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Quiero... saber más. {Priv. Tsukiko}
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Jikan Highschool :: Papelera :: Papelera
Página 1 de 1.
Quiero... saber más. {Priv. Tsukiko}
Estaba sorprendida con la noticia de última hora, el tutor de nuestra clase nos explicó sobre un nuevo trabajo. Era bastante normal, se trataba de un trabajo de historia, en la que había que hacer una búsqueda de información sobre la era Edo. Era algo bastante interesante y que nos podía servir a todos, el temario era muy extenso y nos daban toda la libertad de profundizar en el apartado que nosotros quisiéramos. Cuando el profesor nos explicó que era obligatorio hacerlo en parejas me escandalizó completamente, en ese momento observé a todos mis compañeros como reclamaban esa mala decisión. Otros en cambio, no les parecía tan mala idea, puesto que seguro que no pensaban colaborar y se beneficiarían de su compañero. Yo por mi banda, odiaba esa idea, puesto que no conocía a nadie en la escuela, y la sola idea de que me tocara llevar todo el trabajo me agobiaba.
Pero entonces la intriga me empezó a llamar la atención. El profesor al terminar de explicar todo lo referente al trabajo, me dejó con un buen sabor de boca. El trabajo se iba a hacer con alguien de otro curso para fomentar el trabajo en equipo entre diferentes edades, la idea no estaba tan mal como me había parecido en un primer momento. Pero solamente sabía su nombre, y que esta tarde tendríamos nuestra primera 'reunión' en la mesa cuatro de la biblioteca del colegio. Me emocionaba conocer a mi compañera por el simple hecho de que quería conocer a gente nueva y socializar un poco. Mi casa no era muy agradable que dijéramos, así que la amistad con alguien que fuera de ella me era prácticamente imposible. Arrogantes y creídos, era lo que había visto hasta ahora.
Me dirigía hacía la biblioteca tras haber tenido un pequeño descanso después de clases. Debía admitir que sentía bastantes nervios. ¿Estaría ya en la mesa cuando llegara o me tocaría esperar un poco? Su nombre, Tsukiko, me parecía de chica, pero había una pequeña posibilidad de que fuera un chico, ¿sería alguien agradable o, aunque no fuera de mi casa, también sería insoportable? Fuera lo que fuera, me era imposible tratarlo o tratarla de mala forma, así que solo tenía que ser yo misma. Abrí con cuidado la puerta, divagué con la mirada por la habitación. Las mesas de estudio estaban situadas al lado de una enorme ventana. Mesa cuatro... conté las mesas de una a una de forma vertical para acabar observando mi futura mesa de estudio. Me sorprendí al ver una pequeña chica esperando en dicha mesa. Me acerqué, de nuevo, cuidadosamente; caminaba despacio, no muy segura de mi misma, pensé que no debía tener miedo, así que di un último empujón hasta llegar a mi mesa.
—Hana Inoue, encantada. Soy de tercer curso, esto... nos han emparejado para el trabajo de historia, espero que nos llevemos bien.-le dije a la chica mientras inclinaba un poco el rostro hacia delante como forma de saludo. Luego moví la silla que estaba situada enfrente de la de la chica y me senté de forma algo torpe; seguidamente respiré hondo para poder quitarme esos tontos nervios que aún seguían molestándome—Tu eres Tsukiko, ¿verdad?- le pregunté con una sincera sonrisa.
Pero entonces la intriga me empezó a llamar la atención. El profesor al terminar de explicar todo lo referente al trabajo, me dejó con un buen sabor de boca. El trabajo se iba a hacer con alguien de otro curso para fomentar el trabajo en equipo entre diferentes edades, la idea no estaba tan mal como me había parecido en un primer momento. Pero solamente sabía su nombre, y que esta tarde tendríamos nuestra primera 'reunión' en la mesa cuatro de la biblioteca del colegio. Me emocionaba conocer a mi compañera por el simple hecho de que quería conocer a gente nueva y socializar un poco. Mi casa no era muy agradable que dijéramos, así que la amistad con alguien que fuera de ella me era prácticamente imposible. Arrogantes y creídos, era lo que había visto hasta ahora.
Me dirigía hacía la biblioteca tras haber tenido un pequeño descanso después de clases. Debía admitir que sentía bastantes nervios. ¿Estaría ya en la mesa cuando llegara o me tocaría esperar un poco? Su nombre, Tsukiko, me parecía de chica, pero había una pequeña posibilidad de que fuera un chico, ¿sería alguien agradable o, aunque no fuera de mi casa, también sería insoportable? Fuera lo que fuera, me era imposible tratarlo o tratarla de mala forma, así que solo tenía que ser yo misma. Abrí con cuidado la puerta, divagué con la mirada por la habitación. Las mesas de estudio estaban situadas al lado de una enorme ventana. Mesa cuatro... conté las mesas de una a una de forma vertical para acabar observando mi futura mesa de estudio. Me sorprendí al ver una pequeña chica esperando en dicha mesa. Me acerqué, de nuevo, cuidadosamente; caminaba despacio, no muy segura de mi misma, pensé que no debía tener miedo, así que di un último empujón hasta llegar a mi mesa.
—Hana Inoue, encantada. Soy de tercer curso, esto... nos han emparejado para el trabajo de historia, espero que nos llevemos bien.-le dije a la chica mientras inclinaba un poco el rostro hacia delante como forma de saludo. Luego moví la silla que estaba situada enfrente de la de la chica y me senté de forma algo torpe; seguidamente respiré hondo para poder quitarme esos tontos nervios que aún seguían molestándome—Tu eres Tsukiko, ¿verdad?- le pregunté con una sincera sonrisa.
Última edición por Hana Inoue el Vie Ago 09, 2013 12:40 pm, editado 3 veces
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Re: Quiero... saber más. {Priv. Tsukiko}
Quiero...SabeR más.
