y a pesar de que su hermana garantizó que la muchacha tuviera en su mente presente la importancia del afán, ella misma había estado a punto de renunciar a sus lecciones. Quizás requiriese una mayor perseverancia la acción tomada por la joven, mas no se arrepentía de entregar sus emociones a cambio de una existencia afable para su ser querida.
Las jornadas se sucedían con apremio desde su ingreso en la prestigiosa academia, que tan lejana se le había antojado en boca de desconocidos que murmuraban rumores sobre la institución. En algunos momentos de languidez, pesarosos pensamientos sobre la posibilidad de que el liceo fuera uno de los promovidos mitos entre las criaturas sobrenaturales acudían a sus cavilaciones. No obstante, todas aquellas fantasías se habían convertido en realidad con suma sencillez. ¿Acaso los milagros le eran concedidos sin que ella fuera consciente de ello? Aquel día en cuestión, un pequeño anhelo se había instalado de forma insistente en su acelerado corazón. El acuario. Jamás había poseído la ocasión de asistir a un recinto plagado de innumerables especies marinas. Pocos podrían imaginarse la emoción que embriagó la esencia de la pelinegra cuando llegó a sus oídos el runrún de la presencia del vivero en la región. Las palpitaciones se habían disparado con fuerza en su pecho. No podía borrar de su mente la imagen de las criaturas marinas surcando los cielos submarinos con solemnidad.
¿Quién podría comparar sus movimientos a los del esplendoroso delfín? Cada centímetro de su cuerpo semejaba estar diseñado específicamente para deleitar a sus contempladores. Sus danzas marinas estaban repletas de gentileza, de una gracia inimitable. Ante su vista se expandían los grandes contenedores repletos de líquido y especies diversas de seres acuáticos. Aunque sus facciones no pudieran borrar la indiferencia, su alma vibraba con vida propia ante cada espécimen diferente del anterior que hallaba. Los segundos revolotearon a su alrededor, mientras aquello se convertía en un maravilloso festival de colores, emociones y silueteas. La diversidad abundaba en el fondo del océano artificial. Los enormes luceros de la muchacha habrían brillado con emoción si su capacidad expresiva no estuviera cerrada con candado. En lugar de aquello, sus labios se entreabrieron dejando salir un solo vocablo cargado de invisible admiración, que fue camuflada con un amargo tono de indiferencia.—Asombroso.
La habladuría sobre la guinda del acuario no tardó en circular por aquellos como Tsukiko, que no habían escuchado sobre el espectáculo protagonizado por los delfines. Con un deje de nerviosismo hacia como sería aquello, se dirigió hacia la gradas dudando. Realmente resultaba maravilloso ver volar ante sus orbes las formas de aquellas vetustas criaturas, causando admiración a su paso... Mas era diferente el poder tener la ocasión de palpar con la palma de su mano a uno de ellos... Su corazón palpitaba con brío, queriendo escapar del pecho de la jovencita. ¿Existía la remota posibilidad de que la seleccionaran para navegar junto a los animales? ¡E-Eso sería impresionante! Si las emociones que embriagaban su alma pudieran reflejarse en su exterior, los espectadores se toparían con unas mejillas bañadas de rubor y una sonrisa emocionada en sus labios de porcelana. Sin embargo, aún ante todo lo que llegaba a imaginarse, en el rostro de la pelinegra no había espacio para nada más que la neutralidad. Una estudiante mayor que la muchacha fue escogida para aproximarse a los delfines. La susodicha semejaba temblar de pies a cabeza, quizás de temor, o tal vez repleta de ilusión. La pelinegra no pudo evitar decepcionarse. En su mente, el ideal de aferrarse a la aleta dorsal de uno de los seres había cobrado tal fiereza, que le envolvía el pesimismo solo de ser consciente de que aquello no se cumpliría. Más para si misma que para la persona que tenía sentada a su lado, la joven replicó con indiferencia.—Que envidia.
Las jornadas se sucedían con apremio desde su ingreso en la prestigiosa academia, que tan lejana se le había antojado en boca de desconocidos que murmuraban rumores sobre la institución. En algunos momentos de languidez, pesarosos pensamientos sobre la posibilidad de que el liceo fuera uno de los promovidos mitos entre las criaturas sobrenaturales acudían a sus cavilaciones. No obstante, todas aquellas fantasías se habían convertido en realidad con suma sencillez. ¿Acaso los milagros le eran concedidos sin que ella fuera consciente de ello? Aquel día en cuestión, un pequeño anhelo se había instalado de forma insistente en su acelerado corazón. El acuario. Jamás había poseído la ocasión de asistir a un recinto plagado de innumerables especies marinas. Pocos podrían imaginarse la emoción que embriagó la esencia de la pelinegra cuando llegó a sus oídos el runrún de la presencia del vivero en la región. Las palpitaciones se habían disparado con fuerza en su pecho. No podía borrar de su mente la imagen de las criaturas marinas surcando los cielos submarinos con solemnidad.
