Infortunios... {Priv. Konoe.}

Sus cabellos le dejaban entre ver la poca luz solar que se levantaba aquella mañana por entre las persianas de su cuarto, este no compartía debido a su mal humor con las demás personas, así que lo dejaron con estancia solitaria por el momento, el único que hacía desorden en aquella habitación era el zorro minúsculo que se había despertado bastante temprano, por lo general era el joven de blanquecinos cabellos quien se despertaba más temprano para preparar el desayuno para ambos. En fin, no pudo descansar más, el sol que le molestaba los ojos y el zorro por el otro lado haciendo tremendo desorden, ruidos y demás; este se levantó algo taciturno de su cama, mirando todo mientras se tallaba su ojo derecho, dando un largo bostezo para terminar de desperezarse, ya era hora, un nuevo día comenzaba, momento para seguir estudiando las plantas de las áreas verdes de la academia. Primero que nada debía comer, el desayuno era lo más importante del día, así que con mucha prisa se vistió con su atuendo escolar y preparó la comida, terminando de comer unos 30 minutos después, lavando los platos y chasqueando los dedos, Kyun, haciendo un salto, se metió por el borde de la camisa del chico y nuevamente apareció por el cuello de esta, Lionell se había acostumbrado a llevarlo así, tomó sus llaves y con paso presuroso salió de su cuarto, cerrando la puerta tras de sí.

Un hondo suspiro se hizo presente en el chico, cuando por fin llegó al lugar objetivo, el centro de sus estudios, como buen científico que era. Sacó unos lentes de lectura y de su chaqueta un libro de plantas medicinales, que, aunque suene increíble, allí había en demasía, este cortaba algunas hierbas para llevárselas a su cuarto y examinarlas con mayor detenimiento, mientras las catalogaba según su libro, el cual poco tiempo después era el centro de atención. El chico ya se había cansado de su labor de estudios, por lo que decidió tranquilamente leer, mientras se sentaba a la sombra de un árbol sobre el césped, leyendo con tranquilidad, pausando a veces su lectura para acariciar al zorro quien había salido a jugar mientras él trabajaba y ahora yacía durmiendo a su lado. –Vaya, vaya Kyun… creo que te cansaste demasiado al hacer desorden en el cuarto. Por ahora descansa-. Una sonrisa leve se produjo en sus labiales, volviendo con su lectura. El tiempo pasaba a tardío, ni cuenta se había dado que le había llegado la noche, pero, quiso quedarse en ese lugar un presentimiento le decía que era lo mejor.

La luna producía un sutil destello sobre el chico, bueno, sobre todo el lugar, las farolas del camino de piedra estaban encendidas y producían una luz de color amarillenta; el chico, sentado sobre una banca a la cual le alumbraba una farola, junto con su zorro quien estaba en sus piernas despierto, mirando hacia todos lados algo ansioso. -¿Qué pasa, Kyun?-. Preguntó el peliblanco, sacándolo de su concentración un ruido en las cercanías, ¿quién más podría estar ahí? ¿Acaso también podía haber ladrones en aquella academia? El zorrito se escondió raudo en la camisa del chico y este fue a revisar que es lo que había provocado aquel ruido. -¿Quién está ahí? ¡Muéstrate inmediatamente!-. Exclamo en tono amenazante, para ver qué es lo que salía de las oscuridades del lugar.