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Las palabras del maestro circulaban hastío por el paraninfo, dejando a su paso rostros exhaustos, incómodos y encandilados. No obstante, la figura establecida en el pupitre más apartado del aula, mantenía una palpable indiferencia teñida por la neutralidad. Nadie podría intuir lo fuerte que palpitaba su corazón con la primicia relatada por el catedrático. ¿Qué indicaban aquellos recios latidos que ansiaban escapar de su pecho? Desasosiego. Aquel sería el término más acertado para describir el sentimiento que bañaba su alma. Imposible. No podía exigirse a si misma vencer su miedo a los desconocidos con apremio. En el pasado, trabajos grupales semejantes, habían destrozado su nervadura a base de titubeos y fluctuaciones. La mera idea de reunirse con un estudiante conseguía sonrojar su espíritu. Con fuerza, agradeció al destino el haberle concedido el deseo que impedía que sus sentimientos se reflejaran en sus facciones. De aquella forma, se libraba del pavor y la dificultad que le causaba relacionarse. Detestaba el rubor que cubría sus perladas mejillas cuando le dirigían algún vocablo. Durante los minutos siguientes, la muchacha apenas fue consciente de que lo se murmuraba o se pronunciaba en la cátedra. Su mente estaba recorriendo sus recuerdos con apuro, en busca de algún consejo apropiado para la situación que la aguardaba con la campanilla que anunciaría el final de las jornadas estudiantiles. El maestro proclamó las yuntas que deberían trabajar en mutua compañía, y con aquella solemne información, los alumnos abandonaron la estancia entre chirridos y berreos.
Sus pasos resonaban quedamente al colisionar la suela de su calzado contra la superficie inferior. Contra su pecho, la pequeña apretaba los volúmenes de la asignatura en cuestión. En sus facciones bailaba la indiferencia, aún cuando sus pulsaciones parecían haber emprendido una alocada carrera por escapar de su cuerpo. Una ligera ansiedad nació en el extremo del anular, la cual se expandió hasta inundar a la pelicastaña en su totalidad. Frenó un momento junto al alféizar de la ventana. Posó la talega y los ejemplares de historia en el solado. Rebuscó entre sus pertenencias hasta dar con el medicamento adecuado para eliminar la zozobra que la envolvía. Con sus finos dedos, extrajo de una bolsa un alimento semejante a un bizcocho repleto de carne. Sin apenas pararse a saborear el manjar, introdujo la mitad en la cavidad bucal, masticando con apremio. Uno tras otro los pasteilillos fueron desapareciendo, hasta que solo quedó un envoltorio vacío en su lugar. Introdujo el residuo en la papelera cercana, recogió sus pertenencias y emprendió su silenciosa marcha hacia la biblioteca. Ante la puerta de la misma, se preguntó en silencio como sería la compañera que le habían asignado. Pum, pum, pum, pum... Su corazón palpitaba desbocado. Respirando en su interior profundamente, se adentró en la estancia. ¿Quizás una amistad le deparaba el futuro?
La cuarta mesa se hallaba despejada de ejemplares, cuadernos y papeleo. Estaba repleta en su lugar, de lápices, bolígrafos, folios y una guía sobre los volúmenes convenientes para realizar el proyecto que tenían entre manos. Al ver que nadie estaba en el lugar citado, la muchacha decidió que esperaría unos minutos antes de inquietarse. Tomó asiento con serenidad, clavando sus orbes en las enormes enormes estanterías que poblaban la biblioteca. ¿Acaso su presunta compañera había decidido no acudir conocedora de los rumores que corrían por la Academia sobre ella? Cerró los párpados unos momentos, y al abrirlos, se topó de lleno con el sonriente rostro de una chica pelicastaña. Sus palabras abrumaron los pensamientos de la joven durante unos segundos. Por un instante, creyó que su corazón se detendría y fallecería de los nervios que la envolvían. Se armó de valor, deseaba poder devolverse la sonrisa, abrirse, mas su maldición la obligó a pronunciar con suma indiferencia y neutralidad.—Espero lo mismo. Sí, Tsukiko es mi nombre.—Sus palabras resonaron sin vida, al mismo tiempo que sus facciones se mantenían neutras.—¿Has pensado sobre la temática que escogeremos para el trabajo?
Sus pasos resonaban quedamente al colisionar la suela de su calzado contra la superficie inferior. Contra su pecho, la pequeña apretaba los volúmenes de la asignatura en cuestión. En sus facciones bailaba la indiferencia, aún cuando sus pulsaciones parecían haber emprendido una alocada carrera por escapar de su cuerpo. Una ligera ansiedad nació en el extremo del anular, la cual se expandió hasta inundar a la pelicastaña en su totalidad. Frenó un momento junto al alféizar de la ventana. Posó la talega y los ejemplares de historia en el solado. Rebuscó entre sus pertenencias hasta dar con el medicamento adecuado para eliminar la zozobra que la envolvía. Con sus finos dedos, extrajo de una bolsa un alimento semejante a un bizcocho repleto de carne. Sin apenas pararse a saborear el manjar, introdujo la mitad en la cavidad bucal, masticando con apremio. Uno tras otro los pasteilillos fueron desapareciendo, hasta que solo quedó un envoltorio vacío en su lugar. Introdujo el residuo en la papelera cercana, recogió sus pertenencias y emprendió su silenciosa marcha hacia la biblioteca. Ante la puerta de la misma, se preguntó en silencio como sería la compañera que le habían asignado. Pum, pum, pum, pum... Su corazón palpitaba desbocado. Respirando en su interior profundamente, se adentró en la estancia. ¿Quizás una amistad le deparaba el futuro?
La cuarta mesa se hallaba despejada de ejemplares, cuadernos y papeleo. Estaba repleta en su lugar, de lápices, bolígrafos, folios y una guía sobre los volúmenes convenientes para realizar el proyecto que tenían entre manos. Al ver que nadie estaba en el lugar citado, la muchacha decidió que esperaría unos minutos antes de inquietarse. Tomó asiento con serenidad, clavando sus orbes en las enormes enormes estanterías que poblaban la biblioteca. ¿Acaso su presunta compañera había decidido no acudir conocedora de los rumores que corrían por la Academia sobre ella? Cerró los párpados unos momentos, y al abrirlos, se topó de lleno con el sonriente rostro de una chica pelicastaña. Sus palabras abrumaron los pensamientos de la joven durante unos segundos. Por un instante, creyó que su corazón se detendría y fallecería de los nervios que la envolvían. Se armó de valor, deseaba poder devolverse la sonrisa, abrirse, mas su maldición la obligó a pronunciar con suma indiferencia y neutralidad.—Espero lo mismo. Sí, Tsukiko es mi nombre.—Sus palabras resonaron sin vida, al mismo tiempo que sus facciones se mantenían neutras.—¿Has pensado sobre la temática que escogeremos para el trabajo?