¿Quién podría comparar sus movimientos a los del esplendoroso delfín? Cada centímetro de su cuerpo semejaba estar diseñado específicamente para deleitar a sus contempladores. Sus danzas marinas estaban repletas de gentileza, de una gracia inimitable. Ante su vista se expandían los grandes contenedores repletos de líquido y especies diversas de seres acuáticos. Aunque sus facciones no pudieran borrar la indiferencia, su alma vibraba con vida propia ante cada espécimen diferente del anterior que hallaba. Los segundos revolotearon a su alrededor, mientras aquello se convertía en un maravilloso festival de colores, emociones y silueteas. La diversidad abundaba en el fondo del océano artificial. Los enormes luceros de la muchacha habrían brillado con emoción si su capacidad expresiva no estuviera cerrada con candado. En lugar de aquello, sus labios se entreabrieron dejando salir un solo vocablo cargado de invisible admiración, que fue camuflada con un amargo tono de indiferencia.—Asombroso.
La habladuría sobre la guinda del acuario no tardó en circular por aquellos como Tsukiko, que no habían escuchado sobre el espectáculo protagonizado por los delfines. Con un deje de nerviosismo hacia como sería aquello, se dirigió hacia la gradas dudando. Realmente resultaba maravilloso ver volar ante sus orbes las formas de aquellas vetustas criaturas, causando admiración a su paso... Mas era diferente el poder tener la ocasión de palpar con la palma de su mano a uno de ellos... Su corazón palpitaba con brío, queriendo escapar del pecho de la jovencita. ¿Existía la remota posibilidad de que la seleccionaran para navegar junto a los animales? ¡E-Eso sería impresionante! Si las emociones que embriagaban su alma pudieran reflejarse en su exterior, los espectadores se toparían con unas mejillas bañadas de rubor y una sonrisa emocionada en sus labios de porcelana. Sin embargo, aún ante todo lo que llegaba a imaginarse, en el rostro de la pelinegra no había espacio para nada más que la neutralidad. Una estudiante mayor que la muchacha fue escogida para aproximarse a los delfines. La susodicha semejaba temblar de pies a cabeza, quizás de temor, o tal vez repleta de ilusión. La pelinegra no pudo evitar decepcionarse. En su mente, el ideal de aferrarse a la aleta dorsal de uno de los seres había cobrado tal fiereza, que le envolvía el pesimismo solo de ser consciente de que aquello no se cumpliría. Más para si misma que para la persona que tenía sentada a su lado, la joven replicó con indiferencia.—Que envidia.
Tsukiko Tsutsukakushi- Neko
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Re: ¡Delfines, delfines! [Tsukiko Tsukukakushi]
Durante aquel espectáculo mágico, la muchacha árabe no podía evitar aplaudir y sonreír observando aquel momento que tan solo los estudiantes que habían ido aquél día al acuario podían presenciar. Los delfines habían realizado actos para asombrar al público, tales como trucos de saltar los aros, sujetar personas mientras estas hacían malabares... Muchas cosas que hacían que el corazón de Morgiana palpitase de una manera pesada, por el hecho de ver aquella belleza de mamífero y también porque a su pesar no podía verlo más de cerca. Tan solo algunos pocos tenían el derecho a acercarse y jugar con los delfines, pero eran estudiantes seleccionados a base de conciencia, por sus logros y habilidades. Ella tan solo era una humana que estaba allí por un pacto de protección permanente hacia un mago. No era nadie en aquel lugar, así que no se iban a tomar la molestia de hacerla participar en algo a lo que era muy limitado acceder. Era así la lógica de la escuela, y ella en el fondo lo comprendía, aunque no le agradase del todo.
Una chica de pelo negro había podido acercarse y hacer algunos juegos con los animales. Tocarlos, darles de comer, e incluso ponerse un traje de neopreno para nadar junto a ellos. Los estudiantes silbaban y aplaudían para animar el ambiente, al ver que la chica se veía muy miedosa al estar junto a ellos. Era la única que podía disfrutar con todos los sentidos aquello, y todos querían trasmitirle ánimos para disfrutar el momento. Morgiana tan solo aplaudía y sonreía, con eso era suficiente. Mas, realmente quería estar ahí, en el agua, sintiendo la libertad junto a los animales acuáticos... Aunque estuvieran encerrados en una jaula de cristal, aunque los hubieran maltratado para que llegasen a hacer maniobras para satisfacer al público, ella quería estar allí y ser libre.