Tsukiko Tsutsukakushi- Neko
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Re: Quiero... saber más. {Priv. Tsukiko}
Miré a la chica curiosa. Tenía una linda cara, bastante aniñada así que supuse que sería un par de años menor. O por lo menos a mi parecer. No quería juzgarla, pues no solía hacerlo con nadie, pero esa niña se veía muy fría. ¿Quizás calculadora? No lo sabía, no sabía nada de ella, así que simplemente la observaría por ahora. Pero almenos me había dado una buena impresión, y los nervios ya se me habían ido. Por alguna razón me sentía agusto con ella, eso estaba bien. La chica preguntó por si tenía alguna idea. — Hmmm... Ya que es sobre la era Edo, había pensado en hacerlo sobre las mitologías y leyendas que habían en ese entonces. Es algo que nos sirve también actualmente, ¿no crees? -le dije con una sonrisa, seguidamente me acerqué un poco a ella para decirle- Si tienes alguna idea también será bienvenida. Dos cerebros son mejor que uno. - pensaba que quizás estaba actuando fríamente porque era tímida, así que intenté animarla.
—Iré a buscar los libros que necesitaremos-le dije entonces a la chica mientras me levantaba de la silla. Luego empecé a mirar los rótulos de las estanterías hasta encontrar el que indicaba que era la sección de historia. Desde una esquina seguí mirando y contemplando la chica. Me pregunto que raza será... Con ella me era imposible deducir su raza, parecía una muñeca de porcelana, pero de su boca no salía ninguna palabra de diferente tono, hablaba siempre monótonamente. Y quería saber el porque, era... como si no mostrara sus sentimientos. En mi cabeza entró la duda de que si hacía que se asustara, cabía la estúpida posibilidad de que siguiera con la misma expresión. Pero solo podía ser eso, un estúpido pensamiento que no tenía sentido alguno. ¿Quién podía hacer eso? A veces hubiera preferido no tener sentimientos, pues siempre me sonrojaba con facilidad y resultaba débil, pero ahora caía que eso sería una terrible maldición. Dejé esos pensamientos, y cogí un par de libros de la era Edo. Si recolectábamos lo que nos interesaba podríamos hacer un buen trabajo, aunque quizás sería mejor coger muchos libros diferentes. Incluso en libros para niños podríamos encontrar cosas interesantes. Me giré precipitadamente y me dirigí a la sección de niños, ahí sería más dificíl encontrar un libro de ese tipo en concreto. Y quizás sería mejor informarse de que libros infantiles hablan de la era Edo.
—Iré a buscar los libros que necesitaremos-le dije entonces a la chica mientras me levantaba de la silla. Luego empecé a mirar los rótulos de las estanterías hasta encontrar el que indicaba que era la sección de historia. Desde una esquina seguí mirando y contemplando la chica. Me pregunto que raza será... Con ella me era imposible deducir su raza, parecía una muñeca de porcelana, pero de su boca no salía ninguna palabra de diferente tono, hablaba siempre monótonamente. Y quería saber el porque, era... como si no mostrara sus sentimientos. En mi cabeza entró la duda de que si hacía que se asustara, cabía la estúpida posibilidad de que siguiera con la misma expresión. Pero solo podía ser eso, un estúpido pensamiento que no tenía sentido alguno. ¿Quién podía hacer eso? A veces hubiera preferido no tener sentimientos, pues siempre me sonrojaba con facilidad y resultaba débil, pero ahora caía que eso sería una terrible maldición. Dejé esos pensamientos, y cogí un par de libros de la era Edo. Si recolectábamos lo que nos interesaba podríamos hacer un buen trabajo, aunque quizás sería mejor coger muchos libros diferentes. Incluso en libros para niños podríamos encontrar cosas interesantes. Me giré precipitadamente y me dirigí a la sección de niños, ahí sería más dificíl encontrar un libro de ese tipo en concreto. Y quizás sería mejor informarse de que libros infantiles hablan de la era Edo.
- PD:
- Lo siento si te parece corto ;w; no tengo mucha inspiración, igual así podemos hacer que interactuen más, que es lo que queremos^^
Y si no, dime que lo edito.
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Re: Quiero... saber más. {Priv. Tsukiko}
Quiero...SabeR más.
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El mundo se transformaba con demasiado apremio. A su alrededor, el avanzar del resto de criaturas se le antojaba lejano, inalcanzable, inimitable... Mientras ellos madurarían sus relaciones, se enamorarían, se sonrojarían, reirían junto a sus seres queridos, ella estaba condenada a la amarga indiferencia por el resto de la eternidad. ¿Alguien podría llegar a fijarse más allá del exterior? ¿Sabrían observar su alma, sus verdaderos sentimientos? ¿Era demasiado egoísta exigir una amistad, alguien con quien compartir las desgracias y las carcajadas? Mantenerse en pie... era complicado cuando todas las miradas candentes deseaban que se hundiera en la desesperación. Los demás odiaban a todos aquellos que no delataban sus debilidades. Sí, quizás la muchacha hubiera perdido su gesticulación, dificultándole el poder entablar conversaciones... Mas en su lugar había ganado una barrera contra el mundo exterior, contra aquellos que solo buscaban manipular a cambio de no delatar los temores de las demás personas. No obstante, le habría gustado poder volver a ser la de antes... Inocente, infantil, impredecible, alterada, sonriente, llorona, quejica...
Querría recuperar lo que la hacía ser ella misma. Aquella muchacha frente a ella, le inspiraba seguridad, amabilidad, cordialidad... Instintivamente, aquella joven desconocida hizo que su alma simpatizara con la ajena. Su corazón se ruborizó ante la cercanía ajena, poco acostumbrada a aquellas atenciones. Sus pulsaciones se dispararon nerviosas, sin saber como debía actuar en aquella situación. En el pasado habría intentado balbucear o tartamudear un par de palabras de agradecimiento y asentimiento, mas en la actualidad, resultaba imposible demostrar lo que pensaba, alegar su timidez para pedir cierto margen de comprensión. Sus fríos orbes se posaron en los ajenos sin delatar su paranoia.—Las mitologías y leyendas son temas interesantes. Podría dibujar algunas de las criaturas más reconocidas y escenarios sagrados para agregar al trabajo. No se me da mal el dibujo.—Palabras carentes de sentimientos brotaron de sus finos labios de porcelana, al tiempo que se ponía en pie y rebuscaba entre su mochila los utensilios precisos para llevar el cometido, los cuales posó sobre la mesa destinada a elaborar el proyecto.
Instintivamente, dejó que sus orejas y su rabo de felino brotaran. Se sentía incómoda cuando mantenía su naturaleza oculta, como si estuviera reprimiendo algo natural. Su cola sesgó el aire durante un instantes, mientras escuchaba las palabras de la pelecastaña sobre su búsqueda. Se sentía inquieta, impaciente por hablar con la chica que acababa de conocer... En su corazón, se mantenía el anhelo de que aquella muchacha se convirtiera en su amiga... ¿Por qué no podía este anhelo ser concedido en lugar del anterior suplicado? De soslayo contempló que la joven se dirigía hacia la sección infantil, lo que despertó la curiosidad de la adolescente, a quien no se le había ocurrido aquella posibilidad. Se dirigió con suavidad hasta la posición de Hana. Alzó el brazo y aferró ligeramente la manga de la ajena, sacudiéndola con delicadeza para llamar su atención. Agitó el rabo y sus orejas felinas giraron levemente para captar mejor la respuesta de su compañera. Sin alterar su expresión cuestionó.—¿Has encontrado algo?
Querría recuperar lo que la hacía ser ella misma. Aquella muchacha frente a ella, le inspiraba seguridad, amabilidad, cordialidad... Instintivamente, aquella joven desconocida hizo que su alma simpatizara con la ajena. Su corazón se ruborizó ante la cercanía ajena, poco acostumbrada a aquellas atenciones. Sus pulsaciones se dispararon nerviosas, sin saber como debía actuar en aquella situación. En el pasado habría intentado balbucear o tartamudear un par de palabras de agradecimiento y asentimiento, mas en la actualidad, resultaba imposible demostrar lo que pensaba, alegar su timidez para pedir cierto margen de comprensión. Sus fríos orbes se posaron en los ajenos sin delatar su paranoia.—Las mitologías y leyendas son temas interesantes. Podría dibujar algunas de las criaturas más reconocidas y escenarios sagrados para agregar al trabajo. No se me da mal el dibujo.—Palabras carentes de sentimientos brotaron de sus finos labios de porcelana, al tiempo que se ponía en pie y rebuscaba entre su mochila los utensilios precisos para llevar el cometido, los cuales posó sobre la mesa destinada a elaborar el proyecto.
Instintivamente, dejó que sus orejas y su rabo de felino brotaran. Se sentía incómoda cuando mantenía su naturaleza oculta, como si estuviera reprimiendo algo natural. Su cola sesgó el aire durante un instantes, mientras escuchaba las palabras de la pelecastaña sobre su búsqueda. Se sentía inquieta, impaciente por hablar con la chica que acababa de conocer... En su corazón, se mantenía el anhelo de que aquella muchacha se convirtiera en su amiga... ¿Por qué no podía este anhelo ser concedido en lugar del anterior suplicado? De soslayo contempló que la joven se dirigía hacia la sección infantil, lo que despertó la curiosidad de la adolescente, a quien no se le había ocurrido aquella posibilidad. Se dirigió con suavidad hasta la posición de Hana. Alzó el brazo y aferró ligeramente la manga de la ajena, sacudiéndola con delicadeza para llamar su atención. Agitó el rabo y sus orejas felinas giraron levemente para captar mejor la respuesta de su compañera. Sin alterar su expresión cuestionó.—¿Has encontrado algo?
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Re: Quiero... saber más. {Priv. Tsukiko}
El día de hoy había estado siendo aburrido, y los trabajos no ayudaban. Aunque prefería eso que no estar haciendo nada, eso si que era un terrible aburrimiento. Tras pasar a la zona infantil, busqué si podría haber una sección de historia, pero como era de suponer, no se encontraba nada de eso en una sección infantil. ¿Cuanto tiempo estaremos hoy aquí? Las preguntas empezaban a llegar a mi mente, hacía mucho tiempo que no iba a la biblioteca. Generalmente solo iba un par de veces al año, una porque lo dictaba el centro, y la otra por algún trabajo en grupo. Esta vez era igual, y podía decirse que era por las dos razones anteriores. Siempre había preferido la tranquilidad que presentaba estar en tu propia habitación para estudiar, y a decir verdad, nunca había ido para eso en una biblioteca. Muchos iban solo para eso o pasar el rato en verdad, yo prefería aprovechar mi tiempo a solas, así disponía más tiempo libre y tardaba más en llegar a estresarme. Me pregunto cuan a menudo viene aquí esta chica...
Seguí rebuscando por la mini biblioteca infantil, encontrando un libro ilustrado. Lo ojeé un poco por encima, casi todo el libro trataba de dibujos de razas de la era Edo. Era interesante, y eso hacía de nuevo que otras preguntas vinieran a mi mente, por ejemplo la raza de Tsukiko. Al igual que el chico del otro día era un kitsune, no podía averiguar que raza sería esa chica. Yo misma si tuviera que averiguar mi raza tampoco llegaría a hacerlo, y como casi todos se confunden, yo también me confundiría con un ángel o otra raza más pura. Eso se daba a que a fin de cuentas mi familia me había dado buenos cuidados y por mi parte había intentado seguir las buenas costumbres, aunque no podía evitar a veces mis pequeños impulsos, y eso me fastidiaba.
Quería preguntarle sobre este asunto a la chica, pero no sabía cuándo ni cómo. No venía al caso con el asunto y a lo mejor la intimidaba. Pero por alguna razón la chica me daba buenas vibraciones, podría entablar alguna relación con ella incluso. Quizás luego la podía invitar a merendar o a venir al maid. Aunque sonaba raro invitar a una chica, pero las empleadas la cogerían con mucho gusto. Entonces la voz delicada de Tsukiko me interrumpió. —Esto, he encontrado este libro de ilustraciones que podemos escanear para el trabajo.— ¿le podía preguntar eso ahora, o mejor le seguía informando de lo que había encontrado? —Esto aparte de esos tochos de libros informativos que he encontrado.— hice una pequeña pausa y tras caer en una idea que no sabía porque no había caído antes solté— Además, con tu talento, si quieres puedes hacer tu los dibujos y puedes inspirarte en estos— Parecía una buena idea, abrí el libro infantil por la primera hoja que pude y le enseñé uno de los dibujos para que me diera su opinión.