Todo eso pensaba la inocente muchacha cuando unos gritos peculiares afloraron entre el público, al menos para ella. Dirigió la mirada hacia el lado derecho de las gradas, donde unos estudiantes de mal gusto estaban tirando basura a la jaula de cristal donde los delfines nadaban. Objetos puntiagudos eran lanzados junto a insultos. ¿Estarían borrachos? Eso iba contra las leyes de la escuela, y Morgiana esperaba impaciente a que los guardias estudiantiles los sacasen de allí, pero nadie aparecía. Por tanto, la chica se levantó de su asiento y se dirigió a ellos. Los delfines no se podían proteger solos, necesitaban ayudas, estando encarcelados no podían hacer nada. Y eso le recordaba a su niñez, estando encarcelada siendo pinchada por unos guardias que se reían de ella y su familia por ser pobres. No iba a permitir el maltrato, ni delante de sus propias narices.
Con un gran acopio de valentía bajó rápido y decidida hacia ellos, sumamente seria. Si iba a emplear la fuerza lo haría también, todo por los débiles.
Al descender donde esos alborotadores estaban, Morgiana colocó su mano sobre su cadera derecha y alzó la voz para hacerse notar entre el público- Perdonad, pero, ¿os importaría dejar de hacer el idiota? Estáis molestando a quiénes no os han hecho nada -Los chavales se giraron hacia ella y al verla, sin uniforme y con unas ropas árabes abiertas, comenzaron a reírse llamándola "humana asquerosa" y "buena para nada". A primera vista podía saber que eran magos, ya que tenían aspecto humano, pero un par de demonios estaban en el fondo también riéndose. Todos con la cara rojiza. Estaban borrachos- Muy bien, si no queréis solucionarlo por las buenas, lo haré por las malas -Concluyó cuando uno de ellos le tiró una lata a la frente y esta dejó un pequeño dolor por unos segundos. Inclinó las rodillas, y alzando los puños a la altura de sus ojos tomó presión en sus muslos para lo que sería un salto y luego propinar algunas patadas a todos esos malnacidos. Ella era fuerte, podía contra ellos, aunque fuesen de otra raza superior a ella, defendería lo que es justo por los débiles. Hasta la muerte.
Una chica de pelo negro había podido acercarse y hacer algunos juegos con los animales. Tocarlos, darles de comer, e incluso ponerse un traje de neopreno para nadar junto a ellos. Los estudiantes silbaban y aplaudían para animar el ambiente, al ver que la chica se veía muy miedosa al estar junto a ellos. Era la única que podía disfrutar con todos los sentidos aquello, y todos querían trasmitirle ánimos para disfrutar el momento. Morgiana tan solo aplaudía y sonreía, con eso era suficiente. Mas, realmente quería estar ahí, en el agua, sintiendo la libertad junto a los animales acuáticos... Aunque estuvieran encerrados en una jaula de cristal, aunque los hubieran maltratado para que llegasen a hacer maniobras para satisfacer al público, ella quería estar allí y ser libre.
Todo eso pensaba la inocente muchacha cuando unos gritos peculiares afloraron entre el público, al menos para ella. Dirigió la mirada hacia el lado derecho de las gradas, donde unos estudiantes de mal gusto estaban tirando basura a la jaula de cristal donde los delfines nadaban. Objetos puntiagudos eran lanzados junto a insultos. ¿Estarían borrachos? Eso iba contra las leyes de la escuela, y Morgiana esperaba impaciente a que los guardias estudiantiles los sacasen de allí, pero nadie aparecía. Por tanto, la chica se levantó de su asiento y se dirigió a ellos. Los delfines no se podían proteger solos, necesitaban ayudas, estando encarcelados no podían hacer nada. Y eso le recordaba a su niñez, estando encarcelada siendo pinchada por unos guardias que se reían de ella y su familia por ser pobres. No iba a permitir el maltrato, ni delante de sus propias narices.
Con un gran acopio de valentía bajó rápido y decidida hacia ellos, sumamente seria. Si iba a emplear la fuerza lo haría también, todo por los débiles.
Al descender donde esos alborotadores estaban, Morgiana colocó su mano sobre su cadera derecha y alzó la voz para hacerse notar entre el público- Perdonad, pero, ¿os importaría dejar de hacer el idiota? Estáis molestando a quiénes no os han hecho nada -Los chavales se giraron hacia ella y al verla, sin uniforme y con unas ropas árabes abiertas, comenzaron a reírse llamándola "humana asquerosa" y "buena para nada". A primera vista podía saber que eran magos, ya que tenían aspecto humano, pero un par de demonios estaban en el fondo también riéndose. Todos con la cara rojiza. Estaban borrachos- Muy bien, si no queréis solucionarlo por las buenas, lo haré por las malas -Concluyó cuando uno de ellos le tiró una lata a la frente y esta dejó un pequeño dolor por unos segundos. Inclinó las rodillas, y alzando los puños a la altura de sus ojos tomó presión en sus muslos para lo que sería un salto y luego propinar algunas patadas a todos esos malnacidos. Ella era fuerte, podía contra ellos, aunque fuesen de otra raza superior a ella, defendería lo que es justo por los débiles. Hasta la muerte.
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