La chica aún seguía con ese rostro inmune, aunque sabía que si le gustaba dibujar en el fondo estaría emocionada por este asunto. —Entonces si te parece bien cogemos estos libros durante esta semana, te encargas de los dibujos y yo de la información. Y si quieres puedo ayudarte a pintarlos. —le dije dejando los libros en la mesa que había sido elegida para nosotras. No sabía si querría trabajar también mas por su cuenta o si empezaríamos a hacerlo en este momento. La verdad era que mientras antes empezáramos antes acabaríamos. La miré animada, y decidí que estrecharnos un poco sería mejor también para el trabajo. —La verdad es que me alegro que me haya tocado contigo— admití —De otra forma no se con que tipo de persona me hubiera tocado convivir en este tiempo. —intenté sonar lo mas sincera posible, pues no sabía si era una chica desconfiada de las que no les gusta abrirse a los demás.
Seguí rebuscando por la mini biblioteca infantil, encontrando un libro ilustrado. Lo ojeé un poco por encima, casi todo el libro trataba de dibujos de razas de la era Edo. Era interesante, y eso hacía de nuevo que otras preguntas vinieran a mi mente, por ejemplo la raza de Tsukiko. Al igual que el chico del otro día era un kitsune, no podía averiguar que raza sería esa chica. Yo misma si tuviera que averiguar mi raza tampoco llegaría a hacerlo, y como casi todos se confunden, yo también me confundiría con un ángel o otra raza más pura. Eso se daba a que a fin de cuentas mi familia me había dado buenos cuidados y por mi parte había intentado seguir las buenas costumbres, aunque no podía evitar a veces mis pequeños impulsos, y eso me fastidiaba.
Quería preguntarle sobre este asunto a la chica, pero no sabía cuándo ni cómo. No venía al caso con el asunto y a lo mejor la intimidaba. Pero por alguna razón la chica me daba buenas vibraciones, podría entablar alguna relación con ella incluso. Quizás luego la podía invitar a merendar o a venir al maid. Aunque sonaba raro invitar a una chica, pero las empleadas la cogerían con mucho gusto. Entonces la voz delicada de Tsukiko me interrumpió. —Esto, he encontrado este libro de ilustraciones que podemos escanear para el trabajo.— ¿le podía preguntar eso ahora, o mejor le seguía informando de lo que había encontrado? —Esto aparte de esos tochos de libros informativos que he encontrado.— hice una pequeña pausa y tras caer en una idea que no sabía porque no había caído antes solté— Además, con tu talento, si quieres puedes hacer tu los dibujos y puedes inspirarte en estos— Parecía una buena idea, abrí el libro infantil por la primera hoja que pude y le enseñé uno de los dibujos para que me diera su opinión.
La chica aún seguía con ese rostro inmune, aunque sabía que si le gustaba dibujar en el fondo estaría emocionada por este asunto. —Entonces si te parece bien cogemos estos libros durante esta semana, te encargas de los dibujos y yo de la información. Y si quieres puedo ayudarte a pintarlos. —le dije dejando los libros en la mesa que había sido elegida para nosotras. No sabía si querría trabajar también mas por su cuenta o si empezaríamos a hacerlo en este momento. La verdad era que mientras antes empezáramos antes acabaríamos. La miré animada, y decidí que estrecharnos un poco sería mejor también para el trabajo. —La verdad es que me alegro que me haya tocado contigo— admití —De otra forma no se con que tipo de persona me hubiera tocado convivir en este tiempo. —intenté sonar lo mas sincera posible, pues no sabía si era una chica desconfiada de las que no les gusta abrirse a los demás.
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Re: Quiero... saber más. {Priv. Tsukiko}
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¿Cuál era su deseo en aquellos momentos? ¿Cuál sería el milagro suplicado si ahora tuviera la ocasión de exigirlo? Jamás se había parado a meditar sobre aquello... Sus pensamientos volaban en torno a la situación del pasado, exploraban cada una de las palabras que recitó ante la estatua para que le concediera su petición... A menudo fantaseaba con que nunca había abierto sus finos labios para suplicar la pérdida de su expresividad. No obstante, no había meditado sobre la posibilidad de retornar al lugar donde estaba erigido el monumento y pedir cualquier otra mundana ilusión. Lo anterior fue demandado por la necesidad de brindarle una segunda oportunidad a su hermana para batir sus alas hacia un futuro donde tuviera una profesión, un hogar, una familia... ¿Mas cuál era realmente su anhelo personal? ¿A caso algún que otro bien material? ¿Dinero en metálico? ¿Amistades? Aquello último sonaba comprometedor, atrayente...
No obstante, si trababa vínculos por un mero milagro, entonces carecerían de un valor simbólico, de un lazo verdadero. Entonces... Ya sabía que quería. Sonreír. Poder esbozar aquel sencillo gesto imposible para la muchacha. Que sus labios se curvaran suavemente ante todo el mundo, ser capaz de demostrar al planeta que aunque no las enseñara, sus emociones continuaban en su interior, haciéndola temblar, sonrojar su alma o vacilar ante la decisiones que tomar. Algún día, aquella maldición tendría que desaparecer... O al menos, eso aguardaba. ¿Podía una condena alargarse por el resto de su existencia? De todos modos, prefería mil veces su infelicidad a la de su amada hermana. Lo más importante era que su allegada no se enterara del deseo suplicado a la estatua... Si llegaba a enterarse que no volvería a escuchar sus melodiosas carcajadas, sería capaz de movilizar mar y tierra por recuperar su risa.
Sus cavilaciones rondaban la atmósfera por aquel entonces. Había desconectado durante un interminable segundo, en el cual su pasado la atosigó como el mar a la orilla de la costa. Pestañeó de forma serena, mientras el brillo opaco de sus orbes aplacaba la angustia que se ceñía en torno al corazón de la joven muchacha. Las palabras de su recién conocida compañera rebotaron en sus oídos, atraiéndola con suavidad de regreso a la realidad.—Genial. —Resultaba sumamente extraño el escuchar aquel vocablo sin emoción alguna, puesto que solía ir acompañado de un sentimiento de éxtasis y alegría. A pesar de no demostrarlo, en Tsukiko había nacido una admiración hacia la mayor imparable. Su corazón latía con fuerza y brillaba ante la cordialidad de la superior. Levantó su delicada mano hasta posar la palma sobre la hermosa ilustración que le estaba enseñando la castaña. Posó su mirada en cada línea del esbozo, saboreando la esencia del dibujo como si de una ávida depredadora se tratara.—Buen trabajo, sempai. —Susurró con neutralidad, alzando su impasible rostro hacia Hana.—Parece que se te da bien recopilar información, es una suerte tenerte a mi lado.
De haber podido hacerlo se habría sonrojado hasta las orejas... De hecho, el titubeo se habría adueñado de sus palabras, sus orbes se habrían dirigido al suelo, sus manos se moverían inquietas... Era amargo escuchar la indiferencia en su voz aún cuando alababa a la superior. Lo propuesto por la mayor sonaba alentador, una idea que la beneficiaba, pero resultaba injusta.—No me parece correcto. —Empezó a decir la joven, continuando con aquel tono neutro.—Dibujar es una de mis aficiones, resulta un gusto hacerlo, un pasatiempo. Sin embargo, hacer la parte teórica es mucho más latosa que lo mío. Podemos hacer mitad y mitad de teoría, yo dibujo y luego tu le das color. —Y entonces, ella dijo aquello que se clavó directamente en el corazón de la menor. Posó sus orbes en los ajenos, notando como sus pulsaciones se aceleraban y una cálida emoción la embriagaba. ¿Era eso la amistad? Trató de poner en boca un halago semejante al dicho, mas estaba sumamente nerviosa y solo pudo soltar un vago.—No soy el tipo de persona con la que la gente quiera estar, sempai.
No obstante, si trababa vínculos por un mero milagro, entonces carecerían de un valor simbólico, de un lazo verdadero. Entonces... Ya sabía que quería. Sonreír. Poder esbozar aquel sencillo gesto imposible para la muchacha. Que sus labios se curvaran suavemente ante todo el mundo, ser capaz de demostrar al planeta que aunque no las enseñara, sus emociones continuaban en su interior, haciéndola temblar, sonrojar su alma o vacilar ante la decisiones que tomar. Algún día, aquella maldición tendría que desaparecer... O al menos, eso aguardaba. ¿Podía una condena alargarse por el resto de su existencia? De todos modos, prefería mil veces su infelicidad a la de su amada hermana. Lo más importante era que su allegada no se enterara del deseo suplicado a la estatua... Si llegaba a enterarse que no volvería a escuchar sus melodiosas carcajadas, sería capaz de movilizar mar y tierra por recuperar su risa.
Sus cavilaciones rondaban la atmósfera por aquel entonces. Había desconectado durante un interminable segundo, en el cual su pasado la atosigó como el mar a la orilla de la costa. Pestañeó de forma serena, mientras el brillo opaco de sus orbes aplacaba la angustia que se ceñía en torno al corazón de la joven muchacha. Las palabras de su recién conocida compañera rebotaron en sus oídos, atraiéndola con suavidad de regreso a la realidad.—Genial. —Resultaba sumamente extraño el escuchar aquel vocablo sin emoción alguna, puesto que solía ir acompañado de un sentimiento de éxtasis y alegría. A pesar de no demostrarlo, en Tsukiko había nacido una admiración hacia la mayor imparable. Su corazón latía con fuerza y brillaba ante la cordialidad de la superior. Levantó su delicada mano hasta posar la palma sobre la hermosa ilustración que le estaba enseñando la castaña. Posó su mirada en cada línea del esbozo, saboreando la esencia del dibujo como si de una ávida depredadora se tratara.—Buen trabajo, sempai. —Susurró con neutralidad, alzando su impasible rostro hacia Hana.—Parece que se te da bien recopilar información, es una suerte tenerte a mi lado.
De haber podido hacerlo se habría sonrojado hasta las orejas... De hecho, el titubeo se habría adueñado de sus palabras, sus orbes se habrían dirigido al suelo, sus manos se moverían inquietas... Era amargo escuchar la indiferencia en su voz aún cuando alababa a la superior. Lo propuesto por la mayor sonaba alentador, una idea que la beneficiaba, pero resultaba injusta.—No me parece correcto. —Empezó a decir la joven, continuando con aquel tono neutro.—Dibujar es una de mis aficiones, resulta un gusto hacerlo, un pasatiempo. Sin embargo, hacer la parte teórica es mucho más latosa que lo mío. Podemos hacer mitad y mitad de teoría, yo dibujo y luego tu le das color. —Y entonces, ella dijo aquello que se clavó directamente en el corazón de la menor. Posó sus orbes en los ajenos, notando como sus pulsaciones se aceleraban y una cálida emoción la embriagaba. ¿Era eso la amistad? Trató de poner en boca un halago semejante al dicho, mas estaba sumamente nerviosa y solo pudo soltar un vago.—No soy el tipo de persona con la que la gente quiera estar, sempai.
Tsukiko Tsutsukakushi- Neko
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La chica me felicitó y halagó por el trabajo hecho, no había sido nada. Y para todo trabajo era lo primero que debía hacerse. Me gustaba organizarme, y hacer las cosas cuanto antes así que seguir un orden estaba bien, de lo contrario me vería estresada, y era lo peor que me podía pasar. Aún así siempre terminaba haciéndolo, pues siempre me preocupaba más de lo que debía hacerlo; pero yo era así, que se le iba hacer. No podía despreocuparme como muchos otros hacían, y se podía decir por eso que era responsable. —La suerte es mía, creo que hacemos un buen equipo de trabajo.— era cierto, pues a la chica se le veía con ganas de ayudar, pues aunque me sorprendía que no expresaba nada, sus hechos eran que quería ayudar en todo lo que pudiera, y eso me daba respeto y me agradaba.
Mi admiración por ella fue subiendo aún más cuando rechazó mi oferta porque pensaba que me llevaba la parte más dura del trabajo. —Me parece bien. Entonces, puedes empezar a hacer los dibujos y cuando tengas alguno me avisas para ir coloreandolo, ¿no te parece?— sonreí a la chica, esperando no hacerla estresar, quería transmitirle tranquilidad y a la vez seguridad. Teníamos una semana, y si íbamos haciendo trabajo cada día seguro que acabaríamos incluso un par de días antes. Incluso mi halago sonó extraño para la chica. Simplemente no parecía muy entusiasmada, más bien preocupada. ¿Que le pasaba a esa chica? Aunque era muy extraña me sentía bien con ella; era de esas personas que a pesar de comportarse raro consigues cogerle cariño y confianza, o por lo menos para mi.
—¿Que quieres decir? -la miré confusa, no sabía los problemas que esa chica pudiera tener, pero parecía ser que no le era agradable a mucha gente. —No se lo que opine la gente de ti, ni como te traten, solo se que a mi me pareces agradable. Si alguna de esas personas que no quieren estar contigo te molestan alguna vez ya sabes a quien recurrir.—con lo que acababa de soltar la chica me di cuenta que la gente era muy inmadura. Les gusta jugar con los más débiles y los pisoteaban. Si así era con ella, me gustaría ayudarla. Había algo en ella... algo especial. Todos los de esta escuela eran especiales, pero me parecía que ella lo era en todos los sentidos.
—Si quieres puedo invitarte a tomar algo. Creo que por hoy ya estará bien, hemos recogido libros informativos y una guía para tus dibujos. Creo que esta tarde avanzaré la parte teórica mientras tu haces los dibujos. Si seguimos así acabaremos rápido y haremos un buen trabajo.— solté animada por la idea. Esperaba de todo corazón que aceptara mi propuesta, pues me era un poco incomodante tratar a gente nueva solo de las clases o trabajos como este. Encontrarnos en otras situaciones hacía que pudiéramos entendernos y congeniarnos mejor. Aún me preguntaba por la raza de la chica, quizás pasando más tiempo con ella conseguía deducir cual era. Mis sospechas sobre su actitud se basaban solamente por la raza que fuera, no encontraba otra explicación; quizás era una raza que desconocía. A veces llegaba a ser bastante ignorante, y me costaba catalogar las razas, pues siempre habían excepciones en cada una y no todos seguían un patrón exacto. Igual que lo que eran las casas, yo por ejemplo, no era para nada como la mayoría de los que se encontraban ahí. Y eso daba problemas, a lo mejor a Tsukiko le pasaba lo mismo... quería saber más de ella. Quería entenderla.
Mi admiración por ella fue subiendo aún más cuando rechazó mi oferta porque pensaba que me llevaba la parte más dura del trabajo. —Me parece bien. Entonces, puedes empezar a hacer los dibujos y cuando tengas alguno me avisas para ir coloreandolo, ¿no te parece?— sonreí a la chica, esperando no hacerla estresar, quería transmitirle tranquilidad y a la vez seguridad. Teníamos una semana, y si íbamos haciendo trabajo cada día seguro que acabaríamos incluso un par de días antes. Incluso mi halago sonó extraño para la chica. Simplemente no parecía muy entusiasmada, más bien preocupada. ¿Que le pasaba a esa chica? Aunque era muy extraña me sentía bien con ella; era de esas personas que a pesar de comportarse raro consigues cogerle cariño y confianza, o por lo menos para mi.
—¿Que quieres decir? -la miré confusa, no sabía los problemas que esa chica pudiera tener, pero parecía ser que no le era agradable a mucha gente. —No se lo que opine la gente de ti, ni como te traten, solo se que a mi me pareces agradable. Si alguna de esas personas que no quieren estar contigo te molestan alguna vez ya sabes a quien recurrir.—con lo que acababa de soltar la chica me di cuenta que la gente era muy inmadura. Les gusta jugar con los más débiles y los pisoteaban. Si así era con ella, me gustaría ayudarla. Había algo en ella... algo especial. Todos los de esta escuela eran especiales, pero me parecía que ella lo era en todos los sentidos.
—Si quieres puedo invitarte a tomar algo. Creo que por hoy ya estará bien, hemos recogido libros informativos y una guía para tus dibujos. Creo que esta tarde avanzaré la parte teórica mientras tu haces los dibujos. Si seguimos así acabaremos rápido y haremos un buen trabajo.— solté animada por la idea. Esperaba de todo corazón que aceptara mi propuesta, pues me era un poco incomodante tratar a gente nueva solo de las clases o trabajos como este. Encontrarnos en otras situaciones hacía que pudiéramos entendernos y congeniarnos mejor. Aún me preguntaba por la raza de la chica, quizás pasando más tiempo con ella conseguía deducir cual era. Mis sospechas sobre su actitud se basaban solamente por la raza que fuera, no encontraba otra explicación; quizás era una raza que desconocía. A veces llegaba a ser bastante ignorante, y me costaba catalogar las razas, pues siempre habían excepciones en cada una y no todos seguían un patrón exacto. Igual que lo que eran las casas, yo por ejemplo, no era para nada como la mayoría de los que se encontraban ahí. Y eso daba problemas, a lo mejor a Tsukiko le pasaba lo mismo... quería saber más de ella. Quería entenderla.
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Re: Quiero... saber más. {Priv. Tsukiko}
Quiero...SabeR más.
ALWAYS CHASING YOUR EXPECTATIONS, THERE IS NOTHING TO LOSE. HOWEVER IF YOU DO, YOU LOSE EVERYTHING.
¿Envidia? ¿Era posible que aquel sentimiento se hubiera instalado en su esencia tras el anhelo concedido? ¿Rabia? ¿Era contingente el experimentar el furor en sus carnes por los reveses que la deidad realizó a su deseo? Aunque las escasas personas que llegaran a conocer su situación se sorprendieran ante la réplica de esos interrogantes, lo cierto es que la muchacha de cortos cabellos jamás se había planteado la posibilidad de maldecir al dios que le otorgó la bendición que transformó en maldición. Si en alguien debían recaer los improperios era en ella misma. Debió haber supuesto que siempre hay que ir con cautela con lo que desea. Sin embargo, tampoco era que se hubiera tomado realmente en serio lo que decían las viejas leyendas en boca de ancianas y adolescentes. Ahora debía continuar su camino, acarreando las consecuencias que ella había buscado sin cesar. Su corazón se agitó con apremio mientras un sonrojo invisible teñía sus mejillas.—¿En serio piensa eso, sempai? Me alegra saberlo.—De haber podido, habría sonreído en lugar de responder con aquella indiferencia característica de la menor.
En ocasiones, una leve gratitud hacia su incapacidad expresiva nacía febrilmente en su fuero interno. Había podido despedirse de los titubeos al hablar, de su espontaneidad, de su previsibilidad y de su forma infantil de comportarse. Algo que había agradado a su hermana considerablemente... No obstante, aquello no era más que un disfraz, una máscara que mostraba lo que la mayor había querido contemplar desde el principio de su ardua existencia como tutora legal de la menor... ¿Qué meditaría si descubriera que en el fondo, aquella endeble y adorable muchachita continuaba sufriendo al entablar conversaciones con desconocidos?—Por supuesto, sempai.—Asintió cual máquina programada ante sus palabras, manteniendo sus orbes fijos en los de la compañera. Compadecía y lamentaba que la joven tuviera que soportar a una persona incapaz de cambiar el tono de su voz durante el tiempo que durara el trabajo.
Su corazón se agitaba con ligereza, su esencia vibraba ante la candidez de las palabras ajenas. ¿Cómo era posible que una persona pudiera poseer tal luz en su ser? Posó sus orbes inertes en el suelo, tragando saliva con presteza mientras meditaba en una contestación adecuada.—Agradable. Nadie había dicho eso sobre mi antes. Las personas quieren conocer las debilidades de los demás, por lo que cuando se encuentran una barrera en su intento por socializar, reaccionan con violencia. Es algo a lo que te acostumbras con el tiempo.—Estaba mintiendo. Aún así, nadie podría darse cuenta de lo falsos que eran sus vocablos. Su neutralidad doblegaba al temor, la timidez y la melancolía que experimentaba en su interior. Alzó la mirada hacia la mayor con impasibilidad, alegando.—No te preocupes, sempai. Todo está bien. Aunque no niego, que me gustaría que fuéramos amigas.—Quiso dibujar una sonrisa en sus labios, mas sus intentos fueron vanos. Era una tarea imposible para la joven.
¿Por qué aquella chica se comportaba rebosaba gentileza hacia ella? Le costaba comprender como era posible que semejante educación recayera sobre sus hombros. De haber podido, querría sonreír abiertamente y reír junto a su compañera. La frustración corroía su sangre, y aún así, su expresión continuaría reflejando la neutralidad.—No cabe duda de ello, sempai. Sería estupendo si fuéramos a comer algo. Claro está, querría invitarte yo a ti.—A pesar de que pronunciaba esos vocablos con agradables intenciones, la frialdad residía en ellas. Se sentía inquieta por la mera posibilidad de que la pelicastaña terminara por agobiarse a causa de su distante comportamiento y abandonara la idea de socializar. El miedo irracional la envolvió, torturando sus cavilaciones durante un lacónico segundo.—Sempai. ¿No te molesta mi falta de expresividad? Es raro.—Ladeó el rostro suavemente, manteniendo una fina línea en los labios y los orbes repletos de cruda indiferencia. En el fondo, la incomodaba el no saber que estaba pensando la mayor a medida que avanzaba la tarde... ¿Acaso aquella sonrisa no era más que una farsa para ocultar las verdaderas emociones que la menor le provocaba? Seguía sin saber comprender a las personas a su alrededor... Ni la inexpresividad podía cambiar su personalidad. Aún así, mantendría la esperanza de una posible amistad en una cuna de oro.
En ocasiones, una leve gratitud hacia su incapacidad expresiva nacía febrilmente en su fuero interno. Había podido despedirse de los titubeos al hablar, de su espontaneidad, de su previsibilidad y de su forma infantil de comportarse. Algo que había agradado a su hermana considerablemente... No obstante, aquello no era más que un disfraz, una máscara que mostraba lo que la mayor había querido contemplar desde el principio de su ardua existencia como tutora legal de la menor... ¿Qué meditaría si descubriera que en el fondo, aquella endeble y adorable muchachita continuaba sufriendo al entablar conversaciones con desconocidos?—Por supuesto, sempai.—Asintió cual máquina programada ante sus palabras, manteniendo sus orbes fijos en los de la compañera. Compadecía y lamentaba que la joven tuviera que soportar a una persona incapaz de cambiar el tono de su voz durante el tiempo que durara el trabajo.
Su corazón se agitaba con ligereza, su esencia vibraba ante la candidez de las palabras ajenas. ¿Cómo era posible que una persona pudiera poseer tal luz en su ser? Posó sus orbes inertes en el suelo, tragando saliva con presteza mientras meditaba en una contestación adecuada.—Agradable. Nadie había dicho eso sobre mi antes. Las personas quieren conocer las debilidades de los demás, por lo que cuando se encuentran una barrera en su intento por socializar, reaccionan con violencia. Es algo a lo que te acostumbras con el tiempo.—Estaba mintiendo. Aún así, nadie podría darse cuenta de lo falsos que eran sus vocablos. Su neutralidad doblegaba al temor, la timidez y la melancolía que experimentaba en su interior. Alzó la mirada hacia la mayor con impasibilidad, alegando.—No te preocupes, sempai. Todo está bien. Aunque no niego, que me gustaría que fuéramos amigas.—Quiso dibujar una sonrisa en sus labios, mas sus intentos fueron vanos. Era una tarea imposible para la joven.
¿Por qué aquella chica se comportaba rebosaba gentileza hacia ella? Le costaba comprender como era posible que semejante educación recayera sobre sus hombros. De haber podido, querría sonreír abiertamente y reír junto a su compañera. La frustración corroía su sangre, y aún así, su expresión continuaría reflejando la neutralidad.—No cabe duda de ello, sempai. Sería estupendo si fuéramos a comer algo. Claro está, querría invitarte yo a ti.—A pesar de que pronunciaba esos vocablos con agradables intenciones, la frialdad residía en ellas. Se sentía inquieta por la mera posibilidad de que la pelicastaña terminara por agobiarse a causa de su distante comportamiento y abandonara la idea de socializar. El miedo irracional la envolvió, torturando sus cavilaciones durante un lacónico segundo.—Sempai. ¿No te molesta mi falta de expresividad? Es raro.—Ladeó el rostro suavemente, manteniendo una fina línea en los labios y los orbes repletos de cruda indiferencia. En el fondo, la incomodaba el no saber que estaba pensando la mayor a medida que avanzaba la tarde... ¿Acaso aquella sonrisa no era más que una farsa para ocultar las verdaderas emociones que la menor le provocaba? Seguía sin saber comprender a las personas a su alrededor... Ni la inexpresividad podía cambiar su personalidad. Aún así, mantendría la esperanza de una posible amistad en una cuna de oro.
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